Pozos de ambición
Sinopsis de la película
Texas, principios del siglo XX. Una historia sobre la familia, la avaricia y la religión. Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) se traslada a una miserable ciudad con el propósito de hacer fortuna, pero, a medida que se va enriqueciendo, sus principios y valores desaparecen y acaba dominado por la ambición. Tras encontrar un rico yacimiento de petróleo en 1902, se convierte en un acaudalado magnate. Cuando, años después, intenta apoderarse de un nuevo yacimiento, tiene que enfrentarse al predicador Eli Sunday (Paul Dano). Adaptación de la novela de Upton Sinclair Petróleo , escrita en 1927.
Detalles de la película
- Titulo Original: There Will Be Blood aka
- Año: 2007
- Duración: 158
Opciones de descarga disponibles
Si lo deseas puedes conseguir una copia la película en formato HD y 4K. Seguidamente te citamos un listado de opciones de descarga disponibles:
Opinión de la crítica
7.2
42 valoraciones en total
Fabulosa fotografía, fantástica música, fenomenales los actores, gran dirección, gran técnica, todo muy bueno, todo genial, pero a mi esta película no me gusta.
Claro está que es una película para puristas, para entendidos, para cinéfilos, cosa que no me creo, ni me interesa ser lo más mínimo.
Si, voy a hacer esta crítica en serio (perdona amigo Grandine), y lo hago así pues estoy un pelín indignado. Sé que ni siquiera mis amigos, ni mis almas gemelas de esta página van a estar de acuerdo con esta crítica, se que el personal va a poner a esta película por las nubes, que voy a ser lapidado, pero me da exactamente igual, me siento engañado y estafado y así lo hago ver.
Me siento así pues esta maravilla, no lo niego, dura ni más ni menos que 158 largos minutos, que a mi me han parecido 1800. Y me he aburrido más que un sapo cazando mosquitos en la fábrica de Raid.
Que la fotografía es perfecta, no lo dudo, pero abusa hasta la saciedad de ella, con infinitos planos, que aburren atrozmente.
Que los actores están perfectos, no lo dudo, puede ser, para mi aún siendo un gran admirador de Daniel Day-Lewis, creo que sobreactúa a lo bestia, chupa cámara un montón, y está simplemente correcto, y solo a ratos que conste. Papel de lucimiento, que estoy seguro que todo el mundo lo va a tachar de sublime.
La música, buenísima, a la altura de la película, pasada de rosca y aburrida, pero eso si, no dudo que magnifica.
Pero lo peor no es todo esto, lo peor, es que la mayoría de las escenas ya las he visto, para mí son copias descaradas de grandes clásicos. El predicador Show man y fanático. El millonario que se ha salido de la nada y se hace arisco con el tiempo con todo el mundo, incluso con su familia. Los pozos de petróleo ardiendo. El hijo reencontrándose con el padre en una escena rodada desde la lejanía etc.etc. Escenas y escenas que se han repetido hasta la saciedad en el cine clásico, y que aquí se ruedan de nuevo, pero eso sí todo muy mono, todo muy estudiado, todo muy cinéfilo, todo muy aburrido. Todo muy engañoso.
Me preguntaba donde estaba este año la película trampa, la película de los cinéfilos, y aquí estÁ con todo su esplendor. No cuenta nada interesante que ya no hayamos visto, no tiene la historia prácticamente ningún nuevo interés, pero se va a llevar Oscar por un tubo, no lo dudo, hay que amortizar la inversión de algo tan mono y chachi, que pena.
El ciudadanito de a pié, es decir el no cinéfilo, irá al cine engañado por la crítica, por los supuestos entendidos, pasará dos horas y pico de muermo absoluto, y tendrá que morderse los labios e ir diciendo por ahí ¡Peliculón! ¡Peliculón!, aunque solo sea por el miedo que tenemos el ser humano al ridículo.
Película magníficamente realizada, pero del montón, aburrimiento atroz. Tres escenas reseñables en toda la película. El cinco por lo currada que está, nada más.
Yo no le daría ninguno de los Oscar a los que está nominada, pero se va a forrar, me lo temo.
