Medea (TV)
Sinopsis de la película
Adaptación televisiva de la célebre tragedia griega de Eurípides (431 a. C.). Von Trier se sirvió de un guión escrito por Carl Theodor Dreyer para una película que nunca llegó a rodar. Después de la expedición de Jasón y los Argonautas, el héroe se casa con Medea, pero algunos años después decide abandonarla a ella y a sus hijos para casarse con Glauce, la hija del rey Creonte. Cuando el rey decide expulsar a Medea, ésta urde un perverso plan de venganza.
Detalles de la película
- Titulo Original: Medea (TV)
- Año: 1988
- Duración: 76
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Opinión de la crítica
Película
6.6
73 valoraciones en total
Medea (Kirsten Olesen) es repudiada por Jason (Udo Kier) que se va a casar con Glauce (la hija del rey Creonte). Jason tiene dos hijos con Medea quien tiempo atrás había ayudado a Jason en su expedición a conquistar el vellocino de oro.
Trier trabaja sobre un guion de Dreyer (con su propia interpretación de la tragedia griega de Eurípides) que nunca llegó a rodar, así que esta película es el propio homenaje de director a Dreyer en una producción directamente para la televisión danesa.
Trier sitúa la acción en la edad media de las tierras escandinavas, lo que nos acerca un poco más en el tiempo la obra de Eurípides.
Esta Medea se condensa en sólo 76 minutos de metraje, lo que hace que la película no sea para nada pesada. Lo bueno si breve…
Lo primero que llama la atención de esta película de Lars Von Trier, es la imagen.
Una fotografía tirando al sepia llena de grano que le da un toque antiguo y cierta sensación de irrealidad (que personalmente me gusta bastante).
Las primeras escenas de a película con una Medea tumbada en la orilla del mar agarrando con fuerza la arena ya nos pone en alerta de que lo que vamos a ver es de una gran fuerza visual y pasional.
El desgarro y la tristeza inicial de Medea se transforman en fuerza vital a través del agua. Los elementos naturales tienen un papel muy importante en esta película, sobretodo el agua y el viento.
En los siguientes minutos de la película, se fragua el casamiento de Jason con Glauce. La primera noche la pasan juntos, pero no revueltos, se interpone entre ellos el que Medea todavía siga en su misma tierra. Esta interposición la simboliza Trier a través de una especie de velos que hace que Jason y Glauce se vean en sombras chinescas pero sin llegar a tocarse directamente. Me ha gustado mucho este simbolismo y las imágenes entre sombras y la luz del fuego me han parecido muy bellas.
Al día siguiente el rey Creonte destierra a Medea y a sus hijos, sólo le da un día más y deberá irse o morirá. Este encuentro tiene lugar en la Naturaleza, entre agua y juncos, las imágenes se superponen y la densa niebla le da aspecto de fábula a la escena. Se oyen susurros entre los juncos. Es una escena bastante inquietante…fantasmagórica incluso.
En ese día de gracia que tiene Medea, la mujer, la madre, la esposa…trata de recuperar a Jason , en esta parte la escena se desarrolla en la playa con fuerte viento y algunas escenas con fotografía virada al rojo y al azul, que supongo que significarían la rabia de Medea y su transformación interna hacia la venganza, ya que Jason no accede (gracias a Medea es quien es ahora, pero quiere más, desea poder a través de su matrimonio con la hija del rey).
Medea propone a Jason que los hijos de ambos se queden con él y para que convenza a Glauce de que así sea le da a Jason su propia corona con las puntas envenenadas (Medea conoce las artes de la magia) para que se la lleve a Glauce como regalo. (SIGO EN EL SPOLIER)
Las historias de la mitología griega reproducían, ampliaban y multiplicaban los grandes defectos de la humanidad, porque aquellos personajes volubles que fluctuaban entre lo divino y lo terrenal, lejos de ser la imagen de la perfección que se tiende a esperar de dioses y semidioses, cometían todos los errores, desmanes, fechorías y atrocidades concebibles. Con el agravante añadido de que los dominaba la soberbia y la arrogancia de su divinidad, se sabían por encima de los mortales por poseer poderes y habilidades que no estaban al alcance de los simples humanos.
Se comportaban como si el mundo entero tuviera que estar rendido a sus pies. Lo de vivir en las moradas del Olimpo se les había subido a la cabeza. Eran muy celosos de su condición y la envidia los corroía si alguien poseía cualidades que rivalizaran con las suyas.
Aún así, transmitían enseñanzas y advertencias a través de sus tropiezos y descalabros, como avisando a los mortales que se cuidaran de seguir los mismos pasos que ellos a riesgo de padecer iguales consecuencias.
El relato de Medea es terrible. Corren distintas versiones, pero en todas está presente una dura reflexión sobre la inferioridad en la que la posición de las mujeres se viene situando desde hace milenios.
El cineasta danés Carl Theodor Dreyer tenía en proyecto llevar a la pantalla un guión basado en la obra Medea de Eurípides, la cual ofrece un punto de vista muy lúcido y amargo sobre la precariedad de la condición femenina, supeditada a la voluntad y arbitrio masculinos. El director, autor asimismo de la aclamada La pasión de Juana de Arco , nunca vio realizado su proyecto. Lars Von Trier lo retomó en los años ochenta para la televisión.
