Satanás, perfil de un asesino
Sinopsis de la película
Tres historias entrelazadas que ilustran los efectos que las acciones de una persona pueden tener sobre la vida de los demás. Tres personajes: una hermosa buscona que estafa a hombres ricos para vivir mejor, un sacerdote enamorado de su ama de llaves que vive atormentado por el peso de un secreto que le ha confesado una feligresa, y un profesor, veterano de guerra, que desea huir de su tediosa vida.
Detalles de la película
- Titulo Original: Satanás
- Año: 2007
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
6.6
35 valoraciones en total
Destripe en dos lecturas:
a) La película nos ofrece un relato sobre un anódino ser que deambula entre la convivencia con su madre, las clases de inglés, la lectura y el ajedrez. Para muchos, un tipo normal.
b) La película nos ofrece un relato sobre el capitalismo y las consecuencias de aplicarlo en países que nunca se han desarrollado por diferentes causas. Para mí, uno más entre tantos.
Bien, si elegimos la opción a, nos damos cuenta al instante de que los psicópatas no entienden de nacionalidades y de que el frutero de la esquina, un tipo afable donde los haya, te la puede liar parda cuando menos te lo esperes.
Si elegimos la opción b, podemos observar cómo una educación decente no concede el derecho de escalar socialmente. Si las miras están puestas hacia arriba y las barreras siguen siendo las que son, obtendremos con facilidad el perfil sociópata del protagonista.
Nuestro profesor-soldado dista mucho de parecer una persona normal. Los sujetos frustrados por un sistema que los comprime son, por mucho, los ciudadanos más peligrosos a los que una sociedad establecida pueda hacer frente. No es muy difícil reconocerlos, disfrazados de exquisitas maneras y buena educación, pero con la mirada atiborrada, repleta por un odio existencial profundo y arraigado que explotará cuando el vaso comienze a rebosar.
A mi juicio Andrés Baiz yerra al otorgar al espectador la mirada crítica para evaluar esta película, pues su conjunto es demasiado endeble como para aclarar de facto la ida de olla de nuestro ex combatiente, creando dudas sin echarse al monte, pudiendo haber elaborado una obra mucho más analítica, atrevida, sincera y dolorosa.
Lo que vemos son fuegos de artificio. Las historias paralelas, aunque bien acabadas, son relleno de un director que quiso contarnos algo pero no supo como hacerlo. Y la jugada del sofá sobra bastante. Un cinco justito.
En el año 1986, uno de los sucesos criminales más trágicos de la historia colombiana, la masacre del restaurante Pozzetto, manchaba de rojo sangre las páginas de crónicas del país y convertía en celebridad terrible al ex-soldado del Vietnam Campo Elías Delgado, autor de la matanza. Basándose en estos hechos, Mario Mendoza escribió la novela Satanás en la que, con una estructura de vidas cruzadas, se tomaba como base el crimen de Pozzetto para presentar una galería de vidas a punto de despeñarse por el abismo que conduce al mal inherente en todo ser humano.
La adaptación de la novela corre a cargo de un principiante del que Paul Haggis, por ejemplo, podría aprender varias cosas. Baiz inicia la narración con un prólogo absolutamente espeluznante que ya avisa del carácter perturbador de lo que vamos a contemplar desde el principio. Las historias enlazadas de tres personajes -una chica que ayuda a estafar a hombres ricos, un cura atormentado por su sexualidad y el trasunto ficticio de Campo Elías Delgado, aquí llamado Elíseo- están contadas con una transparencia absoluta y una decidida apuesta por evitar maniqueísmos, tan difíciles de soslayar en una historia de esta índole. Aunque presentimos desde el inicio el ominoso latido de la desgracia, no hay una progresión descendente obvia (salvo quizás, en el caso del asesino): los personajes son gente corriente que se ven abocados a ciertas acciones que podríamos considerar malvadas sino fuera porque son tan vulnerables a ellas como lo podríamos ser nosotros en determinados momentos de nuestras vidas.
Es muy de agradecer la sutileza del cauce narrativo, carente de estridencias, golpes de efecto o concesiones a la lacrimogenia. También admirable la inteligencia que reside en multitud de detalles, como las conversaciones entre Eliseo y su madre, las partidas de ajedrez, las visitas del cura a la cárcel o la soledad punteada con pegatinas de Paola.
