Matrimonio
Sinopsis de la película
Libre adaptación del Ulises de J. Joyce con Buenos Aires como telón de fondo. Crónica de un día en la vida de una pareja que lleva más de veinte años de matrimonio. Es una especie de ensayo sobre el amor en la madurez, sobre los contradictorios e imperfectos lazos que pueden mantener unidas a dos personas. Molly (Cecilia Roth) y Esteban (Darío Grandinetti) tratan de averiguar cuáles son esos lazos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Matrimonio
- Año: 2013
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
Película
5.2
95 valoraciones en total
La película es un día en la vida del matrimonio compuesto por Esteban (Darío Grandinetti) y Molly (Cecilia Roth), una pareja madura con varios años de casados y con serios problemas en su relación, cuestión que se deja entrever fácilmente desde los primeros minutos.
El film parte en un inicio con la perspectiva del hombre para sobre la mitad del metraje enfocarse en la mujer y hacer un cierre en conjunto. Además de ver el desenvolvimiento de los personajes, escuchamos sus pensamientos lo que nos va aclarando cómo va la situación y las dificultades que tienen.
En el transcurso de este día los protagonistas sufren algunos momentos bastante curiosos, suceden algunas casualidades donde pareciera ser que el destino les quiere jugar una mala pasada y crean un ambiente donde sus conocidos conocen la situación que viven íntimamente, o al menos lo prevén.
Dirigida por Carlos Jaureguialzo con guion de Marcela Silva y Nasute, su colaboradora habitual en este apartado, Matrimonio es un drama bien interpretado por este par de experimentados, con una historia bien conjugada pero que se siente corta.
Le ayuda su corta duración, pudo explorarse más a fondo sobre el tema matrimonial pero más aún sobre los personajes y su relación, la cual no se estudia a fondo. Es interesante y entretiene pero pudo ser mejor.
Cecilia Roth y Darío Grandinetti protagonizan una historia íntima, casi susurrada, que se inspira libremente en el Ulises de James Joyce pero que transcurre en el Buenos Aires actual como telón de fondo.
En tono de drama y de comedia, la ficción artística abunda en historias que reflejan a la institución matrimonial en sus diferentes facetas. En el cine, desde las comedias del neorrealismo italiano a las introspecciones bergmanianas, las hay superficiales, divertidas, corrosivas y reflexivas en torno de los convivientes. Están los directores que abordan la pareja desde la parte más exterior y los que se adentran como Rossellini con su emblemática más opaca: Viaggio in Italia (1954), protagonizada por Ingrid Bergman y George Sanders.
Esta película argentina (realizada por el matrimonio que también componen el director Jaureguialzo y la guionista Marcela Silva y Nasute), parece inspirarse en ese último modelo, donde la acción fundamental se encuentra en el interior de cada uno de los personajes, que no dejan escapar al exterior más que indicios de su desafuero interno, pequeños detalles de su desesperación, retazos ínfimos de su pasión aún latente.
En Matrimonio, Esteban (Darío Grandinetti) y Molly (Cecilia Roth) son una pareja que superó los veinte años juntos, él diseña publicidades y ella es compositora musical pero la crisis se ha instalado en su convivencia, un tema del que no hablan entre ellos pero sí con otros, con la médica de ella o el analista de él. El posible o imposible momento del reencuentro entre ambos es la gran incógnita que abre el film.
El relato reconstruye un día entero en la vida de estos personajes que deambulan por la ciudad buscándose y perdiéndose. Inspirada muy libremente en la novela Ulises, de James Joyce, se advierte una estrategia narrativa inteligente y con buen ritmo, lo cual resulta un doble mérito si se tiene en cuenta que el argumento descansa más que en acciones, en sensaciones y diálogos en off, poniéndose todo el énfasis dramático en la tarea de los actores protagonistas.
Molly y Esteban aparecen en pocas escenas juntos en el film y aun menos compartiendo un mismo plano. Esto acentúa el gran desencuentro por el que atraviesan los personajes, pero desde su inicio la película crea un clima sensible que remarca una cotidianidad dulce y diáfana, desde el gato que se desliza entre partituras y los objetos con dinámica propia que gotean su melancolía como la tinta de una lapicera o el agua que derrama una canilla rota. La suavidad de la luz y la intimidad de la música van evitando los excesos trágicos y dan lugar a algunas pausas para el humor, como la imperdible escena del ascensor o la de la escalera en el hospital, con la interrupción de la suegra siempre entrometida en la relación.
