Los archivos del Pentágono
Sinopsis de la película
En junio de 1971 The New York Times y The Washington Post tomaron una valiente posición en favor de la libertad de expresión, informando sobre los documentos del Pentágono y el encubrimiento masivo de secretos por parte del gobierno, que había durado cuatro décadas y cuatro presidencias estadounidenses. En ese momento, Katherine Graham (Meryl Streep), primera mujer editora del Post, y el director Ben Bradlee (Tom Hanks) intentaban relanzar un periódico local en decadencia. Juntos decidieron tomar la audaz decisión de apoyar al The New York Times y luchar contra el intento de la Administración Nixon de restringir la primera enmienda… Historia basada en los documentos del Post que recogían información clasificada sobre la Guerra de Vietnam.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Post
- Año: 2017
- Duración: 116
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Opinión de la crítica
6.7
24 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Alison Brie
- Bob Odenkirk
- Bradley Whitford
- Bruce Greenwood
- Bryan Burton
- Caleb Eberhardt
- Carrie Coon
- Coral Peña
- Dan Bittner
- David Cross
- Deirdre Lovejoy
- Gary Wilmes
- Jennifer Dundas
- Jesse Plemons
- Jessie Mueller
- Justin Swain
- Kenneth Tigar
- Luke Slattery
- Matthew Rhys
- Meryl Streep
- Michael Cyril Creighton
- Michael Devine
- Michael Stuhlbarg
- Pat Healy
- Philip Casnoff
- Rick Holmes
- Robert McKay
- Sarah Paulson
- Sasha Spielberg
- Stark Sands
- Tom Hanks
- Tracy Letts
- Will Denton
- Zach Woods
Steven Spielberg es uno de los mejores ejemplos que tenemos de director capaz de tener una filmografía irregular, dónde podemos encontrar grandes películas y otras que tienen una intención únicamente comercial.
Los archivos del Pentágono no es una de sus mejores películas, pero resulta interesante por la trascendencia de los hechos que se relatan en ella. Basada en el contexto de la Guerra de Vietnam, el film nos transporta directamente a la Estados Unidos de principios de los 70, en pleno y perpetuo cambio social en el seno de la sociedad estadounidense. El dinamismo con que se cuenta la trama y las interpretaciones de Tom Hanks y Meryl Streep -a ratos- son las principales virtudes de la cinta. La trama es relevante, aunque de sobra conocida, por lo que su potencial tenía que hallarse necesariamente en la forma.a de narrarla. Es una película muy recomendable para acercarse a comprender un poco mejor la profesión periodística y una parte de la historia de la misma -así como de la historia de EEUU y de la política global-.
Uno de los principales errores de la película, no obstante, es su firme y redundante intención de presentar estos hechos acompañados de melodrama. No parecía necesario narrar estos hechos acompañados del sentimentalismo, pues como ya he dicho, su virtud principal es la trama política y periodística y la fluidez con la que se relata. Además, supone desaprovechar a una gran actriz -si no la mejor de Hollywood- como es Meryl Streep, ya que su papel en el film es sin duda importante y relevante, y resulta ciertamente decepcionante que le den un cariz melodramático y excesivamente emocional.
Otro aspecto en el que falla es uno muy común en el cine: la necesidad de decir con palabras lo obvio en algunas escenas. Por lo demás, estamos ante una película a tener en cuenta que sin duda puede ser considerada una de las mejores del año en Hollywood.
Vuelve Steven Spielberg, y lo hace a lo grande con su enésima maravilla: The Post. Una película que aborda el periodismo, un tema nunca explorado por el director, y lo hace de una forma muy contundente. Una cinta muy similar a Spotlight (2015), pero más eficaz, intrigante e inteligente. Si Tom McCarthy nos explica los hechos del The Boston Globe y como destapó la pederastia en la iglesia, Spielberg trata las mentidas del gobierno norteamericano sobre la Guerra del Vietnam y como la prensa, especialmente, The Washington Post fue muy valiente para desenmascarar todos los secretos de este conflicto.
