Remordimiento
Sinopsis de la película
Tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Paul Renard, un joven francés, vive obsesionado por el recuerdo de Walter Holderlin, un soldado alemán al que mató. Después de leer y firmar la última carta de Walter, va a Alemania para hablar con su familia y pedirle perdón. Sin embargo, cuando la localiza y va a hablar con ellos, algo inesperado sucede.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Broken Lullaby aka
- Año: 1932
- Duración: 77
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Opinión de la crítica
Película
8
39 valoraciones en total
No sé cómo empezar esta crítica. Las sensaciones que imperan en mí en este mismo instante, minutos después de haberla visto, son grandiosas.
Empezaré por el final que, lejos de desvelarlo, es uno de los más bellos y emotivos de todos y cada uno de los que he visto en una película, danzando sobre un hilo tan fino… desnudándose hasta dejar a la vista todas y cada una de las sensaciones más sentidas y preciosas del ser humano.
Porque la película es eso, vida, magia, pureza, remordimiento… y se me llenan los ojos de lágrimas mientras escribo, cual poder irreductible e implacable, mostrándome las esencias más secretas que habitan en nuestro interior.
Busqueda del perdón no por capricho sino para poder vivir con uno mismo y la desesperanza de no saber si tú mismo podrás aceptarlo.
Ya está, acabo de vomitar este empacho de cine colosal e infinito, por embriaguez, porque no me canso de explorar estas joyas que hemos heredado, de mano en mano, perdón pero iluso el que no las tome de las mías.
Hombre que mata…
Sólo es fácil contestar a la pregunta de por qué te gusta el cine cuando terminas de ver películas como Remordimientos. Cuado sin esperar mucho, sin siquiera estar convencido de la elección de esa noche, tus expectativas quedan más que colmadas con el genio y el refinamiento de Ernst Lubitsch.
El maestro de maestros de la comedia, en su primera película sonora, nos da un hachazo contundente. Como en Los mejores años de nuestra vida (William Wyler, 1946) Lubitsch con su gran ingenio, nos arrastra hacia el horror de la guerra tras su término. Y lo hace, como lo hizo años más tarde Wyler, sin caer en maniqueísmos o en sensiblería barata.
Remordimientos es sencillamente sublime. Y lo es porque aparece un león rugiendo llamado Lionel Barrymore, porque posee un guión sutil y maravilloso, porque la dirección de Lubitsch es fantástica y porque películas como esta que hoy en día no se atreven siquiera a insinuar hacen más falta que cualquier antibélica de hoy en día.
Es complicado entender porqué es tan complicado encontrar hoy en día las cintas menos conocidas de Ernst Lubitsch en condiciones. Mas, si se ha constatado como el director con una elegancia jamás superada.
Arrancándose con apreciables rastros de toque Lubitsch, la película esboza en sus minutos iniciales algunos planos frenéticos y de nerviosa comicidad que despistan un poco. Despistan, digo, porque tras ver el travelling de sables lamiendo el suelo de la iglesia (otra insinuación lubitschiana), y tras asombrarnos por el vacío que se intuye en ese plano acercándose de lo general (la nave vacía) a lo particular (unas manos entrelazadas en actitud de oración desesperada), es en ese momento cuando el tono del metraje cambia sin tan siquiera llevar 5 minutos de película. Lubitsch se pone el traje de director comprometido y emotivo y nos ofrece un canto rabioso al ser humano, a la comprensión y al sentido común. Y lo hace sin pudor, con un descaro en sus postulados que es muy de agradecer, pero con unas prisas que no lo son tanto.
Aparece entonces una narrativa responsable, ya no frenética pero sí apresurada (veo prisas, como digo), que cambia el acostumbrado juego de planos detalle y el tono cínico y socarrón por una imagen que exprime a los actores más que a los objetos (a Barrymore sobre todo, que es el de más jugo) y por un desarrollo dramático intenso, de despojada sinceridad. Eso encaja mal con el barniz habitual de frivolidad aparente, siempre aparente, de Lubitsch, pero se ajusta particularmente bien al reproche furibundo no ya a la guerra, que es lo de siempre, sino al disparatado acto mecánico e impuesto de matar por matar que denuncia esta cinta. Del absurdo que supone justificar tal cosa amparándose en un supuesto deber que nadie nunca debería comprender. Es decir, Lubitsch desciende, ya desde la descripción del conflicto moral del protagonista, a los fangos del tú a tú planteando la guerra no como ese enorme monstruo de bayonetas y metralla, no como ese debate sobre motivos, sinrazones o razones del hecho militar, sino ofreciéndonos la reverberación social y familiar de la guerra en tiempos de paz.
