Quién te cantará
Sinopsis de la película
Lila Cassen (Najwa Nimri) era la cantante española con más éxito de los noventa hasta que desapareció misteriosamente de un día para otro. Diez años después, Lila prepara su triunfal vuelta a los escenarios pero, poco antes de la esperada fecha, pierde la memoria al sufrir un accidente. Violeta (Eva Llorach) vive dominada por su conflictiva hija Marta (Natalia de Molina). Cada noche escapa de su realidad haciendo lo único que la hace feliz: imitar a Lila Cassen en el karaoke donde trabaja. Un día Violeta recibe una fascinante propuesta: enseñar a Lila Cassen a volver a ser Lila Cassen. .
Detalles de la película
- Titulo Original: Quién te cantará
- Año: 2018
- Duración: 125
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Opinión de la crítica
6.7
26 valoraciones en total
Una profunda mirada animal, un rostro hiperterrito y una diva, en este caso Nawja o si lo queremos Lila Cassen. Y por supuesto, una idea precursora a la altura de los adontecimientos, la de un artista con una mirada única y genuina, la del principal estandarte del nuevo cine que se está haciendo en nuestro país. Carlos Vermut.
El director madrileño se ampara en esta ocasión el melodrama, aunque haga las veces de un crispado envoltorio de género para generar su fuerte carga emocional y hacerse valer de sus armas dramáticas. Porque a su director, lo que realmente le interesa contarnos es, como transita su peculiar universo bizarro, de atmósferas oscuras, oníricas y de humor absurdo y sardónico dentro de una historia dramática-psicológica muy profunda.
Entre lo poético y lo abyecto, Vermut avanza en su cine, cada vez más maduro, de formas más clásicas incluso, pero siempre con una mirada original, que camina a contracorriente, y que finalmente consigue atraparnos.
Película que me recordó en algunos momentos y secuencias a Todo Sobre Mi Madre de Almodovar o Perfect Blue del fallecido Satoshi Kon, gente le busco similitudes con Persona de Ingmar Bergman o con el cine de Paul Thomas Anderson, ahí le veo menos el emparejamiento, creo que va bastante por otros derroteros la cosa.
La película es todo un festín visual, ese juego de espejos y de fuertes personalidades en contraste. Con dos protagonistas Nawja Nimri (Lucía y el sexo) y Eva Llorach (Magical Girl), que están magníficas y radiantes cuales divas de la canción.
Y luego, están dos secundarias que son también la antítesis la una de la otra, la joven y portentosa Natalia Molina (Techo yComida) y una actriz de gran recorrido como Carme Elias (La Flor de Mi Secreto)
Se trata en mi opinión, de un film más sereno que Magical Girl o Diamond Flash los dos anteriores largometrajes del director madrileño.
Si en los anteriores trabajos daba rienda suelta a su bis cómica grotesca y con desarrollo más vivo, aquí se vale de una puesta en escena cuidadisima, del rigor narrativo y dramático y de una pulcritud inesperada en el antiguo historietista madrileño.
Tiene en su desarrollo secuencias precisas y largas, cargadas de hipnotismo y suntuosidad, no exentas eso sí de mordiente y el punch habitual del director.
A continuación detallo alguno de los puntos fuertes de sus tres personajes protagonistas femeninas, las tres actrices talentosas y muy bien perfiladas dentro de sus personajes.
NATALIA MOLINA: impacta por su destructor personaje y atesora un poder ciclónico en cada una de sus acciones. Una nini realmente satánica.
EVA LLORACH: la auténtica estrella y revelación de la película, su historia es de las que dejan calado en el recuerdo. Un goya se merecería esta señora.
NAWJA: creando el personaje en su propia piel de artista multidisciplinar. Hipnótica a la par de fría y comedida en su interpretación.
Empecemos por el final: pocas veces se ha utilizado con tanto provecho una canción tan melancólica y quejumbrosa como ‘Procuro Olvidarte’ (de Manuel Alejandro) como colofón luminoso de una cinta tan repleta de incertidumbres y ausencias como es el caso. Retratar el vacío del alma es algo tan abstracto e intangible como querer sujetar la luz del día o domesticar las olas del mar… Y sin embargo consigue lo que pareciera imposible: ilustrar el desgarro interior cuando lo único que nos queda es languidecer exangües y ya no tenemos ni fuerzas para abrazar el vacío de una existencia falaz, ya para siempre quebrada.
