Nacido en Siria
Sinopsis de la película
Desde que comenzara la guerra civil en Siria unos cuatro millones de sirios han tenido que abandonar el país huyendo de la violencia. Más de la mitad de ellos son niños. 2016. Nacido en Siria narra el periplo de esos refugiados desde el punto de vista de los niños que viven este calvario: los abusos de las mafias, las inclemencias del mar, la incertidumbre sobre un futuro al que la gran mayoría se enfrenta apenas con lo puesto, y descubriremos que llegar a su destino es sólo el comienzo de una nueva odisea: la de la integración en una tierra nueva y, en muchos casos, hostil. El mayor éxodo de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial visto a un metro y medio de altura a través de siete historias de guerra, sufrimiento y desesperación… pero también de superación, inocencia, valor y esperanza, que nos permitirán entender qué significa haber nacido en Siria.
Detalles de la película
- Titulo Original: Nacido en Siria
- Año: 2016
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
7.2
40 valoraciones en total
Estamos ante nada más y nada menos que uno de los documentales más crudos que existen acerca de la guerra.
Es del tipo de documental que te da una patada para derribarte y te mantiene en esa posición durante un tiempo dándote una patada de vez en cuando, para luego levantarte y volverte a arrojarte de nuevo.
Imaginen ser un niño y que tu única preocupación sea estudiar, jugar y correr por ahí y que un día de la nada una bomba de estampe contra tu casa y todo tu mundo cambien y debas madurar de golpe diciendole adiós a tu infancia e inocencia, porque alguien decidió que sería una gran idea entrar en conflicto, separar a las personas, llenar de odio a la población y que todos los días camines con cuidado de no pisar una lata de gaseosa por miedo a que sea una bomba.
La manera de abordar desde el punto de vista de quién son los seres humanos más inocentes como lo pueden ser los niños, quienes no tienen la culpa de nada de los que pasan en su realidad es desgarradora, hace que valores el lugar en el que estás sentado, la comida que comes, la casa en que vives, la ropa que te pones, etc.
Y es que uno piensa que la odisea de un inmigrante es nada más cruzar el mar con los riesgos que esto conlleva, atravesar el desierto con los riesgos que implica o pasar las fronteras con las represalias que esto significa, pero alguna vez nos preguntamos qué tan difícil es llegar a un país nuevo sin conocer a nadie, no saber el idioma, la manera en que los locales se tomarán tu estancia, la forma en que ciertos estereotipos han afectado la persepcion que alguien pueda tener sobre tu país de origen, color de piel, religión, idioma.
Las dificultades que hay en la realidad de los inmigrantes tanto durante el viaje, como cuando llegan a su destino y toparse con que una nueva lucha comienza. Imaginen empezar de cero y esperar una carta que diga: felicidades tiene el permiso de estar en nuestro país o en el peor de los caso: lo sentimos su solicitud de asilo ha sido rechazada.
Creo que esta pieza documental muestra que la inmigración tiene dos puntos de vista:
1. Si mueres en el viaje, tu odisea termina.
2. Si sobrevives todo, tu odisea parece no acabar.
Cómo nota o posdata: recomiendo ver el documental: La vida me supera. Para entender otro de los consecuencias de la inmigración en los niños.
Gracias por contarnos el éxodo de miles de personas, a través de los ojos de los niños, en un documento sobrecogedor que a nadie puede dejar indiferente.
Te rompe el corazón y te indigna ser cómplice de este sufrimiento. Gracias.
Hernan Zin construye aquí el conflicto sirio. Lo hace sin alardes ni adornos directamente al corazón del espectador. Consigue que estemos pendientes de la pantalla sin pestañear en un conflicto que no tiene visos de resolverse al menos a corto plazo. Usa las vidas de varias personas para mostrarnos la guerra y desgarrarnos directamente el coraz´´on de la conciencia. Un buen trabajado guión sobre un excelente montaje hace el resto.
Vi Nacido en Siria (españa, 2016), dirigida por Hernán Zin [1971-], todo un artista comprometido, reportero de guerra, escritor y cineasta ítalo-argentino, quien ha hecho varios documentales en esta misma línea. El guion es fruto del trabajo conjunto de José F. Ortuño y el propio director. La música es mérito de Jean-Pierre Ensuque y Gabriel Yared, y la fotografía del director. Estamos ante un documental que le da voz a varios niños y adolescentes que huyen de la guerra de Siria e intentan ingresar a Europa, algunos con más suerte que otros, a pesar de todos los obstáculos, naturales y humanos, que se les cruzan (que van desde atravesar el mar en embarcaciones no aptas para ello, hasta enfrentar las mafias que se aprovechan de la miseria de los viajantes). En este sentido, un documental como este, que promete de entrada la descripción de una realidad ante la cual es imposible no sentirse afectado, lo estético cede de inmediato al efecto moral y político que se busca. Sin embargo, reconociendo que las formas estéticas no son la fuerza de la cinta, esta está correctamente elaborada. Hay, incluso, ciertas escenas que fueron bien pensadas, por lo que podrían ser calificadas como artísticas. Entre ellas destaco los primeros planos y las tomas lentas, que involucran al espectador en la triste realidad que se retrata.
