No
Sinopsis de la película
René Saavedra (Gael García Bernal) es un ejecutivo de publicidad que regresa a Chile tras su exilio en México y diseña una brillante y optimista campaña que propugna el No al plebiscito chileno de 1988. Su objetivo es poner fin a la dictadura militar y derrocar a Augusto Pinochet, con una estrategia de márketing no basada en el enfrentamiento y la denuncia del régimen sino en la esperanza de un futuro mejor.
Detalles de la película
- Titulo Original: No
- Año: 2012
- Duración: 116
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Opinión de la crítica
Película
7.1
51 valoraciones en total
¿Por qué No no debiese ganar el Oscar?
Partamos por dos comentarios previos:
(1) El Oscar no es una referencia obligada, si gana el Oscar no es mejor película, si lo pierde no es peor. El Oscar tiene fuertes influencias del marketing, del lobby, etc y poco refleja, por si mismo, la calidad de las películas. Por tanto la pregunta no debiese ser ¿por qué no debe ganar el Oscar? sino ¿por qué no es una gran película?
(2) Este no es un comentario antichileno, de hecho considero que le proceso artístico (en diferentes artes) chileno de los 60 y 70 es el más llamativo del cono sur, películas como Largo Viaje o El Chacal de Nahueltoro son de tremenda calidad. Entonces no hay antichilenismo o bien un sesgo al respecto,, es simplemente constatación de hechos, hoy no existe esa potencia creativa, lo que está surgiendo es una industria cinematográfica (el fortalecimiento industrial del país irradia inclusive a las artes), pero no una fuerza artística explosiva.
Hecho esos dos comentarios procedo a argumentar. Me pasan varias cosas con No, lo primero aclarar que no es una mala película – es entretenida, dinámica, con una narración muy ágil y un buen uso de las imágenes-, pero de de ahí a ser una gran película, una distancia sideral.
Partamos por lo esencial: ¿cuál fue el propósito de la película, qué quiere lograr?. Nunca queda claro, si lo que se quiere es reflejar un proceso histórico y reflejar un proceso social, la película queda muy corta, demasiado. La simplificación de lo que estaba pasando en Chile a la presión internacional es demasiado caricaturesca (adjetivo que podríamos aplicar a varios elementos de la película: personajes, historias, etc). Es decir, como film: histórico, sociológico y cultural, la película no cumple. Si lo que se quiere mostrar es una historia de un personaje, nuevamente al debe. Nunca se entiende el fin del personaje central: ¿quería quedar en la historia?, ¿quería cooperar pero pasar inadvertido en la historia?, ¿tenía un fin completamente de su éxtasis de la su profesión o tenía un fin político o ambos?, la verdad no lo podemos saber, porque el desarrollo de los personajes (no solo el central) es plano. Por último la carencia de fuerza narrativa es total, el espectador nunca logra tomar partido o meterse completamente en la historia, porque esta no logra conmover, nunca es totalmente convincente, los personajes nunca se terminan de desarrollar y las actuaciones dejan bastante que desear.
Es decir tenemos una película entretenida y dinámica, pero que no entendemos su propósito, jamás emociona, sus personajes son planos, no tiene fuerza narrativa y no nos deja nada al terminar de verla. ¿Puede ser considerada una gran película?, la respuesta es clara: No, solo un buen rato.
En 1988, la dictadura chilena del general Augusto Pinochet buscaba validarse ante el mundo con un plebiscito sobre su continuidad. Los chilenos se encontraron frente a dos opciones: el Sí, que significaba la permanencia en el poder de Pinochet por ocho años más, y el No, que permitiría el llamado a elecciones democráticas y la posibilidad de un cambio en el sistema de gobierno. Durante 27 días, ambos bandos tuvieron 15 minutos de la franja televisiva para convencer a los votantes, 27 días en los que él Sí tuvo detrás todo el poder oficialista y el No recurrió a la creatividad y el humor para hacer llegar su mensaje. En este contexto se desarrolla No, la más reciente película del director Pablo Larraín.
René (Gael Garcia Bernal) es un joven publicista que regresa de su exilio en México para trabajar en una de las agencias de publicidad más importantes de Chile. Durante este tiempo, acepta encargarse de la campaña publicitaria de la opción No aún cuando todos la daban por perdida. Con un pequeño equipo de colaboradores, René debe unificar los criterios de todos los partidos que componen la oposición chilena además de convencerlos de que la mejor manera de ganar es ofreciendo un mensaje cargado de alegría y esperanza. Es así que se inicia una campaña política bajo la sombra constante del régimen, la desesperanza de sus miembros y un lema sencillo pero muy diciente: ¡Chile la alegría ya viene!
