Metrópolis
Sinopsis de la película
Futuro, año 2000. En la megalópolis de Metrópolis la sociedad se divide en dos clases, los ricos que tienen el poder y los medios de producción, rodeados de lujos, espacios amplios y jardines, y los obreros, condenados a vivir en condiciones dramáticas recluidos en un gueto subterráneo, donde se encuentra el corazón industrial de la ciudad. Un día Freder (Alfred Abel), el hijo del todoperoso Joh Fredersen (Gustav Frohlich), el hombre que controla la ciudad, descubre los duros aspectos laborales de los obreros tras enamorarse de María (Brigitte Helm), una muchacha de origen humilde, venerada por las clases bajas y que predica los buenos sentimientos y al amor. El hijo entonces advierte a su padre que los trabajadores podrían rebelarse.
Detalles de la película
- Titulo Original: Metropolis
- Año: 1927
- Duración: 153
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Opinión de la crítica
8.2
95 valoraciones en total
Sperproducción de Fritz Lang, para algunos su mejor obra de cine mudo. El guión, de F. Lang y Thea von Harbou, adapta la novela Metropolis (1926), de Thea von Harbou, inspirada en relatos de H. G. Wells, Julio Verne y Villiers de l’Isle-Adam. Se rueda en los estudios UFA (Berlin), durante 310 días y 60 noches, con un presupuesto de 7 M DM. Producida por Erich Pommer para UFA, se proyecta por primera vez en público el 10-I-1927 (Berlin, preestreno).
La acción dramática tiene lugar en 2026, en una gran ciudad futurista, gobernada por su creador y fundador, John Joh Fredersen (Abel). La ciudad está dividida en dos sectores: el subterráneo y el exterior. En el primero viven trabajadores manuales esclavizados, que hacen posible el funcionamiento de la ciudad exterior. En ésta habitan personas privilegiadas, acomodadas y ociosas, liberadas de los trabajos manuales y dedicadas a actividades lúdicas.
El film suma drama, acción, aventura, fantasía, romance, Sci-Fi y thriller. La visualidad se inspira en la visión que el realizador recuerda de Manhattan cuando la visitó en 1924. Simboliza la ciudad del futuro, superpoblada, inmensa y compleja, de edificios gigantescos, magníficos jardines que imitan el del Edén y zonas de actividades deportivas amplias y cómodas. Cada una de las dos partes de la ciudad desconoce la existencia de la otra. Según el film, Lang parece concebir el progreso como la suma de explotación, opresión, la locura de los científicos y la ausencia de sentimientos de propiedad. La visión pesimista del progreso choca con las ideas predominantes entre el público, que cree que el progreso es una operación de costes escasos, gran eficacia y resultados satisfactorios para todos.
Los estudios de arquitectura de Lang y su afición a la misma constituyen un punto de apoyo importante para el desarrollo y concepción del paisaje urbano de la ciudad superior. Por lo demás, su rica y ocurrente imaginación le facilita la tarea de concretarla en unas edificaciones grandiosas, maquetas cuidadas y bien acabadas, filmaciones de stop-motion y combinaciones de imágenes basadas en ilusiones ópticas. Mezcla elementos arquitectónicos de los años 20 con elementos medievales, bíblicos y fantasiosos. Le espectacularidad de los decorados se aprovecha al máximo con su utilización para dos funciones: su contemplación y su destrucción.
El film suma ambigüedad y eclecticismo. Combina elementos del Antiguo y del Nuevo Testamento, de la mitología clásica, actitudes revolucionarias e ideas corporativistas. Presta gran atención a las máquinas, a los que atribuye un papel básico en el futuro y de los que destaca el automatismo, la envergadura exagerada y la gran cantidad de energía que las mueve. Junto a las máquinas automáticas, machaconas y ruidosas, símbolo de una visión industrialista maximalista, sitúa otros mecanismos que exigen el concurso humano al ritmo y de acuerdo con las variaciones caprichosas de los artefactos. (El spoiler se desplaza al final).
