Marnie, la ladrona
Sinopsis de la película
Marnie (Tippi Hedren), embustera y ladrona compulsiva, se sirve de su trabajo como secretaria para robar. Cuando Mark Rutland (Sean Connery) la contrata, no sólo no abandona sus delictivos hábitos, sino que, además, se comporta de manera absolutamente desquiciada. A pesar de todo, Mark, cediendo a un impulso inexplicable, decide casarse con ella y averiguar las razones de su obsesivo comportamiento. Cuando un terrible accidente lleva a Marnie a una situación límite, Mark la obliga a enfrentarse a sus terrores cuyas raíces se hunden en el pasado.
Detalles de la película
- Titulo Original: Marnie
- Año: 1964
- Duración: 129
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Opinión de la crítica
7.4
63 valoraciones en total
Es una película muy valiosa del maestro Alfred Hitchcok. Y vemos como el personaje que interpreta Sean Connery se esfuerza en encontrar la cura para una mujer traumatizada desde muy temprana edad. Sean es el hombre experto, ecuánime que se da cuenta del mal que aqueja a aquella solitaria mujer frígida. Y creemos que el es movido por un amor que siente hacia ella, es aquí donde Hitchcok explora el sentimiento humano.
Mark (Sean Connery) sabe que la única manera de que Marnie (Tippie Hendren) sane, es hacerla que se enfrente con sus más terribles miedos. La andrógena mujer causa cierta ternura, cierta compasión de un ser humano sufriente.
Esta película me gusta mucho por que nos muestra de lo que es capas un hombre cuando ama a una mujer, poniéndose al servicio de una enferma mental que mas bien sufre de sus emociones alteradas desde su niñez.
Marnie no es de las obras maestras indiscutibles del maestro Hitchcock, no obstante se trata de una muy buena película dotada de la habitual fuerza narrativa del cineasta inglés. Y es que el verdadero talento de los buenos cineastas se puede ver en películas que como marnie no tienen un gran guión. En manos de cualquier otro Marnie hubiera sido una peliculeja de suspense del inmenso montón que corre por ahí, pero la mano de Hitchcock la transforma en un sólido drama que, quizá si, se resiente en un evidente final.
No obstante una película es mucho más que su guión y Hitchcock lo supera por completo. Con sus habituales detalles, picados y movimientos de cámara, acompañados de un brillante uso del color, Hitchcock saca petroleo de donde no lo hay y arma una película donde el drama de los personajes, mucho más importante que el mero ejercicio de suspense como siempre en Hitchcock, está por encima (y además se siente) de todo lo demás.
Film realizado por Hitchcock. Escrito por la guionista Jay Presson Allen ( Funny Girl , 1975), se basa en la novela Marnie (1961), de Winston Graham. Se rueda en exteriores de Pensilvania, Virginia y Nueva Jersey y en el plató de los Universal Studios. Producido por Hitchcock, se estrena el 22-VII-1964 (EEUU).
La acción principal tiene lugar en Filadelfia en 1962/63. Marnie Edgar (Tippi Hedren) es una muchacha inteligente, solitaria, extraña, insegura y frágil, que se gana la vida robando dinero de la caja fuerte de las empresas en las que trabaja como secretaria o administrativa. Mientras presta sus servicios en Rutlan y campañía conoce al ejecutivo Mark Rutland (Sean Connery), que se siente atraído por ella.
El film desarrolla un thriller psicológico con elementos de misterio, intriga, suspense y romance. La acción tiene lugar en una atmósfera inquietante en la que los protagonistas se mueven por afanes poco claros. Mark es fuerte, dominante y poco considerado. Su comportamiento plantea dudas sobre la posibilidad de que en el fondo de su ánimo se hallen ocultas pasiones sádicas de origen patológico. Lil Mainwaring (Diane Baker), cuñada de Mark, en relación a Marnie parece oscilar entre sentimientos de envidia con celos y un extraño afecto. Las relaciones entre Mark y la indolente y pasiva Lil plantean interrogantes sobre la naturaleza de las mismas. La conducta de los personajes parece desvelar la existencia de un submundo inquietante, que refuerza el misterio del film y le da profundidad. Hitchcock pone de manifiesto, una vez más, sus obsesiones sobre el sexo, la locura, la enfermedad mental, la violencia, la muerte, el sometimiento de la mujer al hombre, las pasiones insanas, etc. También muestra sus preferencias por las protagonistas jóvenes, hermosas, rubias, que ocultan algún secreto y que acaban dominadas por el hombre. Pese a sus esfuerzos y gestiones, no consigue que el papel lo interprete Grace Kelly, casada (1956) desde hacía tiempo con Raniero III de Mónaco. Ocupa su lugar la protagonista de Los pájaros (1963), su producción anterior. El escaso éxito de la obra en su estreno, se ve compensado con el paso del tiempo por su reivindicación como una de las cintas más meritorias del realizador.
