Misión blanca
Sinopsis de la película
A una misión española en Guinea llega un nuevo sacerdote. Allí es recibido por un anciano misionero que le relatará la historia del padre Javier. También la de un banquero sin escrúpulos que tuvo que salir de España tras cometer un importante fraude, y que llegó a Guinea con la idea de aprovecharse de las numerosas riquezas del país.
Detalles de la película
- Titulo Original: Misión blanca
- Año: 1946
- Duración: 88
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Opinión de la crítica
Película
4.8
82 valoraciones en total
Pues de cómo la Iglesia Nacional Católica española evangelizaba a los pobres negritos y negritas en la Guinea de los años primeros años del siglo XX.
Un grupo de abnegados misioneros que luchaban día a día por llevar la palabra de Dios por esos lugares semi-salvajes, y lo hacían a veces contra hombres malvados de su misma raza, la blanca.
En este caso el Diablo en persona es un malvado blanco que se cambió de nombre huyendo de España después de estafar a miles de personas y de asesinar a un hombre por defender a su esposa.
La película es grandilocuente en todos sus términos, siendo excesiva en la forma de declamar de sus intérpretes y en otros aspectos como la música y el propio guión, todo un dramón, donde la intriga hace acto de presencia desde el primer minuto, aunque todo sea más o menos previsible, sobre todo porque todo está narrado por el personaje encarnado por el siempre magnífico Jesús Tordesillas, quien, en un momento, adelanta en gran medida lo que sucederá.
Además, algunos aspectos quedan un tanto ridiculillos, como el que algunos intérpretes blancos hagan de negros, como el apuesto Jorge Mistral, tiznado de negro (no queda demasiado mal, la verdad, pero se nota, claro que se nota…).
Buena fotografía en blanco y negro, a cargo de Michel Kelber y resultado más o menos ameno, pues aburrir no aburre. Se puede ver por tanto sin mucho esfuerzo, sobre todo porque es corta y no se hace por ello pesada.
Pero lo cierto es que no es una buena película, aunque en la historia del cine español significó algo en su día, otorgando el SNE (Sindicato Nacional de Espectáculo), en el año 1946, el Quinto Premio a la Mejor película.
http://filmsencajatonta.blogspot.com.es
Guinea Ecuatorial, antaño Guinea Española, es hoy noticia porque se abre la campaña electoral para las elecciones presidenciales a celebrar el próximo día 24, me temo que ganará Obiang otra vez. Y para acompañar el proceso, se nos ofrece Misión blanca , una película de 1946 que tiene como escenario este pequeño país centroafricano, cuando por fortuna era dominio de España. La historia comienza en 1935 luego retrocede a 1910 para después dar un nuevo salto a 1932 y concluir tres años más tarde. Todo este juego de fechas sirve para esquivar al régimen franquista, supongo que para que nadie le pueda culpar del desorden en aquellas tierras. Por cierto, que por ahí hay una Palmeras en la Nieve (2015) que tiene el mismo marco geográfico aunque en los años 50, pero por lo que he oído, se explaya en la crítica contra la colonización, lo cuál viene a ser un retrato mucho más falso que el no obstante evidentemente edulcorado de la presente.
Misión blanca es un melodrama dominado por el mensaje cristiano. Como obra cinematográfica es discreta aunque he de confesar que el aire colonial le sienta bien, es un género que me atrae mucho, bueno es un episodio histórico que realmente me fascina aunque rara vez ha sido recogido con el esplendor que se merece. Ahora bien resulta interesante como documento sociológico. Muchos se quedarán con el aparatoso discurso nacional-católico, la religión y la patria, con una secuencia completamente risible, bandera en mano. Pero detrás de esto hay mucho más. Por ejemplo, que no existe una sombra de racismo o que la condena de la usura, es decir, el préstamo que genera intereses, deudas y hasta expropiaciones, algo perfectamente legal, es fustigado sin remisión. Como nota más interesante es que ese modelo de sacrificio y abnegación que lejos de ser un atributo femenino es difundido como valor propio de todo español franquista .
Los padres blancos se van a la Guinea española a velar por los negritos. No faltan blancos malos a los que convertir ni agravios que enmendar. La película adolece de todos los males y simplificaciones de las obras que persiguen la propaganda como único fin. La estética selvática recuerda la de las aventuras de Tarzán. Se insertan escenas exóticas, con parejas tocando el bongo a la orilla del río, que más parecen sacadas de Hawai.Todo sea por dar a la cosa un poco de color, dentro de ese blanco/negro, bien/mal, civilización/salvajismo dominantes. No falta la trama melodramática, con confesión final y perdón de los pecados. Todo en blanco y negro, sin medios tonos. Delirante la escena patriótica, con el manto de la Virgen haciendo de bandera. Y de fondo, el peligro de la concupiscencia, ese mal del ébano que ataca a algunos blancos y les hace pecar contra el sexto arrimados al tronco de algún aucoumea o árbol del ocumen.
Esta sí, casi que sí, de tan mala, absoluta, dogmáticamente, creía que no lo contábamos, que en su pantagruélico y abismal final nos íbamos todos al garete, implosionábamos y nos tragaba la tierra, como devorados por agujeros negros ávidos de carne humana y sesos tumefactos.
En fin, el susto pasó y toca escritura racional, exacta, lo acostumbrado.
Dios y Patria como señas de identidad. Santo y seña. Sermón de la montaña y gloria de la raza. Somos grandes, fuimos los mejores, y lo sabemos. Y lo contamos. Perfectamente.
Un viaje al corazón de las tinieblas guineanas en busca del capitán Kurtz-Brisco (malote a gritos) por parte de Willard-Javier (cara de lelo a tiempo completo) de la Cocepción. O dale meneo que me aburro.
Versión Disney-Meapilas-Folletinesca-Panfletaria y en el fondo muy naíf. Tanta simpleza y maniqueísmo que nos caímos de culo. Un mensaje tan obvio y poco sutil que nos herniamos. Unos actores tan teatrales y desmadrados que perdimos el oído. Unos personajes tan rudimentarios que nos robaron la vista. Una historia que nos licuó el alma y el corazón. Vamos, que nos quedamos sin nada, desnudos frente a Dios, sin saber rezar, solos con el padre Javier, esperando su perdón o en su defecto que nos invitara a la boda de los hermosos indígenas y así poder morir felices. No queríamos más.
Quizás su estructura un poco como de muñecas rusas, historias que se enlazan y retroceden rastreando un pasado iluminador, su aura legendaria, sus buenas intenciones evangelizadoras y proselitistas y su candor ideológico no sirvan de suficiente atenuante en el juicio final, donde esta película, mucho me temo, será condenada al fuego eterno del mal arte, justamente por ese Dios al que parecen cantar y que seguramente se avergüenza de su tierna brutalidad discursiva y disparate culebronesco.