Sinónimos
Sinopsis de la película
En París, las cosas no comienzan bien para Yoav. Un joven israelí que llega a la capital francesa con grandes expectativas, decidido a deshacerse de su nacionalidad lo más rápido posible. Para él, ser israelí es como un tumor que debe ser extirpado. Convertirse en francés, por otra parte, simplemente significaría su salvación. Para borrar sus orígenes, Yoav primero decide no hablar una sola palabra de hebreo. El diccionario se convierte en su mejor compañero. Las visitas a la embajada israelí le molestan. Pero el proceso también tiene sus trampas. Y la joven pareja francesa de la que se hace amigo tiene algunas ideas bastante extrañas sobre cómo ayudarlo… Basándose en sus propias experiencias, el director Nadav Lapid explora los desafíos de tratar de empezar en un nuevo país.
Detalles de la película
- Titulo Original: Synonymes
- Año: 2019
- Duración: 123
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Opinión de la crítica
5.6
34 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Catherine Dénécy
- Christophe Paou
- Damien Carlet
- Dolev Ohana
- Erwan Ribard
- Gal Amitai
- Gaya von Schwarze
- Herut Cohen
- Idan Ashkenazi
- Iman Amara-Korba
- Léa Drucker
- Liron Baranes
- Louise Chevillotte
- Naor Nachmani
- Olivier Loustau
- Quentin Dolmaire
- Ron Bitterman
- Sébastien Robinet
- Tom Mercier
- Uria Hayik
- Valentine Carette
- Yahalom David
- Yawen Ribard
- Yehuda Almagor
Renegar. Rechazar. Abjurar. Apostatar. Huir.
La cámara sigue a Yoav recorriendo París con su mochila al hombro. Es un joven atlético de gesto rabioso, inmerso en chanchullos que dan mala espina y que nunca conoceremos al detalle. En un enorme piso vacío, se ducha mientras alguien le roba sus cosas. Desnudo, con frío, pide ayuda y no es hasta el día siguiente que una joven pareja de burgueses parisinos lo encuentran inconsciente. Lo acogen, lo visten, lo aman. Yoav aprende a hablar francés gracias a su diccionario de sinónimos. Tras un pasado traumático en el ejército de Israel, Yoav reniega de su país, de su lengua, de sus orígenes. Reniega incluso de hablar hebreo con sus paisanos israelíes, tal desprecio siente por su país. Francia es el paraíso para Yoav, centro mundial de la cultura, del espíritu, de la libertad. Él quiere ser parte de esas mentes iluminadas, de los ilustrados, de los revolucionarios, de los románticos, Yoav quiere que lo entierren en Père-Lachaise.
Después de rodar la interesante película La profesora de parvulario el director israelí Nadal Lapid, rueda en Francia (basándose en sus propias experiencias) esta historia rara y desorientadora que consiguió alzarse con el León de Oro en el pasado Festival de Berlín.
Toda la historia ocurre metafóricamente lo que resulta una narrativa totalmente loca (recuerda un poco a Madre de Aronofsky) por lo que tendrás que adivinar lo que el director te pretende decir con situaciones completamente absurdas.
Un hombre llamado Yoav (Tom Mercier) llega a París desde Israel, no tiene nada encima salvo una llave de un apartamento grande vacío. Cuando está duchándose le roban la ropa, entonces misteriosamente aparece una joven pareja, Emile (Quentin Dolmaire) y Caroline (Louise Chevillotte) lo visten con un abrigo amarillo y le dan dinero.Yoav deambula por París sin saber francés, pero tampoco quiere hablar en hebreo, reniega de su pasado completamente y quiere ser ciudadano francés de pleno derecho…
Todo son simbologías por lo que la película es muy densa y difícil de comprender. He leído que se le asemeja al cine de Goddard o Bertolucci, yo particularmente no conseguí meterme en la película del todo, causándome sensaciones encontradas, por un lado un aburrimiento absoluto y por otro lado un poco de curiosidad en lo que pretendían contarme.
Vista en el Festival de cine de Sevilla donde se alzó con el premio al mejor director.
