Los años más bellos de una vida
Sinopsis de la película
Un hombre y una mujer, hace años, vivieron una historia de amor fulgurante, inesperada, atrapada en un paréntesis convertido en un mito. En la actualidad, él, antiguo piloto de carreras, se pierde un poco por los caminos de su memoria. Su hijo entonces intenta ayudarle a encontrar a la mujer que su padre no supo guardar junto a él, pero a quien rememora continuamente… Secuela de Un hombre y una mujer (1966) que a su vez tuvo otra secuela 20 años después.
Detalles de la película
- Titulo Original: Les plus belles années dune vie
- Año: 2019
- Duración: 90
Opciones de descarga disponibles
Si quieres puedes obtener una copia de esta película en formato 4K y HD. Seguidamente te mostramos un listado de posibilidades de descarga activas:
Opinión de la crítica
Película
5.9
73 valoraciones en total
Sentarse en el cine a disfrutar de este, probablemente, último recital interpretativo de un monstruo de la escena y la pantalla como es y será, por siempre, el gran Jesn-Louis Trintignant, es un placer sin culpa. Poco importa el guión, poco importan los detalles porque sabemos que estamos ante un homenaje merecido al actor y a ese público que eran mis padres y los tuyos y disfrutaron con la primera también dirigida por el maestro Lelouch y con la elegante belleza de Anouk Aimée…sin olvidar la bella melodía de Francis Lai.
De la primera disfruté en el cine club universitario y, todo hay que decirlo, me pareció un pastelazo francés que a mi novia de aquel entonces la entusiasmó. Me acuerdo perfectamente de la película pero no de mi novia. No pude nunca olvidar aquella pegadiza canción ni la elegancia de sus dos protagonistas. Una semana después, en la misma sala, repetía Trintignant como el juez de la extraordinaria película de Costa-Gavras Z y se convertía en uno de mis actores franceses preferidos.
Hoy le veía en la pantalla con esa vejez serena y elegante y me daba cuenta de que el cine siempre ha estado en los momentos más bellos de mi vida.
Grandes maestros que forman parte ya de la historia del séptimo arte…de nuestra historia.
Como todo el mundo sabe, Un hombre y una mujer fue un monstruoso éxito de crítica y público, que la recibieron como si de un giro en la historia del cine se tratara. Como no estoy del mejor de los humores, aunque procuraré que no se note demasiado en mis recensiones, no la pude ver en su momento por aquello de que no tenía edad, ni para amar ni para lo otro, y cuando por fin la vi, se me antojó cursi y polvorienta como una antigualla. El dabadabadá mo ponía de los nervios. Por supuesto, me abstuve de visitar la secuela, rodada veinte años después, y ahora, por eso de que no puedes salir de casa, he bajado la guardia. Es un tostón geriátrico como la copa de un pino. Trintignant, muy deteriorado (89 años), sale perjudicado en comparación con Anouk Aimée, una anciana de muy buen ver (87). Lelouch, el benjamín del trío, sólo suma 82. Mirad, el corta y pega del original con las escenas nuevas es espeluznante, los diálogos penosos, y todo el proyecto, en general, se lo podían haber ahorrado. Porque si éste es el canto del cisne, muy probablemente, de la legendaria pareja, mal favor les ha hecho. Consignar la breve aparición de Monica Bellucci, una señora capaz de acabar con las impotencias más contumaces. Para nostálgicos del mito.
Antes de nada, no os precupéis si no habéis visto la secuela de 1986, Un hombre y una mujer, 20 años después , ya que en esta película hacen como si nunca hubiera existido. Supongo que Lelouch es consciente de que no la vio nadie, ni ganas. Pues yo la vi antes por si acaso, y la verdad es que no es tan mala, quizás era demasiado ambiciosa y al final no funcionó.
> está ya muy trasnochado. Lelouch tiene 80 años y la chanza aún le hace tanta gracia como para meterla 3 veces en su película, bueno, pero vosotros que sois más jóvenes, si sois guionistas o directores o algo, no lo hagáis, por favor.
