Nunca canté para mi padre
Sinopsis de la película
Gene es un profesor de Nueva York que está planeando casarse y mudarse a California. Su madre y su hermana le aconsejan que viva su propia vida pero su padre no le pondrá las cosas fáciles pues ha sido siempre una persona muy controladora.
Detalles de la película
- Titulo Original: I Never Sang for My Father aka
- Año: 1970
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
Película
6.7
67 valoraciones en total
Predecible drama sobre un cuarentón viudo que piensa casarse por segunda vez, pero a quien su padre, que acaba de enviudar también, no para de dar la tabarra con su moral de otra época. Rodada con corrección, de estricto visionado para amantes de interpretaciones bigger-than-life: el gran Melvyn Douglas y Gene Hackman dan lo mejor de sí mismos y trascienden el guión.
Me parece que puntuar este film con un 5 y pico no se ajusta -bajo mi punto de vista, claro- a la verdadera valía de la obra.
Este viejo drama sobre las relaciones paternofiliales -el inevitable choque generacional está servido-, que deja tras de sí un tufillo inconfundible y tennessiwilliamsesco, se merece mejor valoración que ésa por diversos y muy variados motivos.
El más importante es ese par de actores principales que bordan sus papeles con consumada maestría, un Melvyn Douglas inconmensurable en su rol de hombre hecho a sí mismo, de muy viejos e irrenunciables principios y convicciones a los que no está dispuesto a renunciar ni siquiera por amor a sus hijos, un hombre duro e inflexible, sin fisuras por donde pueda penetrar el más mínimo atisbo de debilidad, y que ahora, en la última etapa de su vida, viejo y solo, se defiende de la adversidad y la vejez enrocándose sobre sí mismo.
Por su parte, Gene Hackman está soberbio en el su papel de hijo corroído por la desazón de sentimientos contradictorios. Viudo de un matrimonio anterior, vive una historia de amor con una doctora con la que desea contraer matrimonio, pero el apego a sus padres y sobre todo a la relación turbulenta que mantiene desde su infancia con la fuerte personalidad del padre, lo mantiene en una indecisión turbia y malsana.
Ya digo, el choque entre generaciones está servido aunque, se sabe, siempre pierde la lucha quien ya no tiene futuro. A nosotros solo nos queda entristecernos al ver como los hombres nos vamos yendo indefectiblemente por el sumidero de la vejez y el olvido, viendo como la vida sigue su curso sin acordarse ya de que nosotros, un día, fuímos también los amos del mundo.
Si os gusta reflexionar sobre este tipo de cosas, no dejéis de verla. Os la recomiendo.
Puede no parecer gran cosa cuando se plantea, puede que no resulte demasiado atractivo si se lee la sinopsis: un choque generacional como otros tantos que el cine ha planteado entre padre e hijo, sus consecuencias, con gritos, lágrimas, reproches y mucha incomprensión. Me encuentro defendiendo a Nunca canté para mi padre con mucho gusto, aunque a mí me gusta más ese título alternativo de Mi padre… un extraño , creo que explica más, que señala mejor el camino.
El duelo interpretativo entre Melvyn Douglas y Gene Hackman es estelar, ambos están tocados por la varita mágica, aunque hay que reconocer que el papel del padre es mucho más agradecido para cualquier actor. No es que sea un padre, es un dinosaurio, más que eso, es un agujero negro supermasivo que lo succiona todo.
La reflexión que me veo obligado a hacer cómo una película, por previsible que sea, por mucho que trate un tema tan manido, se convierte en una gran obra. La magia, la alquimia del cine, funciona en una presentación de los personajes que te atrapa hasta no soltarte ya gasta su final: hago referencia a una primera media hora tan bien hecha que cualquier elogio es pequeño. Queda claro quién es el padre, cómo es, y queda claro cómo es el hijo. Uno supera al otro, ninguneado durante su vida, o más bien manipulado, tristemente dirigido. Las quejas y los lamentos tarde o temprano han de aparecer, son muchos años malviviendo así.
Lo que más triste me parece es la ausencia absoluta de autocrítica del padre. Como hijo, como padre, es algo que personalmente lamento y que es fundamental para crecer como persona: hacer autocrítica.