Sin dejar huellas
Sinopsis de la película
Un inspector de policía alcohólico se encarga de la desaparición repentina de un chico, mientras que al mismo tiempo ve cómo su hijo adolescente vuelve a su vida, tras haberse embarcado en el universo del narcotráfico.
Detalles de la película
- Titulo Original: Fleuve noir
- Año: 2018
- Duración: 113
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Opinión de la crítica
Película
6.3
87 valoraciones en total
Realmente interesante este policial francés que como siempre es muy raro que defraude. Aquí la acción se desarrolla a partir de la desaparición de un joven y la investigación por parte de un inspector de policía (alcohólico, desaliñado, apesadumbrado y abrumado por las distintas circunstancias que le toca vivir), también y en forma paralela su hijo es detenido por vender droga lo que le suma un problema mas a su desdichada vida. A través de la pesquisa iremos conociendo distintos personajes, pocos, lo que posibilita suponer quien puede ser el culpable ya que hay un numero pequeño de personas a sospechar. Entre ellas, un profesor de literatura personificado por Roman Duris (de buen trabajo) que intenta ser escritor y puede ocultar algo. Es oportuno destacar a Vincent Cassel como el policía que lleva el peso del film y deja traslucir toda esa desazón por la que constantemente vive.
Gran policíaco francés, con un hilo conductor muy bien llevado y una excelente intriga que se mantiene hasta el último minuto (literal). El papel que se manda Vicent Cassel es de los mejores de su carrera: Francóis Visconti, un detective borracho, frustrado, con problemas emocionales y distante de su ex pareja y su conflictivo hijo adolescente, Sandrine Kinberlaine como Solange, la sufrida madre del adolescente desparecido, también está al nivel de Cassel y hace una actuación para premio, y Roman Duris, el tercer personaje en cuestión, hace del profesor Bellaile un personaje que odias y del que desconfías desde el primer minuto.
La desaparición del adolescente es la excusa para sacar a relucir las miserias de los tres personajes: el detective Visconti como un ser inescrupuloso, solitario y sin ninguna ética profesional, Solangel como una mujer hermosa pero envejecida por la tragedia, que evidencia falta de amor y que guarda un secreto que la consume física y emocionalmente, y el profesor Bellaile, quizá el personaje más enigmático de todos, como un hombre atrapado en un matrimonio y una paternidad que le sirven como fachada social, que lucha contra sus demonios internos y que parece ser la clave para resolver el misterio.
Lo que más resalto de esta película es la capacidad que tiene el talentoso director Érick Zonca de mantener en paralelo y en gran nivel las tres tramas en cuestión, sugiriendo de manera sutil cómo la desastrosa vida personal de Francóis repercute en la investigación y viceversa, como Solangel se consume en la tragedia, y como el profesor Bellaile sospechosamente se obsesiona con la desaparición del adolescente, todo sin menoscabo de los personajes e in-crescendo del suspense. Una absoluta virtud.
Y bueno, el final no deja indiferente a nadie. La secuencia final es un mano a mano actoral entre Cassel y Kinberlaine,en el que cuando piensas que ya está todo dicho, cuando ya te has adelantado a sacar tus conclusiones y a hacer el juicio de valor respectivo sobre el actuar de los personajes, te sacan un conejo de la chistera. Notable.
Gerard Depardieu iba a encarnar al policía, pero el actor fue hospitalizado el tercer día de filmación y dejó su lugar a Vincent Cassel quien no tuvo tiempo de prepararse el personaje pero que consiguió adaptarse inmediatamente. El director Erick Zonca y el escritor Lou de Fanget (basada en la novela del israelí Dror Mishani) construyeron la figura del inspector Visconti como un personaje desaliñado, alcohólico y amargado en su trabajo, pero muy concienzudo en lo que hace.
El duelo interpretativo entre Cassel y Romain Duris se hace evidente resultando un juego de gato y ratón entre los dos personajes que chocan mucho en la investigación, mientras uno de ellos es rudo, extravagante y complejo el otro es educado, fino y meticuloso pero juntos aportan el suspense necesario para hacer la pelicula interesante.
Hay algunas pistas falsas y situaciones que no se llegan a cerrar por completo como son los problemas del hijo del policía con las drogas o la relación extraña que surge entre Visconti y la madre del muchacho desaparecido, papel interpretado magistralmente por Sandrine Kimberlain.
Erick Zonca es un cineasta bueno pero bastante irregular, después del gran éxito en Cannes en 1998 de La vida soñada de los ángeles , al cual le siguió en 1999 un segundo largometraje también interesante El pequeño ladrón , desapareció del mundo cinematográfico para reaparecer en 2008 con Julia , un retrato flojo de una mujer alcohólica encarnada por Tilda Swinton, quien secuestra a un niño y huye a través de los Estados Unidos. Después de eso ha realizado un telefilm Soldado Blanco que no he conseguido ver.
Tras su paso por Sitges Río negro o sin dejar huellas como se ha titulado en algunos países sudamericanos todavía no tiene distribución en España, pero supongo que se estrenará en nuestro país por ser un film bastante agradable de visionar.
Destino Arrakis.com
Sin dejar huellas cuenta la historia de François Visconti (Cassel), un policía que se ve envuelto en un nuevo caso de investigación sobre la extraña desaparición de un niño, más específicamente el hijo de Solange Arnault (Sandrine Kiberlain). Este misterio arranca desde el segundo uno de la película, convirtiendo las casi dos horas de duración de la cinta en una incertidumbre y misterio que lamentablemente, se siente muy irregular.
