Subida al cielo
Sinopsis de la película
En un poblado costeño, el joven Oliverio debe interrumpir su viaje de bodas porque su madre, doña Ester, está moribunda. La madre pide a Oliverio que vaya a Petatlán a buscar al licenciado Figueroa, para que redacte su testamento. Oliverio emprende el viaje en un destartalado autobús, conducido por el chófer Silvestre. En el trayecto, el joven tendrá que sortear toda suerte de imprevistos y el asedio de Raquel, una sensual y coqueta mujer empeñada en hacer el amor con Oliverio.
Detalles de la película
- Titulo Original: Subida al cielo (Mexican Bus Ride)
- Año: 1951
- Duración: 74
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Opinión de la crítica
Película
6.6
48 valoraciones en total
Que Buñuel es buena gente se ve en cómo trata a los pasajeros del autobús en que Oliverio, el protagonista, realiza un prolongado viaje, en la humana claridad con que los pinta.
Entre los encargos comerciales mexicanos, rodados con oficio (¡3 largometrajes en 1951!), esta película se distingue por lo alegre de su tono popular, vivo e ingenuo, a mayor abundamiento, incluye en una escena un enérgico alegato a favor de la democracia y las urnas.
Rodado en zonas rurales del estado de Guerrero, la narración adopta aires de cuento sencillo. Lo escribió a partir de experiencias propias el poeta Altolaguirre, que también financió la producción. A él se debe el brillo de los diálogos, su riqueza coloquial, repleta de gracia. Pone especial esmero en que la diversidad de los tipos se refleje en las formas de hablar, y en esto el film sobresale.
En el día de su boda, el bueno de Oliverio debe aplazar la noche nupcial porque su madre moribunda le encomienda una misión urgente: traer de la ciudad a un licenciado a quien dictar testamento justo, e impedir así que sus otros hijos amañen el reparto de la herencia.
Oliverio ha de cruzar la Sierra Madre por el puerto de Subida al Cielo, una ruta más que escarpada, en autobús repleto de viajeros y animales (cabras y ovejas se mueven con libertad entre los asientos).
El viaje se convierte en un relato-río donde todo cabe. Cualquier cosa puede suceder: nacimiento y muerte, confidencias, niebla y tormentas, pinchazos y averías, atascos, fiestas, conciertos y recitales, borracheras, manifestaciones políticas…
La galería de caracteres es también bastante completa: un diputado de oratoria inflada, un rentista de expresión afectada y remilgosa, una recia campesina india, un comerciante español que silabea con deje de Lavapiés, la sensual Raquel (Lilian Prado), que siempre habla con intención erótica…
Según esquema muy buñuelesco, Oliverio está tensionado por las exigencias simultáneas de tres mujeres, o tres formas de lo femenino: la madre, la esposa y la libertina, con arreglo a un patrón que, conectado a la culpa y el castigo (ver spoiler)*, está presente en muchas películas de don Luis.
No falta algún detalle surrealista y onírico (la famosa secuencia de la peladura de manzana), aunque bastante aislado. Pasando por alto chapuceras maquetas y transparencias, y saltos bruscos en el ritmo (culpa de recortes sindicales, en parte), la película posee la fuerza de lo elemental y muestra el hondo fluir de la vida, en cuya corriente viajan con sus vicisitudes hombres y mujeres, coincidiendo pasajeramente en el espacio y en el tiempo, como en un trayecto en autobús (de los de entonces).
(7,5)
¡CONTIENE DETALLES DEL ARGUMENTO!
La voz en off nos introduce en una región utópica que vive en la abundancia gracias a los pingües beneficios que produce la copra del cocotero. El lugar costeño y paradisíaco no tiene iglesias y, en su ausencia, las nupcias se celebran mediante unos peculiares ritos precatólicos. Unos jóvenes contraen matrimonio de acuerdo con la costumbre: el esposo debe hacerse perdonar por la madre de la novia y tras el acto los novios emprenden un viaje nupcial a una isla desierta. Pero el rito del desposorio queda interrumpido por la madre del novio que, enferma, requiere de su benjamín para poner a salvo su herencia de las manos avarientas de sus otros hijos. Se trata del cruce clásico de las nupcias y los funerales, de Eros y Tanathos, del paso del tálamo nupcial a la cabecera de la madre agonizante que introduce de manera brillante el conflicto edípico por el que la amante esposa es a la vez la madre. Oliverio debe acudir a la ciudad en busca de un escribiente que dé fe del testamento de modo que otro viaje iniciático reemplaza al primero y otra mujer, lúbrica y sensual, a la casadera que se queda al cuidado de la madre agonizante.
La estructura itinerante de la película se relaciona con el mito del Génesis y con las distintas Edades de la Mujer, desde el nacimiento que tiene lugar en la guagua hasta la muerte de una niña pasando por el matrimonio representado quizá en dos bueyes uncidos a un yugo y tirados por una niña y la consumación de las nupcias en un lugar solitario llamado subida al cielo . Estos momentos radicales de la película participan de sendas anticipaciones o resonancias. El nacimiento viene anunciado por el viajante español que lleva consigo un catálogo de las mejores gallinas ponedoras. La muerte de la niña, no olvidemos el detalle, por una picadura de víbora, anticipa a su vez la de la madre de Oliverio que pone fin al Paraíso de la infancia y que, en un final inconcluso, augura una tragedia cainita. Y, sobre todo, la consumación con Raquel que sustituye a la que no tuvo lugar con la esposa y que es adelantada por una secuencia onírica construida con impresiones y elementos de la víspera.
