Más allá de las nubes
Sinopsis de la película
Un director rueda una película que relata cuatro historias de amor ambientadas en distintas ciudades de Francia e Italia. En la primera, un joven se enamora de una muchacha. La segunda aborda la fascinación que un hombre siente por una joven que afirma: Ya tengo a mi padre . La tercera narra la ruptura de una pareja y su reencuentro. La última versa sobre la sublimación del amor: un mismo corazón puede sentir amor a Dios y amor a los hombres.
Detalles de la película
- Titulo Original: Al di là delle nuvole (Par delá les nuages)
- Año: 1995
- Duración: 113
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Opinión de la crítica
Película
6.1
93 valoraciones en total
Consulte a su farmacéutico antes de ver esta película porque puede producir varios efectos secundarios: el lento ritmo, la monotonía de las historias y lo falso de su romanticismo, somnolencia y astenia, la presencia de una Inés Sastre incapaz y la pedantería de sus reflexiones moralizadoras, irritación y alteraciones emocionales –ira, principalmente–, y los desnudos, aumento de la libido. La ventaja es que no necesita receta, por lo que usted decide si le compensa arriesgarse a sufrirlos o si no suponen un sufrimiento para usted.
Yo puedo hablar de mi experiencia y decir que los sufrí todos. Terminó compensándome por la dirección artística, por los desnudos de las tías y por tres historias: la de Malkovich y Marceau, que me pareció la más arriesgada y simpática, la del cuadrángulo Weller-Ardant-Caselli-Reno, que es la más interesante, y la última, que es la más desconcertante y la que tiene un acompañamiento musical más acertado. Pero en conjunto, me pareció una película pretenciosa y más bien aburrida, prescindible para los que no gastamos casi nada de nuestro tiempo en preocuparnos de elegir el traje que nos ponemos o el color del sofá de diseño que nos compramos, para los que sabemos que las historias de amor e infidelidad no sólo existen en ambientes aburguesados, para los que no somos tan elegantes como estos señores.
A las pocas horas de morir Ingman Berman, le sigue hacia el otro lado de la vida, el también gran maestro del cine Michelangelo Antonioni. Triste verano europeo. ¡Lástima, porque cada vez hay más gente talentosa en la otra orilla de la realidad que en esta!
Como homenaje hacia este admirado director italiano, he aquí la crítica de uno de sus film en color (aunque prefiero los que hizo en blanco y negro), el cual no pudo terminar, como ya es sabido lo hizo Wim Wenders, por haberle dado a Michelangelo un ataque de apoplejía y haber perdido el habla y parte de sus movimientos corporales.
Es una película para cinéfilos que gusten del cine de Antonioni: poético, reposado, donde los argumentos no suelen llegar a ninguna conclusión y el observador tiene que conformarse por lo general con lo inacabado y abstruso, como suele ocurrirnos en la mayoría de grandes experiencias vitales, ya de búsqueda, ya de amores, ya de proyectos, ya de ideales, ya del sentido y razón de ser de los hechos.
En Más allá de las nubes , Antonioni nos introduce en un laberinto de calles empedradas donde transcurren historias esporádicas de encuentros y desencuentros, atracciones hombre-mujer y viceversa, abocadas a la felicidad de esos pocos minutos de explosión amorosa (cinco, diez, quizás quince) que todos anhelamos al menos una vez al día o una vez a la semana, pero que luego la verdad de la existencia lo reduce a una vez al mes, una vez al año o incluso a una sola vez en la vida. Las historias suceden a lo largo de caminos de piedras con clase, arte y antiguedad, con perspectivas de cielos nubosos y neblinas, y con la presencia del agua, ya de lluvia, ya de fuentes, ya del mar. En definitiva es un film húmedo, chorrea humedad por todos lados.