Mucho se habla de la decadencia del sueño americano, como si hasta ahora USA hubiera sido poco menos que un parque temático de la felicidad, la prosperidad y la libertad. Pero como todo el mundo sabe un edificio sólido se construye siempre desde unos buenos cimientos, y lo que nos indica la película es que quizás los cimientos de esa América de ensueño ya estaban podridos desde el principio.
Paul Thomas Anderson se desmarca de su habitual estilo cinematográfico para revisitar a los clásicos y ofrecernos una visión árida y críptica de los inicios de la prosperidad americana. Para ello usa a Daniel Day-Lewis como instrumento en tanto que su vida, su personalidad, su historia, no de jan de ser una mera metáfora de lo que está sucediendo en el país. Así vemos como la evolución temporal no es gratuita ni mucho menos. En los incios el protagonista representa la vitalidad y el esfuerzo por la superación, para poco a poco corromperse por la ambición, el odio y la decrepitud físicas y moral, que coincide casualmente con un desenlace situado en el crack de la bolsa del 29.
Pero no sólo se centra Anderson en su crítica al capitalismo, sino que señala sin miramientos a otro culpable: el fanatismo religioso, capaz de convertir algo como la fe en un espectáculo circénse cuyo único proposito es mantener idotizadas y calladas a las masas. En el film la religión no deja de ser el tonto útil del capitalismo, la otra cara de la moneda que representa Day-Lewis y que cuando deja de ser necesaria es arrojada como si fuera un trapo sucio.
Pozos de ambició, no es desde luego perfecta, a pesar de su sobriedad tiene algún momento de efectismo innecesario quizás causado por el histrionismo de su protagonista, pero a parte de ello nos hallamos ante el retorno del cine con mayúsculas, un cine que busca ante todo contar una historia y que no necesita de adornos ni trampas argumentales para impactar.
Sí, nos hallamos ante un film difícil, no apto para todos los paladares, pero que contiene momentos de grandeza que a un servidor hacía tiempo que no le mantenían tan clavado en una butaca de cine. Imprescindible.
Lo mejor: Su busqueda de la pureza cinematográfica.
Lo peor: Algún momento de sobreactuación.
Los expertos dicen que al capitalismo le quedan menos de cincuenta años de vida. Cada ciclo, afirman los analistas, no supera los doscientos cincuenta años, y se acerca su fin.
No desaparecerá, como la materia, sino se transformará en ‘algo’ que aún está por determinar.
Con Pozos de ambición, ¿qué ha ocurrido? De todo un poco. Nominada pero no oscarizada, con críticas excelentes y otras no tanto. Sobre todo se ataca a lo de siempre: el cine de no-masas es tildado de aburrido aunque contradictoriamente entra en la lista de películas más votadas por los usuarios de imdb, también a ese Daniel Day-Lewis que actúa y sobreactúa según el gusto y criterio y que se lleva otro Oscar por un actuación preparada y memorable.
Anderson en Pozos de ambición remite a los orígenes en su arranque, cine puro con la banda sonora magnifica de Jonny Greenwood, componente de Radiohead.
Hay una secuencia magistral: unos raíles de tren en plano general. Obviamente nos remite nuevamente al cine mudo pero observamos que un coche avanza por un camino a su derecha. Anderson utiliza esos raíles para un travelling retro, girando la cámara, siguiendo la acción. Esa marcha no sólo justifica el necesario movimiento descriptivo sino que justifica un movimiento de cámara fundamental en el cine.
¿Y del texto? El capitalismo es falso, grandilocuente, vampírico. Los expertos le dan menos de 50 años de vida pero en sus inicios fue letal: aliado con la religión, legado de sus antecesores, desde el feudalismo a la era industrial se ha ido adaptando. Adaptando y creciendo en número de muertes para construir la ostentación, sus propias pirámides representativas de cada impero hermanadas a las muertes para dar vida al ser, al capitalismo. No huyan de él porque no es lobo, nosotros también formamos parte de la manada.
El capitalismo no entiende de familia: no tiene hijos, no tiene hermanos, no tiene mujer. Lo que tiene Pozos de ambición es una puesta en escena ejemplarizante, dotes de gran cine americano, negro como el petróleo… grande y pesado como el acero que soporta toda su historia.
