Notre Dame de París
Sinopsis de la película
Adaptación del clásico de Victor Hugo -la segunda del cine sonoro-, con una exhuberante Gina Lollobrigida como Esmeralda y el gran Anthony Quinn interpretando al tierno jorobado enamorado de la bella zíngara.
Detalles de la película
- Titulo Original: Notre Dame de Parisaka
- Año: 1956
- Duración: 115
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Opinión de la crítica
Película
6
45 valoraciones en total
Una ambientación que resulta artificiosa y una trama que se presenta deslavazada y poco convincente no son los mejores avales para llevar a la pantalla una obra que, como la de V. Hugo, ha sido tantas veces objeto de atención por parte de los cineastas.
Ni A. Quinn ni G. Lollobrigida son capaces de sacar el máximo partido al texto del autor galo porque la apuesta de J. Delannoy se basa en un guión que no satisface las expectativas del patio de butacas.
A pesar de ello la película posee cierto interés por el intrínseco valor de su argumento y por la oportunidad de ver trabajar a los mencionados protagonistas así como por la incorporación de una adecuada banda sonora y por el original y colorista tratamiento de la historia.
Nueva versión realízada en 1956 por Jean Delannoy. Cuenta con una exuberante Gina Lollobrigida y una interesante composición de Anthony Quinn en el papel de Quasimodo, que no logra hacer olvidar las inmortales composiciones de Lon Chaney en 1923 y Charles Laughton en 1939. Como curiosidad también destacar que en esta versión Quasimodo esta menos feo que en otras versiones de la novela.
Se deja ver más por el atractivo de la Gina Lollobrigida que por la trama que a veces resulta bobalicona y predecible. Viene a ser la típica historia de la bella y la bestia, aquesta representada por un bonachón Anthony Quinn con cara desfigurada. El caballero que persigue a la bella gitana resulta ridículo con un peluquín irrisorio y una vestimenta que le dan un aire afeminado. El torturado alquimista, que también busca los favores de la condenada mujer (y quien no! si hasta el torturador se apiada de ella…) sale frustrado en su intento y es un personaje más de poco o ningún interés como la mayoria de los integrantes de esta película sencillita para pasar el rato después de comer y echar alguna cabezadita, que no pasa nada.
Sello personal de Jean Delannoy firmando esta vez la novela inmortal de Victor Hugo.
Y como femme fatale de nuevo Gina Lollobrigida, la gitana Esmeralda, mejor amiga de Quasimodo bellamente representado por un Anthony Quinn desconocido pero que resulta ser lo mejor de este reparto.
Sin embargo el resto de las actuaciones se sienten empañadas por el velo de lo adecuado, lo plano, lo habitual. Febo o puede ser más vanidoso, cruel o estúpido, ni Frollo estar más cegado por el odio y el deseo. La carga psicológica que Víctor Hugo le imprime a sus personajes no se ve por ningún lado en esta película.
Las interpretaciones flojean en este sentido. Son forzadas, triviales, sin nada que las haga especial de otras versiones. Incluso en la animada tienen mucho más transfondo, sobre todo Frollo.
Su relación con Quasimodo está sin concretar, su situación pasada con pinzas, todo para gloria de los bailecitos de la Lollo quien ya nos había bailado como reina de Saba, gracias. Hecho para gloria de la actriz, los planos dedicados a ella son intermibles, con el manido sinónimo de pozo de los placeres. Se han dejado muchos puntos de vista de otra temática que en vez de tanta pechuga habrían de haber sido tratados.
Su voz es preciosa, ya sea de ella o no, así como la banda sonora. Pero cada cosa que ocurre en la historia se ve sin vida, descafeinada, simplona y estúpida.
La pérdida de planos que podían haber ganado concursos de fotografía aquí sin embargo son sustituidos por los enfoques interminables de la ciudad medieval de cartón piedra, los bailes de los saltimbanquis y la visión de una Notre Dame mucho más opulenta por fuera que por dentro nos hacen darnos cuenta de la magnificencia perdida. Una lástima, se deja ver pero podía haber sido mucho mejor.
