Regresión
Sinopsis de la película
Minnesota, 1990. El detective Bruce Kenner (Ethan Hawke) investiga el caso de la joven Angela (Emma Watson), que acusa a su padre, John Gray (David Dencik), de haber abusado de ella. Cuando John, de forma inesperada y sin recordar lo sucedido, admite su culpa, el reconocido psicólogo Dr. Raines (David Thewlis) se incorpora al caso para ayudarle a revivir sus recuerdos reprimidos. Lo que descubren desenmascara una siniestra conspiración.
Detalles de la película
- Titulo Original: Regression
- Año: 2015
- Duración: 106
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Opinión de la crítica
Película
5.3
85 valoraciones en total
Regresión es un telefilm hecho con más dinero que las películas destinadas al consumo televisivo. Nada más. Quien trate de encontrar en ella elementos diferenciadores, se está autoengañando. Las lecturas no elevan la categoría de una película. Solo lo hacen los espectadores y sus valoraciones. Que no se nos intente vender un producto por otro.
No me interesó, porque me aburrí viéndola, y eso es lo peor que puede pasarte en un cine.
No puede ser. Nos lo han cambiado. Que el responsable de un gran salto en el cine de género español, el que nos sorprendió con su ópera prima Tesis y con su espeluznante salto internacional, Los otros, nos traiga ahora, unos cuantos años y bastantes euros más tarde, este subproducto de terror carente de ingenio, sin el más mínimo atisbo de novedad en el frente. Alejandro Amenábar se está adentrando peligrosamente en ese peligroso terreno de jóvenes directores promesa engullidos por una industria que los agasaja de dólares pero que los priva de lo más importante, su propio talento.
Estrenarse en el Festival de San Sebastián, como ha sido mi caso, con una película tan menor y absurda como Regresión ha sido un inesperado contratiempo, como también lo habrá sido para una organización que seguramente confiaba en la seguridad de un nombre y apellido hasta hace no tanto infalible. Pero Amenábar empezó a resbalar a medida que los proyectos agigantaban su ambición y su presupuesto, mientras un ejército de palmeros le ocultaba la caída en picado. Hoy, tras varios innecesarios cameos en el mundo de la publicidad y del reality de famoseo, se confirman las sospechas: el realizador de origen chileno navega a la deriva.
No hay nada peor que una cinta de suspense cuyo misterio carece de interés. La resolución de un caso de invasiones satánicas nos importa un bledo desde el momento en que el planteamiento se presenta a desgana, tirando de verborrea y renunciado incluso a los elementos más efectistas, pero siempre efectivos, del género. En Regresión, la única incógnita que resulta inquietante es conocer los motivos por los que uno de los integrantes de la secta decide inmortalizar sus sacrificios con una cámara Polaroid. Es sólo un extracto de la gran sarta de despropósitos que, bordeando el ridículo, nos presenta Amenábar y que demuestran su gran talento desperdiciado. Porque hasta Ethan Hawke y Emma Watson están de pena. Ahí está el auténtico crimen.
Alejandro Amenabar vuelve a ponerse detrás de las cámaras con este decepcionante cuento sobre un pueblo satánico.
Lejos quedan sus gloriosas películas del pasado, con Regresión, Amenabar muestra un evidente declive. Es desalentador que el sexto largometraje de Alejandro Amenábar sea su proyecto menos ambicioso hasta la fecha.
El título se refiere a una todavía controvertida rama de la psicoterapia, la que usa la hipnosis para hacer revivir a los pacientes pasadas experiencias, desentrañando las raíces reprimidas de traumas personales durante el proceso.
El film se inspira en una ola de acusaciones de abuso de menores durante rituales satánicos, basado en casos judiciales reales que tuvieron lugar en los años 1980 y 90. Regresión trata de mostrar, de una manera que recuerda a los juicios de Salem, cómo la sugestionabilidad del ser humano crea supuestas pruebas de la nada, y los estados delirantes se convierten en contagiosos.
La resolución presentada en regresión es quizás uno de los aspectos menos satisfactorios de la película, y me sorprendió que no se hiciera ninguna referencia al fundamentalismo cristiano presente y habitual en muchos lugares de América
Aunque de todas formas, si entretiene, y a pesar de comenzar muy lenta, va avanzando a un ritmo rápido y dramático en la segunda mitad de la película.
Se hace difícil escribir sobre las calladas e inesperadas virtudes de esta cinta sin destripar el desenlace, que no por intuido y hasta lógico y necesario, deja de tener su fuerza dramática y convierte lo que a primera vista es un mero thriller competente en una aguda reflexión sobre lo influenciables que somos ante las modas sociales, los convencionalismos mediáticos, los tópicos colectivos y la credulidad enajenada. Porque ante todo estamos ante un artefacto muy bien construido ya desde el guión: no se engaña al espectador en ningún momento, sabemos tanto como el protagonista, pero nos dejamos arrastrar por sus interpretaciones y dejando en suspenso nuestro sentido común y nuestra capacidad crítica.