Con la entrada en el último siglo del recientemente extinguido milenio anterior, la imaginación popular se disparó. Muchos creían que el Apocalipsis se aproximaba, otros estaban convencidos (y no iban muy desencaminados) de que la humanidad acabaría atrapada en su avance hacia una sociedad cada vez más industrializada y despersonalizada, en la que la invasión tecnológica terminaría por destruir el planeta, quienes imaginaban la conquista del espacio buscando nuevos planetas donde vivir, y quienes temían que el mundo acabara sometido a un poder totalitario y absoluto.
En el campo de la literatura, siguiendo la línea comenzada por autores pioneros como Julio Verne y H. G. Wells, proliferaban obras que hablaban de un futuro poco prometedor. Cada una representando su propia concepción del mundo, pero todas soberbiamente ideadas, y con el exponente común del pesimismo. Así, entre las que considero entre las más relevantes de las primeras décadas, tendríamos Un mundo feliz , de Aldous Huxley, We , de Yevgeni Zamyatin, y la que para mí es la obra futurista cumbre de todo el siglo XX: la escalofriante 1984 de George Orwell. Cada una aportando su visión particular, bien inclinándose hacia el dominio absoluto de la tecnología, o bien hacia vertientes en las que las políticas totalitarias se hacen con el mando hasta extremos monstruosos.
En el arte del celuloide, la literatura de ciencia-ficción y futurista inspiró muchas películas. Pero también hubo cineastas capaces de idear su propia concepción de lo que nos aguardaba en los inciertos tiempos venideros, y algunos de ellos nos legaron el regalo de obras de arte que han quedado como obras de culto.
Como ejemplo, tenemos Metrópolis de Fritz Lang. Está encuadrado en el período del llamado expresionismo alemán que estaba en boga en la década de los veinte, y, como suele ocurrir a muchas maravillas que acaban de ver la luz, en un principio no fue valorada en lo que se merecía. Como se suele decir, nadie es profeta en su tierra y Metrópolis pasó por las carteleras sin pena ni gloria.
Hoy he tenido la oportunidad de ver una versión restaurada y reconstruida a partir del maltratado original. Y he de expresar lo mucho que me maravilla que, hace ochenta y un años, alguien fuese capaz de crear una genialidad como ésta.
Lang imaginó una polis del futuro en la que la división de clases es llevada hasta las últimas consecuencias. Y dicha división se halla marcada por la abismal diferencia entre una clase y otra tanto en la calidad de vida como en la separación física. Tanto es así, que la solvente clase pensante, dirigente e intelectual habita en la opulenta zona más elevada de la polis, mientras la clase obrera mísera y oprimida se ve relegada a la ratonera de la zona inferior. Una clase y otra no entablan el menor contacto entre sí, a no ser con el cometido de que los obreros reciban las órdenes de sus superiores. Y, aún así, siempre hay intermediarios para dicha función.
Decidí por fin ver esta película debido a la espléndida crítica que antipseudo nos ofreció un mes atrás. En muchas ocasiones, yo tampoco entiendo algunas notazas a clásicos por lo que después de divertirme enormemente con su crítica, intenté conseguir una copia en condiciones de Metrópolis y titular la crítica Tampoco seré yo.
Pero resulta que me puse al gran Lang y algo que no tenía previsto me pasó. La añeja Metrópolis me estaba encandilando.
Seré yo el que diga que esta película, a pesar del tiempo y del maltrato sufrido sigue siendo una obra de referencia. Vanguardista como pocas, Lang utiliza una depurada fotografía, ambiciosa e impresionante. Seré yo el que diga que las maquetas me fliparon. Seré yo el que diga que sus efectos especiales, hoy en día darán risa, pero aún me sigo preguntando cómo se pudieron rodar en 1927. Seré yo el que diga que a pesar de la ingenuidad en algunos aspectos, el guión es cojonudo y la música que estuve escuchando (no sé si restaurada o no) es simplemente magistral. Durante toda la cinta estuve deleitándome con unas enormes partituras.