Esta de ahora es bastante peor, es un ejercicio de nostalgia que da un poco de vergüenza ajena. Con una excusa muy barata, Aimée y Trintignant se reúnen a recordar tiempos pasados. De los 90 minutos que dura, unos 30 o así son escenas de Un hombre y una mujer , las más famosas y las no tan famosas, incluyendo la zancadilla de Jean-Louis a su hijo, merecedora, mínimo, de tarjeta amarilla.
Las escenas rodadas actualmente no tienen ningún interés e incluso son más falocéntricas que la original.
En lugar de ver esta película, recomiendo revisar la propia Un hombre y una mujer , o Arrugas si os apetece ver algo de residencias y Alzheimer, y el corto Cétait un rendez-vous , que sin ninguna justificación sólida, también aparece íntegro en este mejunje. Aunque he de reconocer que esto último ha sido una sorpresa positiva. Nunca pensé que iba a ver el famoso corto de Lelouch en pantalla grande y ya me ha valido el precio de la entrada. Las escenas de carretera desde el punto de vista del conductor son como pornografía para mí, y ver los 8 minutos sin cortes de Cétait un rendez-vous es fascinante.
Si fuera solo por guión le ponía un cerapio, pero aunque sea por la bella pareja protagonista y la música, la dejo en regulera.
No quiero acabar sin mencionar algo: amigos, el chascarrillo de <
Gustará a: Calogero, pilotos de carreras jubilados, Verlaine
No gustará a: geriátricos, McTaggart, gendarmes
*La reincidencia del recuerdo
Claude Lelouch regresa a Jean-Louis y Anne, después de 33 años sin visitar la gran pantalla. Con Los años más bellos de una vida se cierra el círculo que comenzó esta pareja tan peculiar en 1966. Al más puro estilo de la saga Antes del…, pero con mayor mérito temporal al pasar más de 50 años entre la primera y última entrega. Hay un factor nostálgico que se palpa en el ambiente, una despedida con el espectador. El paso de los años, la demencia y la experiencia de vida se convierten en un paseo al que invitan al público a participar. Sin embargo, terminan cayendo en la tentación de reiterar en varias ocasiones el mismo recurso narrativo: recortes de la primera película. El problema no es que introduzca fragmentos de dicha entrega, sino que repitan varias veces los mismos.
El guion parte de una buena base y cumple su función: hablar de la vitalidad del ser humano y de esa necesidad de sentirse autorrealizado, tanto en lo personal como en lo profesional. Además, al tratarse de personajes ya conocidos por el gran público, permite una evolución psicológica en ellos mismo. La profundidad en la vejez mezclado con el elemento de fantasía de no discernir entre realidad y creatividad de Jean-Louis le da dinamismo al largometraje. El inconveniente surge al haber una fina línea que puede terminar desconcertando al espectador, muchas ideas disparatadas que van hacia dos direcciones distintas constantemente y distrae la atención del público. Es capaz de provocar en el público una sensación de confusión, pero habrá un sector de los espectadores que acaben sucumbiendo a estos encantos, mientras que otros terminen alejándose del relato.
*El agradable olor añejo
Volver a ver en pantalla a Jean-Louis Trintignant y Anouk Aimée como los reconocibles Jean-Louis y Anne es un placer cinematográfico en sí mismo. Su reunión en Los años más bellos de una vida es lo mejor de la película. Se puede percibir lo cómodos que se encuentran al revisitar sus personajes. Trintignant demuestra las razones por las que es todo un icono del cine francés, con esa templanza, ese porte y esa canallería de antaño. Tiene una personalidad escénica arrolladora. Por su lado, Aimée sigue teniendo esa dulzura, pero con una madurez que se refleja en su manera de interpretar. Su regreso al cine lo realiza con uno de sus personajes más queridos. Sabe hacerle un buen homenaje, pero queda ciertamente algo opacada por la presencia de Trintignant. Aún así, los dos siguen derrochando una química con ese romanticismo francés tan peculiar.