Si el veterano director hubiese estrenado su película antes que Spotlight seguramente se hubiese llevado el Oscar a mejor película y mejor dirección porqué es un film más completo. Pero este año se tendrá que conformar con algunas nominaciones.
Entrar en una redacción de un medio de comunicación siempre es emocionante para cualquier periodista. Ver su valentía al querer publicar una noticia de tanto peso es extraordinario. Dejar de lado las amistades y el pasado para informar al pueblo de la verdad. Eso es periodismo, y eso es lo que nos enseña The Post, un gran ejercicio cinematográfico que nos quiere mandar un mensaje a favor de la libertad de opinión.
Pero si la película es de tan alto nivel es porqué se cuida al máximo cada detalle. Es cierto, después de una excelente introducción la cinta decae un poco, con el ritmo y con unas escenas algo pesadas, pero esto se recupera en los últimos 45 minutos. Estos tres cuartos de hora finales son emocionantes, con un ritmo mucho más ágil y con unos diálogos muy tensos para terminar con una formidable reflexión: La prensa está para servir a los gobernados y no a los gobernantes. Todos nos tendríamos que quedar con este valioso mensaje.
La puesta en escena de la película es notable por diferentes motivos. En primer lugar, por el importante trabajo de Michael Kahn en el montaje. El habitual colaborador de Spielberg en la edición sabe transmitir muy bien con cada plano escogido el mensaje que el espectador quiere recibir. En segundo lugar, se tiene que destacar unos planos de cámara fantásticos y algunos planos secuencia inquietantes en que la cámara se muestra tan nerviosa como están los espectadores en aquel momento o como se sienten los personajes por el devenir de los acontecimientos. En tercer lugar, todo el aspecto relacionado con el vestuario, maquillaje y peluquería, porque está escogido a la perfección para la cinta. Y, por último, porqué por momentos volvemos al ambiente formidable de aquellas películas de los años setenta y ochenta. Spielberg se atreva, incluso, a coger idees del cine del pasado para ponerlas en las películas actuales, y esto es un gran acierto.
No menos importante es la banda sonora de John Williams. Otro de los habituales en las películas del director americano. El veterano compositor hace su mejor composición en años. Después de una hora sin casi melodías apareciendo en primer plano, las piezas musicales aparecen en el tramo final del film para coger protagonismo de la forma más bonita posible. La música de Williams acompaña las escenas como un personaje más y hace que los espectadores se emocionen con sus piezas.
Dejamos las interpretaciones para el final. Y si decimos que Tom Hanks hace una de sus mejores interpretaciones en los últimos años no nos quedamos cortos. Hanks está convincente, tranquilo y maduro. Claro que tener a Meryl Streep al lado también ayuda. Nunca veremos a una actriz capaz de hacer tantos matices en un mismo trabajo. Streep está espléndida, contundente y muy elegante.
Detrás de estos dos intérpretes principales hay una gran cantidad de secundarios bien construidos y definidos. No lo parece, pero cada uno tiene su momento para lucirse y destacar, aunque sea solo en una escena, y saben aprovechar su momento.
En la era Trump que se vive en Estados Unidos, Steven Spielberg ha sido capaz de unir historia, política y periodismo en una misma película, y eso está al alcance de muy pocos. Además, sabe abordar el tema con naturalidad, fluidez y con algunos toques cómicos que le dan vida a la cinta. Hay algunos fallos en el guion, pero eso es lo de menos. The Post es una lección de buen cine, una película necesaria para los tiempos que corren y que está muy bien dirigida y notablemente interpretada.
