Mudar la piel
Sinopsis de la película
Juan es un mediador que trató de alcanzar la paz entre ETA y el gobierno español. Roberto es un espía de los servicios secretos que se infiltró en su vida durante años. Mudar la piel es la historia de Juan, el padre de la directora, y Roberto, el hombre que le espió. Ambos cultivan una insólita amistad a pesar de la traición. Mudar la piel también es la crónica de la relación de los cineastas con el espía y su dificultad para atrapar su escurridiza identidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Mudar la piel
- Año: 2018
- Duración: 89
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Opinión de la crítica
Película
6.8
43 valoraciones en total
No voy a negarlo, acudí a ver esta película-documental porque vi que el protagonista era Juan Gutiérrez, a quien veo poco, pero admiro mucho y quien me inició en la resolución de conflictos. Bien, pero vayamos con la peli.
El resumen argumental que se ofrece es el siguiente: Juan es un mediador que trató de alcanzar la paz entre ETA y el gobierno español. Roberto es un espía de los servicios secretos que se infiltró en su vida durante años. Mudar la piel es la historia de Juan, el padre de la directora, y Roberto, el hombre que le espió. Ambos cultivan una insólita amistad a pesar de la traición. Mudar la piel también es la crónica de la relación de los cineastas con el espía y su dificultad para atrapar su escurridiza identidad.
Es decir, parece una historia sobre la traición y el engaño, con el fondo histórico de la lucha armada en el País Vasco durante los años 80 y principios de los 90. Y algo de eso hay, sin duda, porque la anécdota que se nos cuenta transcurre en esa época. Yo diría, en cambio, que es una historia acerca de la amistad. No sobre el perdón, ni la comprensión. Sobre la amistad. Y sobre la importancia que tiene percibir a las personas íntegramente, sin reducir el foco a un aspecto determinado. A ver si soy capaz de aclarar esto.
Juan monta un centro de investigación para la paz, Gernika Gogoratuz, donde entre otras cosas y de forma extraordinariamente discreta se están dando pasos para llevar a cabo una mediación entre ETA y el gobierno con el fin de resolver el conflicto. Aquí se infiltra un espía, Roberto. Roberto cumple su función, es decir, conseguir información. Pero poco a poco se va impregnando del espíritu que anima a Juan y de los modos y maneras de la resolución de conflictos, hasta tal punto que Juan piensa en él como su posible sucesor en el centro.
Pero los designios de la administración son otros y los gobiernos suelen fallar a menudo —a esto se le llama alta política—. En un momento dado la negociación no interesa y a Roberto se le pide que extraiga una información del ordenador de Juan y abandone el lugar. Esto no se dice en la película, se infiere. Esa información se filtra a la prensa y la negociación se va al garete. Roberto desaparece. Esta es la traición, el engaño. La historia sigue y otras traiciones y otros engaños darán con los huesos de Roberto en la cárcel, que para eso es una simple pieza al servicio de un engranaje difícilmente inteligible.
Juan se entera del procesamiento de su amigo por la televisión. Más adelante recibirá una carta de 30 folios donde este le explique algunas cosas. Juan, a pesar de todo, sigue sintiendo a la persona Roberto como un amigo. Digamos que Juan sabe de Roberto más cosas que las de su oficio . Digamos que Juan conoce de Roberto otros aspectos distintos al del engaño que conlleva la carrera de espía. Digamos que Juan sabe que una persona es bastante más que la función que desempeña en un momento determinado de su vida.
Esto es lo sustancial. También están los documentos y entresijos de una época muy violenta y complicada. Incluso los personajes públicos que aparecen y las conversaciones frustradas entre partidos en EEUU. Y, por supuesto, el intento de una hija por comprender la fidelidad de un padre a una extraña amistad, que es como el intento del film por comprenderse a sí mismo. Pero por encima de todo está la magnífica reflexión de Juan y su fidelidad al ser persona. Tan sencillo como sabio.