Se puede debatir si la película debía durar más o menos de lo que se ve al final, pero lo que lastimosamente es intrigante e interesante por momentos, por otros se cae y hasta se vuelve muy denso y aburrido. Hay momentos muy bien logrados de tensión, suspenso y misterio, pero luego entre tanto diálogo y pequeñas subtramas presentadas a lo largo de Sin dejar huellas que no llegan a nada ni son bien desarrolladas, se logra ese aburrimiento y hasta una sobrecarga para el espectador.
Eso no quiere decir que los personajes sean malos, al contrario, lo mejor de la película son las actuaciones y la química que tienen todos los actores. Cassel hace un excelente trabajo y los demás también, realmente no se siente ninguno fuera de lugar salvo personajes secundarios/terciarios que solo están ligados a las subtramas de los principales que realmente no terminan importando. Como por ejemplo el hijo de Visconti (Cassel), se ve ligado a la historia propia y apartada de la principal, donde este policía no vive un buen momento que digamos y su hijo no lo ayuda, pero está tan pobremente explorado y con situaciones repetitivas una y otra vez que simplemente ha quedado muy forzado.
Otro punto a favor de la película es toda la ambientación y por muchos varios momentos escenarios oscuros y medianamente tenebrosos que aumentan ese nivel de expectativa en cuanto a el misterio en la que la película está envuelta. Aunque lo demás tampoco está tan mal.
Para resumir, Sin dejar huellas tiene una buena historia principal y su conflicto pero que se termina quedando muy a medias con la inconsistencia de los elementos de suspenso, tensión y misterio, agregándole subtramas que realmente no funcionan y que se sienten muy forzadas.
http://www.conpochoclos.com
LA DESCOMPOSIÓN MORAL
Sin Dejar Huellas me impactó favorablemente. Se trata de un film complejo en su estructura narrativa, con personajes densos muy bien delineados con los cuales Eric Zonca (guionista y director del film) compone un cuadro de descomposición moral y por ende social que transforma la película en una visión muy crítica del estilo de vida que no solo se vive en Francia sino también en todo Occidente.
Con tres personajes, un investigador de policía entrando en el ocaso de su vida activa, alcohólico, divorciado y con un hijo adolescente al cual no puede controlar interpretado por un Jean Pierre Cassel extraordinario, un maestro de escuela con ambiciones de escritor, casado y reciente padre de familia, presunto testigo de los hechos investigados a cargo de un inspirado Romain Duris, y una madre con marido ausente, una hija discapacitada con Síndrome de Down cuyo hijo mayor, un adolescente de 14 años, acaba de desaparecer frente al parque de su casa, encarnada por la notable Sandrine Kiberlain, Zonca compone su cuadro de análisis social.
En ese marco de absoluta decadencia, transita el investigador Francois Visconti, que se maneja más por intuición y oficio que por la rigurosidad científica basada en la recopilación de datos ciertos. Su investigación no avanza. Sus problemas personales, incluso, se vuelven un factor retardatario del avance de la misma. Su derrotero es la imagen misma de la frustración.
El principal sospechoso, el maestro de escuela, parece un ser ambicioso y solitario que arrastra un matrimonio y un hijo sin muchas convicciones, cuya una única gran meta es transformarse en un escritor de éxito. Un delirante pretencioso y peligroso que pareciera no tener escrúpulos de ninguna naturaleza.
Sandrine Kiberlain interpreta a Solange, la madre del adolescente desaparecido. Una mujer solitaria, presuntamente casada con un marino, que parece ser la auténtica víctima de este relato aunque obviamente esconde pasiones temibles que darán un giro inesperado a la historia mostrando las grandes condiciones narrativas del director.
La investigación policial, a medida que avanza el relato, se va transformando en una columna vertebral sobre la que van girando los personajes mostrando sus debilidades y sus miserias. De esta manera, el relato policial va perdiendo importancia para dejar en claro lo que verdaderamente le importa a Zonca que es la pintura del cuadro de situación social en el que se ven sumergidos todos sus personajes. Un pequeño mundo decadente y terminal de una sociedad que claramente se mueve a la deriva, sin rumbo fijo ni metas claras. Un cuadro de descomposición moral que hace cada día más difícil la convivencia al irse perdiendo las normas morales de una época y dejando que el relajamiento de las costumbres dé lugar a una nueva falsa moralina, incluso avalada por leyes civiles de carácter demagógico.
El cuadro que pinta Zonca refleja un estado de alto desconformismo y desintegración social. En la visión de Zonca, el matrimonio parece ser una institución en decadencia que ya no satisface a la pareja. Pero lo que es peor, tampoco la familia parece contener a los hijos, los cuales prefieren la calle al estudio, ejercen la sexualidad libremente no respondiendo a una definición de nacimiento sino a una cuestión de preferencias, y donde el alcohol y las drogas se han constituido en una válvula de escape a todas las presiones cotidianas.
No obstante ello, la rigurosidad de Zonca no permite que la película termine sin un adecuado cierre. La historia policial se completa. Alcanza su fin de manera convencional. Pero lo que verdaderamente importa, está en el mensaje que la película transmite, su visión acida de nuestro tiempo, al que Zonca pinta con agudeza a través de un relato atrapante, estilizado, y contundente que lamentablemente no deja mucho margen para la esperanza de que cuando salgamos del cine podamos encontrarnos con un mundo mejor.