Orange Is the New Black (Serie de TV)
Sinopsis de la película
Serie de TV (2013-2019). 7 temporadas. 91 episodios. Piper Chapman (Taylor Schiling), una mujer de Connecticut con una vida estable a punto de casarse, es detenida a raíz de un delito de drogas que cometió hace una década: en aquellos días llevó un maletín con droga para Alex Vause (Laura Prepon), una traficante y antigua amante de Piper. Tras el juicio, es enviada a prisión de mujeres en Litchfield, Nueva York. Allí convivirá con un grupo variopinto de internas… Basada en las vivencias reales de Kerman, cuya experiencia entre rejas le sirvió para escribir el best-seller autobiográfico Orange Is The New Black: My Year In A Womens Prison. A medio camino entre el drama y la comedia, una aclamada serie que aborda temas relacionados con la cárcel como el sistema penitenciario norteamericano, el lesbianismo, la represión sexual, el abuso de poder o la corrupción policial.
Estreno de la 7ª y última temporada (Netflix): 26 julio 2019.
Detalles de la película
- Titulo Original: Orange Is the New Black (TV Series)
- Año: 2013
- Duración: 60
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Opinión de la crítica
7.2
43 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Abigail Savage
- Adrienne C. Moore
- Alice Kremelberg
- Alysia Reiner
- Annie Golden
- Asia Kate Dillon
- Catherine Curtin
- Danielle Brooks
- Dascha Polanco
- Diane Guerrero
- Elizabeth Rodriguez
- Emma Myles
- Jackie Cruz
- Jason Biggs
- Jessica Pimentel
- Joel Garland
- Judith Roberts
- Kate Mulgrew
- Kimiko Glenn
- Laura Prepon
- Laverne Cox
- Lea DeLaria
- Maggie Lacey
- Matt McGorry
- Matt Peters
- Michael Harney
- Michelle Hurst
- Natasha Lyonne
- Nick Sandow
- Pablo Schreiber
- Ruby Rose
- Samira Wiley
- Selenis Leyva
- Taryn Manning
- Taylor Schilling
- Uzo Aduba
- Yael Stone
Encontrar una frase que defina la primera temporada de la nueva serie estrella de Netflix, que quiere construir una sucursal de ficciones sin tener que envidiar a nada ni a nadie, podría remitirnos a «Muchas personas son mejores en abstracto». La inmersión en los infiernos cómico-dramáticos de Orange Is the New Black, para que conozcamos en profundidad a ese gran y populoso grupo de personajes, nos muestra que las apariencias engañan. ¿Nada nuevo? Los clichés han creado un gran resorte que golpea fuertemente nuestras cabezas cuando nos entran por las retinas y oídos el temido soniquete «drama carcelario». Si bien nos van a humanizar a criminales y enseñarnos sus desiguales motivos para quedar privadas de la libertad y la imposibilidad de utilizar un baño con puertas, la serie quiere formular otro tipo de ácida alegoría sobre las prisiones en las que queda atrapada la sociedad. También que nos demos cuenta de que realmente los crímenes y delitos que comenten los carceleros son aún peores que los supuestos malhechores a los que vigilan, amplificando el punto bidireccional sobre las rejas. No nos engañemos, aquí no nos quieren vender un alegato humanista del malandrín y su verdugo desde una doctrina moral sino revelarnos que cualquiera puede ser conducido a cometer una equivocación y tener la mala suerte de pagar por la misma… Un diálogo entre una guardia —uno de esos pocos personajes esperanzadores y positivos de la dramedia que seguramente se sumerjan en el lodo oscuro poco a poco— y la protagonista simplifica el planteamiento de la propia serie:
«De todas formas, quiero que sepas que, por lo que a mí respecta, tú y yo somos iguales. […] La única diferencia entre nosotras es que cuando yo tomé malas decisiones, no me pillaron. Podría ser yo la que estuviera aquí vestida de caqui.»
De caqui y naranja trata Orange Is the New Black porque entre el blanco y el negro dejó de estar el gris con tonificación y tintes dramáticos… y esos personajes que conocemos al principio en abstracto y cuyas taras son aparentemente divertidas —el fanatismo religioso de Tiffany Pennsatucky Doggett o la homofobia del consejero de la prisión Sam Healy— acaban convirtiéndose en afiladas y punzantes armas contra la protagonista en la recta final de la sobresaliente primera temporada. La gracia es que la anti-heroína y su look de rubia inocente y mosquita muerta esconden un pasado juvenil turbulento que ha provocado su ingreso en prisión durante unos meses, junto con un buen puñado de conflictos morales y sexuales que explotarán desde dentro sus miedos y frustraciones. Piper tendrá que luchar frente a la homosexualidad a la que cerró las puertas años atrás y, sobre todo, a la atractiva mujer que la inculpó (y amó) mientras trata de lidiar con los fracasos y egoísmo de su prometido. Jenji Kohan es la creadora de Weeds y se nota su toque y distinción en la onda Showtime para Orange Is the New Black. Pese a que la ficción está basada en el best-seller de las experiencias de la propia y corpórea Piper Kerman, no se sabe hasta qué punto se juega con la realidad y la ficción entre sus desternillantes arrebatos y un humor negro y escatológico bien introducido.