Para los tiempos que corren, no ya en Estados Unidos con el polémico Donald Trump en la presidencia, si no en todos los países que supuestamente integran el primer mundo, Los archivos del pentágono es un film necesario. Con todas sus virtudes y defectos. Es de esa clase de mensajes, con el respaldo de estar basado en hechos reales (aunque no del todo imparcial), que es necesario proclamar a los cuatro vientos, y no desde el cine independiente, si no desde una de las más potentes productoras de Hollywood como es la Fox y, de manos de Spielberg, el cual a estas alturas no necesita ningún tipo de presentación. Esa supuesta libertad de la que disfruta tanto el ciudadano de a pie como los medios de comunicación, está cada vez más en entredicho, y conviene que nunca olvidemos que estamos expuestos a cualquier tipo de manipulación urdida desde las altas esferas. Como se llega a decir en el propio film: la prensa debe estar al servicio del gobierno pero no de sus gobernantes.
Spielberg ha hecho una buena labor, como era de esperar, sobre todo a nivel técnico. Ha querido ser riguroso y, ante todo, ha querido informar desde el respeto, pero su recreación ha sido más intelectual que visceral. No ha tenido la garra que otros maestros han demostrado, como por ejemplo Costa- Gavras, Preminger, Rossen, Frankenheimer o Andrzej Wajda al ser capaces de imprimir nervio y veracidad. Incluso no está a la altura de la inspiración de Stone cuando llevó a cabo su J. F. K: Caso abierto, Pakula con Todos los hombres del presidente, Pollack con Los tres días del cóndor o el defendible (por mi parte) remake de Demme El mensajero del miedo. Ha cumplido, sin duda, pero con un resultado lejano al que obtuvieron sus antecesores, y eso que ya venía entrenado de Munich.
En cuanto a los factores técnicos es de admirar su difícil ambientación y todo, una vez más, está llevado a cabo con rigor. Pero hay cosas que del todo no me convencen. La partitura musical de Williams es un autoplagio de otras obras suyas, con aires más cercanos a los temas galácticos que a obras donde el suspense era fundamental. En esta ocasión ha pasado de tener un sello característico a sonar demasiado a otras cosas, aunque también funciona. El viejo maestro a estas alturas demuestra lo mucho que sabe. Me desconcierta la fotografía del siempre respetado Janusz Kaminski, también colaborador habitual de Spielberg, cuyo trabajo en interiores es impecable, sobre todo en las oficinas, donde parece absorber atmósferas ya retratadas por Gordon Willis u Owen Roizman, excelente fotógrafo y que en los años setenta colaboró en películas bastante importantes. Contrasta mucho con las escenas de exteriores, sobre todo donde había de por sí una muy buena iluminación se produce un uso abusivo de pantallas blancas refractarias, los llamados sticos .
En todo este envoltorio ha cuidado mucho la elección de sus actores, sobre todo la extensa galería de personajes secundarios en su mayoría masculinos. Su pareja protagonista la forman Tom Hanks, habitual en el cine de su director, que se ve que ha estado en todo momento controlando sus gesticulaciones, intentando dar un paso adelante en lo que la construcción de un personaje sin florituras para desprenderse de esa imagen de actor con limitaciones. Mejor su compañera, Meryl Streep, la cual, una vez más es capaz de demostrar, con una simple inflexión de su voz, dar toda la intención del mundo. Sé que hay gente que le tiene manía o que no la aguanta. No me encuentro en ese sector. Creo que es una de las mejores de toda la historia, una súper dotada, auténtica dominadora de su profesión.
Como decíamos al principio, Los archivos del pentágono no es del todo imparcial. Se le ha acusado de prestarle más protagonismo al Washington Post que al New York Times en esta historia, cuando realmente no debería haber sido así. También pienso que, en esta ocasión, Spielberg muerde pero no provoca sangre, no hay desgarros de ningún tipo, puede que para no provocar que le caigan más enemigos, posiblemente, pero debió ser más incisivo. Aún así, creo que se trata de una película más que correcta y que facilitará el que muchos conozcan una historia que merece la pena, sobre todo por la cuenta que nos trae y con hasta ciertos valores, como la unidad, virtud que parece ser que hoy día no esté de moda.
