Mientras dure la guerra
Sinopsis de la película
España. Verano de 1936. El célebre escritor Miguel de Unamuno decide apoyar públicamente la sublevación militar que promete traer orden a la convulsa situación del país. Inmediatamente es destituido por el gobierno republicano como rector de la Universidad de Salamanca. Mientras, el general Franco consigue sumar sus tropas al frente sublevado e inicia una exitosa campaña con la secreta esperanza de hacerse con el mando único de la guerra. La deriva sangrienta del conflicto y el encarcelamiento de algunos de sus compañeros provoca que Unamuno empiece a cuestionar su postura inicial y a sopesar sus principios. Cuando Franco traslada su cuartel a Salamanca y es nombrado Jefe del Estado en la zona nacional, Unamuno acude a su Palacio, decidido a hacerle una petición.
Detalles de la película
- Titulo Original: Mientras dure la guerra
- Año: 2019
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
6.8
97 valoraciones en total
Se comprende por qué Mientras dure la guerra ha sido acogida con rabia por la derecha (en muchos casos sin ni siquiera verla) y con frialdad por la izquierda. Y es que la película de Amenábar supone un esfuerzo conciliador, respetuoso, sincero y no exento de amargura poco visto en el cine español.
Como historiador no entraré en los posibles fallos y licencias, siempre es mejor un libro y la verdad histórica, pero cierto es que una película puede transmitir enormemente. Y con eso me quedo: con la plasmación de quienes como Unamuno que, lúcidos y siempre críticos, sintieron el desamparo de saberse en tierra de nadie, entre dos radicalismos, aunque fueran de corazón republicano, es decir, la Tercera España (tal vez quien mejor simboliza este sentimiento es Chaves Nogales).
Excelente Elejalde como Unamuno, correcto Eduard en un papel nada fácil como el del chalado de Millán Astray. Excepcional fotografía, interesantísimos diálogos y soberbio clímax final, sin olvidarse de algunas escenas que emocionan como cuando Unamuno discute con su amigo de izquierdas en la soledad del campo y suena una guitarra. Duelo a garrotazos sin violencia.
No te gustará si eres de izquierdas y quieres que los republicanos sean, como siempre, seres de luz que recitan a Machado, mientras los nacionales son meras caricaturas. Tampoco te gustará si eres tan de derechas que a Franco ni la Legión ni tocarles y sólo quieres una nueva versión de Raza .
Te gustará si te duele España.
Una de las cosas que más me ha gustado de esta película es que es una cinta profundamente molesta. De las que causa picadura y ciertos sarpullidos. Ahora que por fin se va a proceder a la exhumación del dictador perjuro Franco, con acuerdo de los tres poderes del Estado, esta película viene de perlas.
Y viene de perlas porque tiene los aciertos de presentar a los sublevados no como un bloque monolítico, sino como un cúmulo diverso de gente con diversas motivaciones y causas que no fueron lo suficientemente hábiles para superar a Franquito yendo a lo suyito, y que al final, la pura real politik y el confiar en la cadena de mando es lo que llevó a Franco a ser el generalísimo de los ejércitos y ostentar la jefatura del Estado y del Gobierno. Amenabar se documenta bien y las escenas del film beben directamente de la documentación de grandes historiadores como Ángel Viñas, Paul Preston o Ian Gibson.
También tiene acierto, al mostrar en la figura de Unamuno que la República no era ni mucho menos perfecta y que distaba de serlo, pero al menos trataba de construir una democracia en un contexto geopolítico cuanto menos convulso.
Sea como fuere, el resultado fue que acabamos con casi 40 años de dictadura militar en torno a la figura de Franco. Que este señor ha condicionado el destino del país en su pasado, presente y futuro y que sus iras sanguinolentas no conocían de variaciones sobre su melodía.
Amenábar tiene el acierto de no mostrar la violencia gráfica, pero de sugerirla. La fotografía de la película y las localizaciones empleadas para ello transmiten un tono de increíble veracidad y el elenco escogido es sencillamente perfecto. Karra Elejalde se convierte literalmente en Unamuno desapareciendo el actor y emergiendo el literato. Les podrá extrañar la forma en la que se ha tratado a Millán Astray, pero la verdad es que ese tipo era un esperpento con patas en sus modos y formas de ser y comportarse, bravatas encolerizadas incluidas.
Mientras dure la guerra es una película necesaria por las dudas que muestra, por la óptica en la que se enfoca y por centrar al personaje de Unamuno en esta etapa convulsa y tumultuosa de nuestra Historia. Además de reivindicar la figura y condición de la intelectualidad, que cada vez se muestra más atacada y más impopular en estos tiempos y días.
Y es que nos queda muchísimo por superar.