Destino Arrakis.com
Ir a ver una película francesa ya supone hoy en día correr un gran riesgo, que se agrava si además el director resulta ser vikingo. Si encima le dan un Oso de Oro en Berlin ya es directamente para salir corriendo. En realidad ir al cine en estos tiempos ya es de por sí un deporte de alto riesgo. Así y todo, hacía tiempo que no daba con una obra tan vacía, tan pretenciosa ni tan aburrida. De hecho me tuve que salir del cine al cabo de más o menos una hora de revolverme en el asiento.
No tengo ni idea de qué es lo que ha querido contarnos el director, ni tampoco me importa lo más mínimo.
Esta película tiene todos los defectos del peor cine francés, con el agravante de que encima no es realmente francesa: escenas supuestamente transgresoras, contemplación embelesada del propio ombligo, trascendentalismo de pacotilla y una verborrea incontenible. Un tarado aterriza en París y se encuentra con otros dos tarados, macho y hembra (aunque sobre esto último tengo mis dudas). Él, un escritor en ciernes, ella toca el óboe y, al parecer, algún otro instrumento. En el curso de la historia sigue apareciendo algún que otro tarado más, como por ejemplo un gorila del Dassom de Vikingland, amén de un comando igualmente vikingo decidido a enfrentarse a los neonazis franceses. Me fui antes de que llegara la sangre al río, de modo que no sé cómo terminaría este importante episodio.
Lo demás es una sucesión de escenas de saloncitos, vistas del Sena y cafés de la Rive Gauche. Mientras tanto, al primer tarado le da por recitar a ratos perdidos palabras en serie, supongo que fascinado por la incomparable belleza del lengua francesa. También, en un momento dado, masculla entre dientes que quiere descubrir no sé qué cosa misteriosa que París oculta en su seno.
Si al final la encontró, espero que nos deje tranquilos una temporada.
Decididamente salvo que exista otro cine que no llega a las salas habituales y yo no me haya enterado, tal vez sea este el momento de emprender la retirada. O de recurrir a los clásicos de Hollywood. Esta película es la confirmación, premio incluido, de que, con alguna excepción puntual, el cine de nuestros días es pura basura. Por suerte para la humanidad, de todo esto no va a quedar absolutamente nada.
*Sinónimos de una relación tóxica
Sinónimos comienza con la llegada a París de un joven mochilero que accede a una vivienda desamueblada. Tras tomar una ducha, descubre que sus pertenencias han desaparecido. Así que acude en busca de auxilio de los vecinos. Pero ninguna puerta abre a un desconocido en pelotas. A la mañana siguiente una pareja de vecinos jóvenes y curiosos entran al ver la puerta de un piso abierto. Estos buenos samaritanos, al ver al joven en la bañera inconsciente, deciden acogerlo en su hogar. Enseguida se dan cuenta de que es judío, la circuncisión no engaña. Pronto el joven despierta recibiendo comida, techo y ropa. Su nombre es Yoav y viene de Israel. Y reniega del hebreo y todo su pasado.
Emile y Caroline, por su parte, son dos amigos acomodados e intelectuales que comparten piso. Ella, músico profesional de orquesta, él, escritor frustrado. Ambos ven en Yoav una oportunidad de redimir sus vidas grises y aburridas. Así, Yoav parece sentirse en deuda con ellos siempre. Y ofrece a cada uno lo que desea, siendo sinónimos de una relación tóxica. Pero Sinónimos es algo más que un triángulo vicioso. Es la búsqueda de Yoav por encontrar un futuro de paz interior. Como soñaba desde que huyese de su país y del ejército al que perteneció. Sin embargo, desaprovecha las oportunidades que recibe o no elige bien su camino. Lo cual le provoca unas inseguridades y frustraciones que le harán enloquecer hasta límites insospechados.
*La Nouvelle vague es una clara referencia
Yoav es un personaje que recuerda al joven e ingenuo Joe Buck de Cowboy de Medianoche (John Schlesinger, 1969). Pero las facciones y los gestos de Tom Mercier se acercan más al coetáneo y salvaje Tom Hardy. El contrapunto lo ofrecen Quentin Dolmaire y Louise Chevillotte, algo más comedidos en lo que se refiere a su actuación. Un acierto por parte del casting de la película.