Seré yo el que diga que Brigitte Helm me demuestra gran calidad cuando en las catacumbas es perseguido por Rudolf Klein-Rogge que también esta soberbio en toda la película. Seré yo el que diga que sí, tiene un final facilón, pero tampoco me molesta.
Quizá, quiso ser un proyecto de ambición descomunal y su petulancia le pesara como una losa en su tiempo. Las hay muchos mejores, pero entiendo que sea Patrimonio por la UNESCO por lo que pudo significar rodar algo tan ambicioso como Metrópolis en 1927.
Así que seré yo el que diga que me ma molao que te cagas esta peli, que me sorprendió gratamente y que por eso le pongo un ocho… que quien sabe si no la cambiaré en un futuro.
(Un abrazo antipseudo).
Yanpol64 no puede añadir la continuación de su crítica y lo hago yo:
– La solución a una tremenda desigualdad social nunca llegará del enfrentamiento político, ni de la lucha obrera ni de ninguna lucha de clases, sino que llegará de la mano de una especie de nacional-socialismo cristiano, sí, ciertamente, llegará de la pacífica colaboración entre la alta burguesía propietaria y dirigente (que es el cerebro en la película) y la clase obrera desposeída (que es la mano) gracias a un mediador casi sagrado que rechaza completamente la lucha de clases (que es el corazón, inspirado seguramente en un partido como el nazi de la Alemania de Entreguerras)…
Menudo porvenir. Aunque la culpa de tanto despropósito anti-futurista, de tanto desatino retrógrado (la rabia obrera de ese supuesto mundo futuro se manifestará en la histeria colectiva de querer quemar a una bruja), no fue tanto del director como de la autora de la novela y del guión, su esposa Thea von Harbour, que por lo que vemos ya comenzaba a congeniar con el creciente espíritu nazi de gran parte de la sociedad alemana. No es extraño que fuese una de las películas favoritas de Adolf Hitler ni que Joseph Goebbels estuviese dispuesto a nombrar a Fritz Lang director de la UFA, perdonándole su ascendencia judía materna (propuesta que motivó la inmediata huida del director a Francia en 1933).
Y más allá de su detestable sesgo ideológico, desde el punto de vista formal la propia narración tiene en sí misma muchos elementos demasiado inconsistentes como, por ejemplo, que los obreros esclavos vivan como zombis, sin aparente voluntad ni vida propia, sin necesidad de estar drogados, sin estar amenazados, sin estar apenas vigilados… pero que al mismo tiempo descubramos que esos mismos seres grises uniformados y desanimados (sin ánima) viven con sus esposas, tienen hijos, tienen valores y convicciones revolucionarias latentes… aunque nadie lo diría viendo como avanzan al modo de autómatas sin alma y sin identidad. Y se podrían poner otros muchos ejemplos, como el hecho de que parezca fácil salir de los guetos subterráneos a la vida urbana de la superficie, pero que sólo lo hagan los protagonistas y que al final casi parezca imposible, o como esa otra de que el tirano de la megalópolis fomente intencionadamente la rebelión obrera para así poder reprimir con dureza y exterminar la disidencia ¡pero luego vemos que no aparecen por ninguna parte ni fuerzas policiales ni militares! (no están ni se les espera), así que el propio déspota ha provocado la destrucción y el caos sin más, sin que tenga el más mínimo sentido su estrategia…
No comprendo como Fritz Lang aceptó montar esa historia con semejante mensaje. No puedo ponerle ni el 6 de interesante a pesar de su valor histórico y patrimonial, pues no me parece que ésta tenga que ser la perspectiva adecuada para valorar una película. Los que le ponen un 10 imagino que valoran el film como si fuesen coleccionistas de museo. Aunque sea muy valiosa como Memoria del Mundo, aunque sea muy valiosa como obra germinal de tantas otras distopías de la historia de la ciencia ficción, del cómic, de la literatura, del cine… la película ha envejecido muy mal, esencialmente porque adoleció de serias carencias imaginativas en su fase embrionaria y porque ya nació con la halitosis de un espíritu retrógrado, arcaizante y reaccionario.
