Monsieur Chocolat
Sinopsis de la película
Belle Époque. El payaso Chocolat (Omar Sy), el primer negro que trabajó en un circo francés, tuvo un enorme éxito a finales del siglo XIX. Fue también el primero en hacer publicidad, el que inspiró a otros artistas de la época como Toulouse Lautrec o a los hermanos Lumière participando en varias de sus primeras películas. Él y el payaso Foottit (James Thierrée) fueron pioneros en la creación de un dúo entre un payaso Carablanca y un payaso Augusto negro. Chocolat, cuyo nombre era Rafael Padilla, nació en Cuba hacia 1865 y, siendo un niño, se trasladó a Europa. En España trabajó como sirviente, limpiabotas y minero. El destino lo llevó a Francia a trabajar en el circo. Pasó de ser esclavo a ser un hombre libre, del circo al teatro, y del anonimato a la fama.
Detalles de la película
- Titulo Original: Chocolat
- Año: 2016
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
6.3
32 valoraciones en total
En cine, no estamos acostumbrados a ver películas que tratan sobre el circo y su espectáculo. De hecho, hacía mucho tiempo que no veíamos una película que mostrara tan bien el interior de un circo, con sus virtudes y sus defectos, lo que representa su fama y su negocio. Sabemos que la mejor película que explica este tema es, sin duda, El Circo (1928) del maestro Charles Chaplin. Monsieur Chocolat, no llega al nivel de la cinta de Chaplin, pero tiene algunos aspectos muy destacables y de gran nivel.
En primer lugar, hay que destacar las grandes interpretaciones. Tanto Omar Sy como James Thierrée están en un nivel altísimo. Es un privilegio para el espectador poder ver a estos dos intérpretes juntos en la gran pantalla. Hacen una interpretación totalmente convincente y elegante, con unos gestos, unas expresiones y unos movimientos extraordinarios. Por momentos, el payaso Foottit hace recordar a Charlot, y eso ya son palabras mayores. Los dos tendrían que hacer más papeles principales en el cine. Es una delicia verlos actuar.
Por otro lado, explicar una biografía no es nada fácil, se tienen que tener en cuenta muchos detalles. Pasar los años tan rápidamente es bastante difícil, pero en esta película el notable montaje hace que el espectador pueda ver el paso de los años al mismo tiempo que no se deja de lado ningún detalle importante. Es de especial mención una extraordinaria secuencia donde se van alternando planos, solapándose uno encima de otro con un ritmo ágil acompañado de una banda sonora que combina muy bien con lo que vemos en pantalla. De esa forma, se pasa un cierto tiempo sin que el espectador puede ver un vacío de por medio.
También es de especial mención la puesta en escena. El vestuario y las localizaciones son elegidas a la perfección y hacen volver al espectador a aquel París luminoso de finales del siglo XIX.
En definitiva, Monsieur Chocolat es una muy buena película que ha revivido la historia de un payaso que quedo en el olvido. Es una película entretenida y cómica, a la vez que dramática. Una cinta para disfrutar y sufrir con el protagonista, aunque también es cierto que se coge más empatía a Foottit que a Chocolat. Este último a veces es arrogante, prepotente y no se da cuenta del regalo que le ha hecho la vida. De todos modos, Monsieur Chocolat hace volver a sentir al espectador lo emocionante y maravilloso que es el circo.
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Aunque al parecer no es algo único ni novedoso, debo confesar que desde niño me dan bastante miedo los payasos. Tengo guardado en la memoria un momento de mi infancia en un circo (de las pocas veces que iría), y el recuerdo más vívido dentro de él coincide con la salida de los payasos y su subida y bajada por las escaleras donde estaba el público. Mi mayor temor era que se pararan a mi lado y me miraran, o que tuvieran intención de hablarme o bromear conmigo. Un miedo similar al que uno tiene cuando un profesor pide salir a la pizarra a resolver un problema del que no tienes ni idea, pero mucho más irracional e incomprensible para uno mismo, que no es capaz de vislumbrar a la persona que se esconde detrás de tanto maquillaje.
Es posible que todo se debiera a eso, al maquillaje, las pelucas y las ropas llamativas, al disfraz que les creaba otra identidad indescifrable y misteriosa. Sin embargo, Chocolat, el payaso que interpreta Omar Sy, la desarrolló sin necesitar de otro disfraz que su sonrisa y el color de su piel, dos ingredientes que llamaron la atención del público de principios del siglo XX, época final del colonialismo y en la que estaban más que acostumbrados al entretenimiento de tintes racistas. Durante más de 10 años Chocolat y el payaso Footit se convirtieron en los payasos estrellas del circo más importante y moderno de París y, una vez allí, después de festejar todo lo bueno que les trajo el dinero, surgieron las primeras preocupaciones sobre la dignidad del primer artista de circo negro en Francia.
