Naturaleza muerta
Sinopsis de la película
Tras la construcción de la presa de las Tres Gargantas (China) la aldea de Fengjie fue inundada y sus habitantes realojados en un nuevo emplazamiento. El minero Han Sanming regresa a Fengjie, después de 16 años de ausencia, a buscar a su mujer. También la enfermera Shen Hong busca en la aldea a su marido.
Detalles de la película
- Titulo Original: Sanxia haoren (Still Life)
- Año: 2006
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
Película
6.8
50 valoraciones en total
Notable película de ritmo lento, en torno a La presa de las Tres Gargantas , la cual se levanta a orillas de la ciudad Yichang, en la provincia de Hubei, en el centro de China. El embalse podrá almacenar 39.000 millones de m³. La represa tendrá 2.309 metros de largo y 185 metros de alto. Además, esta colosal obra contará con dos centrales hidroeléctricas que contendrán un total de 26 turbinas de 700.000 kW cada una, equivalentes a una potencia de 18,2 gigavatios (GW), generando en conjunto una energía eléctrica de unos 84.000 millones de kWh al año.
Será la mayor presa del mundo (probablemente se finalizará en el 2009-10) y dejará bajo el nivel de las aguas a 19 ciudades y 326 pueblos, afectando a más de 1.900.000 personas y sumergiendo unos 630 km2. de superficie de territorio chino. Entonces, acogiéndose a este mismo concepto y realidad de SUMERGIMIENTO, el director Jia Zhang Ke ha querido mostrarnos a través de las dos principales historias que cuenta entrelazadas, como la vida de muchos chinos actuales se ha visto desplazada, desestructurada, borrada de la faz o ritmo básico tradicional, sumergida, echada a los márgenes del sin sentido, todo ello debido a un voraz gigantismo estatal, de grises que seguro mejorará la vida de futuros ciudadanos pero que ha roto y sumergido en cambios traumáticos vivenciales a muchas familias del presente.
La letra de una canción a mitad del film cuenta algo de estos sentimientos:
«Lo he sabido toda la vida:
¡No hay cielo sin tierra!
¡No hay tierra sin hogar!
¡No hay hogar sin ti!
¡Ni hay tú sin mí!»
Y en medio de esta vorágine de tonos grisáceos junto a las orillas del río Yangzi (en español, Yangtzé), el río más largo de Asia y el tercero más largo del mundo, tras el Amazonas y el Nilo, la gente sobrevive como muestra una escena bien significativa, aunque parezca rara, haciendo equilibrios por encima del vacío más demoledor.
Curiosa también la aparición de ovnis (uno cruzando el cielo y otro despegando entre los edificios demolidos), en una película que no cuenta fantasías sino que trata de la realidad más cruda y tremenda de la actualidad China, lo cual puede querer decir que el hoy por hoy de este gran gigante asiático parece más albergar a misteriosos responsables extraterrestres , para quienes los simples chinos no son más que meras hormiguitas, que humanos responsables capaces de empatizar con la gente sencilla y humilde a la que están causando enormes y acelerados desajustes existenciales.
Fej Delvahe
Servadac me dijo por teléfono: Te va a conmover.
Maldito Bastardo escribía en su crítica: El amor y el pasado han fallecido en ese nuevo mundo virtual sin cimientos. Todo se desmorona, los edificios vuelan, caen en pedazos, se desploman junto a las vidas y el pasado de sus protagonistas dejando la sensación, por un instante en el espectador, que está presenciando un cine que no parece hecho en este mundo .
Con estos antecedentes, ¿cómo no ir a verla?
Gracias a los dos.
