Noche nupcial
Sinopsis de la película
Un escritor achaca su crisis de creatividad al ambiente en el que se mueve, la alta sociedad. Por esta razón decide transladarse junto con su esposa a su pueblo natal en Nueva Inglaterra. Su mujer decide regresar, poco después, a Nueva York, y él se enamora de una granjera, a la que convierte en heroína de su novela. Sin embargo, sus padres le obligan a contraer matrimonio, contra su voluntad, con otro hombre.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Wedding Night
- Año: 1935
- Duración: 83
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Opinión de la crítica
Película
6.7
81 valoraciones en total
El espectador se encuentra con una sonrisa entre los labios apenas la pantalla comienza a iluminarse.
Luego los vaivenes entre el sentido cómico y la propuesta dramática le van situando en la verdadera dimensión de una película costumbrista, como sacada de la realidad, en la que cada detalle aporta una dimensión nueva.
La dirección de K. Vidor es de factura elegante y se inscribe en el contexto de una ambientación excelente y una admirable fotografía en blanco y negro.
La historia está muy bien contada y posee sentido social así como un hondo calado emotivo que ribetea las notas del melodrama.
Gran actuación de G. Cooper.
Una de las grandes obras maestras del drama romántico y social americano de los años treinta y uno de las películas más desconocidas del maestro King Vidor.
En Noche nupcial (The Wedding Night), estrenada en 1935, el romanticismo de Vidor se abre paso con una limpidez absoluta. Al igual que en el caso de los geniales directores Frank Borzage o William Dieterle, Vidor nos muestra cómo el amor es una fuerza que, aunque haya una imposibilidad de culminación en su aspecto humano, pervive hasta después de la misma muerte. Los últimos y maravillosos planos nos lo plasman con meridiana claridad.
El desinterés a los lujos urbanos, la postura individualista y el rechazo a las brutales, machistas y clasistas costumbres ancestrales de las comunidades rurales por parte del protagonista (impresionante Gary Cooper), un escritor fracasado por imposiciones comerciales que se refugia en busca de paz en la soledad de los campos nevados y se enamora de una mujer desamparada (guapísima Anna Sten), precipita a los amantes a la tragedia. Tragedia que de alguna forma es redención pero, aunque el recuerdo de la amada permanezca en la memoria (la fuerza del amor anteriormente mencionada), los obstáculos sociales hacen que ese mundo sublime que se pretendía –ya queda lejos el ideal poético renacentista del desprecio de la corte y la alabanza de la aldea– sea destruido. Nuestro hombre volverá a triunfar como escritor en la ciudad, pero será un ser frustrado al que solo le quedará la presencia indeleble de aquel amor perdido.
Por otra parte, resulta magistral y esclarecedor –la impresionante fotografía Gregg Toland lo resalta sin estridencias– el contrapunto de las escenas cotidianas y amables –casi idílicas– en el interior de la casa, con el ímpetu y la dureza –aunque también con la belleza– de la naturaleza primigenia. La nieve funciona como fuerza purificadora y destructora, como un vislumbre del paraíso perdido y el rumor de la desolación que llegará.
En conclusión: una obra con todas las características temáticas y estilísticas de King Vidor, imprescindible y de absoluta modernidad, plagada de sensibilidad y de romanticismo –nos estremece como el poema Oda a la inmortalidad , de William Wordsworth–, que todo el mundo debería disfrutar.
Los escritores necesitan siempre que la inspiración se sienta a su lado para poder transmitir sus escritos con mas intensidad y fuerza, en ocasiones consiguen llegar al lector proporcionándole a cuenta gotas sus propias experiencias, esas que ellos mismos conocen tan bien por haberlas experimentado en sus propias carnes.
King Vidor se inspira en la historia de un escritor capaz de lo mejor pero también de lo peor, un escritor humano que escapa de la categoría de los ídolos, en ocasiones toca el cielo con sus propias manos y en otras se ve envuelto en un auténtico lodazal.
Gary Cooper es siempre un valor sólido, no cotiza en ningún mercado como lo hace el oro pero sin duda brilla mucho mas que él, la profundidad de su mirada, su presencia siempre destacable y la categoría de sus palabras le avalan como una estrella rutilante que brillará eternamente en el firmamento del cine.
Últimamente veo una película o dos diarias.
He vuelto a mi vieja pasión por el cine desde que tengo Filmaffinity.
Si quereis os cuento.
Si no quereis pues nada, yo cuento de todos modos y podeis pasar página.
