Los espías
Sinopsis de la película
El agente 326 de la Policía Estatal (Willy Fritsch) debe desbaratar una red de espionaje y detener a su cabecilla. El nº 326 desconoce que se trata del banquero Haghi (Rudolf Kein Rogge), quien trata por todos los medios de confundir al Servicio Secreto y neutralizar al nº 326, especialmente tras saber que su mejor espía, Sonja (Gerda Maurus), se ha enamorado del agente…
Detalles de la película
- Titulo Original: Spione
- Año: 1928
- Duración: 144
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Opinión de la crítica
Película
7.3
84 valoraciones en total
Antes de nada decir que estoy de acuerdo en todo con el camarada Ritchie Blackmore en su crítica de esta película sobre las grandes influencias del cine de Lang en los más famosos directores de ayer y de hoy y sobre todo en el cine de Hitchcock.
Spione es una peli muda con un argumento laborioso pero llevado con maestría. La cinta nos enseña desde el principio, con esos uniformes y esos rostros alterados, que Europa vive momentos de crisis, prebélicos. Acuerdos secretos son robados en distintas embajadas. En especial, el ministro alemán y sus servicios secretos tienen que soportar sendos descalabros.
¿Es posible que una única persona pueda ser el responsable de todo este desaguisado? Pues sí, ni más ni menos que el Sr. Haghi. Un conocido banquero, escurridizo como una anguila.
Un hombre misterioso, con multitud de espías a sus órdenes dispuestos a dar incluso la vida por la organización criminal. No fallan, son persistentes y peligrosos. Aunque puedan parecer tiernas niñas huídas del infierno de su casa.
El jefe de los servicios secretos opta por poner a trabajar al inefable agente 326 y la cosa cambia. Pero el Sr. Haghi no se amilana y obliga a su mejor agente, una atractiva espía, a neutralizarlo.
La película es un toma y daca sin descanso. Acción, traiciones, sicarios… El Sr. Haghi ha llegado al punto álgido de su plan, hacerse con el acuerdo firmado con Japón. Hay que tener en cuenta que Japón hacía poco había ganado una guerra naval a Rusia y éstos andan por medio como enemigos declarados. Todo lo enmaraña el artero banquero, al mismo tiempo un agente alemán que ejerce de payaso para pasar desapercibido, entra en acción.
Cualquier director de hoy en día, de estos famosillos de aquí y de allá, coge este fabuloso guión y, aún siendo la película hablada, hace una nueva versión y se la carga, la hace añicos, la hace migas y seguro que encima no la entendería nadie, excepto estos virtuosos críticos abrazafarolas que hay por aquí que saben más que nadie.
En Spione están presente los temas estrella de Lang, los personajes presos, los personajes agobiados por el sentido de culpabilidad, como el pobre embajador japonés, y las composiciones de sus imágenes con esos volúmenes impactantes como las escaleras formando rombos, las confabulaciones más arteras y el terror absoluto que puede ocasionar una mente maligna.
Escribir un comentario de Espías medianamente decente no es tarea fácil. Este film de Lang del año 28 ha sido punto de referencia obligada en el estudio de otros directores, tal es el caso de Alfred Hitchcock y sus 39 escalones y siendo sincero, en el transcurso de la película hay muchísimos momentos que nos hacen recordar al genial mago del suspense. ¡Que injusticia! ¿Verdad? Debería ser absolutamente al contrario y hacer justicia al excelente modo de hacer cine de Fritz Lang.
Pero sin iniciar odiosas comparaciones entre dos de los más excelsos cineastas mundiales de todos los tiempos, debo declarar que Spione (Espías) es un maravilloso trabajo que conjuga el suspense, la intriga, la acción y el romanticismo con una desbordante imaginación visual muy propia del Lang de aquellos años, con edificios amenazadores, con escaleras bullendo de actividad, con esas expresiones que lo dicen todo sin hablar apenas y siempre con ese toque lang-germánico reconocible.
Maravilloso encuentro de las luces con las sombras en un espectáculo de blancos y negros plenamente cautivador ( recuerden la secuencia donde los policías acompañan a los presos encadenados), y no menos lograda la definición de caracteres, con malos absolutamente perversos, mata-haris con el oficio muy bien aprendido y topos tan irreconocibles como mandan los cánones.
De principio a fin, la película es un ejercicio inmejorable de cómo hacer buen cine. De ello tomaron buena nota cineastas como Hitchcock o el propio Jacques Tourner y hasta en el presente debería seguir incluyéndose en los deberes de las escuelas de arte.
Seguro que podrías encontrarle alguna pega. Pero, cuando la encontremos, siempre podremos decir…Era el año 1928. Recuerden.
Oído a navegantes:
Viendo Spione me viene a la memoria escenas de 39 escalones y Alarma en el expreso. Y si quieren que les cuente algo de la película mejor que se compren el libro Fritz Lang de Quim Casas que lo hace magistralmente.
