Palabra y utopía
Sinopsis de la película
Siglo XVII. El padre jesuita Antonio Vieira es obligado a comparecer ante el Tribunal del Santo Oficio en Coimbra. Una serie de intrigas a sus espaldas le han colocado en una situación complicada tras la muerte de su amigo, el rey Joao IV. Ante los jueces hará un repaso de su vida, empezando por su juventud en Brasil y su papel como adalid de los indios nativos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Palavra e utopia
- Año: 2000
- Duración: 130
Opciones de descarga disponibles
Si deseas puedes descargarte una copia la película en formato 4K y HD. A continuación te mostramos un listado de posibilidades de descarga directa disponibles:
Opinión de la crítica
Película
6.3
47 valoraciones en total
Hoy, 11 de diciembre de 2008, que el director de este film, Manoel de Oliveira, ha cumplido un siglo, me parece adecuado realizar una crítica a Palabra y utopía , en especial por ser una de las mejores películas que he visto de Oliveira y por estar tan infravalorada.
En Palabra y utopía , este veterano cineasta nos cuenta la vida del jesuita portugués Antonio Vieira, el cual entre otras cosas luchó en Brasil por la esclavitud a la que eran sometidos los nativos de ese lugar por los colonos. El film nos cuenta su vida desde que se hizo jesuita (a los 15 años) hasta su muerte. Para el personaje de Vieira, tenemos a tres actores: Ricardo Trêpa, interpretando a Vieira de joven, Luis Miguel Cintra (habitual actor del cine de Oliveira), interpretando a Vieira en mediana edad, y por último tenemos al veterano actor brasileño Lima Duarte, que interpreta a Vieira en sus últimos años de vida. La verdad es que es realmente bueno el trabajo de estos tres actores, y el de los secundarios también (y hay muchos).
Y técnicamente tampoco se queda atrás, pero lo que más destaca es sobre todo la cuidada fotografía y la ambientación, ya que está tan trabajada que da mucha credibilidad a la época en que está ambientada la historia.
Tiene muchos puntos buenos, pero también los hay malos: los monólogos de Antonio Vieira, que algunos son demasiado largos y llegan a resultar incluso pesados. Y algunos planos fijos también son demasiado largos y sobrantes.
Pero por lo general, Palabra y utopía es una notable película, además de estar rodada con un estilo diferente al que estamos acostumbrados, y eso suele hacer Oliveira en la mayoría de sus películas.
Khaledia ha realizado una acertada crítica de uno de los atentados a la salud mental del gran y anciano maestro Manoel de Oliveira. Así que añadiré poco a la ración de sopor, cutrez y patetismo habitual en su cine culto pensado para eruditos cinéfilos.
Palabra y utopía es una de las pocas películas capaces de dormirte ya en sus títulos de crédito. Con eso digo todo. ¿Y del resto? Pues creo que una misa oficiada por Zapatero sería más amena y atípica que toda la patraña habitual del que considero el peor director de cine de arte y ensayo de todos los tiempos.
Penosa, muy penosa. Todo lo que diga será poco para describirla. Me obligaron a verla, era obligatoria en el programa de un curso, y no sólo una, no, tuve que ver dos obras de este señor. Bueno sólo vi ésta, porque sabiendo lo que había… cuando me tocó ver la siguiente me fui de vinos previamente, me senté en última fila móvil en mano y me pase dos horas jugando al tetris, y oye se me hizo llevadera.
Como obviamente no puedo hablar de La Carta me voy a ceñir a Palabra y utopía .
Se trata de Cine independiente-intimista-surrealista me dijo el tío macabro y sobrao de mala hostia que eligió proyectar estas dos joyitas entre todas las películas portuguesas que hay, que no habrá muchas, vale, pero peor que ésta no encontró ninguna, estoy segura.
La trama es estúpida, las interpretaciones son estúpidas y la manera de contarlo, filmarlo y de montarlo es terriblemente estúpida. No hay por donde cogerla. Las dos horas y cuarto más largas que recuerdo. Insufrible. Una tortura.
Se suma a los grandes misterios de la humanidad junto con la fórmula de la coca-cola y el desteñido de Michael Jackson, el quien y porqué pone la pasta para seguir produciendo los delirios de este abuelete, bueno con noventa y tantos ya debe ser tatarabuelete.
Seguro que las ponen en Guantánamo, en las cárceles Tailandesas y en cualquier sitio de torturas que se precie…
Y los hay que fardan, para dárselas de intelectualoides, de haberse visto la filmografía completa de este señor, sinceramente no les envidio la ganancia. A mí me tendrían que pagar muchísima pasta para volver a ver una película suya aunque me la recomendaran todos mis amigos, todos los usuarios de esta página por unanimidad y mi madre me lo suplicase llorando, aún así me lo pensaría.
Flaco favor le hace al cine portugués el dinosaurio éste.
¿Y sus nietos, bisnietos y tataranietos? ¿Por qué no le quitan la cámara de las manos y le regalan un pack completo de petanca? Que con más de 90 años ya va siendo hora de cultivar otros hobbies, digo yo…
Lo único bueno de haber visto este amago de película, es que descubrí el misterio de porqué corría y corría despavorido Forrest Gump…porque le iban a obligar a ver esta traca y él, que no es tonto aunque lo parecía puso pies en polvorosa. Yo también lo hubiera hecho de haber podido. Si es que sólo es tonto el que hace tonterías, que razón tenía el amigo Forrest.
