Safari
Sinopsis de la película
Ulrich Seidl sigue a turistas austriacos que viajan a África para cazar cebras y jirafas. Seidl divide en temas su investigación, tratando de entender y hacernos entender qué pasa por la cabeza de esta gente, por qué matan animales como una jirafa: las armas más eficaces de usar, las tarifas por animal abatido, las extraordinarias emociones que se experimentan al matar, las relaciones con el personal local que se ocupa del turismo armado.
Detalles de la película
- Titulo Original: Auf Safari
- Año: 2016
- Duración: 91
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Opinión de la crítica
Película
6.8
27 valoraciones en total
La magia de Seidl está puesta en ubicar la cámara con el encuadre perfectamente simétrico y que la acción transcurra. Sin voz en off, va transcurriendo la película a un ritmo ameno, hasta los momentos más crudos, alternando mayoritariamente entre la cámara fija y la cámara en mano. Automáticamente uno reconoce una película de este autor por esos detalles.
La película se basa en acompañar a dos grupos de austríacos-entre los cuales se encuentra una familia tipo- en un viaje de cacería. Nos muestra qué piensan de cazar, cómo prefieren hacerlo, sus costos económicos, su orgullo por la actividad, su frivolidad y las sensaciones que los recorren al momento de la cacería.
Todo esto, está magistralmente encuadrado en el contexto: el sur de África, lugar donde se cruzan los blancos europeos y los ciudadanos de allí que viven del negocio de la caza, tanto los organizadores como los pobres hombres subordinados. Cuestiona los roles dentro del submundo de la caza de forma brillante.
Planteado como un documental atípico donde intenta esfumar la división entre ficción y realidad, no apto para personas impresionables ya que cuenta con momentos muy crudos.
Disponible en algún lugar recóndito de la internet.
En The Ring dicen que viendo la cinta maldita mueres a los 7 días. Yo creo que la que nos ocupa durante el mismo visionado habrá causado un colapso a muchos veganos y en general, habrá puesto los pelos de punta a cualquiera con un mínimo de humanidad y cariño hacia los animales. Podemos debatir las condiciones de la industria, la caza para comer…pero salvo 4 millonarios excéntricos y algo psicópatas, en la caza deportiva coincidiremos casi todos.
Un coto privado en un país subdesarrollado que presume de aportar dinero al producto interior bruto y que lo único que hace es llenar las arcas de un millonario y dar cuatro mortajas a familias locales. Unos millonarios que pagan por cazar el animal que más ilusión les hace bajo la premisa de que al final matan animales viejos o enfermos y ayudan al ecosistema y a los 5 minutos se les cae el argumento por tierra. El sin la tauromaquia el toro no existiría llevado al extremo.
En un ejercicio de empatía extrema, puedes intentar sentir ese instinto animal de el hombre contra la bestia , esa emoción, esa batalla ancestral por la supervivencia, pero es imposible ante una caza preparada en bandeja, furtiva y cobarde. Y lo que de ninguna manera puedes llegar a entender es esa subida de adrenalina tras dar muerte a un animal indefenso, ese ritual de felicitaciones, abrazos y alboroto, como el que gana la Champions, le ha tocado la lotería o se ha casado con el amor de su vida.
Todo rematado con detalladas y explícitas escenas de corte y despiece, que aunque visualmente impactan, son la guinda a escenas y secuencias aún más descorazonadoras. Un documental difícil de ver y más difícil es no hacer un juicio duro contra sus protagonistas,
Documental dirigido por Ulrich Seidi, conocido director por las películas de Paraiso: Amor, Fe y Esperanza, también dirigió En el Sótano, que fue su anterior trabajo. Curioso trabajo dondé nos mostraba que hacen los austriacos es sus trasteros.
Ahora vuelve con Safari, ya conocemos como se las maneja este director y como nos va contando los acontecimientos. Aquí nos muestra mediante imágenes y testimonios las historias de unos turistas austriacos, que tienen como divertimento ir a cazar animales salvajes al sur de África.
Es dura porque vas viendo como no tienen ningún tipo de remordimiento, su único deseo es conseguir la pieza mas dificil de encontrar para fotografiarse con ella una vez que la han cazado.