Still life es un film apreciable en el que Jia Zhangke nos muestra cómo el paso del tiempo afecta a las personas y al paisaje. Mediante dos historias que nunca llegan a coincidir más allá de situarse en la misma ciudad (una abre y cierra la película y la otra ocupa la parte central) el realizador nos muestra su búsqueda del pasado, puntos clave para reconstruir sus vidas al mismo tiempo que están inmersos en una ciudad en vía de demolición por la ampliación de una descomunal presa. Permitiéndose algunos puntuales momentos oníricos el film es en cambio un potente retrato realista de la sociedad actual china en el sur del país. Tomándose su tiempo, con auténtico ritmo cinéfilo oriental, Zhangke nos conduce alrededor de la presa, por esas casas que van a ser derruidas y por la gente que vive en ellas y deben ser reubicadas. Con nostalgia por tanto de lo que se va en el presente y de lo que se fue en el pasado Still life es un ejercicio visualmente fantástico de búsqueda interior, Zhangke demuestra sabiduría en el ritmo, en la planificación y en la dosificación de ciertos momentos de humor dentro de un film que es, en esencia, dramático. A muchos críticos vividores les pilló por sorpresa en Venecia saltándose su proyección ante lo que para muchos de ellos era un film sin opciones. Que la vean ahora y juzguen. Y se avergüenzen.
Un hombre menudo y apocado camina sin ser visto, con las palmas desnudas sobre los escombros. La lluvia le golpea. La suciedad del río le induce a contemplar el esplendor de la naturaleza derrotada. Es todo dignidad.
Una mujer dibuja su perfil entre las calles. El aire es gris y deslucido. En la penumbra de un ruidoso mediodía, la máscara del rostro no descansa. Su paso es elegante. Quiso entregar la vida junto al mar, rescindir un contrato, contemplar sin trabas el Yangtsé.
Ciento setenta y cinco metros de profundidad. Un éxodo de un millón doscientas mil personas. Mil ochocientos veinte kilovatios/hora de tristeza.
Tal vez sea el menos indicado para escribir sobre la miopía lacerante de los reputados ‘críticos’ enviados por sus respectivos periódicos, los más importantes de nuestro país, como corresponsales-cronistas a los festivales internaciones más significativos (Cannes, Venecia y Berlín). Me explico: Apichatpong Weerasethakul o Tsai Ming-liang me aburren por normal general salvo cuando se ponen bizarros, musicales y más inclasificables que de costumbre (The Adventures of Iron Pussy, El sabor de la sandía, Good Bye, Dragon Inn o The Hole) y pese admirar la valentía de las novedades cinematográficas que suelen verse en los mencionados festivales, las propuestas me suelen resultar fallidas y/o tediosas.
Se debe respetar sus opiniones, como debe existir la libertad (y últimamente desaparecida variedad en estos medios) de prensa, pero otro punto y aparte debe ser la labor informativa y sus obligaciones remuneradas, ya que independientemente de su sarcasmo, mala leche y agradecida ironía sus funciones se limitan a cubrir un festival. Y aquí aparece el kit de la cuestión: tanto Oti Rodríguez Marchante, Carlos Boyero o Enric González, aparte de fusilar los trabajos de Weerasethakul, Ming-liang, Lynch o Johnnie To, no acudieron a visionar la película que sería el León de Oro del Festival de Venecia 2006, Still Life, del más que confirmado maestro Jia Zhangke.
Lo que es extraño que un cineasta como Zhangke, el más imprescindible de los realizadores de la Sexta generación del cine chino, no haya creado una expectación previa en nuestros cronistas como al resto de prensa especializada (internacional o no) y numerosos cinéfilos. Algo desolador y prácticamente impensable teniendo en cuenta que Zhangke es un director totalmente consolidado en el panorama actual: para algunos ya en su debut, Xiao Wu (1997), para otros en Platform (2000) y para el que escribe en Unknown Pleasures y su posterior y magnífica The World (2004).
Y Still Life supone una nueva confirmación de un cineasta, cada vez más estilizado, que busca el retrato vivo de los cambios contundentes de un gigante, abierto al capitalismo y cerrado a la democracia, llamado China. Un país que realiza equilibrismos sin red y cuyas transformaciones pasan por ‘engullir’ a los habitantes de una región para construir una mastodóntica presa que impulse su crecimiento.
En ese retrato de cambios, Zhangke, sigue casi de manera documental, con añadidos originales más propicios del cine fantástico, las historias paralelas de dos búsquedas sobre un inestable e incierto futuro.
La naturaleza inerte, muerta. El amor y el pasado han fallecido en ese nuevo mundo virtual sin cimientos.
Todo se desmorona, los edificios vuelan, caen en pedazos, se desploman junto a las vidas y el pasado de sus protagonistas dejando la sensación, por un instante en el espectador, que está presenciando un cine que no parece hecho en este mundo.