Este dúo interpretativo viene acompañado de actores que consiguen adornar esta fábula romántica cinematográfica sin un exceso innecesario. Hay que destacar el regreso de Souad Amidou como Françoise Gauthier, la hija de la protagonista y el de Antoine Sire como el hijo de Jean-Louis. Ambos revisan sus personajes pero todavía con una profundidad con la que no habían podido jugar anteriormente. Consiguen pisar fuerte en el film, aunque tristemente, acaban perdiendo fuerza según transcurre la acción de la película. Sin embargo, es un buen homenaje a la obra de Lelouch, que parte de la ventaja de ser todo un clásico del cine. Por último, mencionar la aparición estelar de Mónica Bellucci. La actriz italiana sabe enamorar al espectador en segundos, por lo que siempre es un gusto verla en pantalla. Una pequeña perla que no termina de encajar, pero tampoco chirría en exceso.
*Déjà vu
El regreso de la historia de amor de Jean-Louis y Anne, tras más de 50 años de la primera entrega, tenía el derecho de recordar momentos importantes de dicho film, pero no lo hace de una forma orgánica. En Los años más bellos de una vida no siempre termina de casar el «efecto melancolía» con la trama que está ocurriendo en pantalla. Después, el imaginativo del guion puede que funcione en papel, pero la manera de plasmarlo en pantalla se queda a medio gas. Tienen un buen producto que no termina de pulirse, por lo que, a excepción de ser un seguidor de la trilogía, el público no conecta totalmente y no terminan de desarrollarse las ideas que se plantean en la cinta.
El montaje se pausa en varias ocasiones, lo que produce un efecto de lentitud que no se justifica en escena. No hay una reflexión visual o narrativa que llene este espacio de tiempo dilatado, lo que crea una sensación de no avanzar, pese a su duración no muy extensa de 90 minutos. La música que acompaña en un primer momento es perfecta, pero acaba repitiéndose como un leitmotiv sin una coherencia explicativa, por lo que cierta canción podría provocar el cansancio de una parte del público. Tiene una dirección fotográfica muy interesante, al igual que una puesta en escena trabajada, pero al no enlazar bien con el montaje, no crea una atmósfera contemplativa, sino estática como ocurre con su última secuencia interminable. Una oportunidad perdida para poder atraer a una nueva generación de seguidores a esta trilogía francesa.
*Conclusión
Los años más bellos de una vida es un homenaje a la obra de Claude Lelouch que gustará a los fans fieles de la extraña pareja formada por Jean-Louis y Anne. Un guion que cumple su función, pero no llega a las entrañas de sus personajes. Grandes actuaciones de sus protagonistas, Jean-Louis Trintignant y Anouk Aimée. Un repaso por la historia vivida, pero que termina sucumbiendo a la repetición técnica nostálgica innecesaria. Un ritmo lento y un imaginativo confuso que provoca que una parte del público no conecte con la historia. Una ocasión desaprovechada para dar punto y final a esa pasión nacida en 1966, sin abrir las puertas a nuevos admiradores. Un adiós romántico con aroma francés que marca, pero no deja huella.
Escrito por Diego Da costa
Primero los handicaps:
1.- No hay que ir al cine en festivo si se trata de una sala a precios económicos (mogollón, mogollón).
2.- Si alguien se sienta en tu butaca y tiene que levantarse lo correcto es que pida disculpas y no resople al hacerlo (mal, muy mal).
3.- No discrimines con los trailers prestando una falta absoluta de atención salvo si se trata del regreso de Downton Abbey (no y no).
Al loro: que me ha interesado y conmovido por momentos el revisitar la habitación nº 26 de Deauville donde Anne/Anouk y Jean-Louis/Jean-Louis empezaron la historia de su amor frustrado en casi todos los sentidos, prácticamente hablando, pero nunca jamás en teoría. Y eso marca.
Sus veteranos actores cumplen al hilo de esos recuerdos donde Lelouch les retrata con respeto y corrección. Quizás me sobre el que las canciones sean pretexto de fondo a veces y se hagan un poco largas, como el uso recurrente de los flash-backs pero cabe reconocer que el público de mediana edad, y más que eso también, se regodea con ellos.
De paso le agradezco a Trintignant que tenga un nieto como el que tiene -Roman Kolinka- y que resista, a su edad, los embates de una enfermedad que no ha borrado del todo cierta socarronería en ocasiones a la par que lucidez. Y también ese plano sostenido del principio que es un señor alegato de lo que se expresa, pensando.