La película significativamente incluye como trama secundaria, un velorio y un nacimiento (las dos caras de la existencia). Además se divide en dos partes bien diferenciadas que describen los mismos momentos de un mismo día, pero vistos desde perspectivas y subjetividades distintas, la de Molly (Roth) y la de Esteban (Grandinetti), que se preguntan acerca de qué los mantiene unidos después de tanto tiempo.
El hecho de que se cuente dos veces lo mismo, desde dos miradas y perspectivas, les da a los hechos más peso y profundidad en una película que habla del amor en la madurez y de los sentimientos encontrados que se producen entre los miembros de una pareja de edad mediana. Lo hace describiendo el conflicto interno de los protagonistas, su monólogo interior, el fluir de su conciencia. El estado de ánimo de los personajes es el eje desde donde se articulan los movimientos de estos grandes actores que son Roth y Grandinetti con mucha personalidad como para transmitir por dónde pasa su interioridad.
La película es muy ascética en el relato, sin irse por las ramas, y eso pasa también con la luz y el sonido en una estructura ajustada como para mostrar claramente lo que pasa en un día que abarca no sólo el devenir cronológico sino el tiempo que no se puede medir con los relojes.
La película trata de ser mejor de lo que realmente es, pero no lo consigue.
Se queda a medias, podría ser sabrosamente buena y se queda en un soso aceptable.
La historia: hombre que quiere a su mujer pero su silenciosa angustia le hace pensar que ella puede tener un amante, mujer que se come la olla y duda de todo, pensar demasiado es malo.
Y no cuento mas.
Hoy no es un buen día. No es un buen día para Esteban, quien se despierta al lado de su mujer, pero solo, hombre que se encuentra bloqueado con un laburo que debe entregar, que además cree que debería separarse pero no se anima a dar el paso… Va al psicólogo pero no habla sino que le sirve para continuar su monólogo interior, se emborracha y transita por la calle medio a la deriva.
Tampoco es un buen día para Molly, quien se encuentra deprimida, no quiere salir de la cama y ni hablar de salir de su casa pues sufre de ataques de pánico, es hipocondríaca e intenta tener un affaire al que no se permite acceder. Están casados hace 20 años y tienen una hija afuera a la que extrañan. Probablemente alguna vez fueron la fuente de inspiración del otro. Hoy apenas pueden verse, hablarse, soportarse.
La película, basada muy libremente en el Ulises de James Joyce (que también se sucede en un día), tiene una estructura interesante, poco clásica, ya que, hasta poco antes del final, está dividida en dos: en el mismo día, pero con la perspectiva de cada uno, primero la de Esteban, interpretado siempre correctamente por Dario Grandinetti, y luego la de Molly, Cecilia Roth.
Estos dos personajes que están juntos pero solos, pasan su día separados y podrían encontrarse más de lo que se encuentran, en esa Buenos Aires fría, porque no se ven, no se prestan atención, pues pasan por los mismos sitios, les llama la atención la misma obra (de Joyce, claro), el mismo músico callejero con el cual hacen algo de catarsis y se reencuentran al final, por un nacimiento. Hola, nos estamos viendo seguido. Ojalá no nos cansemos . El director Carlos M. Jaureguialzo nos acerca a la intimidad de estos dos personajes que se han vuelto casi extraños para el otro, por eso tanto plano cerrado.
La música, en gran parte clásica, ayuda a generar esta hermosa melancolía en la que se ven sumidos. También hay imágenes bellas, como aquella que parece salida de la publicidad que Esteban no puede crear. Algunas escenas pueden ser previsibles (que me pongas a un personaje con ataque de pánico en un ascensor) pero aún de ellas sale bien parado.Roth y Grandinetti son quienes llevan toda la película a cuestas, y algunos personajes secundarios le agregan un poco de color.
Cada vez más tú y cada vez más yo sin rastro de nosotros dice Sabina en boca del músico que toca en el subte.
Escrita por Marcela Silva y Nasute, el film termina con una frase de Simone de Beauvoir. Y es que la influencia de la literatura se percibe bastante, en ciertas imágenes (hay mucho detalle, un cigarrillo apagado en un vaso, una canilla que gotea, una mancha en la alfombra) y en esos monólogos internos.
Resumiendo, es una linda película, con personajes que se sienten muy cercanos, con los cuales no va a costar sentirse identificado, sin necesidad de estar pasando precisamente por la misma situación, y ése es un gran logro. Si a eso le sumamos la fotografía , la bella música y las actuaciones de dos de los mejores actores que tenemos hoy en día, el resultado es un film muy recomendable.
http://elespectadoravezado.com.ar/index.php/criticas/2-hemos-visto/777-matrimonio