Nubes flotantes (Nubes pasajeras)
Sinopsis de la película
Yukiko y Tomioka fueron amantes durante la II Guerra Mundial, que pasaron en el sudeste asiático. Terminado el conflicto, Yukiko vuelve a Tokio en busca de Tomioka, al que cree divorciado, pero él sigue casado. A partir de ese momento su relación alterna separaciones y reencuentros, mientras otros hombres y mujeres pasan por sus vidas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Ukigumo (Floating Clouds) aka
- Año: 1955
- Duración: 123
Opciones de descarga disponibles
Si quieres puedes conseguir una copia la película en formato HD y 4K. Seguidamente te mostramos un listado de posibilidades de descarga directa disponibles:
Opinión de la crítica
Película
7.7
87 valoraciones en total
Siempre me sorprendo de encontrar relaciones imposibles entre las grandes obras de arte. A Nubes flotantes le encuentro similitudes con Carta de una desconocida de Ophuls, película que quizás vio Naruse o quizás no. Observa un único punto de vista femenino al narrar la historia de una mujer entregada a su amor por un hombre que la ignora. No voy a extenderme, sólo diré que en la última escena, aparece sorprendemente la clave masculina:
Descubrir el cine de Naruse es un placer que me da miedo vocear a los cuatro vientos, como si un extraño egoísmo se apoderara de mí y en cierta manera quisiera que fuera secreto. Un descubrimiento tan maravilloso que aún me cuesta asimilar, como cinéfilo de sofá no busco rarezas en la biblioteca, no me voy al cine minoritario a conciencia, son cosas que llegan a mí por casualidad y agradecido estoy. El cine de Naruse puede que sea similar al de Ozu, aunque por lo visto hasta hoy prefiero las historias de Mikio Naruse, por cómo están explicadas y por cómo llegan al espectador. Naruse no se queda en lo cotidiano visto desde el interior de la casa japonesa como Ozu, la cámara se mueve sin complejos (y de qué manera), va de aquí para allá siguiendo la vida de sus personajes y si hace falta utiliza flashbacks para redondear la descripción de las vidas de los protagonistas.
Nubes flotantes es una historia dura y cruel de dos seres humanos condenados a vivir (sobrevivir más bien) en una posguerra que no tiene compasión por los desafortunados. Lo irracional se mezcla con lo racional de forma brillante, porque ella está enamorada locamente de él y confiesa abiertamente que no puede vivir sin él, pero la realidad es que él es un sinvergüenza que va de flor en flor sin miramientos. Ella lo ama y seguramente nadie lo entenderá, pero… ¿es posible entender de sentimientos? Todo surgió por primera vez en la antigua Indochina, en la preciosa Dalat, en la exuberante Vietnam. Lo que para ella debió ser tocar el cielo para él sólo fue un paso más. No creo que Naruse intente moralizar con su película, que juzguemos la realidad, él se limita a enseñarnos lo que buenamente cree que es interesante. Y a mí me gusta tanto lo que nos ofrece como las maneras.
No es cine para todos y desde luego habrá quien se aburra, sobre todo teniendo en cuenta que la cultura japonesa es tan distinta a la nuestra. No sé por qué Naruse no es tan conocido en el mundo occidental como Ozu o Kurosawa, por lo que he visto hasta hoy tengo motivos suficientes para pensar que su cine es igual de bueno. Nubes flotantes es desgarradora y realista, tanto como las conocidas obras italianas, con una carga emocional que asusta. Por una vez me puedo sentir afortunado de saber disfrutar de un cine como el de Naruse. Vivir una película como Nubes flotantes es un asunto de percepción emocional… Ay, Dalat!!! La romántica Dalat!!! La felicidad quedó allí y nunca más volvió a aparecer…
Fue como un sueño que compartimos
Caminado juntos parecemos una pareja
La vida de la flor es muy corta
Desesperado melodrama del maestro japonés, posiblemente uno de los más tristes y desolados de toda su filmografía. Desarrollado entre paseos, charlas regadas con abundante sake y puertas que se abren y cierran, narra la historia de dos personajes Yukiko y Tomiola (Hideko Takamine y Masayuki Mori) a los que la guerra cruzó sus caminos en la ocupada Indochina japonesa y a los que la paz devolvió a un entristecido Japón de postguerra, donde tratan de reencontrar infructuosamente ese amor del pasado. Amor, celos, obsesión y traición componen este desencantado poema en el que asistimos a la degradación y al vacío que lleva a sus personajes a un callejón sin salida.