PD: Por cierto, añado que el diario ABC ha publicado una lista con 18 errores históricos de la película, en un burdo intento de deslegitimarla. Los errores más bien responden a cambios en post de la dramatización más que a errores en sí mismo y que por supuesto no cambian en absoluto el tono de la cinta. Y hay que incidir que aunque una película sea histórica, no deja de ser una obra de creación y siempre va a haber un punto de inventiva. No es un documental ni una tesis doctoral, tampoco es un manual de Historia. Es un filme que busca relatar un acontecimiento histórico y que lo hace bastante bien.
No te puedes sumergir en el pasado con la mirada y los valores del presente, sobre todo cuando es tan cruento, tan ajeno al mundo de las ideas. Esta película no trata sobre una guerra civil de padres contra hijos, de hermanos contra hermanos, el horror que provocó ni siquiera se atisba. Más bien intenta transportar a Unamuno hasta nuestros días, para reflejar su arrepentimiento por haber traicionado a su República, por haber apoyado el alzamiento de Franco, para hacernos reflexionar sobre sus contradicciones políticas, sobre su vigencia.
Por una parte el director aboga decididamente por la reconciliación entre las dos Españas, portadoras por igual de la misma enfermedad (siempre según palabras del propio Unamuno en su último y redentor discurso), pero al mismo tiempo parece trasladarnos que estamos igual que hace 80 años, como si nada hubiera cambiado, desdeñando la convivencia pacífica de los últimos 40 años, como si no nos hubiéramos concedido una democracia más que consolidada, como si las dos Españas no cohabitaran pacífica y democráticamente. Cuidado, parece que nos advierte, no nos equivoquemos como le ocurrió al mismísimo Unamuno.
De alguna manera esa eterna y cainita lucha entre la derecha y la izquierda siga viva, pero en paz se pueden confrontar ideas. En una guerra, la muerte es el resultado de la confrontación, la de hombres, mujeres y niños. Son las personas, no sus ideas, las que sufren y sangran. Cuantos jóvenes empuñaron un arma sin saber lo que eran la izquierda o la derecha, sin interesarles siquiera? O estaban en un bando pero simpatizaban con el otro? Nunca he compartido esa visión casi romántica de unos españoles que están dispuestos a morir por defender sus ideas, aunque sólo sea porque también están dispuestos a matar para imponerlas. Para mí las ideas siempre han sido más bien el pretexto para iniciarlas, las primeras armas que se utilizan cuando ya ha empezado, como de alguna manera recoge la película al mostrarnos cómo Franco se apropia en su beneficio de algunas ideas de Unamuno, como si alguna pudiera justificar su alzamiento, la guerra que inició, la segura y temprana muerte de cientos de miles de personas. El detonante, lo que la desencadena, es el odio, el desprecio, la intolerancia, la necesidad patológica que tenemos de sentirnos mejor que los demás, ya sea por una cuestión territorial, étnica, religiosa, ideología etc. Cuando más odio respiramos, más nos escondemos detrás de nuestras ideas, con más fanatismo las defendemos. Con el tiempo las ideologías van desechando unas ideas y adoptando otras, pero el odio y el desprecio del ser humano siempre tienen la misma naturaleza, provocan idéntico horror.
Sí, hay que controlar que no reverdezcan actitudes que se han revelado dramáticas para nuestra convivencia. Y también habrá que vigilar las emociones negativas (fundamentalmente un supremacismo cargado de desprecio) que se esconden detrás de ideas (el nacionalismo ) que sólo buscan la confrontación entre personas, por más que nos las presenten tan modernamente camufladas que ni las reconocemos. No estamos igual que hace 80 años ni de lejos, ni nos acechan los mismos fantasmas.
Por lo demás, en su aspecto más formal, la película está hecha por alguien que entiende y domina el arte cinematográfico. Y no resulta pesada, por más que pueda parecerlo, es incluso amena. Está hecha con pasión y con corazón, pero su contención acaba por convertirla en tibia. No consigue transmitir demasiadas emociones.
Cómo buen aficionado al cine y a la historia en general (y más sobre un periodo tan histórico y trágico para este país como fué la guerra civil) decidí ir al cine libre de prejuicios , aunque he de reconocer que no con mucho entusiasmo debido a los pobres filmes realizados por Amenabar en está última década.
Lo que allí en la sala me encontré lo profundizaré en zona spoilers , aunque sea imposible desgranar todos los ápices de este film en unas cuantas líneas.
Una bandera de España, en blanco y negro, ocupa toda la pantalla hasta que, de a poco, se colorea en bandera republicana. Así da comienzo esta película que hace un recorrido por los inicios de nuestra guerra civil, justo cuando Franco fue nombrado Jefe del Estado de la zona nacional.
Amenábar coloca el timón del film en la figura de uno de nuestros más reconocidos intelectuales, Don Miguel de Unamuno, eterno Rector en la Universidad de Salamanca y personaje cumbre de nuestro pensamiento, lúcido, mordaz, sufriente, dudoso, claro y honorable. En Unamuno cobra fuerza esa idea del español paradójico, si bien la obra unamuniana siempre fue directa contra el poder y sobre todo contra la mediocridad, la brutalidad y la iniquidad. La contradicción unamuniana siempre desemboca en coherencia, coherencia que convence y que son, como él dijo gritos de pasión.
