Madre sólo hay una
Sinopsis de la película
Después de descubrir la verdad, que fueron robados por la mujer que él creía que era su madre cuando era niño, Pierre (cuyo verdadero nombre es Felipe) debe hacer frente a todas las consecuencias de las acciones de su madre y conocer a su familia biológica.
Detalles de la película
- Titulo Original: Mãe só há uma aka
- Año: 2016
- Duración: 88
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Opinión de la crítica
Película
5.7
43 valoraciones en total
Partiendo de la base de que la película no me gustó nada -lo que no impide que reconozca algunos de sus valores y le conceda un aprobado, si algo me sorprende es conocer en el día de hoy que se la ha galardonado con dos premios en la Seminci 2016. El de dirección es discutible. El de actuación es absurdo. El actor en ningún momento encuentra al personaje. Jamás en pantalla se le ve creíble. Incluso en momentos de cierta tensión esboza sonrisillas de principiante, de risa floja .
Mal, muy mal.
El robo de recién nacidos ha ocupado recientemente titulares de prensa, destapando unos hechos imposibles de aceptar. Se ha relacionado con la dictadura argentina y con la España de los ochenta. Lo difícil es hacer una película en la que este asunto sea fundamental, sin entrar en culpabilidades ni juicios políticos. Bien, Anna Muylaert lo ha conseguido.
Lo de menos para el argumento es contar quién fue el ladrón y por qué, quiénes apoyaron su fechoría. Aquí se trata de entender el papel de víctimas de todos los implicados. La madre ilegítima (esta sí) que de la noche a la mañana ve su mundo desmontarse, después de haber sacado adelante sola a dos niños. Los niños que se ven arrancados de su madre, sometida a juicio público, para de nuevo sentirse robados cuando ingresan en el hogar de sus padres biológicos. La madre primera que ahora es la nueva madre y mira a su hijo con una condescendencia y un amor antiguo y contenido durante dieciocho años. El padre primero y ahora nuevo que quiere al hijo que tuvo y no reconoce como tal a quien tiene delante.
Haber sido capaz de presentar este cuadro sin juzgar a ninguna de ellos es encomiable y por ello, Anna Muylaert merece reconocimientos como el premio a la mejor directora en la Seminci. Sus dardos van para la frialdad policial, para el injustificado espectáculo periodístico y para la insensibilidad del público.
Uno puede preguntarse qué gana viendo esta película. Es mucho. Además de ver un asunto candente desde dentro, desde donde importa: los sentimientos de los personajes. Además, puede estar seguro de ver un cine personal, diferente, nunca raro y sí profundamente humano.
Una mirada desde Brasil, que incluye una interesantísima ambientación de una juventud que mira a la sexualidad desde una perspectiva muy libre. Un enfoque que tiene puntos en común con otras películas procedentes de América Latina, como «Aquí no ha pasado nada» del chileno Fernández Almendras y como la mexicana «Güeros».
Que también recuerda a la anterior obra de la directora, «Una segunda madre», si bien ha dado dos pasos adelante, en mi opinión, en cuanto a capacidad de síntesis. Y en la habilidad para crear tensión en el espectador e implicarle en las preocupaciones de los personajes, sin favorecer la identificación con uno de ellos sobre los demás.
«Madre solo hay una» es buena y está muy bien interpretada. Naomi Nero obtuvo el reconocimiento a mejor actor en la Seminci y sorprende que no lo obtuviera la actriz Dani Nefusi, haciendo un papel doble de personajes contrastados que borda.
La quinta película de Muylaert crece en el recuerdo. Parece aún mejor cuando se piensa en ella que cuando brotaron aplausos en la sala (poco habitual) sobre el fundido a negro final. Y deja una imagen de despedida muy impactante acerca de la capacidad de empatía entre jóvenes diferentes, maravillosamente flexibles, en oposición a la rigidez adulta.
Una historia muy dura de niños robados de fondo y el crecimiento adolescente de un joven de otro. De nuevo la directora brasileña, Anna Muylaert, al igual que en Una segunda madre, se mete en la vida familiar de un adolescente. En aquella se veía en paralelo a una chica y a un chico. En Madre solo hay una el protagonista es un chico de 17 años, en pleno proceso de búsqueda de la identidad. Un chaval libre, no condicionado por los estereotipos de género. Vive su deseo con naturalidad y sin ningún tipo de cortapisas.
