Mi padre es ingeniero
Sinopsis de la película
Natacha y Jérémie crecieron juntos. Eran inseparables. Eran amantes. Ambos estudiaron Medicina, pero un día sus vidas siguieron senderos distintos. Jérémie se convirió en un personaje importante que viajaba mucho y se codeaba con ministros, Natacha siguió trabajando en su barrio y viviendo en casa de sus padres. Pero, de repente, Jérémie vuelve y recuerda la época de la adolescencia, cuando estudiaban ruso y él era incapaz de pronunciar bien la frase Mi padre es ingeniero. Ha vuelto para averiguar qué ha sido de Natacha. Empieza a relacionarse con sus amigos y a curar a sus pacientes. A pesar de todos los obstáculos, Natacha y Jérémie deciden olvidar la realidad y el destino para permanecer juntos para siempre.
Detalles de la película
- Titulo Original: Mon père est ingénieur
- Año: 2004
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
5.9
59 valoraciones en total
¿Seguimos o lo dejamos? se dicen frecuentemente los protagonistas, al tiempo que analizan las ventajas e inconvenientes, los pros y los contras de continuar su relación.
Cuestión que tarde o temprano toda pareja habrá de plantearse, ya que la felicidad que supone su inicial descubrimiento termina por apagarse, desapareciendo, muriendo… sin que ningún abnegado esfuerzo por recuperar lo perdido con el paso del tiempo pueda rescatar lo que un día fue, pero que ya nunca será.
Pero sin duda lo que más poso deja, el recuerdo que más fija la atención de todo ello es la tranquilidad con la que examinan, cuestionan y disertan sobre su relación: sin inútiles dramatismos, infecundos conflictos ni estériles confrontaciones, reflejo sin duda, de una inmensa madurez emocional e intelectual.
Historia de dos idealistas, hijos de un generación que soñaba con la idea de un mundo mejor, hijos de un tiempo en el que se creía que todo podría cambiar para bien, de una época en la que el peor de los pecados consistía en la negación de la ilusión de poder alcanzar algún día la felicidad, de un momento en la que se suponía que nada ni nadie podría, finalmente, borrarla.
Historia, a su vez, sobre la desilusión, de la angustia de comprender que al final nada será como lo habías imaginado, y que el sueño de alcanzar lo que siempre habías ambicionado, se tornará, irremediablemente, en una oscura y asfixiante pesadilla.
No es casual la condición de izquierdistas de sus dos protagonistas, como tampoco la sensación de derrota de los mismos una vez percatados de la inutilidad de sus honestos sueños utópicos.
Tampoco es casual que el director quiera trazar paralelismos entre el ocaso de una relación y la desaparición de los sueños de toda una generación de idealistas, ya que ambos, en extraña pero perfecta metáfora terminarán por encontrarse siempre en el mismo espacio, que no es más que el de la desilusión: de lo perdido, de lo que no ha podido ser, y de lo que nunca será ya.
Enternecedora y muy enriquecedora es la historia de sus protagonistas, sobre todo la forma en cómo se conocen ( aún siendo críos en una clase particular de ruso) y cómo evolucionan los mismos: tanto en pareja, como posteriormente en soledad, al igual que la observación del diferente camino que ambos deciden emprender, así como el desarrollo que en cada uno de ellos se produce como consecuencia del mismo.
En suma, nueva muestra de compromiso social y político de este prolífico director francés, que aunque deje sensación de repetirse con tramas ya contadas en sus anteriores films, lo cierto es que vuelve nuevamente a conmover con una historia sencilla, pero al tiempo inmensamente enriquecedora. ¡Qué grande es el cine Francés!
Guediguien hace siempre la misma película: trabajadores, inmigrantes, pobres de Marsella, interpretados por el mismo equipo que lidera su esposa, Ariane Ascaride. Mi padre es ingeniero es su duodécima película, es menos desgarrada que sus filmes precedentes y va más lejos en su reflexión política. Hace unos alardes visuales y de montaje sin precedentes que encantarán a unos pocos y desconcertarán a muchos, incluso entre los incondicionales de este director minoritario.
Pelicula topica, casi de buenos y malos, fabula y realidad entremezclada. No la recomiendo a los amantes de Guediguian, no llega al nivel de sus anteriores peliculas.
Robert Guédiguian es uno de esos directores que no ocultan sus inclinaciones políticas. Ni en su vida, ni en su cine. Como Ken Loach, presume de comunismo, y su cine es claramente militante, de izquierdas. El director marsellés lleva años rodando en su ciudad, siempre con el mismo equipo técnico y artístico, y siempre tocando los mismos temas (aunque con su posterior película, Presidente Miterrand, parece que inicia una nueva etapa en su carrera).