Es una sátira acerca de las gentes que habitan las zonas rurales de México utilizando un atestado autobús que viaja por el país. Los personajes son pintorescos: el sonriente conductor sin prisa ni muchas ganas de trabajar, el vendedor de gallinas por catálogo, el candidato a diputado que saca la pistola a las primeras de cambio o la chica que acosa al joven.
Cada parada ofrece situaciones jocosas como el vehículo atascado en el río remolcado por unas vacas que tiran de él como si fuera un carro (Buñuel parece poner en solfa el progreso) o la fiesta organizada para la madre del conductor con bailes, canciones y un grupo de turistas extranjeros que aparecen y se integran regocijados en el jolgorio.
A pesar de su localismo hay también un divertido sueño surrealista, asequible simbolismo y ese lugar común en Buñuel: la tentación que perturba a las almas cándidas.
No es poca cosa empezar elogiando la riqueza del lenguaje coloquial que usan los personajes, cuestión que los convierte en más terrenales, más reales, sin pretensiones artificiosas. Es también una advertencia, puesto que las formas lingüísticas que usan puede suponer un problema a la hora de seguir las conversaciones si no se presta la atención adecuada. Si se toman las precauciones lógicas y se presta atención al lenguaje, sólo es posible caer en una admiración sanísima. Ese año 1951 Buñuel firmó tres películas, mientras que el anterior fueron dos, es decir, nada menos que cinco películas en dos años. Ahí queda el dato, a mi entender muy explicativo de una época en la que el genial director debía ajustar sus películas a unos presupuestos mínimos y que resolvía como podía, unas veces mejor que otras.
Subida al cielo padece de ese escaso presupuesto, una película que sufrió inevitablemente varios tijeretazos en el guión con la supresión de algunas escenas pero que en esencia la narración no se ve afectada. La película tiene un propósito claro, que no es otro que el de conocer lo que le sucede al protagonista en su viaje de un pueblo a otro con el objetivo de solucionar problemas con la futura herencia de su enferma madre. Hay un autobús, un viaje y un trayecto en el que suceden muchísimas cosas, en el que intervienen muchísimos personajes y en el que hay lugar para encontrarnos con la muerte y con la vida.
Entretiene una barbaridad, los personajes son buena gente, incluso la especial femme fatal que anda detrás del recién casado y que no para hasta que consigue lo que quiere. El conductor, el candidato a diputado, los campesinos, los niños y hasta los animales están bien puestos. Un breve sueño es la pequeña huella surrealista que Buñuel deja en esta película. En general una película que demuestra el buen hacer de su director y que la verdad, no está nada mal.
Comedia dramática realizada por Luis Buñuel (1900-1983) a partir de un guión escrito por Manuel Altolaguirre, Juan de la Cabada y Luis Buñuel, que desarrolla un argumento de Manuel Altolaguirre y Manuel Reachi, con diálogos de Juan de la Cabada y Lilia Solano Galeana. Se rueda en escenarios reales de la costa del Pacífico del estado de Guerrero (Méjico) y en los platós de los Estudios Cinematográficos Tepeyac (Méjico), con un bajo presupuesto y un programa acelerado de rodaje. El film es nominado a la Palma de oro (mejor película) del Festival de Cannes (Francia). Producido por manuel Altolaguirre y María Luisa Gómez Mena para Producciones Cinematográficas Isla, se estrena el 26-VI-1952 (Méjico).
La acción dramática tiene lugar en la localidad costeña de Sanjeronimito, en la población de Petatlán (capital del municipio del mismo nombre) y en el trayecto por carretera entre ambas, a lo largo de tres o cuatro días. Oliverio Grajales (Márquez), tras casarse según las costumbres del lugar con Albina (González), se va a Petatlán (Guerrero) en autobús para requerir los servicios profesionales del notario que reclama su madre, doña Esther. El relato se desarrolla con la ayuda de la voz en off de un narrador y aborda, entre otros, el tema de las tentaciones que Eva plantea a Adán en el Paraíso, el viaje en busca de la salvación (versión del viaje a la Tierra Prometida) y el del mito de Eros y Tánatos o, lo que es lo mismo, entre el amor y la muerte. El relato se asienta sobre una estructura itinerante que permite encadenar con naturalidad lances diversos, situaciones diferentes e imprevistos.
Es una de las películas propias por las que Buñuel siente especial cariño, posiblemente por el peso que en ella tienen los aspectos populares. Los personajes son seres reales, sencillos y corrientes, extraídos de una región profunda y aislada de Méjico, se comportan con espontaneidad e ingenuidad, hacen uso de un lenguaje rico en expresiones coloquiales y localismos, se muestran tal como son sin pretensiones y sin artificios. Buñuel se lo pasa muy bien dirigiendo la obra e improvisando sobre la marcha la supresión de algunas escenas del guión por falta de presupuesto y sustituyéndolas por otras mucho más sencillas y más próximas a su mundo interior, como la de la niña que viaja en el autocar.
La obra contiene las escenas oníricas de rigor, propias de un Buñuel en un momento de espléndida madurez y plenitud de facultades creativas. En una de ellas pone en relación la manzana de Eva, la madre, la esposa y la amante, en el marco de una visión de gran interés y de notable penetración psicológica. Por lo demás, no falta la presencia de un número elevado de animales, exponentes de la irracionalidad que puebla el universo de los seres humanos. Se ven ovejas, cabras, bueyes, gallinas, etc.