El director acierta al dar la palabra a unos personajes marcados por el azar, la culpa y la miseria, de modo que se tiene la impresión de que los hechos fluyen naturalmente, sin forzar su sucesión, a pesar de la crudeza de lo que se está contando. Perfecta banda sonora -un piano minimalista que nunca ocupa el primer plano de la acción-, una fotografía correcta y un guión realmente bien adaptado hacen el resto. A destacar el descomunal talento de Damián Alcázar, que logra la proeza de hacer comprensible a su personaje sin pretender justificarlo.
Muy recomendable para gente con inquietudes cinéfilas, pero no para pasar un rato entretenido: provoca una notable incomodidad moral y conduce a reflexiones post-película poco o nada agradables.
1) Dos pinceladas anuncian un mundo áspero, condenado: una fila de vidrios rotos sobre una tapia y un doliente rostro femenino, visto a través de la rejilla de un confesonario. Enseguida, sangre de tragedia.
La película desarrolla tres historias, saltando de una a otra, pero no entrelazadas. Dos convergen casi al final, significativamente, las tres, sólo en los últimos instantes.
2) Eliseo, exmilitar, vive con su madre y la odia. Para ella es un soldadito fracasado, lo desprecia. Maniático, siempre tenso y envarado, en la mesa limpia los cubiertos con la servilleta, se da colonia en las manos si toca algo por la calle.
En la biblioteca lee el Jekyll-Hyde de Stevenson. Novela reveladora, dice a su joven alumna de inglés. Ella lo capta: No somos una sola persona sino varias, pero no lo aceptamos.
También Darwin: La ley natural es que los más débiles sucumban.
Y tatuado, un símbolo del Walhala, destino del guerrero muerto en combate.
El constante tragar sapos y guardar la compostura le va borrando la media sonrisa. Con las mujeres, todo son chascos. Se convierte en polvorín al ir acumulando frustraciones, hasta que con una chispa explota.
El cura es hombre vigoroso bajo la sotana. Los impulsos sexuales interfieren sus tareas pastorales. Le obsesiona la hermosa mujer que cuida la casa parroquial. Alguna feligresa le llena de dudas.
La atractiva Paola entra en una banda de ladrones para salir de pobre. Aprovechando su físico desvalija a incautos. A una agresión brutal responde con una implacable venganza.
3) El título no engaña: el peso argumental de lo teológico, la insinuación de una justicia satánica, es muy superior al aparente. El modo en que el cura resuelve su problema sexual le impide ayudar a Eliseo cuando éste empieza a perder los estribos.
Algo se está fraguando y el cura lo ve en sueños, pero el sexo lo nubla. La alarmada mujer realiza un peculiar exorcismo con las páginas en que Jesús ahuyenta a una legión de demonios.
Un silencio telefónico (la emulación de Nicholson en El cartero… impide descolgar) da paso al ‘fin del mundo’.
4) En el tormento de Eliseo lo teológico y lo psicoanalítico se funden. Su perfil está trazado con rasgos precisos y el actor lo aprovecha bordando la progresión hacia el colapso mental.
En su estrategia parca, la película aprovecha con eficacia detalles caracterizadores. Con el contrincante de ajedrez Eliseo juega muy picado, más volcado en ese pique que en prevenir la derrota. Ve que las letras de un libro se ponen a hormiguear. Ante un espejo múltiple aparece como una legión.
Hay parquedad en los diálogos, muy concisos pero repletos de información esencial, y en el estilo general, muy recio. Música, fotografía, ritmo e interpretaciones tienden a lo escueto.
Por eso choca en el conjunto la historia de Paola, secundaria salvo para reforzar el imperio del desastre.
Choca también el ralentizado final, casi coreografiando.
Tremenda y demoledora, fuera tan sólo nihilista.
Jueves 6 de noviembre, 9:10 pm. Cinemex Tenayuca. Satanás es lujuria, ira, soberbia, envidia, traducido a venganza por el enojo presente ante el fracaso repetido, ante lo atroz en nuestro perjuicio. Tres personajes con enfado propio, manifestado y disfrazado de tolerancia y respeto para con los demás, con decisiones inalterables en la búsqueda de algo que sosiegue su inestabilidad, sin importar el precio y quien deba pagarlo ¿Dios?, ¿Los culpables?, ¿Los inocentes? ¿Quién?