La prisión es diferenciada de la cárcel pero todo nos recuerda a un instituto separado del resto del mundo aunque se podría entender también como una visión contemporánea de un campo de concentración nazi. Nos encontramos ante una comedia negra muy bien pulida que puede hablar sin tapujos del sexo o utilizar el cáncer como arma de supervivencia en un submundo de colorantes amorales. «Las lesbianas pueden ser muy peligrosas. Es la testosterona», nos explican… aunque esta dramedia sí que resulta peligrosa, sobre todo para los seriéfilos… y para ese mundo masculino que vemos desmoronándose ante el mono-sexo, la ineptitud y la absoluta idiotez. Y todo ese choque de sentimientos, desde la sexualidad al egoísmo a la ruptura de ciertos tabús y traumas sociales, van generando una de las series más cómicas y trágicas de los últimos años. Una ficción adictiva y para todos los públicos gracias a la cercanía y amplitud de los personajes con siempre admirables argumentos y golpes de humor que borran en parte la tragedia impuesta. La multidimensionalidad coral provoca que la caricatura pase a un segundo plano para reírse de estereotipos en un subgénero redundante hasta las entrañas. No nos paran de decir que es algo temporal pero Orange Is the New Black ha llegado para quedarse y dejar a los espectadores condenados a una nueva prisión hecha serie.
Piper Chapman parece ser todo lo que se espera de una chica blanca de treinta y tantos años y de buena familia, pero un día una etapa del pasado vuelve para cambiar por completo la vida decente que había llevado durante los últimos años de su vida, apareciendo sentimientos que creía enterrados.
Orange Is the New Black es mucho más que un drama carcelario y mucho más que una comedia. Es una serie valiente, muestra lo grotesco sin recrearse. Ahonda en los sentimientos, en la vida de todas esas mujeres que sencillamente tomaron malas decisiones y fueron descubiertas.
A pesar de lo que pueda parecer en el piloto, no se trata de una serie centrada en una protagonista sino que es más bien una serie coral plagada de grandísimos personajes, la mayoría femeninos, que vamos descubriendo poco a poco gracias a unos flashbacks reveladores, que no acaparadores, centrados en cada capítulo en una de las reclusas.
No os la perdáis por nada del mundo, el mejor estreno de la temporada y dosis perfectas de carcajadas y emociones os esperan.
Lo mejor: Los personajes femeninos, tanto mejor escritos que he visto.
Lo peor: Quizás algunos flashbacks no son tan interesantes.
Orange Is the New Black es la revelación televisiva del año según muchos. Respaldo esa opinión. Ya que, a pesar de algunos aspectos mejorables de la serie, son tan difícilmente criticables que por más que quieras ser duro con ella, terminas verdaderamente ensimismado por algo muy sencillo: te enganchas a las vidas de los personajes en un tiempo récord.
Lo cierto es que Orange me encandiló desde un primer momento. ¿Una visión realista de lo que es vivir en una cárcel de mujeres? ¿Basada en hechos reales? ¿Humor negro fusionado con drama? Por supuesto, viendo los primeros episodios, estaba convencido de que la serie estaba destinada a arrasar. Los personajes no podían ser más carismáticos, divertidos y atractivos. El guión que los respalda está hecho de oro. Crea un perfecto balance entre los chistes ingeniosos y el drama más sentido. Esto último sobre todo conforme avanza la serie. Pensé qué recurso más útil: atraer con las risas para enamorar, y luego hacernos llorar cuando ya hemos caído en la red . Pero, claro, ¿no se trata de eso? ¿De primero contemplar la gran fachada de lo que se ve bajo la perspectiva de la rubia protagonista? Como ya os he dicho, es difícilmente criticable. Más aún cuando todos los personajes (sean típicos o no) están respaldados por unas actrices fenomenales, puestas ahí por un casting genial. Realmente te las crees como lo que son. Y eso es meritorio de aplausos.