Aquí yacen Welles, Kubrick o Mallick. Emerge la podredumbre del otro lado del éxito, del sueño americano, a una pérdida de la humanidad que alguna vez tuvo. Puede que sea más negra para Anderson que para Welles. No hay ‘Rosebud’ que valga aunque sí hay cierta predisposición del personaje por abarcar su desparecido pasado en ese supuesto hermano que se presenta. Falsos profetas y decepciones como la de la tensión con un hijo adoptado que no obedece a lo que se esperaba de él. Así es y ha sido Anderson.
Porque Pozos de ambición se convierte en ese líquido negro que durante siglos carecía de valor y se convirtió en el santo y seña de unos valores que nos preceden y siguen dando bandazos. Es puro petróleo y sangre cinematográfica.
He acabado.
Me habría gustado titular la crítica zapatero a tus zapatos , pero no puedo, porque D. D-Lewis es un actor como una catedral. Sabe llorar sin caer en el dramatismo facilón, sonreír y caer simpático, fuma con estilo, cuando bebe parece sediento y cuando come, hambriento. Puede expresar la ira y la inocencia en un mismo plano, es creíble cuando mata, es creíble de borracho, de resaca o dormido, cojea con estilo y se come la pantalla incluso si le sacan de espaldas. Hasta el bigote le sienta bien.
La película es un retrato. El retrato de un hombre que asume ser un canalla sin redención. Un monstruo sin compasión alguna. Un ser compuesto exclusivamente de carne, hueso y ambición. Un pordiosero millonario. Un rico miserable. Un hombre que desprecia la religión, reniega de sus profetas, aborrece la ternura y carece del sentido de la responsabilidad.
La historia es muy cinematográfica, de esas que tanto suliveyan a los jurados. Y Paul Thomas Anderson la cuenta al estilo clásico, en tramos con escenas bien diferenciadas, dosificando los momentos emotivos y con una fotografía espectacular. Y no cae en la tentación de recrearse en planos majestuosos ni frases para la posteridad.
Así que el espectador agradece, en los tiempos que corren, poder disfrutar de un film sin movimientos bruscos de cámara, destellos luminosos, golpes orquestales, planos secuencia interminables y desorden temporal. Tan sólo recuerdo un par de flash back y ninguno de ellos es de tipo onírico-blanquecino .
Tal vez abuse, eso sí, de sus dos mejores recursos:
una banda sonora maravillosa que exprime en exceso, llegando en algún momento a ser las imágenes las que acompañan a la música y no al revés y
su actor principal, que aunque lo borda de tal manera que no llega a cansar, su omnipresencia en el filme no deja profundizar en otros personajes a los que se podía haber sacado más jugo.
En resumen: una gran producción, una buena película, una música excelente y una magistral interpretación.
Tiene pinta de que los Oscars van a ser para esta cinta un paseo, antes y después de la alfombra roja. Aunque nunca se sabe.
En estado de sock, atónito, lelo perdido. Así te deja There will be blood. (Me niego a pronunciar el infumable título que alguna lumbrera se ha encargado de traducir). No sabes si dar crédito a lo que acaba de acontecer ante tus ojos. Todo el tiempo perdido en descomunales bodrios que inundan tan a menudo las pantallas tiene su recompensa cuando uno contempla películas como esta.
Sobrecogedora e inquietante, cruel y desgarradora. Así nos muestra Paul Thomas Anderson la vertiginosa caída a la más profunda decadencia del ser humano, a través de una de las mayores epopeyas que se hayan filmado jamás. No hay concesiones ni medias tintas, todo va directo a la yugular. El guión fluye sin descanso, impertérrito y sin complicaciones. Simplemente nos cuenta una historia. La historia de un hombre sin escrúpulos, de una alimaña inmunda capaz de cualquier cosa por lograr su cada vez más ilimitado objetivo.
Lo de Daniel Day-Lewis es de juzgado de guardia. Impresionante la interpretación que se marca el tío. Tras ver semejante burrada interpretativa uno se pregunta si tipos como Nicolas Cage o Richard Gere tendrán la geta suficiente para seguir poniéndose delante de una cámara. Se le ve poco el pelo, tarda en escoger sus papeles, pero cuando se decide por uno lo borda. Es uno de los pocos actores actuales que por si solos hacen que merezca la pena ver una película.
Una excelente fotografía, una arriesgada pero acertada banda sonora y una perfecta y hermosa ambientación de la América profunda de principios de siglo XX completan una película compleja e inolvidable.