Ojalá estuviera aquí
Sinopsis de la película
Aidan Bloom, un joven padre de familia, se encuentra al borde de una crisis existencial provocada por la desaprobación de su padre y por las responsabilidades de la edad adulta. Cuando su situación financiera empeora, toma la decisión de hacer algunos cambios para mejorar su vida.
Detalles de la película
- Titulo Original: Wish I Was Here
- Año: 2014
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
5.6
83 valoraciones en total
Zach Braff siempre estará ligado a la gozosa serie Scrubs (2001-2010) y, probablemente, nunca deje de ser a nuestros ojos el entrañable J.D. que encarnó con tanta sinceridad en casi 180 episodios. No obstante, su talento va más allá de lo que graban las cámaras, y es precisamente detrás de ellas (además de las labores de escritura) donde hemos podido disfrutar de otras facetas suyas donde también se mueve como pez en el agua. Algo en común (Garden State, 2004) supuso su debut en la gran pantalla y una gran sorpresa, pues su opera prima lograba ser una fresca y emocionante cinta generacional sobre el regreso al hogar que poseía cierta hondura.
Diez años ha tardado Braff en volver a sentarse en la silla de director, y su Ojalá estuviera aquí (2014) se siente extrañamente como una secuela tardía de Algo en común, como si aquel chico que perdió a su madre (en esta cinta curiosamente ausente) fuera (o mejor dicho intentara) ser un padre adulto y responsable. No es en absoluto la intención real de Braff la de realizar un pseudo-experimento al estilo de la maravillosa trilogía de Linklater Antes del… (1995-2013), pero esa lectura que suscita en el espectador puede resultar estimulante. Sin más divagaciones, comentar que la historia narrada gira en torno a un viejo hombre enfermo de cáncer al que poco le resta de vida y su, cómo no, disfuncional familia. Él es no el protagonista (que nuevamente recae con solvencia en el propio Braff) sino el núcleo sobre el que se apuntala este drama de redención y reconciliación familiar, tan formulario como atractivo. No ha dado Braff en esta ocasión con el equilibrio perfecto entre comedia y drama (la primera, estupenda, se contrapone a lo segundo, algo acumulativo). Hay cierto cuidado y elegancia en sus formas que rápidamente la alejan de un melodrama al uso, y los arrebatos cómicos (más o menos excéntricos) ayudan a no convertir la función en un dramón, sino en una suerte de melodrama con ecos de un Woody Allen menor, pero con risas aseguradas.
Funciona también gracias a su heterogéneo grupo de intérpretes. Dentro de un reparto entregado (que rescata del ostracismo cinematográfico a Kate Hudson) destaca Mandy Patinkin como el enfermo patriarca, pues es en su mirada donde el drama cobra el sentido que merece la historia. Todo es complicidad en la cinta de Braff, quizá demasiada, quizá hay exceso y desmesura en la forma en que guiña el ojo al público, pero no hay que olvidar que la intención esencial es la de dar al espectador una píldora de buen rollo (algo que jamás esconde y que, si no se hace de forma chabacana, se agradece). Todo parece construido para ir trenzando un relato emotivo que desemboque en un final pensado para conmover. Aquí se encuentra el principal escollo de la cinta, su lucha entre lo sentido (ejemplificado en la escena en la habitación del hospital entre suegro y nuera) y lo pensado (su clímax, sin ir más lejos), entre lo honesto y natural y lo lacrimógeno y forzado. Una pelea de contrarios que para un servidor se salda con victoria para lo primero, pero con serias dudas de que su opinión sea muy compartida.
Es emocionante e incluso resulta emotiva mientras se ve. Llega al corazón, sí, pero una vez se abandona la sala, poco a poco uno se va dando cuenta de hasta qué punto ha sido manipulado, cayendo en la muy meditada telaraña sentimental que ha tejido hábilmente Braff. Al menos se le puede considerar a su segundo largometraje como una pieza lacrimógena sincera y honesta, para muchos empalagosa y formularia (y un servidor no les quita razón), pero que consigue enarbolar un discurso sobre vivir la vida cada momento, sobre el perdón y el amor, que quizá valga la pena atesorar.
http://www.asgeeks.es/movies/critica-de-ojala-estuviera-aqui-la-sinceridad-de-lo-sentimental/
Dulce drama bajo la dirección de Zach Braff. Buenas y creíbles interpretaciones, una buena fotografía y un buen reparto hacen que Ojalá estuviera aquí se gane un pedacito de tu corazón. Aunque para mi gusto le ha faltado un poquito de fuerza he de decir que me ha resultado amena y dinámica. Sin duda, si algo hay que destacar de esta película es la gran interpretación de Joey King esta chica pinta muy bien.
Zach Braff, dirige, protagoniza y co-escribe (con su hermano Adam), esta película financiada a través del crowdfunding de sus fans. Conocido por protagonizar la exuberante serie Scrubs y luego aplaudido entre la escena independiente americana por Algo en común (Garden State, 2004), ahora se presenta con más de lo mismo.
Braff interpreta a Aidan Bloom, hombre juguetón y poco responsable, a quién la vida (o la de su padre) le invita a reflexionar sobre aquello que es lo más importante: el dinero. El dinero para pagar la escuela judía de sus dos en-can-ta-do-res hijos. Luego de la posterior y obligada charla con su mujer decide algo grande y responsable. Y responsable. Ocuparse de sus hijos. ¿Lo primero? Sacarlos del aburrido colegio y luego ¡a pasárselo en grande! Su hermano, por su parte, incapaz de despedirse de su padre en el lecho de muerte, le dará el toque dramático al film. ¡Que no juzgo inadecuado! si no que participa de una estética seriéfila que gustará a muchos y hará chirriar a unos pocos.