La Nouvelle vague es una clara referencia cinematográfica para Sinónimos. Aunque solo comparta el tema de la amistad, recuerda algo a Jules y Jim (François Truffaut, 1961). Y, visualmente, es innegable la influencia del atrevido Jean-Luc Godard. Esto es un hecho que el propio director reconoce en entrevistas. Para conseguir ese realismo, Shai Goldman le da el nervio y la calma que necesita la cámara en cada momento preciso. Recurre al esteticismo como recurso que combina los diferentes enfoques de cámaras (de cine y móvil) sin tener mayor explicación.
Siguiendo con la historia, la salvación de Yoav en París acaba mostrando su lado más oscuro. Primero, la renuncia al hebreo como protesta contra lo establecido (su padre, el ejército). Después, el deseo irrefrenable de triunfar (conseguir la nacionalidad francesa, sobrevivir escribiendo sus propios relatos) aprendiendo francés con un diccionario. Al final acaba usándolo para encontrar los sinónimos con los que define a su (abominable) país de origen. Lo que se traduce en sinónimo de fracaso social.
*Sinónimos un ejercicio de auténtica libertad
Aunque Sinónimos beba de la biografía del propio director, se trata de una trama muchas veces vista en cine. La historia del ex militar tronado que llega a la ciudad y cree tener autoridad para alzar la voz. Si bien el libreto de Navad Lapid es inteligente y equidistante. Aquí abre debate sobre temas de estado tan candentes como la religión o el terrorismo. Las referencias a los atentados contra la comunidad judía en el país de las crepes son continuas. De los diálogos subyacen opiniones contrapuestas. Y con ninguna se casa: ambas razones, la francesa y la israelí, son imperfectas. Lo que más sorprende es que no caiga en la autocensura. Ya que el film fue financiado con fondos públicos de Francia e Israel.
Ese atrevimiento por no dejarse llevar hace de Sinónimos un ejercicio de auténtica libertad. La experiencia personal de Lapid resuena en cada secuencia del film, y eso es pura frescura. Este viaje lo hizo, sin una explicación aparente, hace veinte años impulsado por sus ídolos Napoleón, Godard y Zidane. Tres grandes genios en los que fijarse en lo bueno y en lo malo. Lapid quería retratar la doble miseria de vivir en la inmundicia y la insatisfacción personal. El resplandor de Víctor Hugo también está presente en la obra.
*Conclusión
Que Nadav Lapid sea reconocido ahora es cuestión de trabajo duro y mucho sacrificio. Ahora muestra lo que sintió en sus orígenes en Europa en Sinónimos, último Oso de Oro y premio de crítica. El realismo de la Nouvelle vague se instala en este film turbio y mordaz. Que no deja en tan buen lugar a nadie, como se presuponía. Aunque sea un relato de ficción, los personajes de Emile y Caroline, por ejemplo, existen realmente. Y Yoav, pese a ser fruto de una voz interior, tiene reminiscencias de verdad.
Está bien que los Estados sean atizados de vez en cuando por sus propios beneficiarios. Se trata de vivir en comunidad, y la realidad política abruma actualmente. Cada organización protege a los que se posicionan en su extremo, no así las personas que piensan a su manera. Y son precisamente estas quienes más apoyo necesitan. Las cosas funcionarían mejor. Y el mensaje de Nadav Lapid es contundente. Cuidado con el odio.
Escrito por Carlos Vera Tordera
Que el cine actual está perdiendo fuelle y se autocita en exceso ya no es un secreto. Este producto francoisraelí tiene pinceladas de brillantez, pero su ejecución resulta bastante decepcionante. Si bien la primera media hora del film resulta magnética, el espectador se irá desapegando de una narración que deviene excesivamente filosófica y turbia. Lo mejor de Synonyms es Tom Mercier, actor que ejecuta un impecable papel de hombre apesadumbrado y primitivo, sobre el que recae el peso de la película. La angustia vital de un hombre que huye de un Estado Israelí que rechaza y ansía con integrarse en Francia es una idea excesivamente redundante en el film. Personalmente, creo que la película se pierde en el debate de la integración a costa de profundizar en el triángulo afectivo de Yoav, Emile y Caroline. En definitiva, no resulta lo suficientemente íntima para inspirar emoción ni lo bastante solvente para remover conciencias. El film hubiera ganado muchos enteros si hubiera sabido desprenderse del enorme peso intelectual que arrastra. Estamos hablando de la ganadora del Oso de Oro en Berlín. No hay que olvidarlo. (6/10)