Nosferatu
Sinopsis de la película
Año 1838. En la ciudad de Wisborg viven felices el joven Hutter y su mujer Ellen, hasta que el oscuro agente inmobiliario Knock decide enviar a Hutter a Transilvania para cerrar un negocio con el conde Orlok. Se trata de la venta de una finca de Wisborg, que linda con la casa de Hutter. Durante el largo viaje, Hutter pernocta en una posada, donde ojea un viejo tratado sobre vampiros que encuentra en su habitación. Una vez en el castillo, es recibido por el siniestro conde. Al día siguiente, Hutter amanece con dos pequeñas marcas en el cuello, que interpreta como picaduras de mosquito. Una vez firmado el contrato, descubre que el conde es, en realidad, un vampiro. Al verle partir hacia su nuevo hogar, Hutter teme por Ellen.
Detalles de la película
- Titulo Original: Nosferatu – Eine Symphonie des Grauens
- Año: 1922
- Duración: 91
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Opinión de la crítica
8
94 valoraciones en total
Es cierto me gustan mucho mas estos vampiros a la vieja escuela que los guapitos que salen ahora.
Realmente me gustan los vampiros como lo que son, unos depredadores, hijos del demonio es decir MONSTRUOS.
Los vampiros modernos han sacrificado su propia naturaleza, el ser una criatura diabólico por un aire de seducción y romanticismo que el vampiro de Stoker no poseía ni de lejos.
Ahora vamos a la película:
Cuando veo una película tengo presente que tengo que cambiar el chip, no se puede ver la noche de los muertos vivientes con el chip del sexto sentido.
Así que cuando veo esta peli procuro tener presente que esta es una película prehistórica, por lo que a la hora de apreciarla no hay que ser exigente. y es aquí donde ya le doy 5 puntos. Por que a pesar de que la película tiene casi 100 años no ha envejecido nada mal
Los escenarios son increíblemente perturbadores, oscuros y tétricos. Y eso que solo son un maldito cartón piedra.
Pero que le voy a hacer, me chiflan los cartón piedra.
Pero cual es la mayor baza de este film, que es lo que mas me inquieto, que es lo que hizo que esa noche no perdí de vista la puerta de mi cuarto. Max Shreck
Sin duda Shreck (horror en alemán, ¿coincidencia?) es el mejor vampiro que has existido, su caracterización e interpretación es inmensa y escalofriantemente perturbadora. No en vano se rumoreo durante años que Shreck era un verdadero vampiro contratado por Murnau. Y que una vez al mes le daba de comer a alguien del equipo.
Shreck logra durante todo el metraje hacernos creer que estamos viendo a un verdadero vampiro. Y eso que es maquillaje de casi 100 años.
Realmente hay momentos bastantes inquietantes como cuando observa a Greta desde la ventana de su casa. Ese momento es espeluznante.
O cuando su silueta sube la escalera.
Este film tiene problemas, lógico, los años no pasan en vano.
La películas se desarrolla de una manera demasiado lenta durante todo el metraje y demasiado rápida, apura y confusa al final.
La música, bueno si su intención era inquietar muy mal, si su intención era poner de los nervios al espectador bravo. Por que se basa únicamente en sonidos estridentes que se repiten seguidamente y claro a la larga cansan. Por lo que aumenta a que el ritmo sea más lento. A esta película le vendría bien modificar su banda sonora.
Y por si todo no fuera ya bastante lento, los paneles de diálogos duran en exceso, lo que hace que el espectador pueda perder interés y lo desconecte mucho a la película.
Por lo que aviso a los navegantes, para ver Nosferatu valla preparados, no la vean a la ligera.
En fin esta es una película que cautiva por sus imágenes inquietantes y siniestras, por el arácnido Nosferatu y por ser una ventana a otra época.
Ahora las criaturas de la noche me reclaman. Buenas noches damas y caballeros. Vigilen sus cuellos
Nosferatu fue víctima de los formatos y su negligente utilización durante estos 87 años transcurridos desde su estreno. Que si velocidades de reproducción inadecuadas (movimiento entre acelerado y muy acelerado), que si supresión de los tintados (con una importancia capital en el desarrollo de la historia por su vínculo con la iluminación, perfectamente explicados por el propio film durante el viaje de Hutter desde Wisborg hasta el castillo de Orlok), que si bandas sonoras a cada cual más estridente (todas ellas ajenas a la partitura original de Hans Erdmann, sólo interpretada en la ultimísima restauración), que si el autoengaño de Patalas manteniendo los intertítulos mucho más tiempo que en el original entorpeciendo así el ritmo del film, en un intento de simular completa una copia con metraje (no demasiado) irremisiblemente perdido, que si… Repasen ahora el resto de críticas fijándose en cuánta culpa tuvo realmente el Nosferatu de Murnau en las malas experiencias con el film y cuánta los pésimos trabajos de restauración y proyección. Es el momento de darle una nueva oportunidad aprovechando el gran trabajo de restauración de Luciano Berriatúa para el F. W. Murnau-Stiftung, solucionando los errores pasados de otros (aunque lamentablemente añadiera una incomprensible equivocación en el tintado de una secuencia de cierta importancia).
Hecha la puntualización, centrémonos en el propio film, dejemos de lado los ampliamente mentados derechos de autor y cualquier relación con el ocultismo y las múltiples leyendas que circulan (Grau, Prana Films, los rosacruces, Murnau bajo el seudónimo Max Schreck, el propio Schreck como vampiro también detrás de las cámaras…).