Para mí, de las cuatro historias que cuenta, las mejores son la primera y la última, la 1ª por los protagonistas, por las caricias sin llegar a tocar la piel sobre el cuerpo desnudo y precioso de Inés Sastre, por el enamoramiento-fascinación-ipso facto que a veces ocurre y no es ninguna exageración, la 4º por las excelentes escenas en el interior de la iglesia o los personajes andando y empapándose de lluvia por medio de las calles, en definitiva porque es lo peculiar de Antonioni: el cine poético, el cual como la poesía escrita, casi siempre nos conmueve no por el razocinio de lo que leemos sino por la estética, el juego de las palabras, el sonido, las metáforas y el ensamblaje delicado y sutil que genera el creador de la obra, el cual nos transporta la mente a la dimesión imaginativa-cautivadora-sensible.
No todo manjar está hecho para público de grandes superficies, Día, Carrefoul, Eroski, etc. Hay manjares que sólo pueden saborear quienes son bastante raros, al menos aproximadamente raros a la esencia que se les ofrece.
Fej Delvahe
Aparecen los diálogos que durante mucho tiempo permanecieron enterrados en el cine de Antonioni para dar la sensación que sus personajes hablan demasiado, y que nada de lo escuchado parece verosímil. Acentuado en el personaje de Malkovich, con soliloquios en off que nada casan con la imagen.
A modo episódico, Antonioni rescata momentos puntuales que en su cine funcionaron por ser un vehículo narrativo insólito: la niebla (que incomunicaba sentimentalmente a los personajes en El desierto rojo y más tarde en Identificación de una mujer), o los besos tras el cristal (creando barreras ficticias para no desnudar el alma en El eclipse), pero que en este caso, quedan mermados al no encontrar una forma de narrar por sí solos, sino que son un atrezo más, como la gran cantidad de planos interesantes que podemos encontrar o la fantástica fotografía de unos exteriores crepusculares –las playas en invierno, las terrazas con la lluvia, los palacios deshabitados, las piscinas sin bañistas, los trenes en la época supersónica, las anacrónicas iglesias de obedientes ecos-. Quedan los exteriores, esos seres animados, como el mejor componente del ejercicio. Toman quizá el relevo del personaje por antonomasia de Antonioni: frío, hermético, sumergido en el dolor del tiempo.
El resto es superfluo a pesar de la cantidad de desnudos femeninos con los que podemos recrearnos. En especial, ese lunar en el pecho derecho de Sophie Marceau, reivindicando su lugar en la historia cinematográfica como el lunar más sexy jamás filmado.
El regreso de Antonioni al cine, posibilitado por Wim Wenders, quien ya hiciera lo propio con Nicholas Ray en Relámpago sobre el agua . Es un drama tipicamente antonioniano, o sea, reflexivo y casimetafísico, a vueltas con el mundo sentimental y/o del amor, a través de distintas historias. Pausada de ritmo, con monólogos reposados, resulta una película entre lo anacrónico y lo loabrlo por curiosa y atípica por su apuesta a contracorriente, resultando perfectamente coherente con toda la filmografía previa del autor y destilando un aroma de cine elegante, personal y nada autocomplaciente, pero que complace al cinéfilo y lo sitúa en un oasis sereno y oxigenado.
Antonioni y Wenders han hecho lo imposible juntos. Algo que escapa a toda lógica y raciocinio. Paso a relatar los hechos:
Damas y caballeros, un servidor se ha dormido viendo Más allá de las nubes . Bueno, hasta aquí nada del otro mundo. El cine de Antonioni incita al sopor y Wenders también es especialista cuando le das más de cien minutos.
Pero ahora viene el hecho imposible: estos dos señores juntos han conseguido que permanezca en infinito estado de sopor viendo las tetas, las sexys braguitas blancas de Inés Sastre. Y ahora lo peor, ¡me ha pasado lo mismo con el culo y los agraciados y agradecidos pechos de Sophie Marceau! ¡No recuerdo tampoco las medidas de las protagonistas de las dos siguientes historias! ¡Dios mío! ¡Por Traci Lords!
Hablando de Traci Lords, debo indicar que la profundidad de las historias de Más allá de las nubes son equivalentes al de de una peli porno: dos personas se conocen y fornican hasta el amanecer. Eso sí, su envoltorio es de cine de arte y ensayo con esa excelente fotografía y exteriores.
¡Qué romanticismo! ¡Qué bonito! ¡Cuánto arte hay escondido entre unas sabanas, cuatro pares de pechos y el infinito tedio de tanto cine pedante y evocador!