Es un telefilm austero, de ambientación que exalta la naturaleza circundante y su percepción a través de los sentidos (el viento que agita el paisaje, el agua cuyo sonido goteante acaricia la piel, los trinos de los pájaros), de diálogos lánguidos y escuetos, y dotado de una contenida fuerza expresiva que explota en un par de escenas tremendas. La violencia subyacente en el ultraje de Medea no se comunica a gritos ni con aspavientos, ella, desesperada pero calculadora y fría, planifica su venganza contra la profunda herida que le están infligiendo. Toda su vida gira en torno a su hombre, Jasón, y él la abandona por ambición de la manera más humillante, repudiándola por una mujer mucho más joven y bonita, que además es la hija de un rey. Ni derecho al pataleo tiene la esposa despreciada, arrumbada como un saco viejo, ese es el pago a su inquebrantable devoción al marido.
Así son las cosas.
Pero ella no es la resignada ex-mujer sumisa que todos esperan que sea. Como el escorpión amenazado, pica con su cola cargada de veneno a quien pille por delante.
Es la pura definición de la tragedia griega.
Asumiendo un guión que Dreyer no tuvo tiempo de realizar (como tampoco el de Jesús de Nazaret, publicados juntos en 1986), Von Trier homenajea al compatriota, recreando su estilo en una filmación dotada deliberadamente de textura antigua y coloración próxima al sepia.
La base argumental es la estremecedora tragedia de Eurípides, que Von Trier traslada de la Grecia clásica a un mundo escandinavo, con ropajes de aire vikingo, acción parsimoniosa, voces graves y lentas: un mundo de penumbra, definido por el agua, las dunas y los grandes espacios abiertos, totalmente solitarios.
Medea, desesperada cuando Jasón la abandona a ella y a los hijos de ambos para casarse con la hija del rey Creón, concibe su furiosa venganza.
Lanza un alegato feminista al reclamar ante el destino la libertad y derechos de los hombres. Expresar su disconformidad le reporta la acusación de brujería y malas artes, lo que acrecienta su afán vindicativo y la magnitud de la tragedia que sobrevendrá, tratada por Von Trier con énfasis brutal.
No en vano, y según el lema de la obra, la vida humana es un viaje por la oscuridad, donde sólo un dios puede encontrar el camino.
El tratamiento de la imagen, a la manera de Dreyer, da lugar a imágenes de gran belleza plástica que activan el ‘pathos’ trágico de la obra.
Imágenes como la noche de bodas, sensual juego de sombras chinescas entre velas, gasas y lienzos, el agua en sus mil formas (lluvia, oleaje, niebla, charca de juncos, desde fuera y desde dentro del líquido), las nubes brillantes y las cabezas hieráticas que se recortan contra ellas, figuras caminando por las dunas, por la arena que el viento mueve a latigazos, el cortejo fúnebre sobre el río, con antorchas alineadas, las gigantescas ondulaciones del trigal, más algunas superposiciones, y algunos virajes de color…, todo ello configura un universo visual a la medida de la vehemente rebelión de Medea, sobrecogedora historia que, al ser abstraídos sus rasgos helénicos, aún se potencia y universaliza más.
Sólo se me ocurren elogios para este filme que pese a no ser estrenado en la gran pantalla, posee muchos más recursos que una gran parte de la historia del cine. El guión fue escrito por el maestro Carl Theodor Dreyer, autor de otros grandes del celuloide como Joan dArc o The Ordet pero no llegó a filmarse. Más tarde, Lars Von Trier como homenaje y desde la humildad se aventuró en la grabación de este filme que consigue acercarse con gran precisión a lo que Dreyer había pretendido.
Desde el inicio asistimos a un dominio perfecto de todo lo que compone a una obra maestra: desde la perfecta escenografía de tintes góticos y lúgubres, pasando por unas actuaciones sobresalientes, así como la transmisión de emociones tanto a través de la cámara como de las actuaciones, así como la captación magistral de la idea del texto de Eurípides. La historia es archiconocida, aunque en resumen es el enfrentamiento de una mujer extranjera contra todos tras ser repudiada por su marido Jasón (por el que tanto ha hecho en el pasado) y condenada al exilio. Una historia de sufrimiento, venganza y pasiones. Una de las primeras feministas de la historia, una mujer sabia en un mundo gobernado por y para hombres mil veces preferiría sufrir en el campo de batalla que dar a luz .
Una película recomendable para interesados en la tragedia griega que avivará aun más los deseos de adentrarse en este extenso mundo tan avanzado para su tiempo. Recomiendo fervientemente su visionado, así como desaconsejo el de su homónima de Pier Paolo Pasolini (cuya crítica también he escrito), muy inferior en todos los sentidos y una decepción tras ver esta obra maestra del cine, o mejor dicho de la televisión.
Una pieza muy bellla. Yo diría que se trata de una de las adaptaciones más logradas en la intencionalidad de la tragedia. El manejo del tiempo y del espacio es impecable. Una muestra de la profundidad que una historia puede alcanzar eludiendo los recursos técnicos tan trillados del cine y la tv más comerciales.