Señorita María: La falda de la montaña
Sinopsis de la película
En las montañas de Boavita, un pueblo campesino, conservador y católico, vive la señorita María Luisa. Tiene 44 años y aunque nació siendo niño, se viste y se siente como una mujer. Solitaria y negada desde pequeña, María Luisa ha encontrado dentro de sí misma y en los pequeños gestos de solidaridad de su entorno, una fuerza inquebrantable. La fe en la virgen María y el amor por los animales, son otros de los asideros que este personaje entrañable encuentra para soportar un mundo que se ha empeñado en maltratarla. El director Rubén Mendoza, sin moverse de las convenciones del cine documental y con una distancia justa, que no está exenta de ternura pero jamás es invasiva, logra un retrato perturbador y de intensa humanidad que nos obliga a ser testigos de lo siniestro y de lo hermoso, de la natural y de lo cultural, de lo que es único y no puede ser negado y de la fuerza de lo colectivo. En un ir y venir entre convención (de la estructura) y transgresión (de los personajes y su mundo), Señorita María: la falda de la montaña nos entrega su tremenda fuerza estética y moral.
Detalles de la película
- Titulo Original: Señorita María: La falda de la montaña
- Año: 2017
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
7.2
73 valoraciones en total
Por: John Harold Giraldo Herrera
Docente Universidad Tecnológica de Pereira
[email protected]
El territorio que corre por entre las montañas y las faldas de colores puestas por la señorita María, hacen parte de unas geografías casi vírgenes en términos audiovisuales, y son poco explorados como el tema de la identidad y la diversidad sexual en el cine de la nación. Colombia desde sus entrañas, se ha venido visibilizando, y muchos personajes, reales y ficticios, vienen poblando secuencias, acciones memorables, rostros difíciles de olvidar, lugares que uno quiere visitar y reconocer, e historias cuyos pactos, hacen que tendamos puentes para la memoria. María, una mujer religiosa, en el cuerpo de un campesino arador de la tierra, cargador y cortador de leña, sembrador de maíz, un incansable amante de su trabajo, es un rostro, una narrativa, un tema, un desahucio, un abandono, un ser dulce y malgeniado, bonito y fracturado, que se queda entre nosotros, como una melodía que no se despega.
La señorita María se convierte en una historia de desarraigo y pertinencia. Su símbolo como un ser cuyos ejes de la vida es no encajar, va ofreciendo su humanidad, su voz entrecortada… su delicada manera de sentarse, se conjugan con su fuerza con la que levanta un bulto, también con el entusiasmo de presenciar el nacimiento de un ternero, con el privilegio de bañarse en las venas de la montaña. Luego su persona deambula por Boavita, las calles del municipio, entre murmullos de los habitantes, estigmatizaciones y una que otra aceptación. Se le ve rezando con tanta devoción como cuando tira semillas para luego recoger lo sembrado. Muy María.
Su pujanza emblemática es poseer faldas donde los hombres se ponen pantalones, su determinación es de machos y su capacidad es para ser lo que la naturaleza les otorgó. En cambio, la señorita María, no sólo va en contracorriente, sino que, asume su rol, con una dignidad que nos emociona. Ya las plataformas del estreno y festivales, la ha sacado de su cotidianidad, y ya no tiene la luz del fuego como forma de compenetrarse con la oscuridad, sino que estallan frente a ella las obturaciones y flash de las cámaras que la persiguen. Pero eso son estelas, desde luego mucho ha cambiado desde que dejó de ser una persona anodina, y hoy es nombrada en revistas, comentarios periodísticos, invitada a eventos y otra serie de hechos que la ponen en un escenario diferente al de sus días en el lugar donde nació.
Boavita es un sitio recordado porque allí mismo surgieron los Chulavitas (el nombre de una vereda) o los Pájaros, que en ese periodo de la llamada guerra entre liberales y conservadores (que aún se extiende), asesinó a más de doscientas mil personas, ahora, también estará siempre presente, por la historia de la señorita María Luisa Cifuentes de 45 años, los lugareños no dejarán de rumorar por su figura, sin embargo, ya tiene un lugar, igual como en el de la iglesia, en los pensamientos de sus habitantes como en quienes vemos su actuar en la película.
Se filmó una película, similar en su nombre: María llena eres de gracia, exhibida en el 2004, y que nos mostró el drama de los migrantes, ahora tenemos el quehacer de mujeres en cuerpo ajeno y en sitios, donde es más complejo asumir una identidad sexual abierta. Pero que con la película se les dará un espacio, ojalá, de menos discriminación.
Rubén Mendoza, nacido en Boyacá, es quien comanda, armado de paisajes, con unas luces entre divinas y misteriosas, como las de un aro iris esplendoroso, un agua fluyente, un fuego que se prende para la paila, un juego de sombras, y unas voces de personas humildes, quienes nos van construyendo la idea de ese sujeto parecido a un señor, pero quien encarna la vida de una mujer. El proyecto cinematográfico es todo un éxito, le ha provisto transformaciones a la señorita María: salió de sus aposentos, vistió para las luces de las cámaras, habló por micrófonos, ha sido una actriz famosa, e intercambia sus faldas con atuendos para los momentos de iluminación ante los ojos del mundo.
