Mi hijo
Sinopsis de la película
Julien es un chico adorable en plena adolescencia, pero también un prisionero del amor. Su madre, desatendida por un marido intelectual, lo quiere en exceso, controlando cada uno de sus movimientos, a menudo mediante un cruel abuso psicológico. Desesperado, Julien trata de abrirse camino buscándose una novia que más tarde lo abandona, acudiendo donde su abuela y su hermana, llamando a la Policía, amenazando con suicidarse…
Detalles de la película
- Titulo Original: Mon fils à moi
- Año: 2006
- Duración: 79
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Opinión de la crítica
Película
6.3
57 valoraciones en total
Tan tramposa como eficaz, Mi hijo nos narra las desdichas de Julien (Victor Sevaux), un chaval cuya tiránica madre (Nathalie Baye) le somete a todo tipo de vejaciones que poco a poco van haciéndole mella mermando su personalidad y arrastrándole irremediablemente hacia un futuro incierto…
Habrá quién encuentre interesante como Fougeron trata el tema de maltrato psíquico (e incluso físico) y de la relación de una familia disfuncional, sin embargo bajo mi punto de vista su difumando y deliberadamente manipulador retrato resta puntos al conjunto. Es cierto que Fougeron consigue despertar cierto interés durante el primer acto, pero el mismo va desapareciendo conforme avanza la película (que no la trama), la cual se estanca, manteniendo el susodicho interés de manera puntual y gracias a algún golpe de efecto. Las consecuencias que sufre Julien por acudir a una fiesta, sería uno de ellos.
Lo que si es evidente es la notable interpretación de Nathalie Baye, si bien, y sin querer restarle méritos a la actriz, también habría que señalar que parte de esa notabilidad reside en la escritura de un personaje tan extremo (y fácil de odiar) como al que da vida. Ella es el centro de la película. Pareciera que la finalidad de la película es (no me cabe la menor duda) irritar al espectador, del mismo que las comedias están destinadas a hacer reír o las películas de terror a asustar o inquietar. Y lo logra plenamente, y sí, es un cumplido.
Película ganadora de la Concha de Oro en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, junto con la película iraní Half Moon . Que el galardón fuera para estas dos películas sorprendió realmente a los seguidores del festival. Sin embargo, esta película, por lo menos, nos ofrece algo, dejando a un lado las magnificas interpretaciones
¿Qué es ese algo? Nos muestra una relación madre hijo realmente curiosa, donde se cruzan sentimientos como el amor, la posesión, el odio controlado, todo con un toque de pasión irracional, de una madre hacia su hijo. Parece que más que querer a su hijo está enamorada de él.
La madre no quiere darse cuenta de que su hijo ya no necesita de los cuidados de un bebe, sino que es un chico que se encuentra en la frontera con la pubertad y necesita de un apoyo paterno para evitar la persecución de su madre, que le cuesta demasiado encontrar.
En fin, película interesante. Pero poco recomendable para aquellos que simplemente busquen el puro entretenimiento en una sala de cine, dado que la película puede resultar lenta.
Aunque realizada con contención, sobriedad y sin la truculencia que acostumbra a acompañar a este tipo de películas, Mi hijo no consigue una identificación afectiva plena del espectador con ninguno de los progenitores de su púber protagonista, y ello es debido a que sus extremas posiciones se hallan completamente fuera de la realidad más común: mientras el padre es de una pasividad exasperante, el exceso de celo de la madre no hace más que infundir odio. Así, lo que podría haber sido una elegante y universal historia sobre los conflictos generacionales y/o paterno-filiales, se acaba tornado, de forma algo chocante, un particular e íntimo relato sobre el maltrato infantil, creíble pero insatisfactorio por ajeno e inconcluso.
Tengo un hijo.
No sé cuidar de mi misma. Tengo un hijo. Le inspiro mis miedos y frustraciones. Poseo un hijo. Descargo toda mi rabia acumulada en él. Estoy enamorada de un hijo. Le enseño a ser un desgraciado. Soy un hijo.
Tengo una madre.
Me gusta besar a mi novia. Tengo una madre. Me apasiona la música y hablar con mi abuela. Poseo una madre.Agacho la cabeza, olvido y voy muriendo . Estoy enamorado de una madre. Engaño a los demás y por extensión a mi mismo. Soy una madre.
Carne de su carne, sangre de su sangre, ¿para qué tienen hijos los irresponsables?
…y con nadie más. O al menos, eso es lo que piensa la madre que interpreta de manera sublime Nathalie Baye. No puede haber atisbo de discusión: Baye es lo mejor de todo. Mi hijo se queda a mitad de camino. Es una cinta correcta, con algún fallo de guión y ciertas lagunas en la historia. No llega a pasar la frontera para ser considerada una película que cautive al espectador. Y es una pena.
Cuando veo que sale a cartel una película con metraje inferior a noventa minutos salto de alegría. Si sale bien, me quito el sombrero y aplaudo. En no pocas ocasiones, el guionista incapaz de cerrar una trama, nos envuelve en absurdas escenas y vergonzosos finales (me remito por poner un ejemplo cercano, a la película que reseñe anterior a la que nos ocupa: Diamantes de sangre).
El fallo de Mi hijo puede ser debido a un guión algo tibio. Martial Fougeron y Florence Eliakim nos cuentan una historia que no queda del todo plasmada. Puede ser, que en esta ocasión, hubieran de necesitar unos cuantos minutos más para trenzar mejor toda la historia. Siento curiosidad por saber que quedó descartado en la sala de montaje. ¿Posiblemente quedó allí una parte de la historia que le hubiera dotado de más credibilidad?
Luego, pienso que si esta es la mejor película que pasó por San Sebastián, el director del certamen debería replantearse seriamente hacia donde va el festival más importante de España. Porque en un año, donde se han estrenado películas muy interesante, San Sebastián, quedó bastante huérfana de calidad cinematográfica… y los críticos opinaron que fue uno de los mejores últimos años del certamen…