Nos llega a la cartelera, tras su paso por el Festival de Cine de Locarno y por el Festival de Cine de San Sebastián, donde se pudo ver en la Sección Zinemira, este necesario documental dirigido por la pareja formada por Ana Schulz, fotógrafa nacida en Hamburgo, y Cristóbal Fernández, profesor de cine, músico y montador de películas. El documental tardó en rodarse más de cuatro años.
Es un documental que ya desde su primera secuencia, absolutamente descriptiva, con un teleférico sobrevolando Madrid, pendido de su cable, con música de piano y la voz en off de sus narradores, se inscribe en el género del thriller de investigación.
Nos cuenta la historia de Juan Gutiérrez, que tras 20 años de vida universitaria en Hamburgo, su mudó junto con su hija y su mujer al País Vasco en el año 1983, momento en el cuál todo está sumido en una atmósfera irrespirable. Eran los años donde la banda terrorista más daño estaba causando en todo el territorio nacional.
Juan se convirtió en el mediador entre la banda terrorista y el gobierno español en el año 1991, en esa época también hizo una gran amistad con Roberto Flórez, espía del CESID, un ser bastante escurridizo y difícilmente de catalogar.
La directora, que justamente es la hija de Juan, quería descubrir con este relato como era realmente la figura de Roberto y que les llevo a él y a su padre a entablar semejante amistad. Realizan un gran trabajo de investigación e incluso en algunos momentos ambos directores parecen hasta espías.
Es un documental bastante interesante, con momentos de gran tensión y pasión, eran situaciones de continuas luchas de poderes y los terroristas metían el miedo a toda la población, todo eso se refleja de manera muy fiable y de manera cruel en este documental.
Lo Mejor: Como nos van contando los acontecimientos.
Lo Peor: Pasará completamente desapercibido.
Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
Sin duda singular este documental permeable a la ficción donde una idea potente como punto de partida se ramifica y deriva en meandros varios para desembocar en un delta imperfecto, ambiguo, sugerente, intimo, de preguntas sin respuestas.
Ana Schultz vivió en su niñez un mundo convulso donde su padre Juan Gutierrez ejerció de mediador entre ETA y el Estado. Su mano derecha, Roberto, resultó ser un agente del CESID infiltrado que acabó por traicionar la confianza de Juan filtrando documentos que acabaron con su labor de mediador y la posibilidad de acuerdos. Obviamente Roberto obedeció ordenes superiores cuyos motivos en el documental permanecen ocultos, como la mayoría del contexto histórico y las implicaciones de las partes, actos terroristas incluidos. Dicho contexto acaba por ser una parte frustrante de la propuesta por las preguntas que deja en el aire sin que sus directores vayan más allá de utilizarlo como marco para contar una historia centrada en la traición, el perdón y la explicación de unos hechos que Juan Gutierrez relativiza como buen mediador dejando que el tiempo ponga las cosas en su lugar.
Intrínsecamente Ana Schultz busca sus propias respuestas para entender una parte importante de su propia vida y de sus padres. La sencilla puesta en escena se carga de metáforas visuales, nieblas, túneles, teleféricos…, etc que nos remiten a su propio deseo de comprender, más que el de sus padres. Ana y Cristobal Fernández co-directores, saben que no obstante el reencuentro grabado entre Juan y Roberto es un desenlace potente para el film y al no poder conseguirlo hacen de la necesidad virtud reelaborando el discurso, metaficcionando su propia historia dentro de la historia, inventando sus propias respuestas.
Juan, sabio, habla y cuenta menos de lo que debiera y entre lineas deja entrever que la amistad con mayúsculas conlleva mucho más que traiciones puntuales. Parece que Roberto aprendió mejores cosas de Juan que de sus jefes a los que supuestamente abandonó y por los que también supuestamente acabó en la cárcel cuando descubrió sus oscuros intereses inconfesables que denuncia en una confesión impactante. Al final todos son mediadores. Entiendo la música y el tono de thriller pero no me gusta. No era necesario.
cineziete.wordpress.com
Acudí a un pase de este documental donde los directores presentaban su obra, y aunque la premisa está bien, la ejecución no me convenció.