O leerme pasado mañana, que a estas horas seguro que ya empezáis a tener sueño o ganas de salir de marcha.
Vereis: yo tenía una vieja afición. Desde adolescente he ido siempre al cine, casi a diario.
En mis primeros años me llevaba mi padre, normalmente a las películas de aventuras, del oeste, de dibujos animados…luego empecé a ir solo. Me metía en un cine, y luego a otro, y entre medio me comía un bocadillo con un café… Después conocí amigos cinéfilos en un festival de cine de Cádiz, Alcances . Y a partir de entonces y durante años fui con esos amigos, y empecé a llevar un diario de cine. En este diario, que conservo, apuntaba mis comentarios, al tiempo que apuntaba el tiempo que había hecho, si el paseo había sido agradable. Estos amigos y yo salíamos del cine, nos encendíamos un cigarrillo y nos íbamos al bar a tomar una copa o una tapa y a comentar la película…
Y me lo pasaba muy bien, casi tan bien como me lo estoy pasando ahora… cuando recuerdo películas como ésta de Gary Cooper, tan romántica.
Cine de tinieblas, le hubiéramos llamado, o cine de simplemente niebla. Niebla, viento y nieve, y en medio la silueta de Gary Cooper, el romántico por excelencia. Y a su lado, compartiendo amarguras, silencios, nostalgias o anhelos, una mujer enamorada.
Siempre me gustaron las películas románticas, aunque me iba a casa sufriendo cuando el protagonista, o la mujer, morían.
En este mundo, muchos hombres hemos tenido la suerte –y desgracia- de conocer a una mujer hermosa y fascinante… a la que luego perdimos como se pierde un sueño: en forma repentina y para siempre. Su imagen nos persigue indefectiblemente, la vemos en la lluvia y en el sol, la confundimos con otras chicas que vemos de espaldas o a lo lejos, y el corazón se acelera hasta que comprobamos luego que fue solo una ilusión. Y así, hagamos lo que hagamos, la mantenemos latente por muchos años, deseando en cada salida a la calle, poder reencontrarla. Pero todo es en vano… ¡ya no volvemos a verla nunca más!
Un filme como LA NOCHE NUPCIAL, nos trae a la memoria este recuerdo, porque el escritor Tony Barrett tiene aquí una experiencia semejante, y el director King Vidor, nos la cuenta con ese aura romántico que caracteriza a todo gran artista y a todo hombre de muy profundas e íntimas experiencias.
Gracias a aquel deseo del señor Novak de comprar una tierra, Tony, (el escritor que ahora anhela el campo para huir del tráfago de las ciudades… y también un poco de su mujer), se encuentra con Manya (la adorable chica polaca que quisiera huir de su hogar para recobrar esa libertad que luce constreñida por desusadas tradiciones) y una sensación de amor a primera vista se produce de inmediato entre ellos. Seguidamente, una serie de gratos y sentidos detalles, fluirán en cada momento, por parte de él, con un ferviente anhelo de perpetuar a Manya en su más profunda novela, y por parte de la chica, al demostrar que tiene carácter y al procurar atenderle para que se sienta complacido.
Entonces, surge un romance con aroma a plenitud, a fascinación, a dicha eterna… pero por razones vedadas, el universo quizás no esté dispuesto a complacerlo y acaso deba lucir como aquella estrella fugaz que solemos ver en las noches estrelladas, cuya permanencia es mucho más larga en el recuerdo que en la visión que se le permite a nuestros ojos. ¡Razones tiene la vida!, ¡Motivos tiene el amor!, pero, esa es la suerte de vivencias que consiguen marcarnos para siempre.
Nuestro apreciado, Gary Cooper, da la medida como ese autor en momentánea crisis, que de repente siente que la musa vuelve a inspirarle al conocer a aquella prohibida joven condenada a casarse en una boda arreglada. Y Anna Sten -la actriz rusa en quien Samuel Goldwyn depositó sus mayores anhelos cuando la vio en el filme alemán El asesinato de Dmitri Karamazov, llevándosela de inmediato a Hollywood-, consigue la que quizás haya sido su mejor interpretación durante su estancia en América, logrando un personaje profundamente cálido y emotivo.
Indudablemente, son muchos los dones de la tierra, pero algunos tan solo podemos preservarlos en la memoria. Y aunque los recordamos con lamento, los agradecemos siempre porque, en cualquier caso, fue un privilegio el haberlos podido experimentar.
Admito que, LA NOCHE NUPCIAL, es la suerte de filme que siempre consigo ver con mucha complacencia.