Noé
Sinopsis de la película
En un mundo asolado por los pecados humanos, Noé, un hombre pacífico que sólo desea vivir tranquilo con su familia, recibe una misión divina: construir un Arca para salvar al mundo del inminente diluvio. Todas las noches tiene una pesadilla recurrente en la que puede ver la catástrofe provocada por ese diluvio, pero después el sueño termina con la reaparición de la vida en la Tierra.
Detalles de la película
- Titulo Original: Noah
- Año: 2014
- Duración: 138
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Opinión de la crítica
Película
5.1
46 valoraciones en total
A primera vista, puede parecer descabellado pensar en Darren Aronofsky como autor de un biopic basado en el personaje bíblico Noé. Su estilo tirando a artificioso, exagerado a veces y tremendamente visual siempre, puede chocar con una historia que quizás reclamaba un poco más de serenidad y calma, incluso reflexión. Pero, repasando la carrera del director estadounidense, tal vez sea una decisión lógica después de todo. Porque el tema central del discurso cinematográfico de Aronofsky es la obsesión, en todas sus vertientes. Pi, fe en el caos y su obsesión por el descubrimiento de lo nuevo. Réquiem por un sueño y su obsesión por las drogas. La fuente de la vida y su obsesión por el amor. El luchador y su obsesión por las segundas oportunidades. Cisne negro y su obsesión por el éxito. En manos de Aronofsky las simples motivaciones del personaje se transforman en psicosis, afectan a su forma de vida modificando por completo su visión del mundo que les rodea. ¿Y qué es la historia de Noé salvo la obstinación de un hombre por cumplir la voluntad de Dios pase lo que pase, caiga quién caiga? Porque ese es uno de los grandes aciertos del director de El luchador, convertir el motor de la historia, el detonante, en el todo y más allá. Nos interesa Noé como persona incluso más que como personaje por su tratamiento cercano, casi documental al mismo. Somos testigos de su progresión, en ningún momento se nos esconden sus defectos ni sus carencias como hombre. No estamos presenciando la historia de un Dios ni de un elegido para la causa, sino la de un hombre temeroso que se agarra a sus creencias con todas sus fuerzas ante la falta de oportunidades y opciones. Es el relato de un hombre y su fe, que llevará hasta las últimas consecuencias. Es la cercanía con el personaje la que nos permite encarar con otros ojos una historia que la mayoría conocemos de memoria, pues incluso en los momentos oscuros la cámara permanece frente a él, radiografiando minuciosamente al monstruo que lentamente va mutando ante nosotros. Y, a pesar de tratarse de un cuento de la Biblia, hay alicientes en ella para los no creyentes pues la película no deja de ser una tremenda historia de amor, de superación personal, del hombre contra los elementos. Sinceramente, no veo motivos para la discusión ni para la polémica que ha generado debido a su contenido religioso. En lo referente a su literalidad o no de la Biblia, sus licencias, su flexibilidad argumental…vamos, se trata de un relato religioso aparecido en el mayor libro de ciencia-ficción de todos los tiempos, al menos en su trascendencia e influencia en la humanidad. La fuente original está poblada de metáforas, parábolas, mitos, leyendas, sinécdoques o fábulas para posibilitar la fácil comprensión de la doctrina cristiana. Por lo tanto, tiene el mismo sentido enfurruñarse porque haya ángeles convertidos en rocas que por la exclusión de Tom Bombadil de la trilogía cinematográfica de El señor de los anillos (incluso tiene más sentido esto último…). Y quién esto escribe es creyente en lo referente a un ente superior, llamémoslo Dios o simplemente fe, pero las sagradas escrituras están repletas de serpientes parlanchinas, mares abiertos o palomas venerables. Es decir, figuras. La exageración es un modo de realzar el relato y, puesto que todo es muy interpretable, no veo lugar para una discusión sobre la exactitud de la película de Aronofsky respecto a literatura.
