Los amantes habituales
Sinopsis de la película
François, un joven poeta, participa en las revueltas de Mayo del 68, en París. Entre la bruma y la confusión, ve a la bella Lilie, a la que conocerá, un año después, en una fiesta en casa de un amigo. Entre ellos nacerá un amor intenso y tierno que hará revivir la ilusión tras el desencanto de la revolución perdida. El sexo, la poesía, el opio, la pintura y la escultura, serán los nuevos territorios frecuentados por el grupo de jóvenes revolucionarios que verán cómo el mundo que habían querido construir se irá desmoronando poco a poco.
Detalles de la película
- Titulo Original: Les Amants réguliers
- Año: 2005
- Duración: 178
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Opinión de la crítica
7.1
61 valoraciones en total
¿Quién es Philippe Garrel? ¿Por qué un director dedicado a la causa desde 1964 y habitual en Venecia sigue siendo un desconocido para una gran mayoría?
Posiblemente la razón más obvia es que su cine es absolutamente para minorías, tanto que un filme que roza las tres horas como Les amants reguliers con el sello tan característico e insobornable de sus últimas películas (atractivo blanco y negro, ritmo lento y espíritu marcado de la nouvelle vague) no tiene cabida en círculos mayoritarios, pese a sus premios y alabanzas.
Algunos criticaran su lentitud pero Philippe Garrel en Les amants reguliers ejemplifica el uso de la elipsis: condensando el mes de mayo del 68 a una noche, erradicando secuencias que otros utilizarían para recrearse y conduciendo el corte entre secuencias en una ruptura de sentimientos y ausencias.
Aunque remite directamente a Soñadores, con ese nexo de unión de Louis Garrel, su mirada romántica y despertar sexual con la revolución, hay algo en el filme de Philippe Garrel que lo distancia del de Bertolucci. Mientras el director de El conformista exploraba sus referencias mediante insertos a modo de collage cinematográfico, Garrel recrea mediante el minimalismo, deudor de Bresson, las atmósferas y los encuadres el cine y la época que pretende reflejar.
No sólo consigue convertir una película de tres horas en una experiencia hipnótica para el espectador sino que revela la esencia de dos revoluciones: la generacional y política frente a la personal. De la revolución en las calles a la revolución de latidos del corazón de un soñador.
Garrel nos habla de un despertar pero también de un personaje principal que escapa de la realidad mediante el descanso eterno, el último camino hacia lo onírico, el último recurso de los soñadores con el corazón destrozado por la soledad tras la ruptura.
Una apuesta a tumba abierta, sin cálculos, estética.
Rezuma atmósfera sesentayochista y nouvelle vague . La recreación no se limita a vestuario y escenarios, busca sobre todo el estilo cinemátográfico, el tipo de blanco y negro, la fotografía con grano, la espontaneidad aparente del montaje… El esfuerzo hercúleo consigue el objetivo: ¡parece una película de 35 años!
El 68: la febril revuelta callejera, el horizonte inmediato de otra revolución francesa. A continuación el 69: drogas para llenar el vacío y la abulia. La narración, que gracias al planteamiento coral venía combinando con cierto ritmo peripecias de personajes variados, sufre un drástico empobrecimiento al centrarse sólo en una pareja más bien anodina.
Aun siendo un experimento apreciable, el metraje resulta excesivo. Hay planos de los de ver crecer la hierba , tan útiles para los detractores de la Nouvelle Vague. Uno de ellos es un plano fijo de un cuarto de hora, de unos personajes en una barricada, de espaldas, quietos, que saca de la película al espectador.
Para amantes castos de la N. V.
Iba predispuesto a dejarme seducir. Por el tema. Por esa sombra de malditismo coherente que deja Garrel a su paso.
Los sesenta. La orfandad del sueño, luego. Y los años de plomo, aún más tarde. Los años de plomo o el sendero de la droga. Los caminos que se abrieron ante los desheredados. Ante los que renunciaron, por ética y estética, a la integración plena en el sistema que habían combatido.
De todo ello nos habla Garrel. De todo ello y de su plasmación en una historia de amor limpia, radicalmente libertaria, del amor como proyecto conjunto de crecimiento, de estiramiento, de combate sereno contra todos los límites establecidos …
Aunque al final, también a esa microhistoria, como a la macrohistoria, le lleguen sus días de plomo.
Iba predispuesto a dejarme seducir. Y sólo me ha interesado. Garrel, siempre contenido, austero, casi cartesiano, nos habla del sueño desde la calma y de la pesadilla que siguió al sueño desde la quietud … Y se añoran el grito, el aullido, la rabia, la emoción en suma.