La interpretación de Hideko Takamine, actriz fetiche de Naruse, como una mujer que ama a un hombre que no está a la altura de su desquiciado amor es sencillamente prodigiosa lo que agranda la leyenda de Naruse como uno de los mejores directores de mujeres de la historia del cine, mujeres que para el director japonés siempre son víctimas, pero víctimas valientes y decididas. A pesar de todo la película no alcanza ese último grado de depuración de sus films posteriores: hay demasiados elementos e incluso escenas excéntricas a su filmografía: el uso de los flashbacks tan ajenos a su retórica, escenas de Hideko Takamine borracha o de una inaudita intimidad en los baños, besos inusualmente sensuales, o incluso una pincelada en la que aparece una manifestación comunista. Además la serena amargura de sus filmes deja paso ahora a la desesperanza más abierta y descarnada, tal vez un poco ajena al espíritu del director y que le acerca más al maestro Kurosawa. Sin embargo, y pese a todas esas salvedades, otro magnífico film del maestro Mikio Naruse.
Segunda película (Madre y Nubes Dispersas) de la trilogía de Naruse dedicada a la naturaleza, el gran director japonés casi inédito aquí. Su cine está marcado por los años de la posguerra, en él retrata un mundo similar al de Ozu, el de los sentimientos, pero generalmente lo hace desde una prespectiva menos familiar, fría y calculadora. Las relaciones se desarollan en suburbios, entre perdedores y vidas arruinadas, personas que intentan dejar atrás la soledad o encuentran motivos para vivir tras una tragedia, con la mujer como eje central de sus historias. Nubes Flotantes, es la pareja formada por Hideko Takamine y Masayuki Mori (que era como la musa de Naruse) dos importantes del cine japonés, me encanta ella, en cuando una mujer sube una escalera. Imborrable la melodía de Ichiro Saito (tiiii, tiriririririii). Mi película favorita de Naruse, desarrollada en paseos e interiores y con un final algo predecible si conocemos un poco este cine, similar al de otros films, pero que viene propiciado por el propio papel que la mujer jugaba en la sociedad de entonces y que no le resta un ápice de belleza. Íntima, trágica y sin moralidad o fábula.
Un romance cansado, fatigado, lastrado de desencuentros, idas y venidas, se desgrana amargamente ante la cámara melancólica de Mikio Naruse.
Dos amantes unidos por su Indochina particular, en la que se quedó el apogeo de los días más felices, y separados por el resto de sus vidas miserables. El regreso a Japón significa la cuesta abajo, estrellarse contra los obstáculos que en aquellas tierras lejanas del Trópico no se advertían, y que podían olvidarse con facilidad. En el esplendor de las selvas frondosas y del clima benigno, el sol brillaba para ellos y no había cabida en su íntima parcela compartida, en su idilio aislado, para esposas, ni para advenedizos deleznables, ni para los problemas que surgen en la convivencia prolongada.
Pero había que volver a Japón, y eso significó el final de la felicidad, del esplendor y de los sueños. Porque Tomioka sabía que no dejaría a su mujer, y Yukiko vagaría sin destino ni puerto, machacados sus anhelos de formar una pareja estable y duradera con su verdadero amor.
La conformidad con las migajas, con las chispas de compañía breve para perderse otra vez en la distancia, como extraños extraviados de su Norte irrecuperable, origina una situación que litiga entre la tensión, el reproche, la alegría furtiva del reencuentro, y un círculo vicioso de amor y desamor, de proximidad y separación, tanto física como espiritual, que desgasta. Un veneno adictivo y dulce, al que los amantes se entregan entre sinsabor y sinsabor de sus vidas mediocres, arrastradas, y que siempre deja atrás una resaca emocional dolorosa, una infelicidad cada vez mayor. Saborear una vez más una pasión oscilante, quizás para tratar de olvidar, sin éxito, los mutuos fracasos, los patéticos intentos de salir de la miseria en un Tokio que para ellos no tiene perspectivas de futuro.
Y de nuevo a la soledad, a vagar sin destino ni puerto, hasta el próximo cruce de caminos, y de nuevo las ilusiones falsas, engañosas, y las palabras de reproche y de añoranza, y la pasión oscilante, y de nuevo a la soledad… Malgastando las energías en una desdicha que se instala como una losa.
Indochina es sólo para una linda chica de veintidós años ataviada con un ligero vestido blanco de verano, y para un hombre aún joven y vital que toma el fruto sabroso con sólo estirar la mano.