Los ojos vendados
Sinopsis de la película
Luis es un director de teatro que queda impresionado tras asistir a un acto contra la tortura, especialmente tras escuchar a una mujer argentina. Poco después, inicia una relación con Emilia, una mujer casada a la que le ofrece interpretar un papel en un montaje teatral sobre la tortura.
Detalles de la película
- Titulo Original: Los ojos vendados
- Año: 1978
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
5.7
50 valoraciones en total
Interesante cinta de Saura, rodada al principio de la transición, cuando ya la censura (casi) ha desaparecido y puede dar cauce con más libertad a su espíritu crítico.
Un José Luis Gómez que no me convence (es muy distante su labor en el teatro y en el cine, donde creo que nunca ha hecho un papel del todo digno) es un director de teatro que denuncia en una obra la tortura. Se ve acosado por la extrema derecha, que lo amenaza. Geraldine Chaplin, mucho mejor que Gòmez, , es su alumna y musa. Con influencia del teatro del absurdo y continuista del anterior cine del aragonés, el guión es muy sólido, como la fotografía de Teo Escamilla. Los flash-back son acertados y la cinta apenas decae en una progresión interesante de denuncia del terrorismo de extrema derecha, en un final muy de Saura. Una obra en la que el onirismo baja un poco y es más directa. Muy estimable cinta.
Una de las innumerables víctimas de la represión estatal está declarando ante el Comité por la Defensa de los Derechos Humanos. Entre los que escuchan aquellas dolorosas experiencias, se encuentra Luis, un director de teatro que, de pronto siente, que aquel testimonio merece convertirse en una representación teatral.
Luis tiene una amante, Emilia, la inconforme esposa de su odontólogo, quien se siente maltratada por éste. Ella será la protagonista de la obra teatral. Pero… los planes de Luis no agradan a todos y pronto recibirá una nota que entrará a complicarle la vida. Muy sutilmente, en una escena posterior, el reverso de un recorte de prensa hará alusión al Chile de Pinochet (la dictadura estaba en todo su auge en los años 70’).
Es necesario replantearse la existencia, es imprescindible sopesar lo que le estamos dando a la vida y la calidad del rol que jugamos en sociedad. ¿Soy un miembro activo o un espectador pasivo de la transformación que reclama a diario el mundo? ¿Estoy haciendo parte de la luz que ilumina los caminos o hago parte de la oscuridad que trae tristezas y pobreza a mis congéneres?
Luis se interroga: ¿es posible deslizarse por la vida, así, impunemente? Un interrogante lúcido. Un llamado al despertar que sacude y remueve la conciencia. El camino está lleno de barreras, pero es imprescindible seguir adelante porque, si se actúa con conciencia y se resiste, al final, invariablemente, surgirá la claridad y el sosiego. A fin de cuentas, la oscuridad no existe, no es más que ausencia de luz.
LOS OJOS VENDADOS es un filme resueltamente político y también un filme frentero en su crítica a la sociedad. Denuncia su desprecio contra los gobiernos que reprimen y torturan, pero cae en la cuenta de que también hay torturas, quizás demasiadas torturas no-políticas, de honda raíz en la sociedad.
Es una tortura el ruido de las máquinas industriales para el obrero, Para el que duerme, es una tortura el ruido estridente del bar de la esquina. Es torturador el ruido de las motos a altas horas de la noche. Tortura el ruido de los aviones, de los martillos, de los pitos… ¡TORTURA EL RUIDO!
La esposa del macho es torturada cuando éste le exige sexo sin contar con ella. El marido es torturado cuando a diario le repiten la misma cantaleta. El niño es torturado cada que se le obliga a comérselo todo o a ponerse lo que no le gusta. El adolescente es torturado cuando se le dice todo lo que debe hacer y jamás se le deja ser. El viejo tortura cuando todo lo reprocha y cree que la suya es la única verdad.
Los celos torturan, la envidia tortura, la negligencia de los burócratas tortura…. Y el estado, en pleno, tortura cuando no hace lo que tendría que hacer.
La película de Carlos Saura impacta y toca muy adentro. Es la clase de cine que dignifica y sirve a la sociedad.
En un Madrid postfranquista, con un plantel de actores brillante, Carlos Saura, valiente siempre, nos cuenta una historia que, con los años, se ha quedado tan desfasada como los pantalones y camisas que luce un más que correcto y extrañamente juvenil José Luis Gómez. Chaplin está también muy bien, incluso está atractiva y sensual, algo que ya llevamos muchos años sin ver, tantos que yo no recordaba esa pulsión sexual que es capaz de desatar esta actriz. La denuncia de los totalitarismos (naturalmente de derechas, ya nos lo deja claro Saura, no nos liemos) es bastante obvia y, en su época, se adivina que fue valiente y así lo reconoció un festival como Cannes nominando la película. Ahora, hoy en día, todo lo que se nos cuenta nos parece obvio y la manera de contarlo ha quedado un pelín antigua. No es un clásico esta película, pero sí que es interesante y se ve con mucho agrado hasta el final. Y es que ser dogmático y ser un gran director no es en absoluto incompatible. Y Saura es un grande, aunque esta no sea su mejor película.
Luis (Gómez), director de una escuela dramática, decide montar una obra de teatro sobre la tortura tras sentirse impresionado al escuchar a una mujer argentina narrar un luctuoso suceso. Una película que entronca perfectamente con la previa filmografía de Saura, pues prolonga su cine alegórico/metafórico, sirviéndose aquí el aragonés de la metáfora de los ojos como el espejo del alma para plasmarlos en unos ojos vendados, así pues en una alma ciega, deteriorada por la violencia y la infructuosa tortura, en una alegoría que partiendo del modelo argentino sirve de lleno para la dictadura franquista.
De factura artesanal, casi amateurista, Saura vuelve a alegar por la introspección de cada uno en sí mismo, por la importancia de la reconstrucción del pasado para encaminar el presente y lo hace en su estilo irrenunciable: sin importarle los grandes públicos, sino el hecho de lograr un documento interesante en su contenido y en su continente, sabiendo para quien está hablando y filmando, para una élite de cinéfilos a los que no les importa aburrirse un poco si luego pueden pensar mucho y sentirse livianamente mejor.