Pingu (Serie de TV)
Sinopsis de la película
Serie de TV (1986-2005). 156 episodios. Pingu fue una serie animada de origen suizo escrita por Silvio Mazzola y dirigida y animada por Otmar Gutman. La serie consistía en la vida de una familia de pingüinos que vivían en el Polo Sur, y más concretamente las historias trataban sobre el hijo mayor Pingu, de 8 años, y su amigo Robbie la foca. También había muchos capítulos en los que aparecían el padre y la madre de Pingu así como (después que saliera de un huevo) su hermana pequeña Pinga y otros muchos personajes secundarios. (extraído de Wikipedia)
Detalles de la película
- Titulo Original: Pingu (TV Series)
- Año: 1986
- Duración: 5
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Opinión de la crítica
6.4
38 valoraciones en total
Mi crítica de hoy va dedicada a una de las muchas series que hoy serían calificadas de ñoñería por algunos sectores debido a que es, simplemente, para niños y para todo aquel que le guste el humor mímico y totalmente blanco. Algo así como lo cotidiano personificado en un travieso pingüinito de ocho años. A través de él podemos comprender su mundo y el mundo que nos rodea. Con sus travesuras, su día a día con sus padres y su hermanita, sus amigos y su entorno helado podemos vivir divertidas aventuras de plastilina.
Confieso que descubrí esta serie tarde, una vez ya pasada la candorosa infancia, pero me llamó la atención su plasticidad y su forma de expresar las cosas. No hacen falta largas parrafadas ni risas enlatadas para que determinada acción te choque y te parezca graciosa. De hecho, cuando el cine aún iba en pañales y no sabía hablar ya había películas de humor que con su expresividad se ganaban al público y ha habido grandes actores cómicos en el cine silente. Salvando las distancias, ya que esto es una serie de dibujos animados, el humor no tiene idioma. Un niño es un niño en cualquier parte del planeta y como tal tiene que descubrir el mundo en el que vive. Esto hace ver que el humor va más allá de los códigos fonéticos, la reglas de ortografía o la semántica de las palabras. Este hecho hace que la serie adquiera un lenguaje universal para todos los públicos.
Ignoro el por qué decidieron inventarse un idioma propio pingüino. Quizá por la diversidad lingüística suiza o porque resulta impensable ver a un pingüino hablando lenguajes romance o escandinavos, aunque ya se haya hecho antes, pero en todo caso resulta curioso.
Lo más reseñable de la serie es su corta duración y lo entrañable de los personajes. Aunque Pingu sea travieso, cual niño de ocho años, siempre tiene ese trasfondo dulce y afable para resolver cualquier problema.
En mi opinión es una serie muy ilustrativa, tanto para los más pequeños, por aquello de la plastilina y la candidez de los muñecos y para cualquier adulto, que si recuerda sus tiempos infantiles, esbozará más de una sonrisa con este pequeño tesoro que en España no llegó a cuajar del todo salvo escondida en las mañanas en alguna autonómica.
La idea de los monitos de plastilina no es nueva, pero que una serie así pueda gustar tanto a niños de 3 años como adultos, sin siquiera ser doblada, tiene sin duda un gran mérito.
Poco que comentar, si la ha visto, dusfrútela, si no, sorpréndase de cómo el ingenio aún puede superar al mejor presupuesto de Hollywood, en su sencillez radica su encanto.
Cuento 20 primaveras a día de hoy, y puedo decir orgullosamente que he crecido con las mejores series de televisión para críos. Atrás quedaron Oliver y Benji, El Equipo A, El Coche Fantástico, La Pantera Rosa, Ace Ventura, Goku, El Chavo del Ocho, Los Simpsons, Cosas de Casa, El príncipe de Bel-Air…
Y cómo no, esta gran miniserie, en la que unos personajes de plastilina (que, atentos, los personajes eran pingüinos, focas, pececillos, y hasta una gaviota) que hablaban en un lenguaje inventado (según me han contado) y que eran capaces de representar valores y situaciones tan humanas, bellas, jocosas y, por encima de todo, instructivas. Ese carácter educacional que tenían estos pequeños monigotes que se deformaban a su antojo, que hacían trompetillas con el pico, que se metían con todo el mundo, y luego rectificaban y aprendían…Era sensacional.
Sinceramente, una de las mejores series que se ha hecho, algo irrepetible. Los niños de hoy en día han tenido mala suerte, no saben lo que se han perdido.
Hace falta tener los cojones bien puestos para tomarse a cachondeo el habla misma. Pero estos chavales lo hacían, por eso se inventaron un idioma que no significaba nada.
Claro, estos dibujos (me refiero a las plastilinas stop motion) los han hecho los suizos, esa gente con cuatro lenguas (me refiero a que en ese país tienen cuatro idiomas, no tengas miedo niña) así que lo mejor era no hacerla en ninguna lengua sino en una especie de parodia de las lenguas que suena más o menos así:
abaracari brubru rububtuburuc tabatacara buraur meeeeeec meeeec amaraparu marabare satareuro
Como si un hijo de puta se dedicase a dar de ostias a su teclado y despues un señor ya más elegante y correcto fuera rellenando con vocales los huecos de las consonantes. Muy amigos los dos. (Imagínate que un dia hacen un spin off sobre la convivencia de estas dos personas que hacen los diálogos de pingu)
Bueno, y como la serie es suiza, también han decidido ambientarla en un territorio neutral (la Antártida) para que no se enfade nadie. Y claro como la hicieron en el Polo Sur tuvieron que hacerla sobre pingüinos y focas, fue en ese orden como se les fueron ocurriendo las cosas.
A ver si se anima un poco esto de las criticas de Pingu, que no puede ser que haya tan pocas.
Con Pingu no había barreras culturales: sus sonidos, graznidos (cuando se mosqueaba) e, incluso, reclamos, eran algo que se entendía en el lugar del mundo que fuera, y es por ello que podría definirse como una de esas series que, sin necesitar un humor que bebiese de fuentes concretas o específicas, lograba arrancar tanto las risas de unos como de otros.
De este modo, y partiendo de la ya conocida técnica del stop-motion con plastilina, incluso avanzada para su época, Pingu supo erguirse como un ejemplo a seguir ya que, pese al minimalismo que ofrecían tanto sus personajes como sus decorados, era conocedora de ese tipo de humor ingenioso que podía gustar tanto a mayores como a pequeños, y combinaba a la perfección su ausencia de diálogos con la inteligencia de los movimientos y acciones de sus personajes.
A título personal, conocí a Pingu durante mi infancia y, lejos de todas esos eventos animados en los que, incluso hay gente que realiza comparaciones entre una visión adulta y otra más infantil, podría decirse que esta serie no atiende a ese tipo de valoraciones, y es tan disfrutable a día de hoy, con 25 (introduzca aquí su edad) primaveras, como cuando no alzábamos un palmo del suelo, haciendo de esta propuesta un valor seguro ante todas aquellas que o pretenden resultar demasiado maduras, o simplemente se quedan en un bosquejo infantil.
La diversidad de personajes, y la definición de éstos (que podría parecer difícil que tuvieran, al no contar con diálogos y, sin embargo, tienen con creces), ofrecía a Pingu una gran variedad en todos sus episodios en los que, jugar con distintas situaciones no resultaba difícil y, aun menos, lograr sonsacar una sonrisa, por inocente que fuera, al personal. Y es que, ante Pingu , todo se veía mucho más fácil tanto antaño como a día de hoy. Será por la increíble sencillez y chispa que rezumaba y que, por suerte, parece que siempre estará con nosotros.