Nightingale (TV)
Sinopsis de la película
David Oyelowo interpreta a un veterano de la guerra de Irak que invita a su casa a cenar a un antiguo compañero de combate, y cuyos problemas psicológicos se manifestarán en el transcurso de la velada.
Detalles de la película
- Titulo Original: Nightingale (TV)
- Año: 2014
- Duración: 83
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Opinión de la crítica
Película
5.2
29 valoraciones en total
Cansina y aburrida película que aunque al principio muestra un hilo de tensión que parece que conducirá a un desarrollo interesante, se queda sólo ahí en un banal intento de mostrar el talento interpretativo de David Oyelowo como gran actor, que no dudo que lo es. Lo único que puede mantenerte con ánimo de continuar viendo este bodrio es conocer la identidad, el supuesto gran amigo al que tanto espera y tanto idolatra. En fin, película sólo apta para gente de estoica paciencia, y de la que se nota que se gastaron 4 duros.
Vi Nightingale (USA, 2014), hecha en formato telefilm, dirigida por Elliott Lester (con una modesta carrera en el cine), con guion de Frederick Mensch y una grandiosa actuación de David Oyelowo (un experimentado actor que ha sido reducido a ser de reparto). Es un monólogo que trata de la degeneración psicológica de un veterano estadounidense de la guerra de Irak. Este tipo de filmes, con un solo actor y en una sola localidad (la casa del veterano que comparte con su madre), exige demasiado, pero debo decirlo, aquí se cumple cabalmente con lo exigido. El filme, a pesar de su modestia en cuanto la producción y el lanzamiento, como si ella misma se ubicase como cinta de segundo nivel, muestra a un Oyelowo que transmite con confianza y de manera convincente la crisis de un hombre trastornado y, por ello, errático. La secuencia de la cinta permite que el suspenso y la emoción se transmitan al espectador y, definitivamente, se convierta en más que eso: termina sintiéndose alguien más de la trama, juzgando con severidad y otras veces con indulgencia los hechos narrados. Para lograr este efecto, el director pone al protagonistas a dialogar en varias escenas con la cámara de su computador o celular, esto es, con el anonimato de la Web (el veterano graba en la Red sus sensaciones y las transmite en vivo) como artificio para atraer al espectador hacia la cinta misma. Al finalizar, el espectador sale con intrigas, bien provocadas desde la narración, como saber cuáles de las llamadas eran reales y cuáles fingidas por el propio joven trastornado. En cuanto su utilidad para ciclos de cine-foro, considero que a los que trabajan temas de salud mental les caería como anillo al dedo esta película, pero igualmente la cinta le permite al espectador escabullirse no sólo por los recovecos de un enfermo sino también por los misterios de las relaciones sociales, de las personas que nos rodean, de una sociedad que sólo muestra una faceta sana de lo que significa ser-con-otros. Una mirada foucaultiana del asunto no nos caería nada mal. Concluyendo no entiendo por qué muchos críticos le han dado palo al filme, tal vez por salirse de los esquemas convencionales de la narración de thriller psicológicos. A mí me gustó justo por su creatividad y, a la vez, porque a pesar de que un espectador pueda creer que todo está claro en el quid dramático, realmente no lo está, como sucedería en la vida real con personas aquejadas como lo está el veterano sobre el que gira la acción. Eso sí, al ser un monólogo y una filmación en un solo espacio, podría parecer algo aburridora para quienes no están acostumbrados a este tipo de formatos. Pero los invito a que la vean, y se sorprenderán de lo que ofrece. 10-02-2016.
Se ha abierto la caja de Pandora, tránsito hacia la rabia, ira y barbarie de quien no controla más sus emociones.
Un único personaje, las cuatro paredes de una casa y el delirio de su mente, inestabilidad que queda patente desde la primera toma y, a partir de ahí, la caja de Pandora entra en escena, libertad total a la locura mental, a la demencia enfermiza, al incesante monólogo de su cabeza consigo mismo, perturbada declaración de intenciones de quien vive bajo el yugo de su tormento y tiene una única obsesión, el encuentro y cena con su leal y eterno amigo, compañero de armas del ejército en quien siempre poder confiar.
Sólo que, cuando la ideal fantasía se derrumba, su ansiedad, devoción e inquietud van en aumento, una masacre mental de si para si mismo que acapara toda la pantalla, conviertiendo al espectador en esa cámara web a través de la cual se confiesa y narra su distorsionada aventura.
Excepcional David Oyelowo, cuyo enfoque constante de la cámara le juzga sin descanso ni escondite, envite del que sale con buena nota pues es su expresividad facial, su alternancia locutoria y su credibilidad del personaje lo que le encumbra al aplauso y reconocimiento de su magnífico trabajo realizado.
El guión es el verdadero artífice y protagonista, esa larga conversación con el público para dar a conocer la lógica desequilibrada de quien razona para su propósito y se desmorona al no cumplirse las ilusiones y esperanzas volcadas en el mismo, los efectos colaterales de participar en una guerra y estar en primera fila de combate expuestos con sencillez, picardía y con una claridad reflexiva e interpretativa donde es fácil y gustoso observar el vaivén psicológico de quien vive en su mundo para el solo.
Desnudez emocional visionada a través de la mirada, voz y movimiento corporal de James, hijo/hermano/vecino/amigo perdido en su conflicto pensativo, de instantáneo estallido emocional, que se debate entre la luz de su raciocinio y la sombra de su interioridad herida, complejidad patente que se absorbe completamente y que, los primeros 45 minutos, te mantienen al acecho e interés de esta víctima asesina, inocente y culpable por igual, que como hámster en la rueda de su jaula, da vueltas y vueltas esperando el gran momento de su cita, esa delicada preparación exhaustiva que da sentido a su existencia y a la que se coge como fuego ardiendo, por profundo y ascendente que sea el drama que gira a su alrededor.
A pesar de todas las alabanzas vertidas, llega un punto en que la novedad y atrape de su presentación y camino se transforma en reiteración que disminuye, levemente, la observación y curiosidad de este demente Quijote contra el mundo, y contra esas fuerzas que impiden su reencuentro con su añorado Sancho Panza, en cierto momento, el entusiasmo y énfasis de sus cavilaciones se reducen por monotonía de quien no avanza y está estancado en el mismo tema, esa seducción por su paranoia de objetivo a cumplir, en la más absoluta perfección detallista, atrae pero, llega a saturar y causar cierta recesión temporal donde ya no alienta tanto indagar en el estropicio cerebral de este Hamlet de la guerra de Irak para, posteriormente, dejarte en la oscuridad final sobre su último paso, para que seas tú quien invoque la conclusión resolutiva.
Apropiada duración para mantener la perspectiva el mayor tiempo posible, tener un mínimo descanso pasada más de su mitad y que remonte la apetencia en su último tramo, discreción para un rodaje sobrio y sereno, una interpretación penetrante y un argumento que sabe llevarte de la mano por donde quiere, drama psicológico, que con modestia y gran arte, se deja ver para contemplar los estragos y desvaríos de una persona sana tras su paso por un conflicto bélico.
Vivencia, de una excelente obra de teatro, a través de la pantalla, te gana, nutre y eclipsa.
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