Es así como Lubitsch contrasta el drama personal de los remordimientos, examinando la capacidad de perdón, con ese veneno colectivo latente que habría de alimentarse del Tratado de Versalles y de las convulsiones económicas y políticas que llamaron a la puerta de la Alemania de entreguerras facilitando que en el 33 (la peli es del 32) pasara lo que pasó.
La lástima es que todo esto lo haga Lubitsch en 75 minutos que se me antojan insuficientes para un acabado perfecto. Aún así, incomprensiblemente olvidada película del maestro. A recuperar o, como ha sido mi caso, descubrir.
El incuestionable genio de Lubitsch en el arte del ingenio ha propiciado que habitualmente no se haya prestado mucha atención a Remordimiento , su único drama sonoro, considerado por ello su film más atípico. Lo cierto, sin embargo, es que no lo fue en el momento de su realización, ya que se trataba una de sus primeras películas sonoras. Que de ahí en adelante sólo rodara comedias es lo que le ha otorgado, a posteriori , esta condición.
De todas maneras, siempre he pensado que las obras presuntamente anómalas de grandes directores encasillados en un determinado tipo de películas suelen resultar altamente interesantes. Es el caso de la magistral Una historia verdadera , de Lynch, algunas comedias de Bergman ( Una lección de amor , el episodio del ascensor de Tres mujeres …), o este Remordimiento , que, para mi gusto, se encuentra a la misma altura que Ser o no ser o La octava mujer de Barba Azul .
He hablado de drama, aunque la sinopsis del film (la historia de un soldado arrepentido de haber matado a un contrincante, que acude en busca del perdón de los padres de éste, y vive un romance con la que era su prometida) más bien nos hace temer el más desaforado y morboso de los melodramas. Un material de este calibre necesita, pues, una mano que sea especialmente ponderada, sutil, refinada y elegante. Por eso opino que Lubitsch (y quizá Borzage o McCarey en esa época, u Ophüls más adelante) era precisamente el más indicado para esta empresa. Y por eso el resultado, siempre bajo mi punto de vista, casi no puede ser otro que un drama químicamente perfecto. El toque Lubitsch, al servicio, ésta vez, de la emoción y la reflexión.
Dos cosas, finalmente, a destacar. Por un lado, la inconmensurable actuación de ese auténtico animal escénico que era Lionel Barrymore. Por otro, constatar cómo la película, sin caer nunca en el panfleto (ahí es dónde reside el merito de los grandes directores) se convierte en uno de los más contundentes alegatos antibelicistas jamás filmados, emparentándose así con títulos clásicos como La gran ilusión , Senderos de gloria , Rey y patria —éstas dos últimas quizá centradas más en el antimilitarismo—, Johnny cogió su fusil o La delgada línea roja .
Se tiende a infravalorar las películas de los primeros años del cine sonoro por la brusca irrupción del diálogo en ellas. Como si los cineastas que supieron adaptarse a los tiempos fuesen culpables de algo terrorífico. Sin embargo visualmente también dieron un gran salto en pocos años, oscurecido por el dichoso sonido.
Lubitsch fue uno de esos que dieron el paso con garbo, y sin Garbo. Se le conoce por sus comedias. Pero dejó esta joyita dramática que para mí es su obra maestra.
En apenas hora y cuarto da una lección de economía narrativa. Hay gente que prefiere las películas más extensas y pausadas. A mí no. Me gustan sin prisas, pero también sin pausas. No hace falta ni extenderse ni recrearse. Prefiero que me disparen la imaginación a que disparen con la suya.
Como siempre, Lubitsch hace gala de su elegancia. Pero a diferencia de sus otros films, esta vez la pone al servicio de una historia de mucho calado. Muchísimo. Hay gente que puede reprocharle ciertas frivolidades cómicas en una narración como ésta. Bueno, son distintas concepciones de la vida. Hay gente con una visión más melodramática y otras tragicómica. A veces los temas realmente serios hay que tratarlos con cierto humor, y pudor.
Hay momentos en esta película que te llenan de congoja y piensas y ahora como va a resolver este tinglado el director . Y le da siempre la mejor salida.
De lo que cuenta mejor no decir mucho, pero se pone el concepto artístico al servicio de la obra, no al revés.
Y hay una frase final de la actriz que deja poso, mucho. La verdadera redención sólo llega así.
No voy a decir eso tan manido de que es necesaria y de obligada visión, porque ninguna película merece esos epítetos. Sólo la recomiendo.