Nadie huye eternamente
Sinopsis de la película
Scobie Malone (Rod Taylor), un detective australiano, debe viajar a Londres para detener al Alto Comisario Sir James Quentin (Christopher Plummer), acusado de haber matado a su primera esposa. Sir Quentin admite el crimen, pero Malone sospecha que con esa confesión el caso no queda resuelto. Además, Malone, sin pretenderlo, se convierte en el guardaespaldas del diplomático, salvándolo de dos atentados. Entre los sospechosos se encuentran Sheila (lilli Palmer), la actual esposa del funcionario, su secretaria Lisa (Camilla Sparv), la fascinante señora Cholon (Daliah Lavi) e, incluso, el embajador norteamericano Townsend (Franchot Tone).
Detalles de la película
- Titulo Original: Nobody Runs Forever (The High Commissioner)
- Año: 1968
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
5.7
70 valoraciones en total
Un policía australiano (Rod Taylor) acude hasta Londres para detener al alto comisionado (Christopher Plummer), acusado de asesinar a su primera mujer años atrás. El momento parece ser de lo más inoportuno, pues el embajador se encuentra haciendo grandes avances en la diplomacia de Oriente Medio. Así pues, su detención queda en ‘stand by’ hasta que finalice una delicada cumbre, dando lugar a un monumental embrollo de intriga que despunta cuando intentan liquidar al propio diplomático.
La película no es brillante pero mantiene el interés hasta el final, cosa que no es poco en una trama de espionaje un poco caótica y difícil de seguir. Entre los mejores momentos, sin duda la secuencia durante el partido de tenis en Wimbledon y el angustioso acto del desenlace (la escena del reloj).
El reparto aguanta la embestida, especialmente Christopher Plummer, exquisito como embajador australiano acusado de asesinato, pero al que le rodea una gran incertidumbre. Plummer maneja como nadie esa ambigüedad de su personaje.
Rod Taylor, que interpreta al policía que escolta al alto comisionado, se muestra en ocasiones excesivamente rudo para el papel, pero acabas simpatizando con su campechanía en medio de tanto esmoquin.
Mención especial merece Lili Palmer, que venía de trabajar con el mismo Plummer en ‘Edipo Rey’ (1968), y cuya inquietante presencia aporta emoción a la película. Sin embargo, hay momentos -ya sea por la estética sesentera o por la frescura de Plummer- en los que más bien parece la madre que la esposa (lo siento, tengo que decirlo).
En resumidas cuentas, 98 minutos bien aprovechados.
El último porque no ocupó una posición clara de ventaja en la lista de actores famosos, siendo como fue un meritorio actor que siempre dio el máximo y cuyo porte cuadraba en la pantalla perfectamente allí donde aparecía. Un actor que combinaba su faceta de tipo duro con la de galán. Compacto y peleón como un delantero del Everton, sabía repartir y recibir igual que el mejor (Más oscuro que el ámbar), que lo mismo se presentaba como mercenario (Último tren a Katanga), que de trotamundos en la máquina del tiempo (El tiempo en sus manos) o de sufrida víctima de enloquecidos cuervos (Los pájaros), igual que también en comedias siempre como un auténtico e irresistible galán.
Estuvo a punto de protagonizar Marcado por el odio, pero al final el papel fue para Paul Newman.
En Nadie huye eternamente, un mediador político que está a punto de conseguir un tratado internacional económico, en Londres, para combatir la pobreza, es objetivo de varios atentados. Allí aparecerá Rod Taylor de policía con la misión de arrestarlo porque en Australia es sospechoso de un antiguo crimen.
La película es correcta, de acción vistosa, con las plantillas clásicas de los años 60. El ritmo se mantiene en algunos momentos a pesar que el argumento daba para mucho más juego y posibilidades.
Curioso film de acción, intriga policíaca y política y espionaje, todo junto con desigual armonía, pero interesante siempre.
Se trata de una co-producción entre Gran Bretaña y USA, elegantemente realizada por Ralph Thomas, esta vez sin su actor fetiche Dirk Bogarde. Aquí cuenta con el rocoso Rod Taylor, que lo hace de maravilla. Compone su personaje con aplomo, determinación y sentido del humor, siempre con la profesionalidad que le otorga su personaje.
Es una cinta a todas luces irregular, que una vez vista se comprueba que podría haber sido mejor, más consistente. Pero tiene escenas muy buenas y momentos como toda la parte final, que no se olvidan fácilmente.
Comienza muy bien, con unos diálogos divertidos entre el protagonista y el personaje de Leo McKern, que es quien le contrata para que detenga a un sospechoso de un asesinato cometido muchos años atrás.
Uno de estos diálogos es:
– ¿Por quién votó Ud. la última vez?
– Voté contra Ud.
y los del propio McKern con su subordinado, alguien que no está conforme con que se le contrate al protagonista:
– ¿A este hombre le conoce la prensa?
– No. Tiene más contacto con los caballos que con los periodistas .
– Cumpla las órdenes. Ahí están los datos comprobados por un experto.
– ¿De los nuestros?
– ¡De los míos! .
A veces un tanto alambicada la historia, tarda quizás un tanto en tener chispa, al existir escenas de una fiesta un tanto errática, pero necesaria para ir conociendo algunos personajes que luego tendrán importancia en la trama. Pero luego existen momentos de gran intriga como la preparación del atentado en el estadio o, repito, su gran final.
En definitiva, una algo extraña cinta, con un clímax envolvente, donde el destino tiene las cartas marcadas para cada personaje.
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Nadie huye eternamente destaca por su reparto -entre el que destacan unas atractivas Camilla Sparv y Daliah Lavi, y, por qué no, una ya veterana Lilli Palmer- y por su conseguido uso del suspense, en el que Ralph Thomas (para el que este film no era el primer ejemplo de cine de espías de su filmografía) se revela como un buen seguidor de su compatriota Alfred Hitchcock. La trama, pese a estar totalmente situada dentro de la moda, tan de los años 60, de los agentes secretos y las intrigas internacionales, es quizá más sórdida y retorcida de lo habitual. Rod Taylor -actor australiano que, por una vez, hace de australiano- es el héroe, un héroe al que lo mismo le toca usar los puños como encajar más de un golpe, y la verdad es que borda ese tipo de papel, por su físico fornido, y porque es un gran actor.
El canadiense Christopher Plummer, que, frente a Taylor, plantea un gran contrapunto, compone un personaje que, pese a su bondad, resulta siempre ambiguo y misterioso. El desenlace es un tanto extraño, por abierto: es como si la habitual historia de amor entre hombre y mujer se cambiara por una progresiva historia de amistad entre dos hombres, en principio, enfrentados. Eso sí, el resultado general se resiente de un guión con puntos flacos: ¿cómo se puede entender que un alto comisionado australiano tenga tanto peso político como para que él solo trate de conseguir la paz entre Occidente y Oriente, o entre los países ricos y los países pobres?¿Quiénes hay detrás de la conspiración que trata de desbaratar sus planes? ¿Los chinos? ¿Los soviéticos? La parte política de la trama de este film no es muy convincente que digamos.