Seguramente, por un contenido tan fuerte y unas formas correctas, es que este documental ha recibido varios premios y nominaciones, a saber: 2017, Premios Platino como mejor documental, 2016, Premios Goya, nominada a mejor documental, y 2016, Premios Forqué como mejor documental.
Pero, lo reitero, hay que centrarnos en lo que el director quiere de lo que narra, en este caso, la odisea (el viaje que merece ser recreado por los poetas y los rapsodas contemporáneos) acompañada de un triple lamento: no solo son tristes las condiciones de las que esos niños y adolescentes desean huir, sino también las que les toca asumir durante el viaje y, finalmente, los problemas que se derivan de la integración cultural y económica de quienes alcanzaron la meta (ser recibidos como refugiados) en los diferentes países europeos que los recibieron. Se trata pues de siete historias, siete viajes, en la que se narran las tres fases antes vistas (inicio, transcurso e integración cultural), fases que explican la dureza y la complejidad del desarraigo (mal llamado, en Colombia, como desplazamiento).
Aclarado lo anterior, quisiera llamar la atención sobre dos aspectos adicionales. El primero, la importancia de la narración del horror como una forma de afectar al público, esperando así, con ello, una formación moral y política del auditorio proclive a ciertas conductas que se consideran valiosas, en este caso: i) reconocer la complejidad del éxodo de refugiados sirios (el mayor visto en Europa desde la Segunda Guerra Mundial), lo que evitaría caer en los reduccionismos que políticos, casi siempre de extrema derecha, ofrecen a sus electores, ii) indignarse ante la pasividad de la comunidad de naciones ante una guerra fratricida, una que quedó en el atolladero, provocada por los intereses de dos potencias que, sobre los cuerpos de los civiles y los soldados, juegan ajedrez, y iii) humanizarse ante el dolor ajeno (empatía) que es la base de todo pensamiento moral volcado hacia el otro y su bienestar. En este sentido, este filme busca, claramente, por medio de la narración del horror (asunto que alguna vez trabajé junto con dos queridos colegas), su no repetición.
El segundo tiene que ver con los límites que este tipo de documentos visuales tiene en su pretensión de formación del auditorio. Una obra como esta, si bien es un potente motor, no puede mover por sí sola el coche. Esto explica por qué muchas personas se sentirán afectadas por lo que ven, pero pasadas algunas horas, volverán a sus vidas rutinarias, creyendo que nuestros problemas son fruto de la llegada de otros que amenazan nuestra paz, que nuestros problemas se extirparían con entregar cada vez más poder (y dinero) a los políticos que, para lograr ese cometido, deben vender miedo. Se requiere, entonces, una toma de conciencia, una autoformación que permita asumir con templanza el mensaje moral y político que se nos ofrece en este documental, con miras a cambiar, sino el mundo, por lo menos mi forma de relacionarme con él.
Por todo lo anterior, recomiendo este documental, aclarando, nuevamente, sus pretensiones políticas y económicas. 2021-03-18.
Hernán Zin dirige esta película documental de una gran factura técnica y artística, absolutamente cinematográfica, siendo muy cuidadoso en todo su proceso de elaboración. La utilización de la cámara lenta, los drones, la luminosa fotografía, el montaje, la música, los encuadres, un año entero de rodaje…, muestran un trabajo muy cuidado, no estamos ante un documental tan solo de tipo periodístico, aunque el drama, a veces la tragedia, que se nos cuenta la hayamos visto muchas veces en televisión.
El director trata en lo posible de no tomar partido, de mostrar tan solo la realidad, pero ello le resulta imposible, como le resultaría a casi todo el mundo ante tales hechos narrados, el éxodo de ciudadanos sirios desde su país, tras su paso por Turquía, a su llegada a la isla de Lesbos, con el propósito de seguir camino hasta Alemania. Todo ello desde la perspectiva de cinco niños (en principio iban a ser siete, pero a dos de ellos se les perdió la pista a mitad de camino), lo que hace irrealizable mostrarse imparcial ante una desgracia de tal tamaño. La fuerza de las imágenes, los testimonios, sentimientos, de los niños no necesitan de ninguna carga de dramatismo externa, la desolación habla por sí misma. Las dificultades por asentarse en Europa también quedan patentes.
Quizá las imágenes a cámara lenta y las voces de los políticos sí resulten redundantes en algo que ya es sobrecogedor sin añadiduras.
El espectador queda conmovido, al menos en su gran mayoría, ante la visión de este documental, es cuestión de cada uno reaccionar de una forma o de otra, o no reaccionar de ninguna, a continuación.