Roma, ciudad abierta
Sinopsis de la película
Segunda Guerra Mundial. Estando Roma ocupada por los nazis, la temible Gestapo trata de arrestar al ingeniero Manfredi (Marcello Pagliero), un comunista que es el líder del Comité Nacional de Liberación. Pero en la redada Manfredi consigue escapar y pide ayuda a Francesco, un camarada tipógrafo que en unos días se casará con su novia Pina (Anna Magnani), una viuda con un niño. Además el cura de la parroquia, Don Pietro (Aldo Fabrizi), también apoya la causa e intenta ayudar a Manfredi y los partisanos de la resistencia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Roma città aperta
- Año: 1945
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
8.2
62 valoraciones en total
Estamos en 2007, no en 1945. Los méritos artísticos no deberían vincularse con la fecha de realización.
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1) Algunas consideraciones históricas
– En Italia nunca hubo fascismo, ni fascistas.
– En Francia no existió el colaboracionismo, toda ella era ‘Résistance’.
– En España nadie era franquista, todo el mundo deploraba el alzamiento militar.
Acabarán por convencernos de que el nazismo en Alemania no fue sino un delirio marginal y pasajero.
Ya…
Cuesta tanto creer en nuestra amada y vieja Europa.
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2) Anna Magnani
Cada vez que aparece en la pantalla, la película entra en otra dimensión. Se adueña de nosotros con su voz y su presencia fascinantes. Corpórea y mítica a la vez, las raíces de su personaje se hunden en la arcilla primigenia. Su interpretación es consistente y natural y alcanza a conmover nuestros cimientos más profundos. Da vida a un ideal de carne y hueso. Es el auténtico milagro de la cinta.
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3) Arte y compromiso social
Nunca he sido muy amigo de ese cóctel. En mi opinión, el compromiso debería incorporarse a las acciones cotidianas, día a día. A la existencia anónima de cada uno de nosotros. No debería estilizarse y convertirse en experiencia estética o propagandística. No sé. Es algo muy difícil de decir.
No debería ser materia negociable.
Moneda de cambio para atemperar nuestros problemas de conciencia.
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4) El mal
Adolf Hitler, Benito Mussolini, Francisco Franco, Philippe Pétain…
Cómo nos gusta aligerar nuestra barbarie colectiva satanizando a los villanos de la Historia. Algún día habremos de admitir lo bien que estaban arropados. Sus seguidores eran mucho más que una pequeña minoría.
El miedo, fenómenos de masa. No sé, es algo muy difícil de decir.
Los demonios de Roma, ciudad abierta:
– Major Bergmann (Harry Feist): El nazi amanerado.
– Ingrid (Giovanna Galletti): La camello varonil.
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5) ¿A ti también?
Ganas de bombardear la iglesia
ahora que acabas de enterarte
de que el párroco mentía.
[Roger Wolfe]
Al citar este poema, no me refiero a ningún credo religioso, es la aprensión que siento al observar que el dogmatismo se apodera de la ideología.
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Nos complace pensar que el pueblo siempre es inocente. Pero, ¿qué es el pueblo?
No sé. Es algo muy difícil de decir.
Roberto Rossellini dio el pistoletazo de salida al movimiento neorrealista italiano con este drama bélico rodado apenas finalizada la ocupación nazi en Italia, y cuando la guerra más devastadora de la historia aún aniquilaba Europa y otras zonas del planeta. Este filme se encuadra entre esos valientes testimonios del horror fascista que algunos directores cinematográficos se atrevieron a lanzar al mundo en aquellos años de terror. Entre ellos, mi admirado Chaplin (El gran dictador) y Rossellini. Comprometidos con la apocalíptica desgracia que azotaba a millones de personas, quisieron arrojar su protesta del modo en que mejor sabían hacerlo, y lo hicieron con brillantez
Rossellini se pateó las calles de Roma recopilando estremecedores relatos de sufrimiento popular. Escribió el guión en colaboración con Federico Fellini, Sergio Amidei y Alberto Consiglio. Contrató a aficionados que no habían actuado nunca, con la excepción de grandes actores profesionales como Anna Magnani y Aldo Fabrizi. Empleando un reducido presupuesto debido a la precariedad económica que castigaba el país, Rossellini se apañó perfectamente filmando la mayor parte de las escenas en las calles y espacios abiertos, y en casas romanas, completando con escenas de estudio.
El guión se basa en un hecho real: la labor de un sacerdote católico que ayudaba a la resistencia italiana.