Roschdy Zem, realizador de Monsieur Chocolat, dramatiza la vida del cubano Rafael Padilla, alias Chocolat, hasta el punto de crear una duda interior que hace plantearse al espectador si lo que se muestra es de verdad lo que pasó, y llegando a la conclusión de que se trata de una libre interpretación de la biografía de Padilla y de los hechos acontecidos entre 1895 y 1917. Lo más llamativo, en este sentido, es ver cómo juega con el personaje de Footit (James Thiérrée, nieto de Charles Chaplin) y crea una rivalidad entre ellos que posiblemente existiera, pero cuya explicación en la película no coincide con la cronología real, y así también ocurre con muchos otros pasajes de la historia de estos dos payasos que triunfaron hasta que ambos decidieron trabajar en solitario (cada uno a su manera).
Por ese motivo, es recomendable ver Chocolat sin pensar en si coincidirá o no con lo ocurrido de verdad, y plantearse sus 110 minutos de duración como lo hace su protagonista: un entretenimiento que se recrudece a medida que comprobamos la verdad tras el telón rojo. La mayor virtud del film, más allá de cumplir su función como divertimento que se toma en serio, está en su recreación, tanto en las escenas de circo como en las coreografías, realizadas con bastante acierto, y sobre todo en haber creado un personaje principal que no es perfecto, retratando una evolución e incluso una explicación sobre su personalidad y su vida, y que genera problemáticas lógicas incluso a día de hoy, donde uno se puede cuestionar si degradarse para hacer reír al personal no es en el fondo una degradación bastante seria y preocupante.
En una biografía, casi siempre se suele seguir cierto patrón.
Tenemos el inicio de una prometedora estrella, casi siempre sus luchas con la fama o contra su propio ego, para finalmente mostrar como, a fuerza de voluntad, pudo salir adelante el retratado, dejando su huella en la historia por la que se le recuerda.
Un ciclo tan tópico como caducado, que se repite casi siempre, probablemente por el cariño que el director o creadores le tengan a la persona real.
La historia de Chocolat, por suerte, esta lejos de la glorificación ideal de una biografía.
Estamos tan acostumbrados a la figura del mártir, que sorprende ver cómo se esquivan hábilmente las trampas habituales de este sub-género, y se llega a un punto medio entre la fama merecida y la colleja ganada.
Monsieur Chocolat no fue un santo, fue una persona pionera y con talento, pero tampoco fue un imbécil, solo cometió errores que cualquiera podría haber cometido, fruto de su posición social y su época.
Pero sería injusto recalcar que esta historia es tan suya como de Foottit, o George, payaso al borde del fracaso que ve en él lo que nadie vería: un ser humano. Y de paso, un cómico excepcional.
La alianza entre ambos es la primera piedra de una amistad cimentada sobre todo en confianza, pero también en alguna que otra envidia, por ejemplo de las chicas que Chocolat, o Rafael, se lleva a la cama cada noche. Resulta inevitable pensar que ambos están forzados a la situación de entenderse, porque el público les ama juntos mientras por separado solo son pobres entretenimientos.
Sin embargo, para Rafael es mucho más: es la llave de entrada a una consideración y un respeto que hasta ahora no veía en nadie. Los que antes se aterrorizaban de sus pieles de caníbal ahora ríen sus trompazos por la pista, lo vemos junto con él en la sonrisa de una niña, que antes podría haber sido una mueca de miedo.
La progresión de su número y la fama alcanzada les llevará a París, donde se verán inmersos en el circo lujoso para los ricos burgueses.
Y es entonces cuando se da la sorpresa: olvidando la comedia costumbrista, simpática, de dos protagonistas penosamente entrañables, el punto de vista, moviéndose con Georges y Rafael, nos deja fuera de su situación. Ya no son los que conocíamos, ahora ambos se visten dentro y fuera de la pista, con coloridos ropajes en la primera, con cuidados trajes en el segundo caso.
Ahí es cuándo se ve gradualmente la degeneración que la fama conlleva en la psique de alguien no acostumbrado a ella se ve con toda claridad. Son principalmente los secundarios los que se representan buenos o malos: Georges y Rafael, o Foottit y Chocolat, son dos personas luchando por adaptarse a su situación, y entenderla, sin que podamos juzgar si están haciendo bien o mal
Se ven las dolorosas renuncias de la fama, sus recovecos oscuros en forma de un nombre burlesco que una vez dado no se puede despegar, junto con la creciente sensación de que no se ríen del payaso, sino de uno mismo. Las penurias económicas quedaron atrás, sí, pero solo es ruido de fondo dentro de la búsqueda de identidad de Rafael, al que Monsieur Chocolat, y aún más los golpes de Foottit, pesarán como una losa a donde quiera dirigirse.
Es entonces cuando los sentimientos reprimidos, que antes se callaban, salen a la luz, porque ya no hay máscara de humildad que los oculte.
Es solo así, haciendo a los dos amigos antipáticos, cuándo sucede un milagro poco visto en una biografía: surge el verdadero sentimiento, de lástima, por una persona que lo tenía todo, y perdió tanto.