Ya lo dijo Sergio Leone: si Fritz Lang no hubiera nacido Alfred Hitchcock no hubiera existido. Semejante frase debería estar en todo libro de cine que se precie, claro que seguramente la frase sería manipulada y pondría el austríaco le robó la cartera a nuestro amado Hitch . Descansa en paz Leone.
Carlos Aguilar, en tu libro Guía del video-cine de 22.000 títulos y séptima edición de 2001 no está puesta Spione, te la recomiendo, claro que a lo mejor se te pone la cara colorada con tu amado Hitch.
Un tanto oscurecida por su magna predecesora Metrópolis , y por haber permanecido mutilada durante muchos años con un metraje 50 minutos inferior al original, Los espías es, sin embargo, una valiosa obra, tal vez no a la altura de las mejores creaciones de Lang, pero aún así llena de hallazgos y aciertos.
La película, restaurada por la Friedrich Wilhelm Murnau Foundation, se extiende a lo largo de 144 minutos caracterizados por un ritmo cambiante, sincopado, así, en un primer momento se suceden a gran velocidad actos de espionaje y la presentación de los personajes principales, para después entrar más lentamente en la historia de amor entre los protagonistas. Estoy de acuerdo con otras críticas en que esta parte es la más floja del filme, y que cuesta un poco hacerse a ella, pero todo lo compensan los últimos cuarenta minutos, trepidantes, magníficamente concebidos y narrados, que atrapan sin remedio y que contemplados hoy no pueden sino admirarnos, pues en ellos se condensan soluciones y tendencias que tras esta película se copiarán hasta la saciedad.
También se crea escuela en la concepción de los personajes, verdaderos arquetipos que funcionan eficazmente, especialmente en el caso de la espía enamorada Sonja (una bella Gerda Maurus), y aún más en el del villano-banquero Haghi (Klein-Rogge), que además de guardar un sorprendente parecido con Lenin, encarna al típico malvado que todo lo sabe y todo lo puede, encabezando una organización eficientísima llena de subalternos (años más tarde las películas de la serie Bond adoptarán un personaje y una organización similares). Incluso en otras cuestiones innova el filme, como los ingeniosos artilugios y métodos de espionaje empleados (tinta invisible, microcámaras, etc).
Todo ello rodado en un esplendoroso blanco y negro pleno de expresionismo que embellece una narración magnética y eficiente, como es habitual en el arte de Lang, un creador cinematográfico de primer orden que además tenía sentido de la oportunidad, pues no en vano los años en que se realizó la película fueron de intenso espionaje entre las grandes potencias.
Mientras veía esta película, en ciertos momentos y sobre todo al iniciarse la secuencia del expreso 33133, con esa impecable sonorización, esa edición ágil y eficaz, y esa precisión en el detalle para consolidar un suceso dramático e impactante, imaginaba al público que presenció el filme el día de su estreno y, cual si yo mismo hubiera estado en aquel momento, me parecía verle compenetrado, emocionado, y muy gratamente sorprendido con aquella destreza narrativa con que volvía a sorprenderles el mismo director que ya les había ofrecido Dr. Mabuse el jugador.
Y, debo decir que, como entretenimiento, LOS ESPÍAS se pone, cuando menos, una estrella por encima de aquel otro suceso fílmico… aunque puede tener una estrella en contra por su menor significado argumental. Su estructura dramática da pie a la creación de una serie de situaciones de enfrentamiento y de respuesta violenta, y el director Fritz Lang -con un amplio bagaje en el juego militar, pues había servido al ejército austríaco hasta alcanzar el grado de teniente- se luce creando toda suerte de artilugios que colman su película de una vigorosidad que haría escuela y que, sin duda, emularon muchos cineastas en fechas posteriores.
Con un personaje que recuerda intencionalmente a Mabuse –también representado por su estimado Rudolf Klein-Rogge-, quien se hace llamar Haghi y que también sugiere, indudablemente, la imagen de Lenin, Lang, y su guionista de cabecera y de otras cosas, Thea von Harbou, dan lugar a una intriga donde se busca apoderarse de significativos documentos de gran significado para Japón y que ahora están en las escrupulosas manos de Akira Matsumoto (el también director de cine Lupu Pick).
Entrará entonces en el embrollo, el agente encubierto 326, Haghi se servirá de su espía Sonja Barranikowa para sacar de escena al hombre que le busca, y hasta una suerte de chica pre-jamesbondiana, Kitty, con una sensualidad que debe haber hecho sudar a más de uno en los viejos tiempos, hará su parte en este entretenidísimo cuento de espías, que es prueba fiel de un realizador que, en la segunda década del siglo XX, estaba teniendo también su edad de oro, pues, en lo suyo, venía exudando arte con la misma holgura que aquellos inolvidables clowns que dieron perennidad a la comedia cinematográfica.
Willy Fritsch (N°326) y Gerda Maurus (Sonja) tienen aquí su primer encuentro romántico con opositor a bordo, antes de volver a enamorarse hasta el punto de terminar subiendo a la luna, en el siguiente filme de nuestro apreciado Fritz Lang.
No les quede duda,LOS ESPÍAS es una admirable clase de cine, habida cuenta de que fue realizada sin demasiados antecedentes.