Lo negativo de la serie se refiere siempre a esto: que quizá pueda resultar un poco tramposa, que algunas de las historias de las reclusas son de escaso interés (metidas con flashbacks a lo Prison Break), momentos previsibles, el evidente morbo del rollo bollero, el típico machismo imperante en algunos guardias de seguridad, algunos diálogos excesivamente manipuladores emocionalmente para encandilar la audiencia… pero, maldita sea, todo está hecho con tanto talento que termina importándote una mierda. Además, hay que recalcar el inesperado calado profundo en algunos de sus episodios finales, en los que sacan su artillería más pesada. Gran parte de esto es gracias a unas interpretaciones impresionantes. He de destacar a Taylor Schilling, la protagonista. En algunas ocasiones roba algunos primeros y largos planos en los que su mirada se te clava mientras suelta un cuchillo afilado tras otro en forma de palabras. Realmente inesperado lo de esta actriz que tan engañado me tenía con su cara bonita.
En definitiva, lectores: si lo que deseáis es volver a engancharos con una serie, dad una oportunidad a Orange. Muy probablemente, os sorprenderá.
La gran propuesta de Netflix ha sorprendido a un gran público y no es de extrañar. La serie cuenta con grandes atractivos que hacen de ella una de las series de revelación actuales. Hemos visto más de una serie ambientada en prisión (Oz, Prison Break), pero a diferencia de sus predecesoras, ésta no se ha dejado llevar por el dramatismo. Ha optado por combinar la comedia y el drama, ambas en dosis justas.
Prácticamente todos los papeles protagonistas son roles femeninos. Es la primera serie protagonizada en su totalidad por mujeres que trata mucho más temas, más allá de las relaciones sentimentales, en los que se han centrado Sexo en Nueva York y Mujeres desesperadas .
El punto fuerte de la serie es cómo combate todos los estereotipos que estábamos hartos de ver una y otra vez en televisión. En cada capítulo se cuenta la historia de cómo una mujer llegó a prisión. Esto hace que conectemos con ellas y podamos comprender las motivaciones de todos los personajes, incluso aquellos que llegan a parecernos odiosos. Las historias de todas están entrelazadas y son las que consiguen que la serie vaya avanzando.
Hay un gran equilibrio en el reparto coral, y es que todos están perfectos en sus roles. Quizá Jason Biggs no termina de encajar, o será que todavía lo asocio demasiado a American Pie, pero no termina de convencerme. Taylor Schilling encaja muy bien su papel, aunque ha sido inteligente la elección de los guionistas de no otorgar todo el protagonismo a la actriz principal, ya que la serie tiene demasiados buenos hilos argumentales, como para que se centren todos en ella. Estamos ante un claro ejemplo de cómo en televisión últimamente triunfan los personajes imperfectos.
Es muy interesante la crítica que se hace al abuso de poder en los sistemas carcelarios. Te permite hacerte una idea de lo infectadas que están estas instituciones por dentro y cómo hasta en un lugar en el que todos deben tener los mismos derechos, se sigue privilegiando a quién tenga una mejor situación social fuera de las rejas.
En definitiva, la serie dará que hablar ya que es una de las apuestas fuertes de Netflix. De hecho se renovó por una segunda, sin haber sido estrenado el piloto. Una prueba ciega de fe de los productores que son conscientes de lo que tienen entre manos. Y es que no tiene tapujos en abordar ningún tema ya sea la drogadicción, el sexo lésbico o el fanatismo religioso. Todo ello contemplado con una mirada abierta y sin ningún tipo de prejuicio. Al imperio de la HBO le comienzan a salir competidores…
Tras una primera temporada aceptable la serie acaba diluyéndose en su segunda temporada en la más absoluta nada. El argumento se desvanece lentamente hasta convertirse en una sucesión de escenas colocadas como al voleo (en muchas ocasiones podrías cambiar el orden de estas en un capítulo y nadie iba a notar la diferencia), casi a modo de sketchs inconexos. Conversaciones banales teñidas de falsa trascendencia y situaciones que no aportan nada ni a la trama, ni a los personajes ni mucho menos al espectador. No hay argumento ni un propósito definido en los acontecimientos, ni siquiera de forma insinuada. Acaba un capítulo, dos , tres… y te quedas como al principio. Lo mismo podría durar 13 capítulos que 300. Al final todo se reduce a alargar la serie a base de relleno. Y si no fuera tan descarado o al menos el relleno entretetuviese, pues no habría problema, pero es que además es aburrida como ella sola. Al menos para mí, pero ya veo que la opinión generalizada va en otra dirección. En fin, para gustos…