La simpatía del protagonista juega un papel fundamental a la hora de sumergirse en el proyecto. La ecuación es fácil. Si Zach te cae bien, la película te gustará. Si Zach te cae mal, vas a dormirte a ritmo de Bon Iver, con sus atardeceres en el desierto y planos a cámara lenta típica de spot publicitario to guapo guapo. Promete ser un sueño agradable. No lo niego.
Eso si, serieadictos del mundo, vais a gozar reconociendo caras de la pequeña pantalla. Empezando por Sheldon Cooper (Jim Parsons), genio interpretativo hecho para un solo papel, Mandy Patinkin quien interpreta un hombre sereno y lúcido muy cerca del Saul de Homeland, o Joey King, la hija de moda, de gruesos labios en Fargo y pelo corto en este film. Ashley Greene de la saga Crepúsculo, Kate Hudson y Josh Gad terminan con el reparto.
La trama se sustenta en la capacidad del espectador de no mirar de frente. Dicho de otra manera, no es ficción, es fantasía. Pero de la peor calaña. Fantasía americana. Esa que con un por favor sincero, puedes saltar los controles de cualquier aeropuerto para alcanzar a tu amor antes de que suba a ese maldito avión. Esa fantasía de musical. Esa de panaderías francesas y abuelos bailarines. Ese infierno de Truman donde el vecino te sonríe por las mañanas mientras termina de regar su jardincito y grita ¡buenos días!. Esa donde un padre puede probar con su hijos como ruge esa buga nuevo descapotable por las carreteras con planos aéreos porque el vendedor de coches piensa ¡que carajo! ¡un día es un día! ¡vamos muchachos! ¡subid, aprisa!…ese rollo, ¿si? Pues si uno entra en ese estado de embriaguez norteamericana guiñando el ojo y sin mirar atrás, pasará un muy buen rato. Porque, al fin y al cabo, no hay mucha diferencia entre esquivar y andar haciendo eses. Y si uno puede esquivar algunos gags desafortunados por aquí, cierta fijación judía por allá, y dichas licencias fantásticas, se encontrará con una historia sencilla que habla de la vida, la muerte, la relación con el otro, la familia, el trabajo, la salud, los hijos y un montón de elementos de lo más emotivos que consiguen dar con cierta diana. No nos engañemos.
En cierto momento del film, el protagonista en un alarde de madurez, decide llevarse a sus hijos al desierto donde, cuenta, que tuvo un momento de epifanía. Se preocupa para describirnos su significado y se lo agradecemos. Pero aquellos espectadores cazadores de epifanías cinematográficas o aquellos que busquen alguna forma de manifestación luminosa en el cine, solo van a encontrar sombras y algún que otro fugaz halo de luz.
El actor Zach Braff escribe y dirige esta comedia indie que se mueve en la liga de los filmes clasificados como feel-good movies que deja pocos momentos brillantes y falla por su exceso de autoindulgencia y redundancia.
El punto de partida es atractivo y podría habernos dejado una comedia indie fresca y carismática pero Braff no se dirige hacia derroteros originales y sigue una mirada indulgente y bonachona ante el clásico juego de personajes maduros que evitan crecer y siguen persiguiendo sus sueños de infancia.
Un filme de mensaje positivista pero poco brillante ante el buen punto de partida a partir del cual otros genios de la comedia actual habrían sido más irónicos y punzantes. Una mirada demasiado complaciente que deja un tono muy conservador en temas como la família o la espiritualidad.
Las posibilidades (a priori, infinitas) que podrían desgajarse del núcleo central de esta historia quedan relegadas a un mensaje único al que Zach Braff rinde pleitesía desde el minuto uno: persigue tus sueños. Y no es nada malo obcecarse en una idea si no es a costa de infravalorar otras alternativas posibles. Y es que en este caso el señor Bloom se nos muestra distante, lejano y poco creíble. El dolor de la inminente muerte del padre, severo pero a la vez comprensivo entusiasta judío-religioso hace que el padre de familia, eterna promesa de la profesión actoral, tenga que replantearse su objetivo dentro del círculo familiar. Su mujer (bien interpretada por una Kate Hudson recuperada para la causa) es la que aporta el capital necesario para que sus hijos vayan a un colegio privado y que las facturas puedan ser pagadas, siempre con una sonrisa y un guiño ante los sueños de su marido. Por otro lado, su hermano, un chico más apegado a la fallecida madre que siempre buscó el reconocimiento paterno y que después de esa búsqueda infructuosa, acabó por cansarse y decidió vivir en una caravana haciendo no se sabe muy bien el qué. Y, por último, los niños, no tan ajenos a los conflictos que les toca vivir pero sí que están bastante posicionados en favor a ese actor en ciernes que tienen por padre.
Ojalá estuviera aquí es una película que queda coja. La comedia no es tal y no aparece ni entre costuras, el drama es palpable solamente con el hermano del protagonista, papel hecho expresamente para realzar estos momentos. Y la historia que nos cuenta nos hace pensar que posiblemente se pudo contar de otra manera, o quizá contar otra historia directamente. Además de regalarnos escenas o giros del guion sin ningún motivo como esa excursión al desierto, en donde nos detalla, eso sí, con mucha claridad, el significado de la palabra epifanía .
POSITIVO: El reparto, en donde destacaría a la niña Joey King, la cual protagoniza una actuación que empequeñece a todos los actores que pasan por su lado. Y también a una Kate Hudson que como figura materna también protagoniza escenas salvables.
NEGATIVO: Lo endulzado del mensaje y la incapacidad de optar por otras alternativas a la hora de mostrar la historia.