Salida de los obreros de la fábrica (C)
Sinopsis de la película
El argumento de esta obra lo desvela el propio título: el film consiste en un sólo plano de los trabajadores de la fábrica Lumière saliendo de la misma tras concluir su jornada laboral. Su importancia en la historia del cine es capital, puesto que se trata de la primera película que fue proyectada comercialmente para un público.
Detalles de la película
- Titulo Original: La sortie des usines Lumière (S)
- Año: 1895
- Duración: 1
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Opinión de la crítica
Película
6.3
21 valoraciones en total
Este me gusta más, simplemente pasan más cosas, más gente, un perro que sale corriendo, la gente que sale feliz del trabajo, lo que queramos ver depende de nosotros, pues esto no son películas, no son cortos, no son documentales… no, no es nada de eso, es un milagro hecho realidad, el cine existía y las escenas en movimiento eran una realidad, daba comienzo una nueva expresión artística.
Pasa lo mismo que con otros cortos de los hermanos, no se busca decir nada, lo que uno quiera interpretar depende de ellos, lo más importante aquí es el valor histórico del corto, ya no solamente por su logro sino porque fue proyectada en una sala comercial.
Una vez más, gracias, pues podemos disfrutar del séptimo arte.
Un débil haz de luz salía del fondo de una cajita y se proyectada hacia una blanca pantalla, en un pequeño sótano del Grand Café, hoy el lujoso Hotel Scribe, situado en el número 14 del Boulevard Des Capucines, un 28 de diciembre de 1895 en París, por un franco, se pudo ver ese día la primera proyección comercial de la historia.
Un espectáculo de menos de un minuto jamás visto antes, ¡imágenes en movimiento!
Había nacido el cinematógrafo, el CINE, La máquina de imprimir vida , como la llamaria muy acertadamente unos años más tarde el cineasta Marcel LHerbier.
Los padres de la criatura los hermanos Louis y Auguste Lumiére creadores de la máquina de proyección que a muchos de nosotros nos ha entretenido y hecho soñar en tantos momentos de nuestras vidas.
De la salida de aquella fábrica de Lyon hace 116 años, tambíen salierón a su vez, innumerables historias reales y de ficción, dramas, comedias, aventuras, western, musicales, documentales, un largo etcétera, hecho realidad tambíen por un sin fin de productores, directores, guionistas, actores, actrices, extras… que dieron y dan lustre a lo que hoy conocemos como séptimo arte.
Muchas gracias, por tan mágico y maravilloso regalo.
Sólo cabe una lectura emocional de un corto como éste.
Un invento nuevo sin futuro, dirían los hermanos Louis y Auguste al hablar de su criatura. No se equivocaban: el cine no es futuro, ni pasado: es presente en vena, intemporal.
Mirad, no son simples obreros quienes salen de la fábrica de los Lumière: ahí están Bresson y Dreyer casi de la mano, el perro de Tarkovsky, la bicicleta de Monsieur Hulot, Jean Renoir con boina y Harold Lloyd con canotier. Ahí están el menudo Humphrey Bogart y el corpulento Hank Quinlan, Bette Davis y Joan Crawford, vestidas de luto y odiándose en silencio. Kurosawa, Bergman, Brando, Marilyn… El tupé de Lynch entre las cabelleras. Hitch guiñando un ojo en su primer cameo de la historia. Arriba, en el tejado, revolotea el alma de Murnau.
Ahí está Innisfree.
Mirad bien, entre las sombras, se advierte el parche negro de John Ford.
===
No son personas las que salen de la fábrica Lumière, son los actores del monólogo de Próspero:
(…) Alegraos, señor,
que ya terminó la fiesta. Los actores,
como ya os dije, eran espíritus y se desvanecieron
en el aire, en la levedad del aire.