De hecho, entiendo más las controversias originadas con La última tentación de Cristo de Scorsese o La pasión de Cristo de Mel Gibson. La pasión de Cristo, curiosamente, sigue a rajatabla los pasajes de la Biblia en los que se basa, decidiéndose por mostrar la violencia relatada en todo su esplendor, sin cortapisas, sin apartar la mirada. Obviamente, una versión tan violenta (y excelente, por otra parte), aunque fuera supuestamente respetuosa con el material original, no está bien vista en una sociedad mojigata como la nuestra donde la censura y las restricciones a los videojuegos, el cine o el arte en general son más duras que las sufridas por los verdaderos delincuentes en la vida real. La última tentación de Cristo es directamente una maravillosa salvajada que trasciende cualquier análisis religioso, donde los límites solo los marcan la imaginación y el excepcional talento narrativo de Scorsese y Schrader. Pero, como digo, son casos más radicales de adaptaciones bíblicas. En realidad, lo que más me llama la atención de este ambicioso proyecto es la producción a lo Jerry Bruckheimer que parece estar inspirado en las historias bíblicas de los Simpsons (particularmente en el fragmento de Bart sobre David y Goliat). Por unos instantes, Aronofsky abandona el tratamiento del hombre y transforma al personaje en un héroe de acción made in Hollywood, sin escatimar en una grandiosidad y espectacularidad que se agradece por momentos, pero que resulta excesivamente pomposa en otros debido a una carga épica momentáneamente innecesaria. Ya conocemos los delirios de Aronofsky, un director que elige el exceso antes que la contención. Y, aunque eso le penaliza en ocasiones, también es justo decir que sus transiciones entre escenas son de una gran belleza, dando fe de un soberbio uso de colores extremos y vivos que dotan de una extrañeza visual (para este tipo de producciones) a localizaciones, escenarios e incluso objetos inanimados. Es el toque autoral y personal del director de El cisne negro el que aflora en un montaje de unos tres minutos sobre la creación de la vida en el planeta, dando pie a una verdadera obra de arte que funciona asimismo como sobresaliente cortometraje, apoyada en una majestuosa pieza musical de Clint Mansell. Aunque también es de justicia reconocerle a Russell Crowe su sólida interpretación de Noé, captando sin aparente esfuerzo su debilidad, su grandeza, su caída a los infiernos de la locura y, como no, su humanidad.
Sigo en spoiler sin ser spoiler
El cine de Darren Aronofsky nunca ha sido fácil. Ya desde su primera película, Pi, fe en el caos (1998) dejaba claro que no iba a tomar el camino sencillo, aunque esto no impidió que la dura Requiem por un sueño (2000) le pusiera en el mapa de forma global, un film sobre el abuso de las drogas que no dejaba indiferente ni se cortaba para mostrar las consecuencia de éstas en la vida de varios personajes. El salto sin red llegó con la (en mi cabeza) extraordinaria La fuente de la vida (2006), una de esas cintas que dividen opiniones de forma radical, y continuó su senda con dos trabajos aclamados por público y crítica, e incluso ganadores de premios, como son las notables El luchador (2008) y Cisne negro (2010). Noé ha tardado algo más de tiempo en llegar, estando de hecho en preparación desde después del lanzamiento de Pi , siendo un proyecto que Aronofsky quiso sacar adelante numerosas veces, algo que consiguió -en parte- en forma de cómic y, ahora, como película. Un film que (de nuevo) vuelve a terrenos pantanosos, que no espera contentar a nadie y que se limita a ser su visión del relato bíblico. Ante todo, Darren es un autor, y lo es (casi) hasta las últimas consecuencias.