Mendoza ha dado con la historia de su vida. Y la señorita María le ofrendó al cineasta su intimidad y situación para que la dispusiera en ese lienzo, donde se dejó dibujar, donde la vemos florecer y en el que entramos a sus micromundos, ahí en ese contexto lleno de magia, como la montaña, vestida con telas. Sus botas pantaneras, en nada le riñen a sus faldas, de hecho los colores de sus telas para cubrir sus piernas, salen tan adecuados para la tierra que pisa, como su decisión solemne de ser una señorita, independiente de cualquier otro comentario. El cine colombiano madura con propuestas como estas, que calan entre el público y oxigenan con historia que nos mueven y tocan las fibras del sentir.
Una de las producciones colombianas, en este caso, documental, que se pudieron apreciar en la pasada edición del FICCI, fue el más reciente trabajo del excelente director colombiano Rubén Mendoza (La sociedad del semáforo, Memorias del calavero y Tierra en la lengua). Uno de los directores más queridos del FICCI, que ha visto y ha sido testigo de su desarrollo como cineasta.
En esta ocasión, presentó un documental, ambientado en las montañas de Boavita, un pueblo campesino, conservador y católico, en el departamento de Boyacá, en donde vive la señorita María Luisa. Una mujer de 44 años, que aunque nació siendo un hombre, desde hace muchos años se viste y se siente como una mujer.
A María Luisa le tocó crecer en un ambiente muy fuerte y hostil, en un lugar apartado de las nuevas tendencias sociales de la civilización, que aún en la ciudad son tan difícilmente aceptadas. Por lo que, en el transcurso del metraje somos espectadores de sus fuertes y duros testimonios, que además de su condición, se encuentran con las difusas historias de sus orígenes. Siendo al parecer abandonada desde muy pequeña. Pero lo realmente desconcertante al ver y escuchar sus testimonios, es la inocencia, la pureza, la nostalgia, la tristeza, pero a la vez humor con la que ella misma la cuenta. Lo bello y lo puro, contrastado continuamente con lo feo y oscuro de la naturaleza humana.
La señorita María, no es apática a las tradiciones, trabaja en el campo, y como única amiga tiene a una vecina mayor, que la ha acogido, le habla, y le ha aceptado como es. Este hecho contrasta con una de las entrevistas a la vecina, donde esta confiesa que le habla y son amigas porque le da lástima. Parece que incluso en la única persona donde deposita su afecto, aún encuentra algo de resistencia. Pero lo importante de la señorita María Luisa, es que se aferra a lo positivo, a su vecina, a los animales y al entorno del campo, que le dan la fuerza y las energías para persistir y salir adelante cada día… y levantarse cada mañana. También es muy devota a la virgen María, y como a veces la religión tiene una función sanadora, le ayuda también a sentirse escuchada, querida y aceptada… así sea en sus oraciones, a pesar de las duras miradas de las otras personas del pueblo.
Se nota realmente la intimidad y el compromiso que Rubén logró con este bello personaje, lo cual se notó en su presentación oficial en el FICCI con todo en el elenco en el Teatro Adolfo Mejía, cuando al terminar el documental, Rubén, la Señorita María y todo el equipo subieron al escenario, y recibieron una gran ovación de duró varios minutos. Y la Señorita María sorprendida miraba a todo el público, desde la platea hasta los altos palcos que le aplaudían y le manifestaban su afecto. Fue uno de los momentos más hermosos de todo el FICCI. Y sin dudas, de las mejores producciones presentadas.
Gracias Rubén, por seguir compartiendo tus películas con nosotros. Un hermoso y excelente documental, realizado con mucho amor y precisión. Aunque tiene una estructura clásica dentro del género documental, con el uso de entrevistas, Rubén intercala las palabras con bellas imágenes cotidianas de la vida del personaje que tienen un significado especial. Así como escenas independientes muy bellas y bien logradas, que demuestran el gran acercamiento que tuvo con la señorita María. Y sobre todo por rescatar este bello y particular personaje, presentado con respeto, honestidad, amor, calidez, y sin innecesarios maniqueísmos, tan usuales en estos casos. Me gustó mucho, y Mendoza sigue demostrando que es de los directores locales con más talento. Una de las producciones imperdibles de este año.
Reseña de la película en:
https://asbvirtualinfo.blogspot.com.co/2017/11/critica-documental-senorita-maria-la-falda-de-la-montana.html
Documental que es un retrato de un personaje único en la sociedad colombiana, un personaje que conmueve, transexual, solitario pero fiel a sus creencias religiosas, la película es una interacción permanente visual y dialogada entre Rubén Mendoza y la Señorita María, se empieza introduciéndonos a la montaña donde no sabemos quién habita, donde poca gente habita, donde nos encontramos animales en la carretera, una carretera destapada, hasta que llegamos a una casa y a un personaje, Señorita María, en estos fragmentos encuentro un plano que me parece que nos cuenta cinematográficamente de una manera brillante el personaje y en el lugar que habita, es aquel plano en que la Señorita María se encuentra arando la tierra que empieza en un plano general de solo el personaje y luego empieza a abrirse en zoom hasta que nos encontramos un plano panorámico de las montañas y de la Señorita con su falda entre las montañas.