Firmado: Yanpol64.
Admiro a Fritz Lang y me gustan muchísimo varias de sus películas, como M, el vampiro de Düsseldorf (magnífica, se mire por donde se mire) de su etapa alemana, y sobre todo las de su etapa estadounidense, algunas tan sobresalientes como Los sobornados, Deseos humanos… y tan notables como Furia, La mujer del cuadro, Perversidad, Más allá de la duda, Mientras Nueva York duerme, o Los contrabandistas de Moonfleet (una de aventuras y espadachines sin mayores pretensiones)… así que no tengo prejuicios con las películas de ese director y, en caso de tenerlos, serían positivos…
Pero Metrópolis, revisada en las mejores condiciones de una sala de cine y en su versión íntegra restaurada, al margen de su innegable valor, a pesar de su indiscutible influencia, al margen de su belleza visual o de la excelente dirección cinematográfica… tiene demasiados aspectos absurdos, ridículos, pueriles, inconsistentes, rancios, histriónicos… y lo que es peor, reaccionarios e incluso medio nazis. Hay momentos en los que el sectarismo ideológico alcanza niveles muy tendenciosos, con un tufo antidemocrático baboso, machista, religioso y facha, realmente reaccionario:
– Hasta la música muestra rasgos de sectarismo tendencioso cuando imita acordes –distorsionados- de La Marsellesa asociados siempre a la malévola locura de la clase obrera sublevada y desenfrenada.
– La ciencia se nos presenta como torre de babel de la soberbia humana, que sólo sirve para crear una tecnología esclavizante, o que es el fruto maligno de un científico desquiciado como Rotwang ¡que opera bajo un símbolo en forma de estrella sospechosamente similar a la davídica judía! ¡Toma ya, con su toque de judeofobia como aliño imprescindible!
– Por el contrario, la religión, concretamente la cristiana en su versión más oscurantista –con nuevas promesas mesiánicas y plagada de amenazas apocalípticas de estilo medieval- se nos muestra como la espiritualidad más luminosa y positiva de ese mundo clasista, y como la ideología más adecuada y certera en sus diagnósticos y previsiones, siendo el mensaje de la santa María –el personaje más benéfico de la historia- el que sirve como opiáceo para neutralizar la legítima rebelión de una clase obrera oprimida a niveles bestiales. Tiene mucho sentido que entre maquetas futuristas lo que realmente tiene el protagonismo soterrado son los viejos mitos bíblicos, los clérigos en sus púlpitos, las advertencias apocalípticas, las estatuas de los pecados capitales en portadas medievales abocinadas, la Muerte con su guadaña y hasta la entrañable fotografía de las pilas del agua bendita…
– La lucha obrera contra amos y patrones, ya sea en su vertiente mecanoclasta, sindical o socialista revolucionaria, y a pesar de vivir en condiciones infrahumanas y subterráneas, es el error nefasto de una clase proletaria que llevará a todo el mundo –incluidos sus propios hijos- a la destrucción, pues la verdadera solución a los problemas sociales está en la espiritualidad irracional de una virginal profetisa cristiana y de un joven aristócrata caritativo.
– Las mujeres del futuro siglo XXI no trabajan fuera de su casa, pero sí se las ve emperifolladas con moda rococó de mariantonietas o asistiendo a la misa de clérigos apocalípticos en una catedral gótica, mientras que las féminas liberadas que opten por el hedonismo placentero, por la diversión nocturna, por la provocación erótica… son la peor expresión de la corrupta Babilonia, sí, la perdición de los hombres, la decadencia de la civilización. (Sigo enrollándome en la segunda parte )…