Ya no son dos impenetrables iconos que revolucionaron el circo: son dos personas de carne y hueso que, bajo su sonrisa perenne y bajo su impenetrable tristeza respectivamente, tenían el rechazo bien marcado en su piel, no importa de qué color.
La pequeña pieza en blanco y negro antes de los créditos redondea el más que acertado retrato: verídico, sin adulterar, sincero. Como lo ha sido en todo momento.
Comedia, conflicto, drama, más comedia, empatía a medias con Monsieur Chocolat. Puedes agarrarte a cualquiera de los tags anteriores por momentos en esta película que refleja la Francia, y más concretamente el París de principios de siglo a través de los ojos de un dúo de payasos que rompieron los esquemas imperantes en el circo de la época.
Buena ambientación e interpretaciones, la historia es previsible y por momentos acartonada con patrones muy estandarizados: del éxito al exceso y el descontrol con drama racista de regalo.
Lo mejor: los números cómicos de Sy y Thierrée.
Lo peor: la rutinaria caída en los excesos del señor chocolate.
Nota: 5,35.
Como parte de la invasión francesa que en 2016 trajo varias películas a los cines mexicanos, se presenta Chocolat, la cual es apenas la cuarta cinta dirigida por el francés Roschdy Zem. La cinta se basa en la historia de Rafael Padilla, un hombre de origen cubano que llegó a convertirse en el primer artista de raza negra en triunfar en los circos franceses. De esta forma, el filme se remonta a los inicios de la carrera artística de Padilla, quien mientras interpretaba a un caníbal de nombre Kananga en un pequeño circo al norte de Francia, es observado por el famoso payaso George Foottit, quien lo convence de unírsele para presentarse como un dúo de payasos. El éxito de la recién creada mancuerna Foottit y Chocolat los llevará al Noveau Cirque de París, en el cual conquistarán al público con sus actuaciones inolvidables.
Aunque el caso de Chocolat es el claro ejemplo de un chico que alcanzó el éxito superando todo tipo de adversidades, las cuales se muestran brevemente a manera de flashbacks y menciones hechas por el mismo personaje, la cinta tiene el gran acierto de no presentarlo como un ejemplo de virtudes. Al contrario, el artista se deja seducir por toda clase de vicios y lujos que el dinero le permite: es jugador, alcohólico, mujeriego y vividor. Sin embargo, y en medio de la ceguera causada por las tentaciones de la Ciudad de la Luz, el comediante empieza a tomar conciencia del gran dilema que supone el alcanzar la fama a costa de ser denigrado dentro y fuera del escenario por el simple hecho de ser negro. De esta forma, llegará un punto en que Padilla no resistirá más, renunciando a ser el blanco de las patadas de Foottit, e iniciando por su cuenta una carrera que lejos estará de ser apenas la sombra de lo que llegó a lograr como el compañero del comediante de cara pálida. Así, el personaje se presenta no como un héroe talentoso y lleno de virtudes, ni como villano plagado de vicios y defectos, sino simplemente como un ser humano que toma decisiones, acertadas o no, conforme a las circunstancias que la vida le ha presentado.
La película da lugar a la constante reflexión acerca de los prejuicios y aunque no se puede decir que se trata de una reivindicación por la igualdad de derechos, la realidad es que deja mucho en que pensar acerca del tema. De esta forma, el público se preguntará en más de una ocasión si el trato que tenía Padilla dentro de las carpas era denigrante o simplemente parte de un espectáculo. Asimismo, y aunque de forma menos marcada, la cinta plantea los problemas de aceptación de los homosexuales que se vivían durante La Belle Époque. Las ideologías de la época también entran a escena cuando, preso por no tener papeles, Padilla conoce a Víctor, un haitiano con ideas revolucionarias.
El encargado de dar vida a Rafael Padilla es el ya conocido Omar Sy (Intouchables, Inferno) realizando un trabajo magnífico al interpretar de manera fiel al conocido histrión, brindando una actuación plagada de gestos y acrobacias que concuerdan de manera perfecta con los registros que se tiene de las actuaciones de Chocolat. Por otra parte, el suizo James Thierrée no se queda atrás, actuando de manera brillante como George Foottit. Así, la química de ambos actores fascina al espectador del cine de la misma forma en que el épico dueto se robó los aplausos de los parisinos que abarrotaban los circos en aquellos tiempos.
Aunado a lo anterior, el filme cuenta con una realización espectacular que retrata de manera bastante fiel la vida de las carpas a inicios del siglo XX, el esplendor de los grandes circos y teatros parisinos, así como la vida galante de la ciudad. De esta forma, Chocolat es una cinta excepcional y cargada de humanismo, por lo que vale mucho la vena verla. El público pasará una tarde bastante entretenida al tiempo en que reflexiona acerca de los prejuicios y la discriminación, vicios que actualmente siguen permeando en la sociedad. Sin lugar a dudas, el trabajo de Zem supera en gran medida a cintas como Un homme à la hauteur, Le Goût des Merveilles, 3 Coeurs, La Tête Haute, las cuales han sido exhibidas en el país como parte del tour de cine francés.
Calificación: TÚ DECIDES.
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