Las verdes praderas
Sinopsis de la película
José, un ejecutivo de origen humilde, ha alcanzado el éxito dentro de la empresa de publicidad para la que trabaja, gracias a su talento innato para encontrar la frase exacta. Es el paradigma del hombre que se ha hecho a sí mismo y ha convertido en realidad sus sueños de niño: una familia, un chalet en la sierra, un coche… Sin embargo, un fin de semana en el que esperaba disfrutar de su chalet se convierte en una sucesión de problemas que no lo dejan descansar ni un momento. Entonces empieza a cuestionarse su vida y a preguntarse si verdaderamente coincide con sus sueños.
Detalles de la película
- Titulo Original: Las verdes praderas
- Año: 1979
- Duración: 89
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Opinión de la crítica
6.3
48 valoraciones en total
José Luis Garci tiene dos etapas cinematográficas muy diferenciadas, la primera muy pegada a terreno, al momento, a crónica social periodística, en cambio la segunda que comenzaría a partir de Canción de cuna toma distancia, altura y disecciona el ayer para explicar el presente pero siempre desde el historicismo.
Las verdes praderas es de la primera etapa, y sin ser de mis favoritas, sí que condensa las obsesiones de Garci a la perfección. La posición, la familia, el fútbol, el clientelismo, el éxito, el paso del tiempo, las relaciones de pareja…
Si Garci es uno de los mejores directores de nuestro cine lo es sobre todo por dos razones: dirección de actores y valentía. Lo primero está claro, sus mejores escenas siempre la consigue en los diálogos, con la cámara quieta y en plano-contraplano donde los protagonistas hablan a pecho abierto. Ahí está su valentía. No se arruga, aquí pone en cuestión el spanish way of life que empezaba a desarrollarse con la llegada de la democracia y los nuevos ricos y para ello utiliza a Alfredo Landa con esa inolvidable conversación con María Casanova sobre el sentido de la vida. Criticar como lo hace él, con esa naturalidad, lo que millones y millones de personas hacen todos los días desde que se levantan, siempre tendrá mi aplauso.
Es verdad que a veces se olvida de cortar en una escena que es ya excesivamente larga –la del partido de fútbol-, o que resulta redundante en algunos pasajes que no necesitan subrayado –la lata de gasolina- pero el cine de Garci es así, o se ama o lo odias. Yo soy de los primeros sin duda.
Una buena apuesta por la nostalgia bien entendida es Las verdes praderas, que además de retrotraernos a una parte de la España de no hace tanto, nos presentará una de las más lúcidas deconstrucciones de lo que es triunfar en la vida.
Nota: 6,7
Si hay un estilo Garci, esta película es puro estilo Garci. De antemano, debo decir que personalmente, me ha gustado. Es un film que entretiene y agrada, que es de lo que se trata en esto del cine. Las verdes praderas, la tercera que dirigió, es una de las películas más desconocidas de su autor, y más injustamente infravaloradas. Quizá no es buena de verdad, pero Garci debe estar contento.
¿De qué va? Cuenta cómo transcurre un fin de semana de un matrimonio de clase media acomodada con dos hijos allá por 1979.
Como en muchas de sus películas, el tema latente es el paso del tiempo, la persecución de unos ideales, la trayectoria vital, aunque en este caso sólo se dejan ver como colofón.
Casi todo el film está revestido de un tono de comedia costumbrista en el que a través de pequeños detalles cotidianos, Garci retrata, con la precisión de un sociólogo, el núcleo familiar español de finales de los 70. A saber: la escapada al chalecito el fin de semana, el fútbol de los domingos, la odiada superioridad del jefe y el peloteo de su lugarteniente llamado a sucederle (espléndido Carlos Larrañaga), el arreglo de las chapuzas, el mito (que aquí se cumple a rajatabla) de la suegra plasta, en fin lo de ayer y casi lo de hoy.
En realidad, aparte de las innovaciones tecnológicas, las cosas importantes no han cambiado tanto. La crítica hacia la sociedad consumista que ya empezaba a despegar es evidente. Garci también demuestra que es un magnífico director de actores. La escena de la conversación a solas entre ambos es altamente representativa.
Landa, un Landa sufridor y agobiado por todos, representa como nadie el prototipo de de español medio. Preocupado por su oficio, enamorado de su mujer, y deseoso de de ocupar su poco tiempo de ocio (deporte y amigos). No es el Landa sublime de El crack (irrepetible), pero hace una interpretación valiosísima y demuestra que con Garci forma un tándem de muchos kilates.
Especial mención merece también María Casanova, actriz fetiche de Jose Luis Garci, tan dulce y cariñosa, que se erige en una suerte de Olivia de Havilland española, menos glamourosa y más terrenal, siempre con una sonrisa.