Noé no es sin embargo la película que alguien esperaría encontrar teniendo en cuenta exclusivamente su temática. Ni siquiera, partiendo de un realizador como Aronofsky. A medio camino entre el blockbuster épico, con batallas multitudinarias, violencia salvaje y criaturas de fantasía como gólems de piedra, y el cine de autor (con un retrato de personajes por encima de la media, aunque eso no signifique que sea tampoco muy complejo), es paradigmático que sea justamente esa mezcla, apenas funcional, la que haga que la película sea como poco interesante. Fallida en parte, pero también con instantes valiosos, momentos en los que se puede ver quién está detrás (ese tramo que aborda la psique humana, fruto de la obsesión, la fé ciega) de sus imágenes. No todo son efectos digitale de ILM, hay algo debajo. Le cuesta salir y lo hace a ritmo de Clint Mansell, que vuelve a aliarse con el realizador para componer una banda sonora bastante sólida en la que las imágenes se apoyan sin ningún tipo de reserva.
Los temas que se abordan son los razonables partiendo del relato en que se basa, no hace falta describirlos. No obstante, en esa diferencia de estilos reside algo curioso: si la primera hora de la película (aproximadamente), en la que se concentra todo lo previo al gran diluvio, la segunda mitad es considerablemente intimista. Los personajes están presentados, así como los conflictos que existen entre ellos. Lamentablemente en algunos casos Darren -y su coguionista Ari Handel- pecan de ser demasiado esquemáticos, introduciendo elementos que rompen la lógica interna del propio film, como todo lo que ocurre con el hijo mediano de Noé (un poco a loa Anakin Skywalker). La representación de ciertos momentos también roza el absurdo(1), algo que detallaré en spoiler para no destrozar el visionado de la película a nadie que esté pendiente de verla, pero que tienen más que ver con la forma en que se filman que con el contenido de por sí.
Crowe, Connelly y compañía no hacen un mal trabajo levantando a estos personajes, y decir lo contrario es negar la evidencia. Suya es la labor más complicada y es hacernos creer, al menos en parte, que lo que sucede en pantalla tiene algún tipo de validez. Lo consiguen cuando el guión se lo permite, pero también es cierto que ninguno de los personajes es tan sólido como otros que han construído con anterioridad estos mismos creadores. Así que al final, en Noé quedan buenas ideas mezcladas con otras que no lo son tanto, una película amorfa, casi fallida, pero que merece la pena ver porque en el fondo es el film cristiano menos convencional desde La última tentación de Cristo (Martin Scorsese, 1988), sin ir demasiado lejos. Su mayor problema es que no es todo lo salvaje que podría, pero tampoco está domesticada en exceso. Se queda en tierra de nadie y su final, sea o no fiel a la historia bíblica, creo que podría ser bastante mejor(2). De nuevo, lo aclaro en spoiler. ¿Merece la pena Noé ? Sí. Aún siendo la peor película de su director, hay arrojo y valentía en un film suicida que, camuflado como cine de autor, abraza directamente la épica del nuevo cine épico que recuperó, en cierto modo, Peter Jackson con su El señor de los anillos . Y tiene algunas partes magníficas (la historia de la Creación) que merecen verse en pantalla grande.
Creo que la Biblia es uno de los textos más enigmáticos escritos por el ser humano, y aunque mi lado lógico me hace pensar que todo lo que se cuenta en ella es mentira o es un simple cuento, soy de los que piensan que encierra pasajes basados en sucesos reales pero magnificados hasta el extremo.
Dentro de este contexto el director Darren Aronfsky, considerado por algunos (no por mí) un visionario, se acerca a las sagradas escrituras y más concretamente al Antiguo Testamento. Un tiempo oscuro de la humanidad repleto de cataclismos y situaciones sangrientas, con un Dios mucho más cruel que benévolo.
El problema de Aronofsky es la coctelera a la que ha sometido a la historia, aunque parte de la culpa de ello puede estar en los sucesivos montajes creados por la productora con el fin de contentar a todas las partes.
En la película podemos encontrar, elementos del creacionismo más rancio (Adán y Eva, la manzana, la serpiente, …) mezclados con la teoría de Darwin (que parece filmada por Terrence Malick), pasando por seres de piedra (los ángeles caídos) más propios de El señor de los anillos y sus secuelas, y escenas oníricas del jardín del Edén, con criaturas luminosas que parecen ser … extraterrestres. Sí, sí, lo habéis leído bien.