El juego de espejos, calcos, simulaciones y reencarnaciones que nos propone Carlos Vermut es tan complejo como diáfano. Pudiera parecer laberíntico en cuanto a su indagación sobre el extravío y búsqueda de nuestra propia personalidad, pero en realidad nos ofrece una cristalina y lacerante radiografía de lo que significa vivir sin compasión, sin amor y sin misericordia. Cuando vivimos de espaldas a los demás – o ignorando sus necesidades, anhelos y congojas – nos volvemos en unos crueles trituradores de egos y aprovechamos cualquier oportunidad para explotar a los otros en nuestro íntimo y egoísta beneficio, sin darnos cuenta que en realidad estamos cavando nuestra propia tumba sobre la que se cierne una losa inexpugnable que nos lapidará para siempre y que nos impedirá alcanzar, saborear y disfrutar las satisfacciones y alegrías que creíamos reservadas sólo para nosotros y nuestros méritos.
Nos ofrece una exploración sobre las cárceles del corazón que arrasan con todo y acaban convirtiendo en un erial el utópico mundo que nos rodea. Habitamos una existencia que ya nos es ajena, tratamos de permanecer inasequibles al desaliento cuando hace tiempo que se nos ha escapado, sin darnos cuenta, el último hálito de vida. Creemos que nos encontramos llenos de fuerza y energía cuando ya solo somos una flor marchita, sin raíces, sin vigor y sin futuro. Pálidas orquídeas de invernadero que quizás florecen orgullosas e imperturbables pero que en realidad no son sino la falacia de una exuberancia congelada, ajadas por falta de oxígeno, de tierra y de nutrientes. Nada más triste que el éxito en soledad o la gloria en la cumbre si eres incapaz de agradecer y compartir cada uno de tus dones y virtudes con quien de verdad te importa o a quien todo lo debes.
Esta impresionante cinta sobre la desdicha de la fama – o el vacío del fracaso – no sería tan perfecta y perturbadora si no contase con unas actrices sublimes. Quizás sea Eva Llorach quien robe la función, pero todas ellas (Najwa Nimri, Carme Elías y Natalia de Molina), desde registros muy diferentes, se complementan y engrandecen con astucia.
En ocasiones los colores son inseparables. Sobre todo cuando son la cara y la cruz de la misma moneda, y no se puede comprender un lado sin el otro. Un círculo perfecto y sincronizado, condenado a encontrarse una y otra vez, en distintos lugares, distintas ocasiones, distintos estratos sociales, o incluso cuerpos distintos que comparten la misma mente.
Muchas veces no importa el paso del tiempo, o lo que haya sucedido, con tal de no perder la memoria, engendrando una nueva identidad continuadora. Existen vidas que terminan allí dónde empiezan otra nueva. Y es que intentar olvidar no siempre es suficiente, para disipar nuestras más profundas emociones en conexión con una línea de entidad superior.
Carlos Vermut dirige sin que apenas se note su tercera película. Es capaz de unir tiempo y espacio, manejando distintos personajes, líneas argumentales y distintas voces. La Najwa Nimri más contenida en sintonía con Eva Llorach, mientras los fantasmas del pasado se funden con los presentes. Miedos nunca superados, jamás olvidados, al lado de hijos capaz de detonar o detener las pulsiones más básicas, consiguiendo que la rueda no deje de girar en uno u otro sentido. Esas amenazas teñidas de sangre que se esconden tras cuatro paredes, y esos cristales rotos y postizos de puertas, que igual se abren a veces quedan cerradas para siempre.
Planos dibujados de forma quirúrgica, muchas veces sostenidos y ofreciendo pistas para poder reescribir la trama una y otra vez, y no dejar de olvidar. Jamás olvidar. Todo ello utilizando abundancia de planificación larga, fotografía oscura con trazos experimentales, y música perenne que golpea repetidas veces las distintas capas de nuestros cerebros. Voces distintas, voces iguales, karaokes de costa, escenarios de postín. Juntas, en una permanente espiral que no puede aspirar a otra cosa que no sea a completarse.
Preciosa banda sonora minimalista de Alberto Iglesias, que se esconde entre canción y canción, mientras los colores se tornan Ultravioleta, y de forma inexorable se dejan engullir definitivamente por el devenir y el regurgitar de las olas del mar.
Una preciosidad con un sello único. Una pieza de orfebrería para procurar no olvidar.
Normalmente, las cosas siguen una lógica. Y lo que gusta, gusta. Sea por lo que sea, calidad, entretenimiento…, si una película tiene éxito de taquilla… es por algo. Así que no me sorprende que esta película no haya sido ni de lejos, una taquillazo, como tampoco me sorprende que haya pocas críticas en esta página. Porque es un poco pesada. Por intensa, por lenta, pocos diálogos, mucho nivel esteta sí, pero no estamos en un museo. Esto es cine, y está película es poco amena. Se duerme en los laureles.
