Mata Hari
Sinopsis de la película
Mata Hari (Sylvia Kristel), la mujer más tentadora y peligrosa en una Europa destrozada por una guerra total, arrancaba secretos nacionales a hombres de estado en ambos lado de la contienda. Ella no pertenecía a nadie. Ninguna nación merecía su lealtad. Hoy es una leyenda, la espía más famosa de todos los tiempos. 1914. El conde von Beyerling y el capitán Ledoux conocen a lady MacLeod en un museo de París. Días después, en una fiesta de embajada, los dos amigos descubren su verdadera personalidad, se trata de MATA HARI.
Detalles de la película
- Titulo Original: Mata Hari
- Año: 1985
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
Película
3.6
81 valoraciones en total
Críptica, mística, herética. Así era la elementa.
De cuerpo serrano y pecaminoso que en pleno revoltijo bélico, la primera gran carnicería mundial, no se le ocurrió otra cosa a la pobre que meterse en camisa de once varas, en nefanda pelea de espías. Mala decisión. Mucho.
Bastante tenía con los devaneos venéreos como para además sumarle intrigas, delaciones y sustos. Si ya gozabas carne y meneo para qué querías peligro y tanto memo.
La película es bruma, vaho, vapor de nube, polvo de estrellas. Un engendro.
Tan difusa, vaga e imprecisa como pesadilla de beata moribunda.
Sombras y especímenes. Coitos ahítos de tontuna, mal dados y repartidos, apátridas, inmerecidos claramente, buena mujer, tú valías más, venías del oriente y del mito, eras pantera, diosa oscura, no cuerpo mancillado, trasiego de hombres malos y necios.
Mucha untuosidad y dislate. Son los hermosos senos de la Kristel y su continua cara de sorpresa-susto (mala actriz, a dolor) en una especie de ¡¡recreación histórica!! (sic) de la trastienda diplomático-aventurera de la primera guerra. Del Asia colonial (parece que venía de Java) a la Europa guerrera.
Mezcla erotismo roñoso y torpe y calamitoso con solemnidad bizarra y soporífera, todo aliñado por una pobreza alarmante de medios, imaginación e inteligencia, y con un aire general de mortandad, abandono y perdición que sugiere casa de putas que no pagan el recibo de la luz desde hace tanto tiempo que ya son capaces de ver en la oscuridad, como búhos, a pesar de un casero zarrapastroso que las acosa con voluntad malsana, tal vez lugar de recreo opiáceo plagado de agonizantes, quién sabe si fiesta de máscaras en el infierno más lánguido, cementerio marino de elefantes humanos, reunión de vampiros en huelga de sangre, asociación de adictos al sexo duro (si hubiera tal idiotez), la heroína bruta (la hubo) y el paludismo (no me pronuncio), ira de diablos cojuelos, tifus, piorrea…
Espantosa, atroz, inverosímilmente mala. Grasa, gajo, velo, broma macabra. Silencio suena solo.
Curtis Harrington fue un director que nos hizo concebir grandes esperanzas. Descubierto, otro más, por Roger Corman (algún día convendría valorar el papel desempeñado por el director y productor en el lanzamiento de los grandes realizadores de los años 70), principió su carrera con dos títulos asaz extraños y proscritos, Marea nocturna y Planeta sangriento, en la que contó con la presencia paternal y protectora de Basil Rathbone y Forrest J. Ackerman. Entre ambos, reconvirtió una película rusa en estadounidense, Viaje al planeta prehistórico, que no he tenido el (dis)gusto de ver. Luego llegó La muerte llama a la puerta, que llamó poderosamente la atención de los fans del género, pero poco a poco las expectativas fueron menguando y Harrington fue engullido por la televisión, hasta que el espantoso tándem Golan-Globus, un par de judíos avispados que entraron como un elefante en una cacharrería en la cinematografía de Estados Unidos con la productora Cannon, le ficharon. Lástima que aceptara. Con la Cannon invadieron de basura las pantallas mundiales, al tiempo que sufragaban obras de presunta qualité (por ejemplo, El rey Lear, de Jean-Luc Godard, un desaguisado de mucho cuidado). Mata Hari está a caballo entre ambas tendencias, aunque en seguida se decanta por el erotismo con glamour, aprovechando el tirón de su estrella Sylvia Kristel, que en aquella época iba hasta las cejas de coca y alcohol. La película es un disparate que mezcla guerra con amoríos con espionaje con presuntas escenas atrevidas, que sirven de pretexto a Kristel para airear sus encantos. Los diálogos son necios, la fotografía borrosa y birriosa, la música indigesta, que no diegética, y las interpretaciones horrorosas. Mata Hari terminó con la carrera de Harrington, que moriría en 2007 triste y olvidado. Kristel cayó en barrena y pasó los últimos años filmando telefilms de Emmanuelle. Nunca más volvió a levantar cabeza. Evidentemente, y dejando aparte el clásico de Greta Garbo, yo prefiero la versión de Jean-Louis Richard con Jeanne Moreau, mucho más creíble.
Sólo para fans irredentos de Sylvia Kristel.