Años atrás había sido uno de los intelectuales más críticos con el rey y la dictadura de Primo de Rivera. Un Unamuno enarbolando la razón, ‘doliéndole’ la España que veía, que apoyó la fundación de la era Republicana como socialista. La misma República que explotó en ira y muerte contra inocentes: hombres de bien, religiosos, iglesias en llamas y barbarie. ‘No es eso, no es eso’, que dijo Ortega. Por todo eso, Unamuno apostó por los sublevados, a los cuales suponía pacificadores de las tropelías del Frente Popular. Mas los insurrectos resultaron ser igual de arbitrarios y criminales. Por eso, Unamuno se revolvió también contra aquel movimiento militar y contra Franco que, como él decía, ‘vencía’ pero no ‘convencía’. La película evidencia, así, la difícil tesitura de un pensador libre que se encontró entre dos vendavales: el bolchevismo de la República y el fascismo que vino a suplantarla. Muy difícil asunto para cualquier ser humano, por sublime intelecto que tenga.
La película se desarrolla en el verano de 1936. Miguel de Unamuno apoyando al general Franco que prometía traer el orden al país. Destituido de su cargo de Rector por el Gobierno de la República, con los sublevados Unamuno es restituido de nuevo en su cargo por la Junta de Defensa Nacional. Pero la deriva sangrienta de la nueva autoridad hace que Unamuno no pueda callar.
En el film se prodiga un personaje entre grotesco y siniestro: José Millán-Astray, fundador de la Legión. En un momento principal del film, el general M.-A. le suelta Unamuno: Ustedes, los intelectuales, son muy valientes detrás de sus libros, en su trincheras . A lo cual responde Unamuno: Hay otras maneras de ser valiente . Ahora ya estamos ante un Unamuno menos endiosado y egocéntrico, un hombre que expresa su repulsa hacia los nuevos vencedores, una persona más próxima al sufrimiento y la enorme desgracia de sus semejantes, paisanos, amigos, discípulos y ciudadanía, esos que pagan siempre lo que eufemísticamente llamamos daños colaterales de las contiendas armadas.
La dirección de Alejandro Amenábar es meritoria, narrador excelente siempre en el detalle, movimientos circulares de la cámara y primeros planos de enorme interés para el relato, colocando la cámara en el lugar justo para dar intensidad a cada plano, un artista que donde mejor se encuentra es en el cine de género y para quien el espectador es razón primordial.
Trabado guión del propio Amenábar junto a Alejandro Hernández y una sugerente a la vez que excesiva música, también de Amenábar, maravilla de fotografía de Alex Catalán. Intachable puesta en escena con el bello entorno salmantino de fondo. Todo lo cual arropa la producción de manera elegante y efectiva.
El reparto es descomunal, con un apasionado Karra Elejalde que modela su interpretación para recrear a un complicado Unamuno de manera sobresaliente. Santi Priego se atreve y nos ofrece a un Franco medido en cada gesto y a la perfección que muestra a un hombre ambicioso, astuto, frío, receloso y sobre todo endiosado y capaz de cualquier cosa por llegar a lo más alto. Y Eduard Fernández es Millán-Astray, sujeto primario que roza lo grotesco, colérico e histrión, anti-intelectual, orgulloso de sus cicatrices de guerra, muy peligroso y fiel a Franco. Acompañando Santi Prego, Patricia López, Inma Cuevas, Nathalie Poza, Luis Bermejo, Mireia Rey, Tito Valverde, Luis Callejo, Luis Zahera, Carlos Serrano-Clark, Ainhoa Santamaría, Itziar Aizpuru y Pep Tosar.
Y tras la progresión previa, para el final está el enfrentamiento, alboroto y clímax dramático en el paraninfo de la Universidad salmantina, cuando Millán-Astray, arropado por el poder y la caterva de falangistas y legionarios que lo jalean grita su: ¡ Viva la muerte! mientras Unamuno, tomando la palabra dice, entre otras: Venceréis porque tenéis la fuerza bruta, pero no convenceréis, porque para convencer tendríais que persuadir, y para persuadir no tenéis lo que hace falta: la razón y el derecho . Esta es, finalmente, la sustancia de la cinta: la prevalencia de la razón, una razón que a nuestro eminente Unamuno le fue negada, teniendo que salir del Paraninfo aquel 12 de octubre de 1936, Día de la Raza, de la mano de la esposa de Franco, que le evitó males mayores.
Sin grandilocuencia ni maniqueísmo, en un punto medio, esta historia trágica está contada sobriamente, con emoción, con racionalidad también, de forma contenida pero igualmente arriesgando con el mensaje implícito, bastante aventurado, de que siempre hay la posibilidad de que las hostilidades se reediten en España. En mi opinión esto es bastante improbable. Hoy somos unos españoles más preparados, cultos y amantes de la paz y la concordia. Tal vez sean los políticos quienes tengan que moderar sus discursos.