Es bastante difícil de asimilar, al director no le tiembla la mano mientras cada cazador cuenta sus hazañas.
Te dejá muy mal cuerpo y te hace amar más a los animales
Lo mejor: Algunos paísajes preciosos.
Lo peor: Todo lo que nos va contando.
Decía el naturalista Alexander Von Humboldt que la crueldad respecto a los animales no es conciliable ni con una verdadera formación cultural ni con una verdadera erudición. Es uno de los vicios mas característicos de un pueblo bajo e innoble. Tampoco es que sea necesario tirar de argumento de autoridad para hablar de esta película porque quien se acerque a él con toda probabilidad tendrá ya una opinión formada sobre el tema que aquí se trata.
Ulrich Seidl nos traslada con su último documental al turismo de safari que tanto gusta a cierto sector del mundo occidental y que tiene como destino inevitable las llanuras del sur de África. Lo hace de un modo relativamente externo, sin participar, sin narración en off, sólo con imágenes. Imágenes cuidadosamente seleccionadas y ensambladas, eso sí. Y es que el tratamiento del documental no es tan aséptico como se ha leído por ahí en algunas críticas, sino que la mera selección y exposición de ciertas situaciones ya es una especie de declaración de principios en sí misma por la propia naturaleza de las imágenes. Con todo, el realizador se limita a filmar y a dejar hacer a sus protagonistas aquello que tanto les gusta. Esto es, perseguir y disparar animales a cambio de notables sumas de dinero. No es necesario desgranar el contenido de las escenas que -salvo en algunos interludios y en la parte final- básicamente se limitan a las persecuciones cinegéticas de estos cazadores del s. XXI.
Cabría destacar, al margen del estilo pulcro y certero de Seidl, la significación de algunas de las imágenes que se presencian, que una vez superado el horror inicial generan más incomprensión y perplejidad que otra cosa, y que curiosamente no son aquellas más explícitas y sangrientas. Son aquellas donde los cuatro miembros de una familia de cazadores hablan sobre diversos aspectos de la caza o esa otra donde la pareja propietaria de la empresa de safaris diserta sobre la propia caza pero también sobre los negros, el racismo, el especismo o el papel del hombre en el mundo, y que le dejan a uno un mal cuerpo que tarda en desaparecer. Espeluznantes ideas propias de hace ochenta o noventa años que sin embargo tienen cabida con total naturalidad en este microuniverso de cazadores blancos en tierras negras. Un repertorio escupido con cristalina transparencia que le sume a uno en el más absoluto estupor, y que deja a los ridículos rituales fotográficos post-mortem en meras anécdotas, mostrando con claridad que el colonialismo sigue gozando de buena salud.
En definitiva, podría decirse que la película ni muestra nada nuevo ni sorprende, aunque expositivamente es casi impecable y posee una fuerza innegable que acaba dejando un incómodo poso, que no por esperado es menos desagradable. Es un buen documental que viene a sumarse a la larga lista de ejemplos que nos recuerdan cómo hemos perdido el norte y lo bien encaminados que vamos al desastre.
Acaba de estrenarse en la cartelera española una de las películas más aplaudidas por el sector crítico en el último Festival de Venecia: el nuevo trabajo del iconoclasta Ulrich Seidl, el documental sobre caza Safari. Una obra, sin embargo, de difícil provecho comercial, motivo por el cual su exhibición se ha visto reducida en la capital al Cine del Círculo de Bellas Artes (muy agradable, dicho sea de paso). Pero esto no impidió que supiese de su estreno y le diese al mismo prioridad, acudiendo a esta modesta sala al día siguiente. No he podido disfrutar de la obra previa del provocador realizador austriaco, pero mi predilección reciente por el cine documental y mi querencia por las soluciones estéticas emprendidas en sus obras previas y las que, por materiales promocionales, se toman en esta me despertaron mucha curiosidad. Y si bien el efecto emocional que la obra me produjo no fue el esperado, sin duda fue notable, y compensó con mucho el boleto. La postura del narrador, crítico pero no juez, sino mero retratista, epatará a los rectos con presentación explícita, pero su dispositivo formal, humor negro y la acidez del subtexto que yace tras la imagen hacen de este documental un filme seductor.