Ya conocéis la historia, así que puntualizo alguna cosa. El personaje de Carmen Elias ni fu ni fa ni na de na. Que relación tiene con Lila? No creíble en absoluto, es como una secretaria/chica para todo, pero como de lejos, no hay una chispa de calidez entre ellas con todo lo que han vivido. PERSONAJE INCREÍBLE. El personaje de Nawja, cantante amnésica, frágil por dentro y por fuera, insegura….no cambia de expresión en toda la peli…y de repente entra en confesiones importantes con una casi desconocida….PERSONAJE INCREÍBLE. La hija conflictiva Natalia De Molina…no cuento mucho, pero en spoiler diré algo. PERSONAJE INQUIETANTEMENTE INCREÍBLE. Y Eva Llorach, pues a esa me la creo. Por eso el 5 de mi voto. Refleja la emoción del sufrimiento contenido mejor que nadie. Con un físico que la acompaña llena la pantalla y transmite mucho. Tanto transmite que realmente la película me ha producido dolor, la relación de esa madre con su hija me ha conmovido de verdad. Pero nada más. La música buena, las canciones están bien…pero de nuevo Almodóvar nada de nada. Que haya intento de imitación puede, pero ahí se queda. Comento en spoiler algo del final que se me escapa.
Así que juzguen ustedes mismos. Yo llevaba tiempo deseando verla y contenta estoy de no quedarme con las ganas. Así la descarto ya de mi pequeña lista de tesoros del cine español.
Imaginemos por un momento que Lady Gaga se da un golpe en la cabeza y pierde por completo la noción de su personaje. De repente, no solo olvida quién es Stefani Joanne Angelina Germanotta sino también la estrella que le dio fama mundial. Mientras sus fans conocen al dedillo cada una de sus canciones, cada una de sus manías, ella debe esforzarse por comprender a la celebridad desde la nada. Puede que no le gusten los estilismos estridentes, que ya no sepa llamar la atención, que incluso reniegue del pop. Pero el mundo exterior presiona para que recobre cuanto antes la memoria si no quiere renunciar a los beneficios de su vida anterior.
Hace falta buscar un símil real para tratar de entender el interesante planteamiento que nos propone Carlos Vermut en su tercer largometraje. ¿Dónde acaba la persona y comienza la artista? ¿Hasta qué punto nos convertimos más en aquello que los demás esperan de nosotros que en lo que somos realmente? Si le sumamos a ese dilema existencial la aparición de una seguidora que camufla en su ídolo toda su miserable existencia nos hallaremos ante un punto de partida inigualable. Lástima que todo el esfuerzo por introducirnos en una historia apasionante se diluya a medida que avanza el metraje.
Siguiendo la estela del Almodóvar más tremendista, el que mezcla el drama más teatral con un entorno costumbrista, Vermut parece más preocupado por la belleza formal de cada plano que por sumergirnos de pleno en una historia que finalmente no termina de explotar. Todo avanza tan bello pero tan lento, tan onírico pero tan gélido, que lo que prometía derivar en un tour de force interpretativo entre las dos protagonistas acaba enquistándose en una mera convivencia entre dos almas desoladas en busca de su sitio. Sería satisfactorio si no fuera porque la resolución final es tan explicativa, tan manida, que uno termina preguntándose si el que está detrás de la cámara es el mismo que sorprendió a todos con Magical girl.
Es evidente que Vermut cuenta con un portentoso sello personal pero también es palpable que con Quién te cantará ha dejado en el camino una buena dosis de evocación y atrevimiento. En su afán por ampliar público, no ha dejado ni un resquicio para la imaginación, que era parte del encanto con el que nos embriagó en su anterior propuesta. Ni siquiera el recurso de convertir un tema musical en el clímax de la cinta, que con Niña de fuego funcionó perfectamente, resulta aquí igual de eficaz. El momento Procuro olvidarte, un bellísimo travelling circular, ni siquiera es la mejor escena del filme.
Y es que al final, entre tanto plano marítimo, tantas miradas al infinito y tanta distancia entre las protagonistas y el espectador, la mejor escena de la película acontece entre una madre y su hija maltratadora, entre una Eva Llorach y una Natalia de Molina que representan a la perfección las relaciones familiares tóxicas. Y es en ese instante, prácticamente solo en ese instante, cuando Vermut logra ponernos el corazón en un puño. Viniendo de un director que con una sola cinta logró emocionarnos, sorprendernos, sacudirnos y trastornarnos, el resultado sabe realmente a poco.