Con el fin de lograr que el espectador se sumerja en esta época, Larraín decidió darle un tono de documental a su película. En primer lugar, decidió utilizar cinta magnética de baja calidad como la usada en la televisión de aquellos años, y aunque en un principio es difícil acostumbrarse a esto, cuando llega el momento de usar las imágenes de archivo queda claro por qué Larraín decidió tomar este camino. La dirección de Larraín, los movimientos de la cámara y los diferentes enfoques contribuyen también a que en todo momento nos sintamos viendo el detrás de cámaras de un evento histórico, que es precisamente lo que se supone que estamos viendo. El gran trabajo de Larraín adquiere más fuerza al estar acompañado de muy buenas actuaciones de todo el reparto, en especial de Gael García en la que podría considerarse entre las mejores actuaciones de su carrera.
La historia de No tiene un final conocido. La oposición gano por un pequeño margen y Chile lleva más de 20 años viviendo en democracia. Sin embargo, el gran éxito de Larraín es hacer que esto no evite que nos emocionemos durante el transcurso de la película y que el mensaje esperanzador de su historia transcienda la pantalla y la época. En una Latinoamérica en la que las instituciones democráticas viven en una constante lucha por sobrevivir, No es un recordatorio de aquella época en la que la alegría llegó para dejar las dictaduras atrás.
http://filmicas.com
Para los chilenos, quizás a estas alturas nadie desconozca la trama principal de NO (2012) del realizador Pablo Larraín. Muy sintéticamente cuenta del diseño de la franja publicitaria de la oposición al régimen de Augusto Pinochet, que desembocó posteriormente en el triunfo de la opción NO -por ende, la vuelta de a la democracia-.
Tratándose entonces de una película de ficción pero con un tono muy historicista y documentalista, considero que debe evaluarse desde la perspectiva histórica y la propiamente cinematográfica.
Respecto a la primera, en honor a la verdad me parecen infundadas las críticas que la opinión pública ha deslizado sobre la película porque daría la falsa de que el triunfo del NO se debería casi de forma exclusiva al éxito mediático que alcanzó la franja en su tiempo. Desde ya parece claro que un episodio histórico como al que nos referimos no se genere por sola influencia de la televisión, pero tampoco creo que haya que polemizar mucho al respecto: si alguien desea aprender sobre la historia de un país -particularmente del propio-, creo que lo mejor sería buscar verdades en un manual o en artículos de historiografía antes que en una película de ficción. No se debe confundir el deseo del director de transmitir la verdad histórica en imágenes -a fin de contextualizar su ficción y hacerla vívida-, que creer que esas imágenes son realidad y menos que den fe de un acontecimiento histórico. Por último, tampoco debe desdibujarse la relevancia de ese espacio televisivo en cuanto a su importancia real, ya que como nadie discutiría que es la causa de la caída del Régimen, tampoco puede negarse el hecho de que sea quizás de lo más potente que se conserve en la memoria colectiva del país, tal como ocurrió con la visita del Papa.
En cuanto a lo cinematográfico propiamente tal, la pelicula toma algunas decisiones importantes y arriesgadas. La primera es el formato: utiliza cinta magnética de la época en formato 4:3 de una calidad despreciable, pero justificada porque intercala material de archivo de la época, haciendo las transiciones ficción/realidad menos notorias. Debe tenerse presente también que el filme utiliza a personeros de la época como actores, inclusive a un Ex-Presidente de la República, motivo que justifica aún más el formato electo, a fin de evocar la visualidad de la época al espectador que presenció los hechos, como para contextualizar la historia respecto de los más jóvenes que no tienen recuerdos de los acontecimientos.
La segunda decisión importante y que creo que es lo que ha calado más hondo de la pelicula, es la visión crítica que desliza al mundo político, particularmente a lo que vino después del plebiscito. Creo que la película toma una posición clara respecto a quién prefiere y también justifica el uso de publicidad abiertamente comercial para lograr sus objetivos. La crítica que la película esboza no ataca al hecho que a la ciudadanía se le vendiera democracia al igual que bebidas gaseosas, ya que en ambos casos se trata de publicitar algo que se espera sea preferido por el público: sólo recuérdese las peleas que el protagonista tiene con aquellos que quieren mostrar en la franja las tropelías del régimen y darle un carácter testimonial, justificándose entonces la línea argumental del espacio que aparece en televisión de caracterizado por el humor y la alegría, lo que se transformó como motor de la campaña. En el fondo, la crítica se desliza en el momento en que comprendemos efectivamente que la Concertación de Partidos que constituye la oposición no fue otra cosa que un producto nacido de las circunstancias y con un objetivo único: la caída del régimen. Es porque en realidad esa colectividad sin proyecto -tal como se describe a poco iniciar el metraje- podía venderse como un producto al igual que la Free, el microondas o una telenovela. Es porque la visión del futuro alegre y con esperanza ataca de tal forma el alma humana que puede explotarse para prometernos cualquier cosa. Ahora bien, esta lectura -muy particular por lo demás- no puede servir para otras interpretaciones que la película no propone y que otros han esbozado, sintéticamente en el fraude que habría significado los gobiernos posteriores de La Concertación y el hecho de que la alegría nunca llegó , sin que pueda negarse que hay un germen dentro de ella.