Y de igual manera, la efímera obra de esta visión,
las altas torres que las nubes tocan, los palacios espléndidos,
los templos solemnes, el inmenso globo,
y todo lo que en él habita, se disolverá,
y tal como ocurre en esta vana ficción
desaparecerán sin dejar humo ni estela. Estamos hechos
de la misma materia que los sueños, y nuestra pequeña
vida cierra su círculo en un sueño.
Es la isla que describe Calibán:
Nada has de temer. La isla está llena de rumores,
sonidos dulces y cánticos que dan placer y no hieren.
A veces, el tañido de mil instrumentos
acaricia mis oídos, y otras, voces
que –aun despertando de un larguísimo sueño–
me volverían a adormecer, entonces soñaría
nubes que se entreabren y me muestran riquezas
que llueven sobre mí… y lloraría al despertar
por no poder soñar de nuevo.
===
Cuando acaba la sesión y regresamos a la realidad, yo también lloraría si supiera que no he de soñar de nuevo.
[Fragmentos de La tempestad, de William Shakespeare, en versión de Manuel Ángel Conejero]
Supongo que he sido excesivo en votar con un 10 a este film. Lo cierto es que he votado a la excelencia del documento histórico que supone. Más allá de las polémicas disquisiciones de historiadores acerca de qué es realmente la cinematografía y si los hermanos Lumière pueden ser considerados los inventores del cine, lo cierto es que, oficialmente en la mayor parte de las latitudes, suele considerarse este metraje como el primero de la historia. Llevando las cosas hasta el quicio también podemos decir, pues así dicen algunos eruditos, que Salida de los obreros de la fábrica es el primero que incia el género documental.
Es cierto que casi todos los films de los principios parecen poder verse una vez, como curiosidad y luego ser ignorados por largo tiempo. Al fin y al cabo narrativamente suelen ser algo más que parcos. Sin embargo este tiene un poquito más con lo que poder sacar punta en cada visión. Salida de los obreros de la fábrica tuvo tres versiones realizadas en distintos momentos durante distintos meses. Hay cosas que cambian. Pequeñas y sutiles cosas. Sin embargo las tres versiones se ponen en la televisión, en los documentales o en cualquier página web o blog de modo indistinto. Es posible que los hermanos Lumière hicieran lo mismo en sus proyecciones.
Bien, lo cierto es que cuando me encuentro con este film en algún lugar, me entretiene verlo para averiguar de qué versión se trata. Y a modo de broma seria pondré la clave de estas pesquisas en el spoiler.
Mirémoslo con perspectiva: este cachito de película que no dura ni un minuto fue filmado hace ciento dieciséis años. Ni siquiera los bebés que hubieran sido engendrados, o que hubieran nacido el mismo día en que Louis Lumière plantó su rudimentaria cámara a la puerta de aquella fábrica, vivirían hoy, salvo que alguno gozara de una longevidad excepcional.
Y hay que tener eso en cuenta. Que puede que no sea gran cosa ver un trocillo de grabación donde una multitud vestida a la moda de finales del diecinueve sale a la soleada calle desde el interior de la fábrica. Mujeres de largas faldas y sombreros, hombres con ropa de trabajo, bicicletas y un perro.
Pero, joder, que no se trata de un vídeo casero con cámara digital del siglo veintiuno de las que cualquiera tiene en casa. Aquello fue un pequeño gran milagro en su día. Aquello fue la alborada del cine, ése del que podemos disfrutar hoy, gracias a que los Lumière trastearon con esos cachivaches que por ciencia o hechicería consiguieron que los sueños se pudieran ver, en movimiento, con los ojos y en estado de vigilia, no sólo con la mente estando dormidos.
Aquella muchedumbre como una riada dirigiéndose hacia el aire libre bajo el mismo cielo que nos observa hoy, era como los atletas que echan a correr al oír el pistoletazo de salida.
Lo que ellos no imaginarían muy bien aún sería que la carrera que inauguraban era un ascenso a las estrellas.