Pink Flamingos
Sinopsis de la película
Babs Johnson (Divine), una guarra que vive con su gorda madre y su hijo en una caravana, acaba de ser nombrada la persona más inmunda del mundo por un periódico local. Pero los Marble, un matrimonio que, entre otras cosas, vende heroína en los colegios y venden bebés a lesbianas, no pueden consentir que Divine les supere en suciedad y depravacion, así que deciden tomar cartas en el asunto. Un filme no apto para mentes sensibles que contiene pornografía, canibalismo, escatología y zoofilia, entre otras cosas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Pink Flamingos
- Año: 1972
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
5.7
37 valoraciones en total
Mientras que la ultra violencia que nos presentó Kubrick en La naranja mecánica no asustaría en nuestros tiempos ni a un niño de diez años, Pink Flamingos sigue manteniendo su estatus de ejercicio de mal gusto desde 1972.
Jamás en la historia del cine (estrenado en salas comerciales) nadie ha conseguido superar un ejercicio tan trash, cutre, grosero, zafio y repulsivo como lo realizó John Waters en 1972.
Waters se encargó prácticamente de todo: dirección, guión, fotografía, producción, etc. Todo con sus amigos de Baltimore, un puñado de freaks, en una gamberrada amateur que supera todo lo antes visto.
Si una película puede contar con la drag pionera por antonomasia: Divine, una hermafrodita, sexo sado con pollos y otras perversiones sexuales, una inseminación cutre y muy artificial, un exhibicionista charcutero, un culo cantante, una felación de una madre a su hijo en un acto de amor maternal, una castración, una fiesta con iniciación al canibalismo y para colofón la escena de escatología canina más celebrada, entonces y sólo entonces podemos hablar de que Pink Flamingos es pasado.
Fue una nueva manera de entender el cine independiente y sobre todo inspiró o sigue inspirando a Peter Jackson, Todd Solondz, Almodóvar y un largo etcétera.
Pink Flamingos es el ejemplo perfecto que lo cutre no tiene porqué ser malo, que la basura y el glamour se encuentran a un paso, que lo repulsivo puede ser divertido y que el cine consiste en provocar sensaciones al espectador y Pink Flamingos, para bien o para mal, no deja indiferente a nadie.
Ha de leerse esta crítica en el máximo estado de paz accesible (mejor aún, reproduciendo http://youtu.be/XdtS_bLDQHQ ) y haciendo un verdadero ejercicio de visualización de las imágenes evocadas:
· La cápsula con los seis astronautas aterriza en el ojo de la luna, en Le Voyage dans la lune de Méliès.
· Una madre, con su hijo gravemente herido en brazos, sube la escalera de Odessa, en El acorazado Potemkin de Eisenstein.
· Keaton despeja la interminable vía del tren para rescatar a su amada, en The General.
· OBrien y Gaynor se besan en mitad del tráfico, en Sunrise de Murnau.
· La florista ve por primera vez a Chaplin, al final de City Lights.
· Anoche soñé que volvía a Manderlay. Estaba delante de la verja, pero no podía entrar, porque el camino estaba cerrado. Entonces, como todos los que sueñan, me sentí poseída de un poder sobrenatural y atravesé, como un espíritu, la barrera que se alzaba ante mi.
· Welles destroza la habitación y salé de ella, despacio y en silencio, mientras se guarda la bola de cristal en el bolsillo y decenas de Kanes se reflejan en un espejo, en Citizen Kane.
· Se produce el milagro, en Ordet de Dreyer.
· Un niño llora entre la enfurecida multitud que acusa de ladrón a su padre, en El ladrón de bicicletas de De Sica.
· Un policía lleva a un padre borracho a casa de su hija en mitad de la noche, en Tokyo monogatari de Ozu.
· El duelo entre Charles Bronson y Henry Fonda, a las notas de Morricone, en Once Upon a Time in the West.
· Anna Karina canta y baila Ma ligne de chance , en Pierrot le Fou de JLG.
· WA se desespera en la cola del cine escuchando el #postureo (tan de hashtag hoy) de un resabido cinéfilo, en Annie Hall.
· La casa, per se, de Fanny y Alexander, en Fanny och Alexander de Bergman.