El punto fuerte de este drama social es su denuncia sin tapujos a un régimen opresivo y destructor sumido en el delirio de una ideología monstruosamente descabellada basada en la superioridad de la raza aria. La denuncia se palpa en esa fotografía en blanco y negro que tiene ese matiz de película antigua y desgastada. Se palpa en la tensión del rostro de Anna Magnani, aquella volcánica actriz que era un icono cinematográfico de la gente sencilla. En la madurez de unos niños que han aprendido a odiar. En la determinación de un sacerdote que no permite dejar pasar la barbarie nazi sin actuar. En el riesgo de unos hombres comprometidos que saben que seguramente no vivirán para ver la liberación. En la traición. En la inmoralidad y la apagada o inexistente conciencia (salvo alguna excepción) de unos opresores que no vacilan en destrozar y aniquilar a sus congéneres.
Cuando el curso de los acontecimientos está en jaque, cuando a millones de seres humanos se les roba cualquier posibilidad de paz y de felicidad, quedan muy pocas cosas hermosas que sean capaces de dar fuerzas para resistir: la esperanza, y el amor. Las únicas cosas que ofrecen un asidero y una luz para alumbrar el devastado trayecto hacia un mañana tambaleante.
Esta cita de Godard creo que resume perfectamente la importancia de la película, cuyos valores van más allá de los estrictamente cinematográficos, más allá del carácter lúdico del cine, de sus aspectos narrativos e incluso más allá de la denuncia que incorpora.
En primer lugar su relevancia histórica. Muchas de las obras maestras de esas fechas pudieron hacerse antes o después, pero ésta tocaba entonces y se hizo en el momento justo. Rossellini planteó una película profundamente moral, humanista y comprometida que exaltaba la dignidad (tema frecuente en él) por encima de todo.
Por otra parte la película es un punto de inflexión en la evolución del cine como arte, un camino que trataba de captar la vida y reproducirla desde la ficción. Rossellini logró con falta de medios un cine espontáneo y cercano a las situaciones que generó la barbarie nazi. Tiene elementos documentales pese a ser una cinta narrativa y es de gran precisión y nada artificiosa. Con una puesta en escena no tan perfeccionista como los grandes directores de Hollywood (y tantos otros como Visconti…) consigue una vivaz naturalidad que sentaría cátedra.
El italiano, en su filmografía, adelanta la cosas de la Nouvelle Vague y demás vanguardias (improvisación, plasmación en imágenes del mundo interior…) aunque a un espectador actual pueda parecer poca cosa por no estar tan exageradamente enfatizada como el cine de hoy día. Es, al contrario, un cine despojado y cercano a lo cotidiano que va como un tiro y no deriva por meandros que quizás dramáticamente hubiesen dotado a la película de más riqueza (desde el punto de vista del puro divertimento) pero que le hubiesen restado las virtudes que la convierten en un punto y aparte en la evolución cinematográfica. Cercanía, sensación de realidad, sinceridad.
Pese a todo no se puede considerar a Rossellini un cineasta simple, esa tendencia a la sinceridad sería una constante en su cine, y no sólo en cuanto a temas comprometidos, también en un cine centrado en la intimidad de los personajes y las relaciones de pareja. No se trata de hacer películas despojadas formalmente por carecer de medios. Se trataba de hacer un cine que entonces era distinto (aún hoy día muchos críticos alaban películas medianas sólo por ese tono veraz y realista) y que posteriormente sería copiado.
Cualquier semejanza entre los personajes y los hechos acontecidos en esta película y la realidad es pura coincidencia. ¿Os suena esta coletilla? Sí, ¿no? A mi también. Mucho. Probablemente la habremos leído o escuchado un mogollón de veces al principio de una peli. Decenas o centenares, tal vez. En Roma, ciudad abierta, sin embargo, esta consabida y rutinaria advertencia adquiere una dimensión mucho mayor. Una dimensión más grave. Más trascendental. Más significativa. Nos hallamos, no en vano, ante la primera manifestación artística del neorrealismo italiano. Uno de los movimientos fundamentales -sino el que más- de la historia del cine.
¿Hasta qué punto, entonces, es realidad o ficción lo que nos cuenta Rossellini? Por mi parte, lo tengo claro. Clarísimo. Lo que me cuenta Rossellini es verdad. Y es verdad porque, al margen de su formato semidocumental y de estar o no estar parcialmente inspirada en hechos reales, la historia de unos romanos que se niegan a quedarse de brazos cruzados ante la consentida ocupación alemana es creíble. Creíble, verosímil y, sobre todo, honesta. En mayúsculas. La peli más honesta de la historia del cine me comentaba hace poco Talibán. Un tipo que sabe un huevo de cine. ¡Y cuánta razón tenía!
