Los corceles de fuego
Sinopsis de la película
Desde su más tierna infancia, Ivan y Marichka viven un apasionado y romántico amor a pesar de la enemistad que acaba enfrentando a sus familias. Incluso cuando se ven obligados a separarse, hay en el cielo una estrella que permite que se acuerden el uno del otro.
Detalles de la película
- Titulo Original: Tini zabutykh predkiv aka
- Año: 1964
- Duración: 97
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Opinión de la crítica
Película
7.3
66 valoraciones en total
Me suscribo a la crítica de lovekraft sobre este filme.
Muchas veces, cuando se trata de valorar un visionado, me suelo fijar en las veces que he tenido que esforzarme en seguir sentado hasta que llegue el final.
Y ojo, disfruto jugando a detectar e interpretar los discursos técnicos, los movimientos de cámara y personajes, el uso de los colores y las luces, la puesta en escena, me gusta valorarlos y entenderlos, pero con una condición: de que al mismo tiempo me llenen de alguna manera, que alcancen de alguna manera el corazón del espectador, en este caso yo.
Pero este producto me invitaba a apoyar la quijada sobre la mano más veces de lo habitual.
En definitiva, todo me ha parecido un baile, un baile excepcional, salvaje, místico, ancestral… que me ha aburrido.
Otros aspectos que me han llevado a restar puntos son los siguientes: el personaje de Iván adulto me ha desquiciado y decepcionado sobremanera, el excesivo recurso de girar y girar la cámara me llegó a marear hasta el punto del disgusto, y no entender lo que ocurría realmente (aquí he de añadir que gracias a los extras del DVD he podido conocer más sobre la película y las motivaciones del director. Recuerdo haber leído una frase en la que decía algo así como que os voy a mostrar a esta gente tal y como son, en su medio natural, sin artificios, y veréis cuan difícil os resultará saber qué sucede tras sus miradas ). Y es cierto, en cuantas ocasiones me he sentido frustrado por no saber qué ocurría realmente, cómo interpretar sentimientos o emociones por la falta de diálogo. Y comprendo que aquellas gentes son así, están más conectadas con la naturaleza y en ese sentido son mucho más próximos a los animales, se comportan así, sin más, no les motivan sentimientos y emociones como podemos interpretarlo en nuestra cultura. Me parece fantástico, de verdad, pero ser testigo de tanta irracionalidad en una película me ha resultado frustrante.
Los corceles de fuego muestra la impresionante involución del cine soviético: rodada en 1964, resulta mucho más primitiva que cualquiera de los clásicos de los años 20 dirigidos por Eisenstein, Vertov, etc.
La película contiene muchas imágenes bellas y sorprendentes, cuya fuerza se diluye al verse unidas a otras muchas excesivas, kitsch y de dudoso gusto, el conjunto se sostiene por la desarmante inocencia de un director que asume todos los riesgos tratando de reinventar el cine en cada plano.
Por desgracia, la reinvención conduce a una vía muerta. Experimento de cine poético, no termina de funcionar (al menos para mí) ni como narración ni como poesía. Paradójicamente (y con la salvedad de algunos momentos que poseen cierta densidad de verdad, como la escena en que el hechicero Yurko conjura a los vientos enemigos), este mural folclórico sobre la vida de los montañeses de los Cárpatos ucranianos en la segunda mitad del siglo XIX no está demasiado alejado de la idealización de lo popular característica del arte totalitario (de hecho, parece que fue la única película de Paradjanov relativamente bien recibida por las autoridades soviéticas).
Paradjanov era una de los cineastas más admirados por Tarkovsky, pero creo que su afinidad radica más en la actitud, en ese afán de tratar de filmar lo invisible a través de lo visible (las antorchas moviéndose junto al río, las panorámicas hacia las copas desnudas de los árboles, o la aparición fantasmal en una pequeña ventana que, en el capítulo siguiente, dejará ver las primeras flores de la primavera…), que en los resultados, que nada tienen que ver (al menos en este caso). Aunque fui a verla predispuesto a su favor, mi sensación a posteriori es que es poco más que una curiosidad exótica.
Ideal para comenzar con el cine de Parajanov (maravilloso a mi gusto), creo yo, es bastante más asequible que sus tres (es deprimente que le tuvieran en la nevera durante más de 15 años, tanto por la injusticia como por lo que nos hemos perdido) películas plenamente personales, y al mismo tiempo, es una cinta que impacta cantidad (ya desde la impresionante secuencia introductoria) y cala el triple. Salvando las distancias, a mí Parajanov me recuerda a Bartok por lo que fue capaz de hacer con el folklore de su tierra y derredor, mirándolo fríamente la historia no me dice mucho, pero en manos de este hombre me llega al alma. Una película bellísima, tremendamente sugerente.