En Nosferatu, Murnau experimenta con un encuadre y una composición típicamente pictóricos. Bebe de las fuentes de la pintura romántica alemana (Friedrich, Carus, Kersting…), mucho más allá de su típica utilización para ambientar las películas de época. Existe una constante contribución de esta corriente pictórica al más fabuloso de los logros de Nosferatu, su atmósfera (búsquese el cuadro Der elegante Leser de Kersting y compárese con la escena en la que Harding escribe en su despacho). Una atmósfera fácilmente perceptible, pero difícilmente transportable a estas líneas, parece trascender al propio sentido de la vista, impregnando la experiencia de su visionado de un profundo olor a Cine. La cámara de F. A. Wagner permanece intencionadamente fija en la mayoría de secuencias, se hace una magistral utilización del claroscuro y el sobreencuadre, el cine se aleja del teatro para acercarse a la pintura, para evocar emociones con la utilización exclusiva de la imagen, unas olas, árboles, el cielo… retratos aparentemente naturalistas, son capaces de generar en el espectador un desasosiego que difícilmente lograrían escenas de terror explícito.
Cada vez que veo Nosferatu no se excitan únicamente mis fotorreceptores, abro las fosas nasales y me pregunto: ¿Qué es ese olor?.
Me atreveré contra la historia y diré que Nosferatu tiene demasiados fallos como para valorarla mejor (mucho menos para alzar mi punto de vista hasta la valoración media) Lo gracioso de la cuestión es que prácticamente todas las críticas, incluso las que valoran a Nosferatu como una obra maestra, coinciden al señalar sus defectos. Por citar los evidentes diré que carece de ritmo desde el principio, salvo ese sobrecogedor final en el que todo se acelera de repente, unos efectos de sonido o banda sonora muy lamentables (eso ahora y hace un siglo), los textos que explican demasiado y no desaparecen nunca y una cámara que no se mueve nunca (y en esa época se movía) La puesta en escena en los años veinte se hacía mejor así que… ¿qué es lo que queda? Mi respeto por lo clásico, por ser la primera película de terror de la historia del cine y mi imposibilidad de pestañear las veces que aparece el vampiro, y no porque dé miedo, es admiración.
Y es que esta obra de Murnau me produce una admiración que va más allá de cualquier crítica o cualquier valoración, es la sincera admiración por los pioneros, por los fundadores, seres humanos avanzados que experimentaban y que merecen todo mi respeto.
Les contaré algo que me ocurrió viendo Nosferatu .
Era una proyección universitaria, no cabía ni el aire. Hubo que pedir sillas de tijera, unas docenas, para que todos pudiesen ver la película.
La copia era en Super Ocho, sin música, con lo que se veía un cuadradito mínimo en la enorme pantalla y se escuchaba el zumbido característico del proyector. No había subtítulos, era una copia en alemán. No concibo peor forma de ver Nosferatu .
Quizás por todo ello, desde que salió a escena el vampiro, aquella expectante multitud de universitarios comenzó a reirse. Un público de nivel cultural elevado, que había abarrotado la sala para ver una película muda alemana, se tronchaba cada vez que la heroína se estremecía, el héroe se horrorizaba y el no-muerto enseñaba sus uñas. Las apariciones de Nosferatu eran saludadas con carcajadas histéricas. La sala era una fiesta.
Pero al final ocurrió algo.
Quisiera advertir, ante todo, que gran parte de lo que voy a comentar acerca de esta peli no procede de mi maquinaria neuronal. Resultaría deshonesto y absurdo maquillar mi pirateo de interpretaciones ajenas bajo un pretencioso simulacro de clarividencia divina. No, señores. Lo que voy a glosar a continuación no deja de ser un batiburrillo de inferencias originarias de un libro que adquirí (y apenas ojeé) durante mi etapa universitaria. Se trata de Análisis del film, de Jacques Aumont y Michel Marie.
El caso es que ayer, prestándole al tratado de marras toda aquella atención que no le dediqué en su momento, me detuve en el apartado 2.4 del quinto capítulo, consagrado a la plástica y la retórica de la imagen. Me sedujo la circunstancia que dicho análisis partiera de un ensayo (escrito por otros dos gafapastas gabachos, Bouvier y Leutrat) basado en Nosferatu. Me sedujo porque Nosferatu es, posiblemente, la única peli en mi vida que he visionado desde una perspectiva eminentemente formal. La única peli en la que mantuve el contingente narrativo en un discreto segundo plano para concentrar toda mi atención en aspectos plásticos. Pictóricos, diría yo. Tal vez por ello disfruté rememorando aquellas clases magistrales de Fèlix Fanés, mi profe de Lectura de films en la uni. Clases en las que el bueno de Fanés se afanaba en aclararnos qué era un travelling, un contrapicado, un fuera de campo o un plano-secuencia. Clases en las que, blandiendo su sempiterno mando a distancia, consiguió que nos devanáramos los sesos para comprender que buscaba Murnau a través de técnicas como el iris o el caché. Dos procedimientos que otorgan al film una carga metafórica descomunal y que constatan, en definitiva, que el cine es arte gracias a pelis como ésta. ¿Existe algún medio mejor que las aberturas en iris o los cachés para plasmar estéticamente un concepto tan abstracto como el terror? Existirán otros, pero tan terroríficamente bellos, imposible.