La directora, hija del mediador, hace un homenaje a su padre en este documental. Sin demasiado artificio, con un personaje carismático que no conocía (Juan Gutiérrez, fundador del instituto por la paz) y un reconocimiento a su labor, se desarrolla una serie de entrevistas y un poquito de contexto histórico.
Sin embargo, la directora enfoca mal desde el inicio el film. No es capaz de comprender la amistad entre su padre y el ex-espía porque no es capaz de perdonar esa traición , en sus palabras, ni es capaz de ver que puede haber conexiones más allá de la desconfianza, de la mentira o de la distancia. Desde el primer momento muestra al ex-espía,como un personaje tétrico, usando recursos como una música inquietante, primeros planos inquietantes al actor que encarna a Roberto, y lenguaje destinado a socavar casi cualquier acto suyo.
Como comentan en otra crítica, eché de menos una perspectiva más imparcial, menos ingenua y más completa. Más sobre el contexto de la mediación, de las reuniones, de qué hacía Roberto durante y después, del círculo de conocidos de la familia, de qué objetivos consiguió el tiempo que estuvo en activo.
En resúmen, fue especialmente esta falta de parcialidad la que hizo que no disfrutase el documental. Y eso que el personaje principal da para una buena película.
Película dirigida por Ana Schulz y Cristóbal Fernández, estrenada en el Festival de Cine de San Sebastián y en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes el 12 de octubre de 2018. El documental cuenta la historia de dos amigos, Juan, padre de la directora, y Roberto, el hombre que le espió.
De entrada el documental tiene algo del ¿Quién sabe dónde? y del Cuéntame , ya que está ambientado en una historia anecdótica de los años 80. El resultado es un híbrido entre documental y homenaje al padre, que pretende ser un film de investigación. Planteado como un dilema moral, el del hombre cuya amistad ha sido traicionada, el documental se reduce a entrevistar a los padres de Ana, sin aportar muchos datos de otros personajes.
Si bien la historia de la amistad está bien contada, el peso del protagonismo recae en la figura del padre, el mediador de paz Juan Gutiérrez. En cambio la figura del amigo de este, Roberto, está cargada con los tintes de la sospecha, de la no comprensión, porque los espías están mal vistos. Aquí es donde el espectador se siente engañado, se diría que no se cuenta toda la verdad del mediador, y sí en cambio toda la mentira de la historia del agente del CESID. La historia del mediador es presentada como ejemplar, mientras la historia del amigo es presentada como maldita, como que al ser un agente secreto no sea una persona sino un malo malísimo.
Encuentro que estamos ante un documental fallido, naif, que peca de una gran ingenuidad. El intento de la hija por entender las razones de la amistad de dos hombres adultos se resuelve en fracaso. Su documental pues, implosiona y no consigue su objetivo. Desde el punto de vista formal adolece de ritmo, y sus 88 minutos resultan interminables y sin dinámica. Además, al contar su proceso creativo, en plan cine dentro del cine sólo se consigue mostrar lo que sospechamos, el torpe hacer de los cineastas.
Se echa en falta el contexto político. La peli ignora por completo la situación política en la que se desarrolla esta amistad. No cuenta cómo una pareja que vivia bien en Alemania decide meterse en el avispero vasco en plena ola terrorista. El ingeniero cántabro Juan Gutiérrez es ¿invitado? a organizar un artefacto llamado Gernika Gogoratuz, al estilo de Elkarri, y vivir del trabajo de mediador. A partir de ahí recibe parabienes y contactos muy buenos para reunir a los grupos políticos y al Gobierno central. A pesar de la crueldad del terrorismo vasco, que Mudar la piel no cuenta, Gutiérrez y su mujer comunista tienen amigos abertzales y nunca sufren amenazas. Mientras tanto, Roberto recopila informaciones que ayuden a acabar con la hidra terrorista arriesgando su vida.
El documental falla sobre todo porque no consigue dar cancha al espía y proponer una historia de verdad neutral. Y es que para poder hacer un buen documental sobre espías hay que saber dejarse la piel.