Aunque Spielberg ha hecho muchas de las mejores películas de la historia del cine, redefiniendo incluso géneros cinematográficos, también ha metido la pata a base de bien en varias de sus películas que son, sencillamente, aburridísimas. Incluso insoportables. Resulta chocante que un director que ha logrado (re)escribir con la mejor caligrafía el cine de aventuras más frenético con En busca del arca perdida , también haya hecho la plomiza e innecesaria Lincoln . Que el director que le dio la vuelta a la visión de los contactos humanos con alienígenas en Encuentros en la tercera fase y E.T., el extraterrestre también haya dirigido la fantasmada incoherente de 1941 o el tostonazo teatralizado de Caballo de Batalla es ciertamente desconcerante. Que alguien que (re)inventara el género del terror con El diablo sobre ruedas y sobre todo con la obra maestra incontestable de Tiburón también haya dirigido productos tan olvidables como Amistad o La Terminal es algo digno de estudio.
Dejando a un lado la maestría audiovisual de un verdadero genio, que tiene probablemente una de las mejores capacidades en narrativa cinematográfica jamás vistas en la historia del cine, la elección de sus películas parece obedecer tanto a su propio capricho como a prebendas comerciales de algunas productoras, que son capaces de aceptar los proyectos del midas de Hollywood a cambio de que acepte dirigir otras películas menores, productos impropios del empaque de este director. Y aunque nos hayan vendido esta película como la gran revisión de la libertad de expresión y prensa en la norteamérica contemporánea, una precuela de Todos los hombres del pesidente de Pakula, en el momento en que el Washington Post se convierte en un periódico de repercusión nacional, el resultado es bastante poco satisfactorio. Tan poco satisfactorio, en una historia tan pequeñita, que nos quedamos sorprendidos cómo se puede hacer una película con ese despliegue de narrativa para contar una chorradita, que además no tiene la capacidad de hablar de esos grandes temas presentes en la historia del arte (o sea, la superación personal, el amor, la familia, etc.).
Resulta que en 1971 el Washington Post -un periódico hasta ahora con vocación local- se arriesga a sacar unos secretos gubernamentales sobre la posición del gobierno de los Estados Unidos en el caso de Vietnam. Y los sacan. Y consiguen que la justicia les de la razón por informar a los ciudadanos norteamericanos sobre el caso. Fin. Esa es la historia. En eso es en lo que se centra la película. No habla de personajes, no habla de las motivaciones personales de Katherine Graham, primera mujer editora del Post, ni de Ben Bradlee, director del periódico. Habla de la carrera contrarreloj por publicar esos controvertidos papeles llenos de secretos gubernamentales. Fin.
Lógicamente, cuando uno es norteamericano seguro que le interesa muchísimo la historia de uno de sus medios de comunicación decanos. Pero ¿y si no eres norteamericano? ¿Le interesaría mucho al público norteamericano, por ejemplo, que el diario El País publicara los archivos secretos de la transición democrática española, o del conflicto de la invasión del Sahara por Marruecos en 1975? Pues no, salvo que la película, además de centrarse en el acontecimiento histórico, contara además temas universales (como hemos dicho antes) y que siempre son los mismos, seas norteamericano, sudanés, español, italiano, griego, esquimal o finlandés.
De la misma manera que Spielberg la cagó cuando al hacer Lincoln se centró en la aprobación de la enmienda que prohibiera la esclavitud en Estados Unidos y no en el personaje histórico y en su fascinante biografía, ahora ha vuelto a hacerlo cuando no habla de otra cosa que de publicar una noticia sobre la Guerra de Vietnam, preámbulo de lo que luego sucedió con Nixon y el Watergate, que hizo dimitir al presidente. A diferencia de Pakula, que hacía un viaje fascinante hacia los personajes de Woodward y Bernstein, la esencia misma del periodismo y sobre los derechos de los ciudadanos y la libertad de prensa (algo absolutamente universal), en este caso hablamos de un conflicto político/militar que afectó a Estados Unidos (y a Vietnam, claro) y a un medio de comunicación.