Palabra y utopía reconstruye la vida de Antonio Vieira, seguramente, bastante desconocido en estos pagos, aunque a algunos les puede haber llegado su nombre por mediación de Fernando Pessoa, que —muy interesado por el esoterismo— se ocupó abundantemente de este jesuita cuya historia cubre casi todo el siglo XVII. Vieira, misionero en Brasil, es una destacada figura de un movimiento milenarista conocido como sebastianismo, que, basándose en la profecías de Bandarra (apodado el Nostradamus portugués, un zapatero que recibió una serie de revelaciones en sueños, en la primera mitad del siglo XVI), esperaba el advenimiento de un rey de Portugal que se convertiría en monarca universal, instaurando el V Imperio, que no es otra cosa que el milenio del Apocalipsis que debía preceder a la llegada del Anticristo.
Vieira, estudioso de las profecías de Bandarra, reinterpretó numerosos pasajes bíblicos, y su propia realidad histórica, a partir de ahí y desarrolló sus ideas acerca del futuro inmediato de Portugal y de la humanidad en lo que debería haber sido una monumental Historia del futuro que no pudo terminar y que finalmente abandonaría para dedicarse a otra obra de índole similar, la Clavis Prophetarum, que también dejó inconclusa. Estas ideas y estos escritos le enfrentaron con la Inquisición. (*)
Ahora bien, poco de todo esto aparece en la visión que Oliveira nos ofrece de la vida del jesuita, por el contrario, el film se centra en sus abundantes y, sin duda, notables sermones —fue también un excepcional predicador—, y en su actitud de defensa de los indios frente a los colonos. Oliveira parece sumarse así a la corriente ilustrada que ha pretendido hacer de Vieira un discípulo de Bartolomé de las Casas, ocultando en mayor o menor grado la dimensión visionaria o milenarista del jesuita portugués. Es curioso que, sin embargo, Oliveira se sienta obligado a incluir en su film las declaraciones de Vieira al final de su vida, manifestando que sus sermones no serían sino chozas comparados con los palacios que constituyen la Historia del futuro y la Clavis prophetarum —a las que tan escasa atención presta el film—, lo que deja bien claro la idea que Vieira tuvo siempre de sí mismo y de su misión.
Se podría defender la legitimidad de la pretensión de Oliveira de centrarse en los aspectos de la obra, la vida y la personalidad de Vieira que a él más le interesaban (sermones, actitud hacia los indios…), aunque no sea eso lo que el propio Vieira considerara central en su vida (la exégesis profética). Puede ser. Pero de ese modo no deja de darse una imagen más o menos desfigurada del personaje en cuestión.
Aparte de este enfoque discutible, la película tiene un especial interés por su construcción y su lenguaje, lo que no significa que esté siempre bien resuelta. Oliveira opta por construirla articulando una serie de momentos que él considera especialmente significativos en la vida del personaje, filmados de forma muy estática (son casi exclusivamente planos fijos más bien largos), abundando sobre todo los monólogos prolongados, hay una estética pictorialista (especialmente en la segunda mitad) que con frecuencia recuerda a Rembrandt, a Vermeer o a De la Tour, lo que da lugar a planos de una notable belleza plástica. Oliveira independiza unas secuencias de otras, mediante un proceso de fragmentación, que puede hacer pensar quizá en Bresson, y que dota a la película de una estructura completamente ajena al biopic convencional que algunos parece que esperaban. Las diversas viñetas se integran así de una forma relativamente plana, como configurando un fresco según una estructura más de distribución espacial que de sucesión temporal.
La credibilidad de las imágenes (pienso, por ejemplo, en la escena en que unos holandeses huyen ante la presencia de un grupo de indios) preocupa poco a Oliveira: sana despreocupación que cuestiona el pueril, aceptado y casi incuestionable dogma de que el cine debe engañar convincentemente al espectador hasta hacerle confundir la película con la vida. Oliveira no pretende disimular —es muy de agradecer— que lo que vemos es una particular y subjetiva reconstrucción de la vida de un personaje, con el distanciamiento que ello implica.
El proyecto así planteado parece interesante, si bien el resultado quizá no sea siempre satisfactorio. La vida de Vieira fue extremadamente complicada, llena de viajes y acontecimientos, y tratar de meterla en el esquema de Oliveira, que privilegia cada momento en sí mismo, desdeñando en cierta medida su relación con el conjunto, da lugar a un resultado algo caótico. Tal vez los sermones elegidos no sean los más idóneos, y no son fáciles de seguir al no estar debidamente contextualizados. Tampoco los acontecimientos narrados son quizá tan significativos como el director pretende (por ejemplo el episodio con la reina Cristina). Asimismo, algunos personajes, a los que Oliveira no se molesta en identificar (por ejemplo el rey Alfonso VI, que aparece un par de veces hacia el final) pueden generar confusión, pues no queda muy claro ni quiénes son, ni qué significado tuvieron para Vieira. El resultado es un cierto desconcierto para el espectador, al que —si no conoce la historia— no le resultará fácil enlazar todo eso en un todo coherente y con sentido.
Por supuesto, no creo que se pueda criticar una película por su dificultad cuando esta es en sí misma fuente de sentido, pero sí cuando es el resultado de no haber dado con claves narrativas idóneas, lo que quizá sea el caso, en alguna medida al menos, con esta película. Con todo, a pesar de las objeciones que se le puedan formular, me parece que el proyecto de Oliveira es, en cualquier caso, ambicioso y presenta logros parciales importantes que no pueden desdeñarse.