En lo que respecta a la historia de los personajes, creo que es de poco interés la tirantez amorosa del protagonista con la madre del niño y su posterior decepción -llora por soledad o por desamor?-, como también la pseudo competencia que se desarrolla entre éste y su empleador. La primera historia creo que no añade mucho al contexto de la trama en general -nada personal con Antonia Zegers, que está muy bien en lo que hace-, mientras que la lucha entre los protagonistas toma relevancia cuando en la película se descubre la batalla la existencia de una batalla declarada entre ambos a través de las franjas que defienden, máxime si se considera la posición que tienen ellos al interior de la empresa en que trabajan -de jefe a empleado, respectivamente-.
Chile, la alegría ya viene. Al amparo de este jingle publicitario, la oposición de este país ganó el plebiscito que Augusto Pinochet se vio obligado a convocar en 1988 debido a las presiones internacionales para que el pueblo decidiera sobre la continuación de su régimen. En No, último filme del director chileno Pablo Larraín nominado al Óscar a mejor película extranjera, Gael García Bernal interpreta a René Saavedra, personaje ficticio inspirado en Eugenio García, el verdadero creador de la campaña del No que derrocó al dictador (Pinochet perdió con el 55 por ciento de votos en contra) gracias a una campaña basada en transmitir positividad, alegría, en lugar de apelar a los crímenes de la dictadura como razón para el no.
Y es que ese es el debate que plantea No, una discusión manida pero siempre candente sobre si el fin justifica o no los medios. Que el anuncio que había de llamar a la democracia y la liberación se parezca, más que a un ejemplo de participación y responsabilidad ciudadana, a un anuncio de Coca-cola, con modelos que nada tienen que ver con el físico del chileno medio y que representan una serie de imágenes idílicas más cercanas al American dream que a la sociedad real chilena, puede parecernos más o menos legítimo. Lo que está claro es que con esta suerte de apelación a un futuro mejor, en la que los abusos, la miseria o la violencia pasada están incluidos en la letra de la canción pero no puestos en imágenes, el principal objetivo de la campaña se logró: librar del miedo y el temor al pueblo a la hora de votar, aun cuando la propia oposición dudaba de las posibilidades de un referéndum convocado por el poder. Se dice que el éxito se debe a que se dejó de lado el panfleto político y se sustituyó por imágenes más agradables. Debemos pues preguntarnos si lo que hace a esta película tan interesante es el hecho de que suponga un acercamiento a los orígenes del populismo político que afecta a nuestras sociedades actualmente.
Sea como fuere, la decisión del publicista René debería llevarnos a pensar sobre el poder del audiovisual y su fuerza para evocar sensaciones y sentimientos, a veces no deseados, como en el caso de las imágenes de violencia para el anuncio del No, pero otras sí. Es el caso de la película propiamente dicha. En ella, no solo aparecen imágenes de archivo que ayudan a recrear el Chile de finales de los 80, sino que para el rodaje se decidió usar cámaras analógicas de la época para conseguir el formato en el que se grababa entonces. De este modo unas imágenes y otras se mezclan con naturalidad evocando aquel momento como si de un documental se tratase. Este hecho, junto con el formato casi cuadrado de 4:3 y algunas técnicas cercanas al reporterismo como la cámara al hombro, zooms o rostros velados por la luz del sol, contribuyen a que en No los límites entre ficción y realidad histórica se difuminen, eso sí, a favor de un relato ciertamente honesto con lo que ocurrió aquel octubre de 1988.
Paloma González para Crazyminds
Una acierto cinematográfico de Pablo Larraín, No es un película que muestra un Chile desde una visión más bien neutral sobre todo frente a el pronunciamiento militar . Consiguió mostrar todo lo que quería y no cayó en el ya herido resentimiento de los Chilenos a la dictadura. Es un película real, hecha por nada menos que un hijo de la derecha, pero sin rol político determinado, con ideas muy claras, como muchos de los jóvenes chilenos. Que no sienten representación por los partidos políticos. Es un acierto en cuando a guión, a historia, a electo, contando con un gran G. García Bernal y un aún mejor Alfredo Castro.
Larraín emociona al insertar realismo en vídeo, tales como la misma tanda del No y ese juego de cámaras con participación de actores reales y con un toque del paso del tiempo…. Un estética muy bien cuidada y un millón de detalles que en resultados nos entregan un joya para el en ascenso cine chileno.