En el desván quedan lecturas desperdigadas de Althusser, recuerdos de universidades masificadas y cierto tufillo a represión sexual. Columnas de Le Monde y una clase dominante relamiendo su maquinaria de Estado. Malraux mirando desde la ventana con la bruma de brumario en el cristal de su despacho. Barricadas, señales de tráfico amotinadas, lanzas y botellas improvisadas… O de Gaulle volviendo con prisas a París, los coches la devoraban.
Mayo del 68, la Central générale du Travail, la Nouvelle matando el contraplano, Marcuse, etc.: ¿qué es?, ¿cómo interpretarlo? Quizás sea la culminación adolescente del siglo XX, la aún bisoñez de las utopías. Un mundo loco y nuevo, todavía por hacerse, al calor de una breve juerga bolchevique. Un after hours. Pero también un mundo viejo juzgado por olvidar la piel de las ideologías en fábricas de dos sueldos.
Todos ellos (estudiantes, sindicalistas, la Sorbona…) deberían haberse llamado rebelión, pero el tiempo insiste en la melancolía: una forma holandesa de humor provo, guitarras acústicas, enamoramientos en mitad de una carga policial… Reminiscencias que Les Amants réguliers ofrece con la nostalgia crepuscular del hecho histórico que se jactaba en la arrogante fugacidad de lo que es.
La película delimita una época que habría de escaparse inexorablemente entre grafías de juventud ajena. Así nos ofrece Garrel la desaparición de estos héroes de juventud y Cinémathèque como si todo (el amor, la política, el sexo, el opio, las revueltas…) fuera un totum revolutum que sale del estómago y luego cesa.
Nos lo arranca el mismo proceso digestivo que lo trajo.
24/05/1968
* No se que pulso oculto esconderán las imágenes de Les Amants Reguliers, pero me vi sus 3 horas sin pestañear, repetí al día siguiente, y no descarto volver a verla en cualquier momento. Llevo días que sin poder quitarme esta película de la cabeza, y recomendándosela a toda persona que me cruzo, porque no entiendo que tendrá, o que tendré, que tanto me ha impactado.
* Retrato del ímpetu de una juventud que se abandona a todo. Esa impetuosidad se vive en cada secuencia y fotograma pese al ritmo aparentemente pausado del film. El ardor juvenil se aprecia en cada mirada, gesto o palabra, y parece contagiar con su impulso una narración que se desarrolla con cierta brusquedad, donde la linealidad temporal se rompe continuamente, y donde solo podemos dejarnos llevar para no acabar descolocados. La película es tan hechizante que del hosco brío con que se acomete su desarrollo no se da uno ni cuenta. También puede dar la sensación de estar fracturada en su mensaje, contenido,… A muchos chocará que el marco inicial de las revueltas parisinas del 68 vaya diluyéndose poco a poco para dar paso a otros asuntos, tras unas secuencias realmente impresionantes de la lucha nocturna en las calles. La película deja de lado las barricadas porque así lo han hecho sus personajes. Hay que buscar las ideas del film fuera de esas barricadas. Yo veo un asunto primordial en toda la película que es el de una juventud arrebatada, con un potencial inmenso para todo, pero que siempre acaba cayendo víctima de su propio impulso, ardiendo en los fuegos que provoca, y que con suerte harán recordar lo que iluminan. Una juventud que se lanza igual a la revolución, que al amor, al arte, o a las drogas. Juventud en apariencia falta de sentido de la mesura, de una visión nítida, siempre empañada por su apasionamiento sin reservas, pero dotada de una lucidez que destella iluminando tanto verdades como utopías. Que se lanza a todo henchida de esperanzas, de ilusiones, y de una fuerza prodigiosa que siempre acaba dispersa o descontrolada. Juventud que nunca acaba lo que empieza.
* Su sombrío blanco y negro, en mi opinión hasta lóbrego a veces, supone una triste y desesperanzadora mirada sobre esas esperanzas fusiladas, que podemos contextualizar más o menos en la película, viéndolas referidas al chasco del 68, a como esa apasionada juventud reculó, o verlas referidas al desperdicio que suponían y suponen tantas energías juveniles perdidas dirigidas a pretender utopías, ahora y siempre. La cámara se entristece al ver una juventud, única portadora de una energía creadora y regenerativa, revulsiva, que pese a su lucidez, está falta de moderación y raciocinio para plasmar proyectos.