Una vez descubiertas las películas más significativas de Parajanov, esta es la que para mí justifica de manera más plena el prestigio —aún minoritario— de este director, por encima de la canónica El color de la granada , que me ha supuesto una ligera decepción.
La pequeña gran diferencia entre estas dos películas es que, compartiendo su afán de elaborar un cine ante todo de carácter poético, Los corceles de fuego logra convertirse, pese a sus irregularidades, en un genuino poema, mientras que El color de la granada la percibo más bien como una sucesión de versos sueltos —muchos de ellos, eso sí, fabulosos—, que no es lo mismo. En otras palabras, una sucesión de bellas estampas, con un marcado sentido de la composición y de las manchas de color, pero que muy a menudo funcionan más en su propia entidad autónoma que por su interrelación, lo que de alguna manera se contradice con la propia esencia de la poesía y el cine.
En cambio, en Los corceles de fuego , sin dejar de contar igualmente con planos portadores de una gran potencia plástica, sí noto ese fluir entre ellos (choques, continuidades, rimas…) y, por ende, esa buscada concepción de poema cinematográfico .
Parajanov se recrea aquí en las raíces ucranianas, en una asumida clave folklórica y mítica, a partir de una sencilla historia de amor imposible a la manera de Romeo y Julieta, mostrando la vida rural, los rituales de bodas y entierros, las fiestas, las tradiciones… La irregularidad antes enunciada pienso que radica en la duración estándar de hora y media. Debido, precisamente, a que la historia de los amantes no deja de ser una excusa, un recipiente dónde ubicar el carácter poemático de la propuesta, sería a mi entender más redonda con la duración de poco más de una hora de El color de la granada (o también sus dos películas aún posteriores).
Pese a todo, la profunda belleza que transmite esta película me parece innegable y dos autores soviéticos acuden a mi mente, uno a nivel temático y el otro, formal. En el primero, encuentro la huella de Dovzhenko, con ese canto a la comunión del hombre con la tierra y los ancestros. En el aspecto formal, los encuadres con gran angular en posiciones bajas, mostrando por ejemplo las copas de los árboles como lanzas que convergen en un lejanísimo punto de de fuga, me recuerdan en su majestuosidad las imágenes campestres de Kalatozov en Soy Cuba . Y, como en esa película, los grandes movimientos de cámara generan una impresionante sensación de inmensidad. La cámara parece capaz de abarcar todo el universo, en una demostración práctica que la amplitud no es cuestión de proporciones (el formato es cuadrado), sino de la forma de mirar.
El resultado es, pues, una exuberante coreografía emocional y sensitiva que, en sus momentos más acertados, que son muchos y muy logrados, podríamos emparentar, por buscar un referente cercano, con los más frondosos y sensuales poemas de Vicente Aleixandre.
Los corceles de fuego, también conocida como La sombra de nuestros antepasados olvidados, es una de esas joyas medio enterradas que uno descubre escarbando por ahí, ya sea por casualidad o por recomendaciones de cinéfilos expertos en rarezas. Parajanov es seguramente uno de los genios cinematográficos menos conocidos, ya sea por su poca producción (condicionada por su exilio a Siberia por parte de las autoridades soviéticas), su nacionalidad, o por su estilo extremadamente personal y en poca sintonía con los estándares comerciales.
Y es que el calificativo de joya no puede ser más acertado, pues estéticamente nos encontramos con una belleza apabullante en cada uno de los fotogramas. La cámara de Parajanov muestra colores de una viveza inusual cuando es necesario, o se torna gris cuando la escena lo requiere. La cámara gira, sube, baja, camina, se mete entre zarzales, sobrevuela los tejados, o simplemente se queda estática si es necesario. El folclore representado en pantalla contribuye a la sensación de estar viendo una obra de arte, junto con la poética puesta en escena que acompañan todos los episodios de la película.
Ciertamente el argumento de la misma peca de sencillez, algo poco importante cuando nos entra algo por la vista con tanto esplendor, aunque un inconveniente para los que busquen algo más.
La historia cuenta las vivencias de Iván, habitante de un antiguo pueblo con una cultura ya casi extinguida, en la zona de los Cárpatos. El guión gira entorno al amor entre Iván y Marichka, pertenecientes a familias enfrentadas y que se aman desde niños.
La recreación de dicha cultura, sus fiestas, bodas, entierros, oficios, música, junto con la virtuosa fotografía en todos los planos, hacen la visión de esta obra toda una experiencia, única e imborrable en la memoria.