Profesor Lazhar
Sinopsis de la película
Bachir Lazhar, un humilde maestro de primaria de origen argelino, es contratado en un colegio de Montreal para sustituir a una profesora que se ha suicidado ahorcándose dentro del aula. En la escuela, Lazhar entra en contacto con un grupo de niños que están muy afectados por el trágico suceso. Pero Lazhar entiende bien el duelo de los pequeños porque él también ha sufrido una gran pérdida.
Detalles de la película
- Titulo Original: Monsieur Lazhar
- Año: 2011
- Duración: 94
Opciones de descarga disponibles
Si deseas puedes conseguir una copia de esta película en formato HD y 4K. Seguidamente te añadimos un listado de fuentes de descarga disponibles:
Opinión de la crítica
Película
6.8
71 valoraciones en total
Profesor Lazhar constata con suma efectividad la importancia de un aprendizaje simbiótico, hasta dónde puede llegar a ser positiva la reciprocidad en el constante proceso de formación, ya no en un marco escolar sino global. Philippe Falardeau parte de esta premisa y rueda un film tan terrenal por su historia y personajes como importante por la suma trascendencia e intemporalidad de su mensaje, más allá de cualquier contexto. Pero es que allí, en ese contexto, reside también buena parte de su lucidez: un profesor argelino que proviene de un país con graves problemáticas sociales desembarca en una clase, en Canadá, con unos conflictos de mucha menor escala aunque del mismo modo sintomáticos. El microclima que allí se genera, enrarecido al principio y canalizado poco a poco por el profesor y sus alumnos, es descrito de manera sensible y magistral, nunca exenta de rigor narrativo, implosionando al final con una escena tan sencilla como memorable.
Algo que posibilita este realismo, hilo conductor de una historia con honda carga emocional, es la espléndida dirección de actores, con Mohamed Fellag al frente y seguido de una veintena de niños de inaudito desparpajo y naturalismo. Impresiona la calidad del elenco como lo hace en definitiva la película, sin excesos ni trampas oportunistas. En este sentido, es inevitable no pensar en la interesante La Clase (Laurent Cantet, 2008), que exploraba con una fórmula similar los entresijos de la pedagogía, los incentivos, disyuntivas y dificultades de una profesión tan compleja como edificante. Sin embargo, así como la obra de Cantet era más bien fría y flirteaba con lo documental tanto como huía de cualquier sentimentalismo, la de Falardeau, en tanto que cine realista y desacomplejado, no teme a lo emotivo, intrínseco al fin y al cabo a la naturaleza humana.
Profesor Lazhar es, con todo, una obra de enorme relevancia por su capacidad de trascender más allá de lo académico, en todos los sentidos, hacia una percepción integral de la educación. Eso, junto al afinado trenzado argumental que Falardeau confecciona a los personajes y sus trances –y con permiso del escrito original de Évelyne de la Chenelière–, configuran una película de imprescindible visionado y profundo poso.
Lo mejor: por citar sólo una de sus virtudes, su sereno optimismo.
Lo peor: que se pueda considerar la hermana pequeña de La Clase, siendo más bien mayor.
[Tupeli.es]
Profesor Lazhar sorprende gratamente. Uno se espera un relato sobre la enseñanza y la figura del profesor, un poco en la línea de los films más representativos que suceden en pasillos de colegios e institutos como Ser y tener, Hoy empieza todo o La clase, por citar tres películas francohablantes. Y lo que nos propone el canadiense Philippe Falardeau es más profundo y novedoso. Habla de la muerte, y lo hace desde el minuto uno: un niño descubre el cuerpo sin vida de su profesora pendiendo de una viga, y a partir de aquí, en medio de la conmoción del centro educativo que afecta a docentes, padres y alumnos, el relato nos presenta al misterioso señor Lazhar, el nuevo profesor de francés que sustituye a la antigua profesora y que en sus clases enseñará más cosas que las conjugaciones de los verbos.
Profesor Lazhar propone una cuestión tan necesaria como provocativa: la necesidad y la obligación de hablar de la muerte cuando esta nos ha afectado de algún modo, asumiendo que ese es un tema tabú que se evita o se calla a propósito con tal de esquivar momentos incómodos. Porque… ¿se puede educar desde la evasiva? ¿Cómo seguir creyendo en el sistema cuando algo ha roto el orden establecido? ¿Cómo evitar que lo vivido no influya a la hora de dar o recibir clases? ¿Cómo enseñar lengua cuando extramuros de la institución educativa suceden guerras, atentados terroristas y cosas atroces? Hechos que, precisamente, llenan la historia de la mejor literatura. ¿O realmente todo ello se puede evitar desde el microcosmos del aula?
La carga social de Profesor Lazhar es potente: nos obliga a debatir qué debemos enseñar y cómo enseñarlo, y para ello establece una radiografía de padres ausentes, un equipo directivo que responde con evasivas y un profesor abandonado a su suerte que debe elegir entre ser transmisor de contenidos o receptor de sentimientos. Agradezco que Profesor Lazhar no sea un elogio más a la figura del profesor, que lo es y lo debe ser, sino una reflexión sobre aquello que no se enseña en el aula (y desgraciadamente tampoco en casa) y que al final es más importante que cualquier teoría de manual. De gran dureza pero de recuerdo agradable. Una clase magistral de buen cine social.
Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Desde la Seminci 2011:
La película canadiense Profesor Lazhar ha sorprendido y destacado en la Sección Oficial por ofrecer una necesaria y admirable reflexión sobre el sistema educativo en las sociedades contemporáneas (al menos las occidentales), el cual cuestiona seriamente y del que rechaza que la mera transmisión de conocimientos haya sustituido por completo a la educación integral en contenidos y valores por parte de los educadores, evitando la implicación personal de estos en el desarrollo completo (intelectual, cultural, físico, moral, sentimental…) de los niños.
Un fatídico suceso en una escuela del Canadá francófono lleva al protagonista, un profesor argelino, a solicitar trabajo en la misma, donde comprobará por sí mismo las deficiencias del sistema y los imperativos legales que, basados en la estúpida idea de lo que hoy se considera correcto, anulan la voluntad y capacidades educativas de los profesores.
Muy estimable película, con una buena interpretación de su protagonista y una escena sobrecogedora hasta la emoción por parte del niño al que más protagonismo da la película.
El mayor defecto de una cinta tan meritoria y estupenda como Profesor Lazhar es que quedan todavía muy recientes las olas con las que emergió la indispensable La clase de Laurent Cantet. El territorio dramático, no obstante, en el que se mueve la película de Philippe Falardeau es completamente distinto a lo visto y vivido en las aulas en las que tantas veces hemos estado atrapados en la ficción. Se trata de una historia que en realidad es una fábula sobre la educación y la sanación interior de las personas frente a una tragedia que son capaces de comprender.
Resulta difícil unir la pedagogía, la psicología y la educación, que parecen ir por tres caminos totalmente separados en la sociedad. Actualmente el menor es sobreprotegido desde todas sus perspectivas y desde su base primordial: su enseñanza y supuesta educación. El detonante de Profesor Lazhar es el suicidio, en la propia aula donde imparte clase, de una profesora. Sus alumnos que no superan los doce años son incapaces de entender esa decisión y dos de ellos ven su cuerpo inerte colgado. Precisamente son ambos los que establecen el dialogo y conexión con el profesor sustituto, un inmigrante argelino que se ofrece para el puesto al leer la noticia en un periódico. Pero esa capa de suave thriller sobre el secreto de una muerte se convierte en el reflejo del misterio que envuelve el pasado de ese ‘profesor Lazhar’. La película, adaptación de la obra de teatro de Évelyne de la Chenelière, trata sobre la imposibilidad de sanación del individuo y más de un joven traumatizado si no existe un contacto físico, propio de nuestra condición y la naturaleza del ser humano.
El fin justifica los medios, y el sentido pedagógico clásico de Lazhar contrasta con los métodos modernos mientras que la sanación de su tragedia personal y familiar cicatriza paralelamente a la de esos pequeños que no entienden por qué la maestra a la que querían decidió abandonarles sin despedirse. La puesta en escena está plasmada desde el transcurso y paso del tiempo y las estaciones. Del duro y gélido invierno al sol primaveral que derrite esa endurecida y enraizada capa de hielo que se había clavado en el corazón de todos los protagonistas. Esta la historia realmente de un triángulo compuesto por Lazhar, el profesor, y sus dos alumnos, Simon y Alice, que son los únicos capaces de restablecer el equilibrio del resto de compañeros de aula.
La película de Falardeau habla de abrazos y despedidas, de honestidad y de continuar el camino pese a las rutas quebradas por las que pasamos en la vida. Un bellísimo y sencillo cuento, plasmado gracias a unas grandes interpretaciones, y un sentido de la sensibilidad y la emoción. Merece la pena, merece la pena dejarse emocionar y enseñar a otros el camino a la catarsis y la paz interior en esa lección de la vida dentro de un(a) aula.
Un peculiar maestro argelino aparece para ofrecer sus servicios en un centro educativo de Montreal al poco de haberse vivido en el colegio una terrible circunstancia, sobre todo para los alumnos, entre 11 y 12 años, que acaban de perder a su profesora por auto-ahorcamiento en su propia aula.
El señor Lazhar tiene métodos que difieren de los reglamentos imperantes, pero su buen hacer le irá granjeando el respeto y la simpatía de la mayoría de sus compañeros, no así de algunos padres que le conminan a enseñar pero no a educar.
Hay mucha poesía en esta puesta en escena del canadiense Philippe Falardeau, que extrae parte del guión de una obra de teatro, un monólogo en el que sólo intervienen el profesor y sus reflexiones en voz alta.
Pocas veces puede paladearse un humor tan fino y sensible envolviendo lo irremediable de la muerte y las negativas consecuencias si no se admite.
El actor elegido para dar vida a Monsieur Lazhar (Seddik Benslimane), habitual hombre de teatro en París, demuestra tener un increíble magnetismo y una presencia que llena la pantalla, empapándote de sensaciones con cualquier simple movimiento. Hay momentos en que un reclinar de cabeza te pone el corazón en un puño, en otros te hace reír con un escueto parpadeo. Aunque esta es una de las primeras películas que se ponen en esta Seminci del 2011, no me extrañaría que alguien le tenga ya en sus quinielas para el premio de interpretación.
Más que recomendable, para todos, pero especialmente para los maestros que dudan qué camino tomar: el de la humanidad o el protocolo establecido.