Si bien es cierto que cuanto más pequeñas y locales sean las historias, más universales suelen ser, en esta ocasión toda la brillantez de Spielberg no ha sido suficiente como para interesarme lo más mínimo, llegando a ser bastante pesado y lento el desarrollo. Ni siquiera la dirección de actores es especialmente brillante, llegando a rayar en la caricatura tanto Tom Hanks como Meryl Streep. Y todo el aparataje del equipo spielbergiano habitual (Janusz Kaminski en la fotografía, John Williams en la música, etc.) queda desvaído, utilizado en dar empaque a algo que no lo tiene.
Muy decepcionante, y lo que es peor, muy aburrida. Uno se lleva todo el tiempo observando desde una fría y gran distancia una historia que está muy correctamente contada, pero se pregunta constante constantemente ¿Y? ¿Qué es lo que quieres contarme? Y cuando descubrimos que en realidad aquello que nos quieren contar es una verdadera chorrada, nos quedamos bastante chafados. Aunque sea Spielberg. O mejor dicho, sobre todo porque ha sido Spielberg, porque que lo haga otro, pase. Pero que el director de Parque Jurásico termine por aburrirte, no se perdona. Nanay.
Steven Spielberg ya ha cumplido 71 años y lo avalan más de 40 años de trayectoria profesional intachable. Aunque sea capaz de lo mejor y de lo peor, que muchas veces anteponga el aplauso del público al rigor de sus propuestas, que a veces lo obnubile una blandenguería ñoña y azucarada que mancilla algunos de sus proyectos más recordados, que no siempre sepa rematar sus historias por tener su vista puesta en la taquilla y no en la coherencia del relato que elabora, sigo pensando que podría ser incluso mejor de lo que ya es si no viviera obsesionado por agradar a toda costa a los espectadores, como si temiera que contrariar los buenos sentimientos y expectativas fuera un anatema nefando, como si tuviera que demostrar, aún hoy, que es un chico bueno y aplicado que convierte en oro todo lo que toca aunque tan sólo sea hojalata de desguace, en fin, si se liberara de la losa del éxito a cualquier precio podría elaborar la obra maestra indeleble que aún nos debe a sus muchos y heterogéneos admiradores.
La presente cinta ahonda en sus virtudes y carencias: dirigida con una perfección admirable, sin embargo aburre hasta al más predispuesto e interesado de los espectadores por su endeble guión y por su exasperante autocomplacencia. Es una película CON MENSAJE y por si no nos enteramos o estamos distraídos comiendo palomitas o contestando algún WhatsApp apremiante, nos lo recalca y recuerda en todo momento, no sea que perdamos el hilo y podamos pensar algo diferente de lo que el SUMO SACERDOTE ha dictaminado que es la ÚNICA VERDAD admisible. Estar de acuerdo con lo que se nos expone no debiera exigirnos que tengamos que postrarnos de hinojos ante su magnificencia, que suspendamos el juicio y nos dejemos lavar el cerebro, por digna y loable que sea la causa. Pero la LIBERTAD que tanto pregona brilla por su ausencia cuando se trata de que el público tome partido y saque sus propias conclusiones.
En definitiva, estamos ante una obra de propaganda (en la mejor tradición y estilo de Goebbels) donde se nos obliga a pensar de una única manera y a aplaudir la previsible conclusión como si el mismísimo Yahveh nos hubiera anunciado entre coros de arcángeles y querubines la LEY SUPREMA de los mandamientos. Y chitón a cualquiera que pudiera tener una opinión divergente porque será aniquilado… o sencillamente no es ni persona ni ciudadano y podrá ser ninguneado, arrastrado por el fango y vituperado por su infamia.
Todos los personajes son chatos y monocordes (sólo se salva el de Meryl Streep), no hay verdadero conflicto y los antagonistas son abstracciones de leguleyo. Es decir, bien realizada pero tediosa, redundante y prescindible.