254/22(21/12/16) Decepcionante versión francesa del clásico de Victor Hugo de 1831, dirigida por Jean Delannoy, es la primera versión de la novela homónima que en color, que aunque más fiel que las anteriores versiones al libro, sobre todo en su final, en su desarrollo peca de falta de intensidad, de falta solidez de los personajes, débilmente estructurados, en una fluidez que se desenvuelve a trompicones. El mexicano Anthony Quinn compone al menos desfigurado y menos jorobado de los Quasimodos y Gina Lollobrigida como Esmeralda, da belleza pero escasa personalidad a la zíngara bailarina, estos dos son los únicos que hablan en inglés, el resto del elenco está compuesto por actores franceses que han tenido sus voces dobladas a la lengua de Shakespeare. Es un film rebosante de colorido en sus vestuarios, con decorados cuidados pero no grandiosos, con un relato que entretiene pero no apasiona.
Al principio un pequeño incidente en el origen de la novela, en Notre-Dame habla de una visita a Victor Hugo, en el cual se reunió con Anaykh en una de las paredes cinceladas, palabra griega que significa tanto como fatalite o destino inevitable significa, y la cuestión de la criatura atormentada que esto ha dejado, han inspirado esta historia. En el año del Señor de 1482 en París, la hermosa gitana Esmeralda (Gina Lollobrigida) es detenida por el malvado Juez Claude Frollo (Alain Cuny), que luego dará a conocer el amor que siente por él. Pero ella no le corresponde su amor y se enamora del apuesto Febo (Jean Danet), el capitán de los guardias, que detiene a Quasimodo (Anthony Queen), el campanero de Notre Dame que había intentado secuestrar a la gitana por orden de Frollo. Pero después de una confusión Esmeralda se ve obligada a casarse con un el poeta Jean-Pierre Gringoire (Robert Hirsch), que estaba a punto de ser muerto por la compañía gitana de la que es parte. Febo a su vez está comprometido con la noble Lady flor de Lis (Danielle Dumont).
La cinta tiene la cruel tara de tener que compararla con las majestuosas versiones de 1923 con Lon Chaney de jorobado y con la de 1938 con Charles Laughton de Quasimodo, la hace palidecer, nada aporta más allá del color y su fidelidad al final original, el resto es bastante naif, sin fuerza dramática, sin conseguir sumergirte en este convulso tiempo. Los universales temas tratados sobre la intolerancia, los prejuicios sociales, el fundamentalismo religioso, la obsesión sexual, la frustración vital, y más, son tratados de un modo liviano, sin conmoverte, con situaciones que denotan artificiosidad, con diálogos trivializados, con un villano más plano que una mesa, con un guión de Jean Aurenche (Juegos prohibidos o La travesía de París), y Jacques Prévert (El muelle de las brumas, o Los niños del paraíso), se desarrolla de un modo torpe, creando confusión por unos personajes regularmente expuestos. Ejemplo lo mal presentados que está la Corte de los Ladrones, el drama humanista que rezuman las obras referidas de 1923 y 1938 queda aquí solapada por una fluidez atropellada, con evidentes lagunas orgánicas.
Anthony Queen da vida un Quasimodo que solo se destapa grande cuando toca las campanas alborozado abrazado a ellos en su vaivén estruendoso, en la intimidad peca de forzado y frialdad, algo de lo que el actor siempre ha sido un volcán, aquí se muestra un tanto retraído. Gina Lollobrigida es tan hermosa como gélida e inexpresiva. Alain Cluny es un malo malísimo superficial. Philip Clay como Clopin, el rey de los ladrones queda en un esbozo. Robert Hirsch como Gringorie queda cuasi-caricaturesco. Jean Danet como Febo es una presencia plúmbea.
La puesta en escena resulta correcta, no más, con diseño de producción de René Renoux (El salario del miedo), recreando en los estudios de Bolonia y en los de París los decorados de la catedral, la plaza y las callejuelas, un trabajo esmerado pero falto de la grandilocuencia de las versiones pretéritas, con escenas de masas de extras bien llevadas. La fotografía corre a cargo de Michel Kelber (French can-can), siendo la primera versión en color y cinemascope de la genial obra de Victor Hugo, transmitiendo gran cromatismo, con fulgurantes colorido en las rosetas de la catedral, pero adoleciendo del goticismo expresionista que requería el relato. La música es de Georges Auric (Vacaciones en Roma, que capta el dramatismo inherente al relato.