Desde la primera escena en que hay un dialogo entre la Señorita María y Rubén Mendoza personalmente me sorprendió en como el personaje domina totalmente a el director, es absolutamente convencido de su creencia en el catolicismo, desde allí vi que la película sería una interacción, una representación de quien está detrás de la cámara, de como Rubén Mendoza ve a la Señorita, esto se ve evidenciado en su plenitud en el plano en que la Señorita habla sobre la relación y aprecio que le tiene a una de sus vecinas la cual básicamente considera como una madre, en aquel momento ella entre en un llanto muy conmovedor, en ese instante la cámara que se encontraba en un primer plano de la Señorita se movió hacia la izquierda hasta llegar a la vecina, sacando de plano a la señorita, este plano me pareció maravilloso, conmovedor, muy respetuoso, sin duda el mejor plano del documental, expresa la interacción entre el realizador y el personaje.
El corte preciso en la entrada de la música, esta que es compuesta por una banda de niños, sencilla pero que hace sentir que va con el atípico personaje, y que en el momento que entra es formidable en términos de movimiento y montaje. También en cómo se cuenta la historia en términos de montaje por ejemplo en el momento que una vecina habla de que la Señorita tiene un demonio y después vemos que la señorita tiene un ataque epiléptico, todo está yuxtapuesto acorde a lo que dicen los personajes.
Un bello retrato, de un personaje que te conmueve, con el que sufres y ríes, un documental cinematográficamente bello en relación a la interacción entre el director Rubén Mendoza y la Señorita María.
http://filmicas.com
Un recorrido adentrándose en las montañas de Boyacá da inicio a Señorita María, un viaje en primera persona donde, al final, se encuentra una mujer de espaldas, el final de nuestro camino y el inicio de la historia. Así fue como Rubén Mendoza encontró por primera vez a la señorita María, a un lado de la carretera en el pueblo de Boavita, Boyacá. Durante dos años, se acercó a una mujer recluida y esquiva, envuelta sobre sí misma, y la fue deshojando poco a poco con cámara en mano.
La señorita María Luisa fue identificada por otros como hombre desde su nacimiento, y a los 18 años decidió abandonar los pantalones y afrontar al mundo para decir que era y había sido siempre una mujer. La cámara de Mendoza sigue los pasos de la vida de la señorita María en su cotidianidad, mientras se pregunta sobre su pasado, un tema bajo llave alrededor del cual se ha construido toda una mitología popular en la vereda. El problema es que, al mitificar el personaje de la señorita María, sus vecinos la deshumanizan. En una escena agria, una mujer campesina que le da empleo a la señorita María y que ha desarrollado una amistad con ella, reconoce que todo lo ha hecho por caridad. María es vista como alguien inferior, merecedora de lástima y no de empatía. Pero la voz de quienes rodean a María es necesaria, y el documental las presenta tal como llegan.
¿Cae Rubén Mendoza en el mismo juego? ¿Debió haber hecho su voz más explícita, más crítica de estas posiciones? ¿Debió haber modulado, mediante la edición, el lenguaje sutilmente violento que se usa en torno a María? Creo que, para presentar un retrato honesto de la señorita María y su situación, era necesario presentar también lo doloroso. Mendoza no se aleja del dolor, pero sí de la miseria. En un momento, la cámara se aleja lentamente de un primer plano de la cara de María cuando empieza a llorar, pero aún escuchamos su voz.
El documental le da también espacio a María para que construya su propia mitología, en su caso inspirada en la Virgen María. Y una imagen de otro nacimiento milagroso, la más conmovedora del documental, nos da a entender que Mendoza ha entendido el mundo desde los ojos de María, ha logrado generar empatía en vez de lástima, y ha aceptado tener fe, tanta fe como la señorita María.
Esta película constituiría una propuesta apenas convencional dentro del género documental, sin embargo su grave descuido en torno al abordaje de la problemática del género y su omisión del contexto socio-histórico de la región hacen que esta propuesta roce con la y confunda el sufrimiento y una posible poética fílmica de las adversidades sociales en una burda exposición y violencia contra la protagonista. Las banales preguntas que hace el director sumadas a las escenas sensacionalistas que simplifican el personaje de María, responden a una visión colonialista que gran parte de los medios ha elaborado de la subalternidad campesina en Colombia, fundando una otredad cuando no museificada e idealizada, estigmatizada y sesgada. Lamentablemente todo el potencial crítico que podría tener esta propuesta se diluye, priorizando un vano sentimentalismo y un burdo sensacionalismo.