A estas alturas, alabar la sabia y férrea dirección de Alejandro Amenábar y su demostrada capacidad por crear una atmósfera tóxica y viciada, es una redundancia. Hay pocos directores que hayan sabido beber con tanto provecho de las sigilosas enseñanzas del cine de suspense clásico (los otros paradigmas señeros podrían ser Atom Egoyan y M. Night Shyamalan). Y en este caso además añade una capa adicional de soterrada crítica colectiva al dañino y deplorable hábito de querer buscar y encontrar siempre tres pies al gato, imbuidos como estamos en un mundo propenso a las conspiraciones paranoicas, a la obtusa candidez de que el mal siempre acecha y los malos siempre son los otros, los demás.
Estamos ante una película sencilla, diáfana, cristalina. Y quizás su humildad de planteamiento y lo (pero rigurosamente pertinente) de su resolución se ha tomado por algunos como simpleza, cortedad o ejercicio fallido, cuando en mi opinión eleva este interesante e intrigante cinta de detectives en algo más perdurable: el retrato nada inocente de una sociedad hipócrita y adocenada, necesitada de grandes emociones, horrendos crímenes e inabarcables conjuras rocambolescas que nos sirvan para ocultar, enmascarar o minimizar la mediocridad insatisfecha de nuestro vulgar devenir cotidiano. Por eso nos entusiasmamos con los crímenes ajenos, degustamos con delectación las desgracias de nuestros vecinos y lamentamos como plañideras histriónicas las guerras remotas.
Si se entra en el juego propuesto, no sólo se puede uno encontrar con una cinta policiaca solvente, eficaz y llena de intriga… Además ofrece la oportunidad de comprobar que el cine no sólo es entretenimiento, sino que nos puede plantear una sutil reflexión sobre los males endémicos que nos asolan, sin sermoneos ni adulteraciones, sin recalcar machaconamente la relevancia de las cavilaciones propuestas, sino desvelándolo como quien no quiere la cosa, de forma tangencial y discreta. Dos en uno… ¿quién da más?
Nunca pensé que diría algo así, pero la nueva película de Alejandro Amenábar me ha provocado una profunda decepción. No acostumbro a escribir críticas negativas porque realmente no lo disfruto, pienso que es mucho más fácil destacar los errores de una obra que intentar rescatar los aciertos, trabajo más complejo de lo que parece en ocasiones, pero doblemente gratificante. Desafortunadamente, aquí va una de las primeras críticas negativas que escribo en mi vida, perdóname Alejandro.
Regression (2015) está basada en unos hechos reales acontecidos durante la década de los 90 en Minnesota. Los ritos y las sectas satánicas causaron un fuerte impacto en la población y el miedo se extendía a una velocidad alarmante, a la par que aumentaba el número de programas y libros que trataban el tema.
Es cierto que la idea que se nos intenta transmitir no está mal del todo, que el miedo, el diablo, y los ritos satánicos como motores de la película, atraen y llegan a funcionar en ocasiones, consiguiendo algunas escenas de verdadera tensión, pero en ningún momento es reconocible estilo alguno y todo parece (sorprendentemente) cutre: una banda sonora vergonzosa, unos diálogos repletos de clichés y unas interpretaciones algo sobreactuadas (esto último puede que sea cosa del bochornoso doblaje). Aunque Ethan Hawke está bastante correcto metido hasta el fondo en su obsesiva paranoia, Emma Watson deja mucho que desear, más aún en el tercer acto de la película, donde su protagonismo en la trama se hace aún más notable.
Todo se queda en la superficie de un guión fallido (principal problema de la película) que aunque parece escrito con la mejor intención posible, no logra transmitir al espectador, quizás por su excesivo subrayado o por la falta de matices, el ensayo que aquí se plantea: el del miedo como detonante de la histeria colectiva. El mensaje queda tan claro desde un principio que aunque funcione durante el visionado de la película, se nos olvidará una vez salgamos del cine y volvamos a casa. Esto no ocurría en Tesis (1996) donde la reflexión sobre la violencia se hacía desde un punto de vista más sutil, calando al espectador hasta empaparle.
Amenábar quería hacer una película sobre el miedo, ambientada en los 90, y con el diablo como principal protagonista. El caso es que lo ha intentado, pero por desgracia, se queda a medio camino de algo que pudo ser y no fue. Yo soy de la opinión de que había una buena película en la idea inicial de Regression. Los directores como Amenábar, que trabajan con más libertad como autores que otros, se esfuerzan porque esa idea inicial se deforme lo menos posible hasta dar con el producto final. Esto a veces no se consigue. Otras veces, aún obteniendo el producto esperado, lo que no se consigue es la conexión con el público. Este último ha sido, como indiqué anteriormente, el principal problema que le he encontrado al thriller de Alejandro.
Esperemos que uno de los directores más talentosos que tenemos vuelva a acertar haciendo su cine, y que no tarde tanto (quizás esto le haya perjudicado y mucho) en volver a traernos algo para que podamos perdonarle.
Más en: https://elmurodedocsportello.wordpress.com/2015/10/03/regression-la-decepcion-tras-la-histeria-colectiva/