La honestidad es, por consiguiente, un factor determinante. Determinante, a mi juicio, para no limitarte a ver una peli desde fuera y poder creértela, desde dentro, a pies juntillas. Determinante para que te llegue, para que te afecte y para que te emocione. Para que puedas empatizar con unos personajes y repudiar a otros. Desde la volcánica y racial Pina hasta el pérfido y amanerado Bergmann. Sin olvidarnos, claro está, del comprometido Don Pietro, el incorruptible Giorgio, la voluble Marina y tantos otros personajes que hacen de esta peli un monumental manifiesto contra el nazismo, el fascismo y cualquier ideología que intente atentar contra la libertad y los derechos humanos. Un manifiesto que asienta sus cimientos en la ética y que no necesita ningún tipo de armazón propagandístico o maniqueo para dejar bien clara su postura.
No debería extrañarnos, pues, que el contundente y desacomplejado mensaje de Roma, ciudad abierta tuviera que litigar durante muchos años en toda Europa con la intransigencia de aquellos que la vieron como una proclama subversiva y/o escandalosa. No tan sólo por la dureza de algunas imágenes (la muerte de Pina, la tortura de Giorgio) sino también por atreverse Rossellini a tocar temas considerados tabú (la drogadicción y la homosexualidad de Marina, por ejemplo) en una época en la que el cine clásico (americano) iba, obviamente, por otros derroteros.
Primer largometraje importante de Roberto Rossellini (1906-77) y primera entrega de su trilogía de la guerra. El guión, de Sergio Amidei, F. Fellini y R. Rossellini, desarrolla un argumento original de Sergio Amidei y Alberto Consiglio, inspirado libremente en hechos y personajes reales. Se rueda en escenarios naturales de Roma, a partir de enero de 1945, con un presupuesto muy limitado. Gana la Palma de oro, de Cannes (1946), y es nominado a un Oscar (guión original). Producido por Giuseppe Amato, Ferruccio De Martino, Rod E. Geiger y Roberto Rossellini para Excelsa Films y Minerva Films, se estrena el 27-IX-1945 (Italia).
La acción dramática tiene lugar en Roma durante la ocupación nazi de la ciudad: entre el 8-IX-1943 y el 4-VI-1944. Narra las historias de resistencia y lucha de Giuseppina Pina (Magnani), viuda temperalmental, madre de un hijo de 8 años (Marcello). Su historia se cruza con la del partisano comunista Giorgio Manfredi/Luigi Ferraris (Pagliero), miembro de la Junta Superior de la Resistencia romana, la del cura Pietro Pellegrini (Fabrizi), rector de San Clemente, parroquia de la barriada, que asiste a partisanos y desertores alemanes, y la de Francesco (Granjacquet), tipógrafo de una publicación clandestina, amante y novio de Pina. El verdadero protagonista del relato es el pueblo de Roma, representado por Pina, Giorgio, don Pietro, Francesco, Marcello, el sacristán, el brigada, los vecinos de Via Casilina, los niños, el niño cojo y todos los que sufren y luchan por la libertad.
El film suma drama y guerra (IIGM). Los personajes principales son imaginarios, aunque algunos están inspirados en personas reales. Pina, en Teresa Gullace, que estando embarazada murió a manos de los nazis. Giorgio/Luigi, en la figura del jefe partisano Celeste Negarvile. Don Pietro, en el cura Luigi Morosini, torturado y asesinado por los nazis a causa de su colaboración con la Resistencia. Roma, tras ser declarada ciudad abierta y desmilitarizada, fue ocupada por fuerzas del ejército nazi y permaneció sometida durante 9 meses, hasta su liberación.
La narración es espontánea, natural, cálida y sin artificios. Se filman personas reales en escenarios conocidos. Participan actores profesionales (los principales) y no profesionales (vecinos, niños…). El relato destila sinceridad, verismo y autenticidad. Rompe muchas de las convenciones narrativas al uso hasta entonces e impone cambios relevantes en la manera de mirar, explicar y narrar. A esta nueva manera de hacer cine la crítica la llamará neorrealismo italiano. La película que comentamos es una de las obras maestras del movimiento. Para muchos es una de las obras maestras del cine. En todo caso, es una gran película que eleva a Rossellini a la categoría de gran realizador.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)