Un pastiche descomunal que encuentra el tono en muy pocos momentos y cuyo ritmo es en muchas ocasiones tedioso, como ya ocurría en aquella insoportable película titulada Cisne negro.
Y todo además en un intento de crear un contexto histórico totalmente anacrónico y a la vez realista, pero lleno de incoherencias, donde lo de menos es la historieta de los animales y el diluvio, con el fin de dejarnos atrapar en un discurso más propio de la Nueva Era, vestido de película épica postmoderna.
Además aquellos que se atrevan a verla descubrirán como de manera habilidosa se ha escondido de los trailers cualquier atisbo de personajes fantásticos, lo que revela una confianza dudosa para con el producto por parte de sus responsables.
Los espectadores se harán un sinfín de preguntas cuando la vean: ¿de qué se alimentan los protagonistas, del aire?, ¿qué se supone que es aquel incienso que hace dormir a los animales durante 40 días y 40 noches?, ¿cómo los alimentan, por vía intravenosa?, ¿cómo es posible que el villano se esconda en plan polizón sin ser descubierto?, ¿cómo van a repoblar el planeta o es que al final los hijos se acostaran con sus propias hermanas o madres?, ¿por qué Anthony Hopkins parece el abuelo cebolleta?
Aún así me quedo con su enigmática banda sonora y su ambientación, quizás de lo más logrado del conjunto.
En definitiva un producto completamente desenfocado.
El cine de Darren Aronofsky siempre polariza y siempre es polémico. Siempre. Desde Pi hasta Cisne negro pasando por Requiem por un sueño, El luchador o La fuente de la vida, el neoyorquino siempre polariza a crítica y audiencia. unos ven a un genio incomparable y un maestro mientras otros lo consideran un pretencioso que se regodea en imágenes vacías de contenido y aires de grandeza. Pues bien, tomen eso y métanlo en una batidora. Añadan un personaje bíblico también presente en el Islam (porque ya saben… el cine religioso/bíblico siempre, siempre, siempre genera polémica porque siempre hay alguien que queda descontento por una razón u otra), aprieten el botón y… he ahí la mezcla perfecta para el escándalo: Noé.
Guste o no guste Aronofsky, enamoren o exasperen sus películas, hay algo que no se le puede negar y es que es un tipo que comprende el poder visual del cine. Sus películas son imagen pura, como ya demostró en las citadas La fuente de la vida y Cisne negro, y tiene un don para crear imágenes sobrecogedoras, bellísimas, que se quedan en la retina del espectador para siempre. Aquí, por supuesto, está ayudado por unos efectos visuales impresionantes que alcanzan su culmen, como no podía ser de otra forma, en la larga secuencia del viaje del arca, pero es Aronofsky el responsable de esos travellings vertiginosos de las narraciones de Noé o los animales poblando la tierra, o de ese color y ese movimiento de cámara que puebla la película y la hace tan única. Que nadie espere un peplum o cine bíblico tipo Los diez Mandamientos. Esto es cine espectáculo del siglo XXI, con más en común con Jerry Bruckheimer que con Cecil B. de Mille, y a ratos más cercano a Mad Max o Cormac McCarthy que a la epopeya de Charlton Heston (atención al comienzo con esos paisajes desérticos y esos humanos asalvajados) .