Aparte de su ideología, claramente visible en cada trabajo suyo, un tema que siempre ha tenido una vital importancia en su cine, es el amor. Mi padre es ingeniero es, básicamente, una historia de amor. Dos personas que se aman, a pesar de que las circunstancias vitales de cada uno, los hayan separado.
Se inicia la película con Natacha en una especie de estado de shock (que hasta el final no sabemos a qué es debido), y sin querer pronunciar una palabra. Este hecho provoca el reencuentro con Jérémie, su amor de toda la vida. A través de diversos flash-backs se nos muestra como era aquella relación de dos médicos comunistas convencidos. Ella decidió quedarse en su ciudad, y ayudar a los más cercanos. Él, pretendía llevar su ayuda a mayor escala.
En el momento en el que se encuentran, los dos están sufriendo una crisis. Se preguntan si merece o no la pena luchar por lo que siempre han luchado. La idea de ayudar a mejorar el mundo siempre es bonita, pero puede llegar a ser muy frustrante. El director, en medio de esta hermosa historia de amor, no deja de lado sus habituales temas, como el conflicto racial o la clase obrera.
Quizás haya temas que puedan sonar a ya vistos en su filmografía, pero a mí, en ningún momento, me pareció estar viendo más de lo mismo. Quizás, lo que menos gracia me hizo fue la utilización de la Pastoral, a la que Guédiguian quería darle un significado muy concreto, pero con la que no sintonicé en ningún momento del filme. Un filme, por otra parte, contado con enorme sensibilidad y llevado con exquisito gusto por el siempre interesante director francés
Guédiguian embarca de nuevo a toda su (¿sagrada?) familia (Ascaride, Darroussin, Gérard Meylan, Pascale Roberts…) para contar una historia de amor e ideología (dos de sus elementos recurrentes) en su Marsella natal.
Empieza con una escena de la Sagrada Familia buscando cobijo para que María dé a luz… Este relato bíblico imaginado se inserta en la historia en presente: la súbita enfermedad de Natacha.
Lo que pasa es que el relato bíblico da un toque predicador, moralizante. Guédiguian es un realizador que no esconde en absoluto su ideología, pero ese discurso se amalgama bien con los personajes, en general. Aquí, el relato del niño Jesús no añade, por mucho que se hagan paralelismos con el relato presente, la historia entre Jérémie y Natacha es suficiente.
¿Y qué esa historia? Cuando eran jóvenes y estaban juntos, cada año, en el mismo lugar se hacen la misma pregunta: ¿Seguimos o lo dejamos?. Cada vez repiten el voto seguimos, hasta que un día… Les separa la ambición, lo que quieren hacer en la vida. Quedarse, marcharse, requiere el mismo valor, dice él. Quedarse es ocuparse de la gente cercana, involucrarse en sus vidas, sus problemas. Irse, como él, implica ocuparse de los grandes problemas del mundo, el sida en África, las guerras en el Cáucaso… ¿Qué quema más? ¿Qué ha producido la enfermedad de Natacha? ¿Por qué se ha encerrado, separado del mundo? En realidad, sufre un auténtico caso de burn-out, su excesiva implicación en el trabajo, su frustración por no poder cambiar las cosas, la han llevado a una situación de depresión, agotamiento total, apatía…
Es la historia sobre la mejor manera de defender nuestros principios: ¿a través de grandes discursos (Jérémie) o de pequeñas acciones (Natacha)? Dejamos de lado a los hipócritas, mezquinos (el personaje interpretado por Meylan), padre de la adolescente, inmigrante y racista.
Para Aristóteles, para ser bueno, hay que practicar actos virtuosos. No hay otra manera. Del mismo modo, para Natacha, ser de izquierdas no debe ser una simple declaración de intenciones, sino que deber ser un comportamiento que se refleja en otros aspectos de la vida, con los hijos, la familia, los vecinos…
Y dentro de esta historia de amor se inserta otra, la de Mylène, una chica de 14 años, enamorada de un chico árabe de su misma edad. Los padres de ella impiden los encuentros entre los dos. No se casará con un árabe, afirma tajante el padre de Mylène. Natacha intenta llevar a razón a los padres. En vano.
Buenismo a ratos, poesía por momentos, sentimentalismo muchas veces, naturalidad, gracias a los actores, Ascaride y Durassin, principalmente.
La política no tiene nada que ver con la realidad ni con los ideales, No quería salvar a los hombres, sino a la humanidad. Cuando Jérémie entiendo esto, su vida cambia y toma una decisión.
Como una mayonesa demasiado espesa, sobra aceite (demasiada carga religiosa), también habría que quitar algo de sal (a veces, sentimentalismo excesivo). Con un huevo habría sido suficiente (menos moralina). Y una pizca de vinagre le habría dado algo de ligereza.