El hecho que genera el drama, será el descubrimiento de que tiene otra madre porque fue supuestamente robado. Este hecho lo explota la directora para investigar sobre la maternidad. El joven expone abiertamente su identidad que se corresponde con la familia donde se ha criado y choca con la familia biológica. Todo ello con un uso de la cámara que sigue a todos los/as hermanos/as de tal forma que lleva al cine el sentimiento de hermandad en la infancia y adolescencia. Otra estupenda película para trabajar identidades, familia, inclusión en las aulas de institutos.
Pocas veces se cuela el tema de la maternidad como tema central en una película, ya es la segunda. Además veremos un Brasil con diversidad de clases sociales pero también con diversidad sexual. Una apuesta interesante. Esperamos que Muylaert tan solo tarde un año en hacer su siguiente película. Un cine con historias y enfoques distintos que nos acerca a Brasil y su realidad.
Hijos robados que son devueltos a su origen expoliado. El protagonista tiene diecisiete años y la adaptación es difícil, obviamente. Eso cuenta la película.
Se hace una apuesta interesante: ir al grano y no buscar el morbo, se trata de hacer naturalismo desechando lo más sensiblero o cutremente explicativo, de contar las cosas como son en su fugaz espontaneidad y difusa realidad. Como si los Dardenne se hubieran hecho brasileños de un día para otro. Más o menos. Sería un remedo de mismas intenciones y, lógicamente, los maestros son muy buenos, peores resultados.
Vayamos con las cosas malas:
– El doblaje es atroz (no es culpa de la película. La tiene nuestro cerril país en este asunto. Es como si la historia fuera por un lado y las voces de los personajes por otro).
– La cámara nerviosa y su abuso. Se mete en las narices de los personajes y casi no vemos nada muchas veces. Lo que puede ser una virtud acaba en vicio.
– La historia queda tan escurrida y despojada que se queda en poca cosa, corta, pobre y demasiado escueta. Es bueno prescindir de rellenos innecesarios o tonterías facilonas, pero tampoco se puede ir al extremo contrario y montar la historia troceada a través de escenas unidas de manera brusca y (casi) azarosa en las que apenas se pasa del enunciado de los hechos. Además de que algunos momentos son repetitivos sin motivo y otros muy cortos sin necesidad.
– La película, más allá de su claro argumento, retrata una amenaza, un desconcierto y estupor, una profunda angustia, pero todo de fondo, soterrado, en segundo o tercer plano, sin caer en subrayados y evitando demagogias y sensacionalismos. Bien, se pasan y confunden por convertir el medio (una forma de indagar en el mundo de manera más directa) en el fin (que debería consistir en contar del modo más eficaz y hondo), pero es una opción. Hasta ese final en el que se desdicen y optan por el exabrupto, el número y el griterío, por cantar a los cuatro vientos la idea de la película, como si a última hora se arrepintiesen de su propuesta alusiva y elíptica y temiesen que el espectador no hubiera entendido nada. Y si lo habíamos entendido perfectamente, ese no era el problema, el fallo era otro, la falta de información y profundidad, el escaso desarrollo de esa idea.
Hace unos 20 años tuvo lugar en Brasil un suceso del que se habló mucho por aquellos días. Era el desenmascaramiento, y detención, de una mujer que tiempo atrás había robado, en fechas muy diferentes, dos recien nacidos de sus cunas hospitalarias. La directora Anna Muylaert retoma aquella noticia, escribe un guión y se plantea las cosas que podrían estar detrás de los titulares de prensa, que es, ni más ni menos, la vida de los niños víctimas de este desaguisado.
Pierre, al que la Muylaert sitúa ya con diecisiete años, sufrirá de manera especial el desenraizamiento. A la separación brusca de la madre y posteriormente de la hermana, se unirá el alejamiento del barrio, de sus amigos y de una vida que poco a poco, sin traumas, iba orientando hacia sus tendencias y hábitos sexuales, para nada convencionales.
El impacto emocional que el joven adolescente recibe tras la ruptura de lo que considera su verdadero hogar, le llevará a acentuar su grado de rebeldía, sincera y sin anestesia, que pondrá en un brete a su nueva familia, empeñada en reconvertirlo en Felipe.
En la Seminci 61, Madre sólo hay una recibió dos espigas importantes: Mejor dirección y mejor actor, este último para el primer trabajo de un muchacho que se hace llamar Naomi y que abre una puerta más a la normalización de los otros géneros, no hace mucho perseguidos y vilipendiados.