La música, de Bernard Herrman ( Psicosis , 1960), aporta una partitura de gran belleza, con temas tan convincentes como Marnie (tema central) y Lil (que suena varias veces). Es el último trabajo del compositor para Hitchcock, que rechazaría la partitura que creó para Cortina rasgada (1966). La fotografía, de Robert Nurkes ( Vértigo , 1958), ofrece una potente visualidad, que se apoya en encuadres muy notables (marcha inicial de Marnie por el andén de la estación del tren), planos cortos, primeros planos, planos de detalle (bolso, pistola), planos picados y un diligente y acertado trabajo de cámara. Hace uso de flashbacks trepidantes para referirse a sucesos capitales del pasado.
Posiblemente nunca estará entre sus pelis más ilustres (Vertigo, Psicosis, La ventana indiscreta, Los pájaros…) pero Marnie, la ladrona —con Frenesí— es, sin lugar a dudas, una de las obras más puras e ingénitas de tito Hitch. Y no, no se trata de una perogrullada. Básicamente porque cuando digo ‘auténtica’ e ‘ingénita’ no me estoy refiriendo a su autor como figura pública de reconocido prestigio. Me estoy refiriendo a la personalidad de su autor. A su naturaleza. A su idiosincrasia. Y Marnie es, por supuestísimo, una de las pelis que mejor reflejan la perversa y compleja psique de Don Alfredo. Un cineasta que no dudó en trasladar sus turbias y enfermizas obsesiones al celuloide y que, en esta ocasión, se ampara bajo la hombruna percha de Sean Connery para dar rienda suelta a su ostensible sadismo y misoginia.
Marnie (Tippi Hedren) será, como no, el blanco de sus iras. De sus complejos. De sus desvaríos. Como antes lo fueron Grace Kelly, Kim Novak y tantas otras. Rubias todas ellas. Y en este caso, además, cleptómana, frígida y traumatizada. Un suculento y morboso pack de psicopatologías que le vienen que ni pintadas a tito Hitch para poner en práctica su particular terapia. La secuencia en la que Mark (Sean Connery) viola a su propia esposa la noche de bodas podría ser un buen ejemplo. Ésa es, a mi juicio, la esencia de esta peli y, por ende, la de muchas otras pelis del inglés. El sexo y la violencia como expiación. Todo lo demás, obviamente, son McGuffin. Espléndidos McGuffin, por supuesto. Pero McGuffin al fin y al cabo.
La ponen bastante en la tele, así que hay sobradas oportunidades para verla. Tenía curiosidad por ver si me seguía causando la misma impresión que la última vez, que fue hace ya bastante, pero no ha sido así. Ha empeorado en mi consideración.
Es que cada vez soporto menos al Hitchcock que se pone repelentemente pesado con la moda del psicoanálisis (como si éste fuera infalible para resolver todos los traumas, el cual se ha demostrado ampliamente que está muy lejos de ser una panacea), con las fobias (sus personajes psicóticos llegan a caer gordos cuando se descomponen cincuenta veces por hora mirando una manchita roja, una nube con forma de conejito, unas rayitas en un mantel o a saber qué cosa que les recuerda algo que supuestamente tienen reprimido) y su manera infalible de resolver como por milagro desaguisados que no los arregla ni la bruja Lola con velas de color verde fosforescente.
Lo siento, pero hay ciertas cosas que no me trago ni en el cine, y Hitchcock me da yuyu cuando se pone en plan doctor Freud.
Además, puesto que este thriller ya hace mucho que no me engancha, le veo los fallos con ostentosa claridad. Lo de Alfred no era filmar a gente conduciendo o montando a caballo, porque se ve a la legua el fondo móvil que ponen detrás y lo mal que interpretan los actores tratando de hacer como que conducen o cabalgan, haciendo un paripé bastante tonto mientras un poco más y sale hasta el ventilador que les pondrían delante del careto para que simulara el viento. Los decorados fijos de fondo tampoco daban el pego para nada, porque es curioso que se vea un puerto con un barco que no se mueve, aunque eso todavía entra en lo plausible, pero lo que no cuadra es que las nubes del cielo no cambien ni se muevan ni un milímetro en horas o días. He leído que el que es verdaderamente hitchcockniano no los ve como defectos sino como particularidades de la impronta del expresionismo alemán que el cine mudo le legó. Lo que pasa es que los recursos del expresionismo alemán me los creo en el cine mudo alemán de los años veinte, no en una película sonora y en color cuarenta años posterior.
Yo no soy hitchcockniana, lo admito. No todo lo que salió de la fábrica de este director me convence ni me gusta. Pero lo suyo que sí me agrada lo ensalzo como se merece.
Tippi y Connery aguantan mal que bien el tipo. Gracias a ellos, apruebo la película, raspadita. Aunque casi todo lo que tienen que sacar adelante se advierta más infantiloide y cutre en cada nuevo visionado. Ella que no anda muy bien del coco, y él como psiquiatra aficionado y príncipe salvador que no actúa por amor ni por altruismo. Lo hace, simple y llanamente, por cepillarse a la virgen vestal de mano larga.
Muy romántico el tema.