· Deckard entra en un inmenso salón de la Tyrell Corporation bañado por un sol crepuscular, donde conoce a Rachel, en Blade Runner de Scott.
· No hay banda en el Club Silencio, en Mulholland Drive de Lynch.
· Aparece la vida en el universo mientras suena la Lacrimosa de Preisner, en The Tree of Life de Malick.
Y ahora, piense usted en el show de apertura anal de Pink Flamingos, o en la última escena que nos regala John Waters.
Yo, por mi parte, tengo muy claro cuál es el cine que dignifica su invención, y cuál el que no debería ser considerado como tal.
Mierda, basura, escoria, detritus, inmundicia, caca, guarreria, asquerosidad, cerdada, porquería, marranada, cochinada, abono, compost, residuo orgánico, hez, zurullo, chorongo, ñordo, truño, cagada. Todos sinonimos de Pink Flamingos. Es un ejercicio de mal gusto pero sin el ejercicio. Recomendada para personas que gusten del fast-food, los 40 principales, el expresionismo abstracto, la zoofilia, la cocina deconstruida y pink flamingos similares. Buen provecho.
Podrá ser todo lo friki, transgresora y contracultural que queráis, amigos, pero Pink Flamingos es -esencialmente- una MIERDA. Sí, sí, una MIERDA. Con todas las letras y en mayúsculas. En todos los aspectos. La mires por donde la mires. Por arriba, por abajo, del derecho o del revés. Tanto desde una perspectiva conceptual como desde una perspectiva estrictamente formal. Pero no me extraña. Waters se propuso hacer la peli más desagradable e inmunda de la historia y lo consiguió. Con creces. Como si de un record guinness se tratara. La pregunta es ¿tiene eso algún mérito? Mi respuesta es no. Ninguno. Fundamentalmente porque el mérito de todo aquello cuanto hacemos en esta vida radica en el esfuerzo y en las dificultades que supone culminar con éxito algo que proporcione un determinado beneficio o satisfacción. Tanto a nivel colectivo como personal. A no ser que seas un genio, claro, en cuyo caso el esfuerzo será mucho menor. Pero ese no es el caso, precisamente, de Mr. Waters. Un ¿cineasta? cuyo único ¿mérito? radica en haber sabido destapar la curiosidad, el morbo o los más bajos instintos de todos los que -por la razón que sea- hemos acabado visionando su nauseabunda ¿película? Mi conclusión, por lo tanto, es que el único esfuerzo visible vinculado a esta pestilente basura reside en las tragaderas del propio espectador. En la titánica lucha que supone verla entera. Algo que, personalmente, no pude conseguir. Y no porque me considere un tipo hipersensible. No lo conseguí porque mi intelecto se vio, de repente, saturado ante un burdo pastiche de imágenes que no me aportaban nada. Nada interesante, claro. Un burdo y vomitivo pastiche de imágenes que -más allá de cualquier consideración ética o moral- degrada la inteligencia de quienes lo contemplan al frivolizar impunemente sobre toda una serie de psicopatías que, lejos de ser graciosas, constituyen una buena muestra de las lacras más repugnantes e infames de nuestra sociedad actual. Mala, muy mala. Infumable. Tan sólo apta para mentes enfermas.
Por enseñar lo que una madre nunca debería regalar a su hijo.
Por las arcadas.
Por servir de inspiración a Manolo Kabezabolo para escribir el aborto de la gallina.
Porque sólo conozco una persona que la haya visto más de una vez, y se le perdona porque sus ojos opacos no le dejan ver la realidad.
Por la fecundación in vitro casera, sin clínicas que te saquen los cuartos.
Por su música para melómanos.
Por darnos ideas acerca de que regalar a nuestros enemigos el día de su cumpleaños, sobre todo si andas con la tripa suelta.
Por enseñarnos las diferentes utilidades de un pollo.
Por comerse a los maderos que vienen a joderte la fiesta.
Por las improvisaciones del operador de cámara.
Por ser capaz de mantenerse durante años en cartel.
Y por Divine, la más inmundo del mundo.
Por todo esto y mucho más Pink Flamingos será recordada como la película más freak y asquerosa jamás rodada.
Si ya lo dice la película, lo importante es ser recordado, da igual el por qué…