Satanás es la historia de personas cegadas por lo que les aqueja: deseo, venganza o locura, personajes extraídos de la realidad, oprimidas por su entorno, hartas de guardar apariencias y aguantar discursos o reglas impuestas, colmadas de ingratitud y unidas por una casualidad extrema, inimaginable e inesperada, Satanás hace acto de presencia y nos incita (deseo), castiga (venganza) y atemoriza (locura), de forma directa en las escenas convenientes, favoreciendo al nerviosismo en el clímax perpetrado por el personaje central, quien acapara la atención sin permitir un movimiento y dispuesto a concluir su tragedia con el espectador.
La obra de Andrés Baíz aunque basada de un hecho real, es lo suficientemente ágil para desarrollar un preámbulo de la masacre del restaurante Pozzeto, con personajes sin relación alguna, pero unidos por la coincidencia y la ira, es una obra que en el transcurrir del tiempo aumenta su tono severo y es auténticamente poderosa para transmitir diferentes estados. La fotografía esta muy cuidada muestra lo necesario sin caer en detalles, mientras que lo retratado es correcto para dar ese toque de realismo.
Otro de los elementos fuertes del filme es la interpretación de Damian Alcazar, quien encarna prodigiosamente a Eliseo, el cual se mantiene hermético y a la defensiva, para culminar con ciertos rasgos faciales que denotan locura, placer y desencanto. Alcazar se sigue moviendo a grandes niveles y al realizar este trabajo lo reafirman como un actor con talento ilimitado. Felicidades por el acento colombiano que imprime.
A mi parecer el cine colombiano importado ha exhibido películas notables o interesantes, sin embargo Satanás repunta como una de las mejores cintas de ese país en los últimos años, muy por arriba de Rosario Tijeras, película también producida por Río Negro y de la cual hacen referencia para la promoción de la presente.
Satanás ¿Qué más se puede decir?
Tras ver Satanás se te queda un mal cuerpo que pa qué, quizás porque el mensaje de cualquiera puede ser malo o el mal esta dentro de todos nosotros está articulado de la mejor forma posible, demostrando que en determinadas circunstancias y situaciones el mejor ciudadano de a pié puede actuar bastante peor que Charles Manson. No hace falta ni Linda Blair dándole vueltas a la cabeza, ni Mia Farrow obesesionada con su embarazo, ni siquiera a Zelda Rubinstein gritando como una poseída mientras que siente los espíritus de las casas, porque para ver el mal, para asomarse al verdadero infierno a lo mejor solo hace falta mirarse en un espejo. He ahí la escalofriante reflexión de este sorprendente film, que consigue hacernos sentir el vértigo de contemplar el inexorable destino de su protagonista. Pero si la película logra sorprender por algo en realidad, es porque el debutante Andrés Baiz lo hace con tal naturalidad que desarma a cualquiera, sin aspavientos y con una demoledora consistencia. Basada en una novela de Mario Mendoza, que narró los dramáticos acotecimientos acaecidos en la Bogotá de los 80, en la que un pacífico vecino llegó a una cafetería y se lió a tiros con todo bicho viviente, acabando de manera radical con muchas vidas, en esta cinta de austera factura y progresión lineal vislumbramos una maestría narrativa pocas veces vista en la actual producción internacional. A modo de una empañada visión de lo que podrían ser las normas de convivencia en una sociedad, la cinta consigue sentar unas bases tan cercanas, que cuando se desata todo el infierno -nunca mejor dicho- casi podríamos decir que lo esperábamos. Es más, quizás viendo el film cuando andemos por la ciudad, cuando saludemos al vecino del tercero, o cuando el kioskero nos de el periódico del día, estemos inconscientemente viviendo la calma que precede a la tempestad, pudiendo estallar la violencia y la maldad en cuaquier momento y de la manera más brutal. Está realizada y orquestada de manera que sea tan cercana al espectador, que aterra solo de pensarlo. No cabe la menor duda de que uno de los pilares de la cinta son las brillantes interpretaciones donde destaca el mejicano Damián Alcázar, un fantástico actor que ya tiene una nutrida experiencia en producciones internacionales, y que es el intérprete perfecto para el personaje, capaz de transmitir al mismo tiempo la mayor ternura y bondad, mezclada con un brillo de perversión que puja por salir.