No me dejes marchar
Sinopsis de la película
Cuando Max (John Cho), padre soltero, descubre que tiene una enfermedad terminal, decide intentar compensar todos los años de amor y apoyo que se perderá con su hija adolescente Wally (Mia Isaac) en el tiempo que le queda con ella. Con la promesa de unas ansiadas clases de conducción, convence a Wally para que le acompañe en un viaje por carretera desde California hasta Nueva Orleans para asistir a una reunión de antiguos alumnos de la universidad, en la que secretamente espera reunirla con su madre, que les abandonó hace tiempo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Dont Make Me Go
- Año: 2022
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
5.3
57 valoraciones en total
Lo de surcar el espacio con el volumen capilar que desafiaba a la gravedad no cuajó. Eso de surcar por el espacio con jersey amarillo aún está por volver a pasar. Y la vida sigue para John Cho cambiando de plataforma -amazon prime- y prodigándose en un espacio tan terrenal e inhabilitado para la sorpresa como es el melodrama familiar de acercamientos paternofiliales via road movie: o sea, surcando la carretera (con Mia Isaac) de California hasta Nueva Orleans, cambiando aeronaves por todoterrenos.
Y es que el ya cincuentón -¡lo juro!- John Cho, a la chita callando desde los ya lejanos periplos juveniles y porreros en las franquicias de American Pie y Harold & Kumar, se ha transformado en un señor en edad de merecer los papeles de padre enrollado (y jodido por una dolencia tumoral) en la tesitura de intentar reconectar con su hija en una aventura compartida por carretera que, con la excusa de asistir a reunión de antiguos alumnos (y de enseñarle a conducir) valdrá para que se conozcan ella y su madre.
Por otro lado, aunque sea en un papel anecdótico siempre es reconfortante encontrarse con Kaya Scodelario en más papeles que le ofrezcan la oportunidad de actuar sin sudar ni llevarse moretones.
Pues eso. Un melodrama de choque generacional y reencuentros familiares con muy poco de lo pernicioso que los clichés del género acostumbran a aportar y más de lo inesperadamente salvable para este subgénero de cuentos sustentados en un buenismo agridulce donde al dibujo realista y naturalizado de los sentimientos no siempre los absorben el empalagamiento ni el azúcar.
El final es tramposillo, eso sí. Lacrimógeno como para llorar a moco tendido -¡culpable!- pero tramposillo.