Una buena oportunidad para contemplar tranquilamente la vida familiar allá por finales de los 70, lo que nos sigue uniendo y lo que nos separa. Emotiva, en todo caso, como el cine de Garci.
La verdad es que no puedo ser imparcial con esta película, porque yo era uno de esos niños, de los hijos de José, o de cualquier otro que vio el cielo abierto en los 70 con el pisito en la Sierra. Además, en la misma sierra, en la de Madrid, y cerca de Cerceda, en Los Negrales. En 1979 yo era un poco mayor que los hijos de José, porque ya tenía 14 años y el pisito lo habíamos comprado hacía ocho. Y, es verdad, no era un chalet (que no todos trabajaban en La confianza ), sino un pequeño apartamento en el que cada fin de semana cogíamos el balón y salíamos al campo para jugar al fútbol después de ver Mazinger Z o Pipi Calzaslargas . El domingo había que volver a Madrid temprano, después de comer, para no coger los atascos, y lo hacíamos escuchando el Carrusell en la radio del Simca 1200.
Total, que veo la película con 46 añazos.. Y voy y me emociono, y pienso que mis padres también se debieron desilusionar, porque no paraban de hacer cosas (la compra, los arreglos, la limpieza, la comida…) mientras mis hermanos y yo retozábamos por el campo.
Se habla mucho de las palabras de Landa en los pinos, al final de la película… Pero, personalmente, me han impresionado más las que le dice a su mujer en la cama, cuando le cuenta la historia de Villa Clara : seguramente, yo soy hoy ese hombre… ¡Y no hay nada! ¡Nada! .
¡Qué grande es Garci!
Resulta que no le gusta. ¿Qué ha ocurrido del 79 a 2011 que lo que no le gustaba a Landa es mi sueño dorado?.
Pero vamos a ver, dónde hay que firmar el chalecito en la Sierra, el mus por la tarde en el bar, que tu mujer te prepare el Gin-tonic por la noche, que (tal y como se sobreentiende) haya kiki todas las noches menos cuando está mala, el partidito de tenis por la mañana con los colegas (ahora sería pádel), el gin-tonic antes de la paella, la siesta, fiestecita por la noche (no parece mayor problema el tener dos críos), partidito el domingo con los colegas, abono para el fútbol, Montecristo del nº4 después de comer…si eso no es el cielo, que venga Dios y lo vea!
Hay una escena que me flipa. En la gasolinera, marido y mujer mantienen una conversación de unos tres minutos y ¡ninguno de los dos niños les interrumpe!. Eso sí que es cine de ciencia-ficción.
Y, a continuación, echa 43 litros de gasolina ¡con mil quinientas pelas!. Ahora no nos llegaría a 7 litros.
Y ¿qué me dices de la suegra? que se presenta allí un sábado y se va el mismo sábado. Por Dios, si la mía se tiene que desplazar te aseguro que se planta allí todo el finde como está mandado. ¿Y esos niños? que no lloran, no dan guerra, escuchan a su padre, cuando les dicen que se vayan se van…mal vamos, mal vamos si eso era la infelicidad y ahora soñamos con ello.
Por otro lado, absolutamente auténticos los detalles de la época, como el cartón de Kaiser, los baches de la entrada de la urbanización, las rodilleras de Don Enrique…La verdad es que te retrotrae a tu infancia de verdad.
Estupendo Landa, como siempre, estupenda la música que mete Garci, como siempre y estupendo Larrañaga, como siempre.
La verdad es que viendo la peli pasas hora y media agradable, te ríes y te da que pensar de verdad, no como las de Lars Von Trier o Malick.
Para mí es de las mejores películas de Garci a pesar del problema fundamental que arrastra: es una película tan centrada en un momento concreto de la historia de España que se ha quedado trasnochada.
Pero yo viví aquello. El sueño dorado de 3/4 partes del Madrid de los 75-80 era tener una parcela en la sierra con un chalecito donde pasar los fines de semana. Desgraciadamente lo que empezaba siendo un escape y un disfrute para el fin de semana se convierte en un rutina que se aleja cada vez más de ningún disfrute.
Después de 90 minutos de comedia costumbrista al uso, llega el bofetón final: Alfredo Landa, en una de sus mejores actuaciones, descubre que toda su vida, su trabajo, sus esfuerzos, sus logros, sus sueños, sus sacrificios han ido en un camino equivocado, y lo que él creía que era progreso y proyección se han convertido en rutina y obligación.
Reto a que vean esta película las personas que hayan cumplido 40 años y hayan pensado alguna vez que no han sido capaces de alcanzar sus sueños de juventud a esta edad, y muy posiblemente ya no los alcancen jamás.
Estupenda película.