Lo que ya es más difícil de ver y muchos no compartirán es el alma que tiene la película. Noé es una película en la que el apabullante despliegue visual se ve si cabe eclipsado por una pasión narrativa sin igual y una historia que apasiona a su director y acaba apasionando a la platea. Es una narración visceral, arriesgada, con la que sabían que iban a levantar muchas ampollas entre los más fanáticos de varias religiones, y aun así ahí está. Noé es una historia de supervivencia, sí, pero también una oda a la naturaleza, una reflexión sobre el poder y la corrupción y una o varias historias de amor. Y en todas esas facetas triunfa porque hay una conexión inmediata entre público y personajes, y eso es así porque el guión alcanza unos niveles de emoción que hacía mucho que no se veían en una película de medios tan grandes. He ahí secuencias como la historia que Noé cuenta a sus hijos acerca de la Creación, toda la última parte del viaje en el Arca, la relación de la familia con los Vigilantes o el peligroso lazo entre Cam y Tubal-Cain, momentos absolutamente maravillosos que entroncan directamente con ese gran cine clásico de Hollywood con el que la película no tiene nada en común en lo formal y visual, pero sí en su fondo, a pesar de lo que puedan decir algunos. Y encima, con ese reparto gigantesco que tiene Aronofsky, poco espacio más puede haber para la queja. Russell Crowe y Jennifer Connelly forman una gran entente desde Una mente maravillosa (son quizá la mejor pareja artística el uno del otro), pero aquí rozan lo excelso. Juntos son el amor en todo su esplendor, ese amor que nunca se marchita pero sí evoluciona para bien y para mal. Por separado, el neocelandés está enorme en todas las facetas de Noé, el padre cariñoso, el siervo de Dios (ese gran ausente por su nombre y sin embargo omnipresente) y el cruel ejecutor lleno de demonios, mientras que Connelle demuestra una vez más que podría emocionar hasta a las piedras si se lo propusiera (atención a la escena en que Naameh recrimina a Noé lo que se propone hacer con unos inocentes). Y qué decir de Emma Watson, que forma junto a Mia Wasikowska y Jennifer Lawrence el tridente de oro de las actrices menores de 25 años del planeta, soberbia en su recreación de una joven que ha de madurar por amor y obligación antes de tiempo, o del cada día más interesante Logan Lerman (aunque le ha tocado bailar con la más fea… el personaje de Ham es ciertamente irritante), o de un Douglas Booth que aporta serenidad y aplomo.
Noé. Un Noé muy humano que, sospecho, es lo que tanto está molestando y molestará a algunos. Fuera prejuicios. Es cine de primerísima categoría. Es desde ya una de las mejores películas del año.
Lo mejor: Casi todo, y muy especialmente la emoción y pasión que desprende la narración y las interpretaciones de todo su reparto (especialmente Crowe, Connelly y Watson)
Lo peor: Es posible que le sobren unos diez minutos en su segundo tercio, desde que la familia construye el arca hasta que comienza el diluvio.
Noé es una película que si bien ha sido recibida positivamente por la crítica, no por el público en general. Y es que Aronofsky no intenta hacer aquí una típica película épica-religiosa. Esta no es como La última tentación de Cristo, ni como La Pasión de Cristo, sino la evolución del carácter de Noé a través de la misión que le fue encargada por Dios. Aquí Noé no es un héroe, sino un padre y un sirviente de Dios.
Pero la advertencia que les quiero dar es ésta: vean ésta película como si nunca hubieran conocido antes el relato del Arca de Noé. Y es que ese es el principal problema por el cual la película no está siendo vista como es. Noé presenta la historia del Arca de una manera tan diferente a la que todos conocemos, la de la Biblia, que muchos sienten que Aronofsky la ha profanado yéndose al género de la Fantasía, pero tienen que saber que Darren Aronofsky es judío, sus padres son judíos masortí, NO CRISTIANOS. La literatura religiosa judía, el Tanakh, las tradiciones judías tienen una versión distinta de esta historia. Sólo busquen en Internet, en libros, donde sea. Los vigilantes, las criaturas de piedra que todos están comparando con un Transformer (¡qué sé yo de dónde habrán sacado eso!), pertenecen al libro de Enoc, un libro que no está en la Biblia ni es aceptado por el cristianismo. Tubal-cain también aparece en la biblia hebrea. Y la historia que cuenta Noé de la creación del mundo viene del creacionismo evolutivo, que cree en el relato de la creación, sin embargo cree que los Siete días de la creación son un simbolismo, y que todo aquello ocurrío en millones de años (es como una mezcla de ambas creencias). Así que si van a ver Noé, espero que sea sin prejuicios, y califíquenla sólo por su valor estético, artístico, narrativo, pero no religioso.